El Día Internacional de los Trabajadores
En los últimos años, pese a que continuó aumentando la productividad, la tendencia a la reducción de la jornada laboral se invirtió. También aumentó la intensidad del trabajo con el “toyotismo” y como resultado de la flexibilización laboral.
- Opinión
El primero de Mayo fue consagrado como Día Internacional de los Trabajadores por el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional celebrado en París en 1889, en conmemoración de las luchas obreras de mayo de1886 en Chicago por la jornada laboral de ocho horas, y también en homenaje a los mártires de esta ciudad.
El 4 de mayo se concentraron en la plaza de Haymarket más de 20.000 personas que fueron reprimidas por 180 policías uniformados. Un artefacto explosivo estalló entre los policías, produciendo un muerto y varios heridos. La policía abrió fuego contra la multitud matando a 38 personas y dejando más de 200 heridos. La represión fue generalizada y brutal.
Finalmente ocho participantes del movimiento fueron sometidos a juicio, tres de los cuales fueron condenados a largas penas de prisión, y cinco condenados a muerte y ejecutados: George Engel, tipógrafo; Adolph Fischer, periodista; Albert Parsons, periodista; August Spies, periodista y Luis Lingg, carpintero.
La celebración del Primero de Mayo se fue extendiendo mundialmente. En muchos países conservó su sentido original y en otros, generalmente por iniciativa gubernamental, se desvirtuó totalmente. Incluso el Papa Pío XII, en 1954, estableció el 1º de Mayo como día de San José Obrero.
La reivindicación de las ocho horas se basaba en la idea de “ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso”.
Después de la Primera Guerra Mundial, la jornada laboral de ocho horas se estableció legalmente en muchos países cuando las luchas de los trabajadores, ayudadas por el temor de los capitalistas al ejemplo de la Revolución de Octubre en Rusia, lograron la jornada hebdomadaria de 48 horas. Pero con el fordismo aumentó la intensidad del trabajo, como muestra agudamente Chaplin en el film “Tiempos modernos”.
Desde entonces la jornada de trabajo se mantuvo estable, aunque disminuyó la jornada anual como resultado de las vacaciones más prolongadas y en algunos países disminuyó también la jornada semanal. Pero en los últimos años, pese a que continuó aumentando la productividad, esa tendencia a la reducción de la jornada laboral se invirtió. También aumentó la intensidad del trabajo con el “toyotismo” bajo la consigna de just in time, es decir con la producción de lo necesario en función de la demanda de cada momento, evitando así la acumulación de stocks de mercancías. También hizo lo propio la “flexibilización” laboral. Esta tendencia al aumento de la jornada de trabajo se acentúa a causa de la necesidad que tiene mucha gente de trabajar más tiempo (en el mismo empleo o en un trabajo adicional) a fin de ganar lo mínimo necesario para sobrevivir.
La productividad ha aumentado enormemente en los últimos decenios, como consecuencia del progreso técnico y del aumento de la intensidad en el trabajo y de la jornada laboral. Sin embargo, los salarios reales no han seguido – ni aproximadamente- el mismo ritmo de crecimiento. Esto vale también para los cuadros profesionales, cuyos salarios se mantienen congelados y sus condiciones de trabajo no cesan de deteriorarse.
Con el aumento de la productividad el desempleo tiende a aumentar y no a disminuir, por la sencilla razón de que menos trabajadores activos pueden producir más bienes y servicios.
Pietro Basso, en su libro “Temps modernes, horaires antiques. La durée du travail au tournant des millénaires” [1], dice que el aumento de la productividad del trabajo, que debería estar acompañada lógicamente de una reducción del tiempo de trabajo -diario, semanal y anual- y de la reducción de su intensidad, ha dado por el contrario como resultado el aumento de la carga -física, mental y nerviosa-. Basso explica que el trabajo se ha hecho más penoso en los últimos años y que la flexibilidad, al mismo tiempo que el mantenimiento -y últimamente el aumento- de la jornada de trabajo) parasita o fagocita el tiempo –que debería ser libre- fuera del trabajo. En síntesis, se está cada vez más lejos de la prometida sociedad post industrial del tiempo libre.
Además, la mayor parte del beneficio resultante del aumento de la productividad engrosa la renta capitalista y una mínima parte se incorpora al salario, aunque no siempre. Es así como una constante del sistema capitalista es la profundización de la desigualdad en la distribución del producto.
Dicho de otra manera, la brecha económica y social entre pobres y ricos, en cada país y a escala mundial, no cesa de aumentar, pues las estadísticas muestran que mientras el ingreso nominal de los asalariados (no su poder adquisitivo que disminuye de manera constante) se mantiene estable y en algunos casos aumenta durante breves lapsos, el ingreso de los más ricos aumenta continua y aceleradamente.
A ello hay que agregar que el incremento del desempleo provoca la disminución drástica de los ingresos de los afectados por el mismo.
El estado actual de desarrollo de las fuerzas productivas podría permitir estar vislumbrando el umbral de la sociedad que previó Marx hace más de un siglo y medio: aquella en que habita un ser humano liberado de la necesidad, de los trabajos físicos y del trabajo alienado, con la disponibilidad de más tiempo libre para dedicarlo a su realización personal [2].
Pero la tendencia actual es totalmente opuesta, y las élites político-económicas, con su cortejo de ideólogos, economistas, “politólogos” y otros especialistas [3], presentan como inevitables políticas sociales injustas, económicamente irracionales y ecológicamente letales.
Con el pretexto de combatir la crisis y la desocupación y de “salvar” la seguridad social, en lugar de disminuir el tiempo de trabajo y de aumentar los salarios [4] y las pensiones en función del aumento de la productividad, se congelan o disminuyen los salarios, se aumenta la jornada de trabajo, se introduce la “flexibilidad laboral” -que se quiere hacer pasar con el neologismo de “flexiseguridad”-, se aumenta la edad de jubilación, se reducen las pensiones y jubilaciones y se achica la duración y el monto de los subsidios por desempleo. Y mientras se gasta cada vez más en armamento y en guerras, se reducen o se limitan los impuestos a las grandes ganancias -cuya magnitud astronómica escapa al entendimiento común- y se dice que no hay recursos para la salud pública, la vivienda popular decente y la educación [5].
Pese a que la actual pandemia está revelando con claridad deslumbrante la inhumanidad e irracionalidad del sistema social vigente, no se advierte una reacción de las mayorías a favor de su cambio radical sino, por el contrario, una tendencia mayoritaria a favor de los populismos conservadores de derecha y de extrema derecha.
En el plano político prácticamente no hay una verdadera oferta alternativa: sólo argumentos populistas de “izquierda” y electoralistas.
Son necesarios, pero tampoco bastan, los reclamos por aumentos de salarios y contra el desempleo, que si se logran, son indefectiblemente pendulares: sus efectos duran poco tiempo.
Desde el año de Chicago -1886-, el mundo ha cambiado mucho. Hay que poner al día las reivindicaciones para que tengan eco en las mayorías, de modo sean capaces de imaginar una vida diferente. Un ejemplo sería el reclamo de la jornada laboral hebdomadaria de 32 horas. Y que los servicios de salud, los medicamentos, la educación en todos los niveles, la vivienda decente y otros derechos sean accesibles a todos sin excepción.
[1] http://revue-interrogations.org/Pietro-Basso-Temps-modernes
[2] Marx escribió en los Grundrisse: “/Desarrollo libre de las individualidades y por ende no reducción del tiempo de trabajo necesario con miras a poner plustrabajo, sino en general reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos/” y agrega que lamedida del valor en la sociedad comunista pasa a ser, no ya la cantidad del tiempo de trabajo, sino la cantidad de tiempo libre: “/Ya no es entonces,/ /en modo alguno, el tiempo de trabajo la medida de la riqueza, sino el /disposable time”.Carlos Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse, 1857). [Contradicción entre la base de la producción burguesa (medida del valor) y su propio desarrollo. Máquinas, etc.]. Siglo XXI Editores, 12ª edición, 1989, tomo 2, págs. 227 y ss. //
[3] “Ha sido suficientemente señalada la tendencia de la economía y de otras ciencias sociales a adaptarse a las necesidades y a la mentalidad de los miembros ricos de la comunidad”, John K. Galbraith, /Voyage dans le temps économique, /Editions du Seuil, Paris, octubre 1995, págs. 114 y 115.
[4] Véase: Álvaro de Regil Castilla , Salarios Dignos en la Transición de Paradigma El Reto Imperativo de Trascender el Mercado (http://jussemper.org/Inicio/Recursos/Actividad%20Corporativa/Resources/S... <http://jussemper.org/Inicio/Recursos/Actividad%20Corporativa/Resources/S...)
[5] “Estoy convencido que algunas de las cosas que se requieren urgentemente en el terreno práctico, tales como el control central de las inversiones y una distribución distinta de la renta , de manera tal de proporcionar un poder adquisitivo que garantice una salida al enorme producto potencial que permite la técnica moderna, tenderán también a producir un mejor tipo de sociedad..la técnica productiva ha alcanzado un tal nivel de perfección que ha hecho evidentes los defectos de la organización económica que siempre ha existido”. John Maynard Keynes, /El dilema del socialismo moderno (Society for Socialist Inquiry/) 13 de diciembre de 1931 en /L’assurditá dei sacrifici/, Ed. Manifestolibri, Roma, junio 1995.
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