A propósito de las elecciones en Nicaragua

¿Recuerdas cuando conmemorábamos el 7/11?

La caída de la URSS y la ruptura de la bipolaridad afectaron culturalmente el imaginario de un mundo alternativo al capitalismo, el de una tradición de lucha condensada en consignas que transitaron las experiencias de organización y lucha a lo largo de un siglo y medio.

10/11/2021
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  • Opinión
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Mientras repasaba informaciones relativas a las elecciones en Nicaragua, realizadas el 7/11/2021, recibí un mensaje con el interrogante del título. A 104 años de la revolución de octubre y de la expectativa esperanzada generada por décadas sobre la posibilidad del socialismo en el imaginario social mundial, el objetivo aparece desvanecido en la coyuntura.

 

Lo cierto es que ya transcurrieron tres décadas de la desarticulación de la URSS y de la “bipolaridad” del sistema mundial, que definía al orden global entre las antípodas del “capitalismo y el socialismo” (aun cuando se discuta si lo existente en la Unión Soviética respondía al objetivo socialista), lo que explicaba un “tercer mundo” hoy inexistente. Buceando entre las razones que expliquen la ausencia de un masivo “imaginario” socialista, se puede consignar la gigantesca ofensiva del capital, el accionar deliberado de propaganda y acción ideológica lubricado con abundante financiamiento, junto a las acciones represivas, tanto militar como sancionatoria, de la iniciativa política y mediática del poder global, sumado a una inmensa manipulación. Claro que también deben registrarse las insuficiencias de las experiencias que se asumieron y asumen en la construcción de la nueva sociedad.

 

Nicaragua en la coyuntura resulta interesante, por el consenso crítico del núcleo ampliado del poder global. El capital más concentrado, transnacionalizado, demanda la liberalización económica y reaccionarias reformas a favor de la propiedad privada de los medios de producción, evidenciado en el rechazo a la socialización de la salud o la suspensión de las patentes medicinales en tiempo de pandemia. No en vano, durante el 2020/21, pese a la recesión reciente y la recuperación (rebote económico) en curso, lo que se extendió fue la desigualdad, con ampliación de la riqueza concentrada y la extensión de la pobreza, la explotación y la destrucción de la vida social y natural. El capital demanda reformas contra los derechos de trabajadoras y trabajadores, en actividad o en retiro, todo en aras de recuperar rentabilidad, objetivo central del régimen capitalista. Los principales Estados Nacionales, subordinan su accionar a esa lógica del capital y por eso son impulsores de iniciativas políticas liberalizadoras a favor de capitales transnacionalizados de origen en sus territorios. Esa prédica la instalan en el ámbito mundial haciendo valer su peso específico en los organismos internacionales.

 

Grandes capitales, principales Estados del orden mundial y organismos internacionales se constituyen en sujetos de la dominación. Sus iniciativas promueven una lógica de producción y reproducción que rechaza todo intento de transformación social, aun limitado al accionar de personas, grupos sociales o experiencias de países y regiones. Julián Assange resulta perseguido y privado de sus libertades por exponer las verdades del accionar impune de la dominación global, del mismo modo que se sancionan a países que intentan construir propios rumbos en las relaciones económico sociales, más allá de la dominación actual, evidente en Cuba, Venezuela o Nicaragua, pero también en Irán, Rusia o China, con innumerables matices en lo que cada una de esas experiencias suponen.

 

No hay lugar para experiencias que aparezcan a contramano de la lógica dominante. No se permiten acciones individuales, ni colectivas, y mucho menos de países, aun pequeños, que intenten propuestas o perspectivas diferenciadas. Así como la “guerra de la triple alianza” sometió al Paraguay (1864-70), el intento liberador de Granada fue ahogado en sangre (1983), por ser un proceso en español que podía difundirse en la región y bajo liderazgo contra el orden socioeconómico, el racismo y la discriminación. No podía ser permitido. Más cerca en el tiempo, ya en el Siglo XXI, no se podía permitir que avancen, pese a sus límites, la experiencia en Honduras, en Paraguay o en varios territorios sometidos a golpes, caso emblemático en Bolivia en 2019.

 

El régimen del capital tiene una historia de expansión global sustentada en el poder económico, en la fuerza militar y en variadas formas de la manipulación de las ideas para la disputa de consensos sociales.

 

No hay límites a ese accionar y a solo ejemplo puede citarse el accionar del imperio británico y la llamada “guerra del opio” para subordinar en su momento a China, que ahora sustenta la reivindicación contra esa histórica humillación. Ejemplos sobran en la América Latina y el Caribe, de conquista de las coronas, de España y Portugal, y las disputas por nuestros territorios y riquezas de ingleses, franceses, holandeses y de Europa en general, que intentaba consolidar su nuevo régimen capitalista con la dominación colonial. EEUU, como nueva potencia emergente del orden capitalista se construyó con anexiones, invasiones, caso del territorio mexicano a mediados del Siglo XIX, su papel en Cuba en el proceso de independencia de España a comienzos del Siglo XX, como en sucesivas invasiones a los territorios en la región, caso temprano en la Nicaragua de 1856. Es una historia de acción imperialista para extender las relaciones de explotación y saqueo.

 

Por eso el genocida bloqueo sobre Cuba y las sanciones que se extienden sobre Venezuela y que se ampliarán en estos días sobre Nicaragua, pero también sobre todos aquellos que intenten camino propio, aun en el marco de la disputa por la gestión del orden capitalista.

 

Es la lucha de clases, con polos matizados al interior del capital propiamente dicho, según sea la composición orgánica de los capitales, en una lucha feroz que se presenta como disputa por la dominación de las nuevas tecnologías; pero también expresada como lucha interestatal en sus facetas diversas, del orden productivo, comercial, financiero, asumidas como “guerras” en la geografía de la política. Son disputas que se juegan en el ámbito mundial, en foros y cumbres pobladas de lenguaje diplomático, en donde subyace la defensa del objetivo por la ganancia y la explotación. Pero como es lucha de clases, la fragmentación emerge con mayor visibilidad entre los sectores subalternos, explotados, marginados o humillados. Bajo esa fragmentación aparecen las especificidades nacionales de procesos políticos, sociales y culturales que limitan la posibilidad de construir una convergencia de acción política ideológica mundial en contra y más allá del régimen del capital.

 

Volvamos al comienzo. La caída de la URSS y la ruptura de la bipolaridad mundial afectaron culturalmente el imaginario de un mundo alternativo al capitalismo, que recoja la tradición de lucha condensada en consignas que transitaron las experiencias de organización y lucha por un siglo y medio. Remito a aquellas convocatorias de “proletarios del mundo uníos” de 1848, a la del “otro mundo es posible” del 2001. La asignatura pendiente por el horizonte socialista o comunista es parte de una construcción diversa que se procesa en múltiples batallas, de masivas presencias de nuevas generaciones en la lucha política en contra de las miserias a que nos lleva el capitalismo.

 

Julio C. Gambina. Doctor en Ciencias Sociales, UBA. Profesor Titular en Economía Política, UNR. Integrante de la Junta Directiva de la Sociedad Latinoamericana y caribeña de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA.

https://www.alainet.org/en/node/214324?language=en
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