Actualidad de Simonde de Sismondi. Desigualdad y crisis
10/07/2013
- Opinión
1. Son muchas las iniciativas científicas y culturales promovidas por la Asociación de Estudios Sismondianos (con sede en Pescia, Toscana) sobre la figura intelectual de Simonde de Sismondi, uno de los pensadores más prolíficos y versátiles de que puede presumir Suiza y, más en concreto, la ciudad de Ginebra[1]. Entre las últimas, en orden de tiempo, recuerdo el coloquio organizado por la asociación, el 04 de junio 2013, en colaboración con el Gabinete Viesseux de Florencia, que hospedó la presentación de varios textos dedicados al pensamiento del ginebrino: los Studi su J.-C .-L. Simonde de Sismondi, en un número especial de la revista "Il pensiero economico italiano", a cargo de Richard Faucci y Luciano Jacoponi[2]; y los dos volúmenes (el segundo y el tercero, en una secuencia programada de seis) de las Oeuvres économique complètes de Sismondi, para los tipos de Económica (2012), a cura de Pascal Bridel, Nicola Eyguesiers y Francesca Dal Degan; Sismondi e la nuova Italia, a cura de Francesca Sofía y Letizia Pagliai (Florencia, Polistampa, 2012); y finalmente el volumen de Letizia Pagliai Il dilema di Vilna. Sismondi e la cultura economica europea (Edifir, 2012). El propósito de mis reflexiones, que presenté al coloquio de Viesseux, será volver sobre algunos ensayos que han abordado el pensamiento económico de Sismondi, para enfatizar la indudable actualidad de algunas reflexiones del ginebrino.
2. El número monográfico de la revista "Il pensiero economico italiano", dedicada a Sismondi propone recorridos de lectura inéditos y precursores de fecundos desarrollos ulteriores.
Pascal Bridel invita a redescubrir la "modernidad" del Sismondi de la Richesse commerciale cuya teoría de los precios, muestra cual es la distribución de las ganancias en el intercambio entre los productores y los consumidores y ofrece una visión clara (y más clara que la de Adam Smith) de la capacidad de auto-regulación de los mercados y, más en general, de la sociedad capitalista[3]. Como se argumenta también en la introducción de la Richesse commerciale (1803), el pro-liberalismo de Sismondi, que se traduce en una valorización de las ideas de Adam Smith, sólo se comprende leyendo la reflexión del autor en el contexto de la historia económica e institucional de Ginebra, en ese momento sometida a la dominación francesa, decididamente proteccionista[4]. Por eso será interesante leer en el futuro, la contribución que los curadores de las Obras Completas de Sismondi darán sobre la interpretación de los Nouveaux Principes , para entender cómo será interpretado el vínculo que el ginebrino establece entre las violentas contradicciones que, en ese texto, caracterizan al capitalismo y el legado intelectual de Smith.
Pero volvamos a la edición especial de "Il pensiero economico italiano". Fabrizio Bientinesi muestra un Sismondi atento en señalar el papel literalmente "desestabilizador" de las finanzas internacionales, que de ninguna manera buscan el "desarrollo económico", sino el mero “sometimiento" de naciones a otras naciones[5]. En tiempo de crisis económica y de civilización como los que vivimos, Rosario Patalano y Guglielmo Forges Davanzati recuerdan oportunamente y didascálicamente la critica central que Sismondi hace al capitalismo, que parece atormentado por la contradicción entre las fuerzas que empujan a minimizar salarios y aquellas que buscan desesperadamente consumidores que paguen[6]. Nicolas Eyguesier, por otro lado, hace hincapié en cómo el análisis de Sismondi es mucho más complejo que aquello que podríamos definir una tranquilizadora teoría del ciclo económico: se trata en cambio, de una reflexión sobre el destino del capitalismo y de la civilización occidental, de los cuales Sismondi muestra la extrema fragilidad, social y política[7]. Una reflexión que invita a los académicos a superar cómodas barreras disciplinarias y análisis tranquilizadores a largo plazo, que pueden oscurecer (cuando no es intencional) lo que está en juego.
Como es sabido, la perspectiva analítica de Sismondi sobre los "atascos" lleva a fructíferas reflexiones sobre el tema de la intervención pública. La Italia del siglo XIX, sin embargo, no se muestra a la altura del reto: éstas son, al menos, las conclusiones a que llegan los textos de Guido Tortorella Esposito y Carmen Vita sobre el pensamiento de Giandomenico Romagnosi, Melchiorra Gioia y Angelo Messedaglia[8] y de Anna Li Donni y Fabrizio Simon sobre Francesco Ferrara[9]. Hay que esperar a Giuseppe Toniolo, sugiere el ensayo de Francesco Poggi[10], para encontrar, entre los economistas italianos, una valoración de la economía "social" de Sismondi.
Es natural que el lector sienta curiosidad de saber si y con cuáles argumentos el pensamiento católico, del que Toniolo es expresión autorizada, ha enfrentado y enfrenta, la notoria y poco piadosa crítica que Sismondi hace al poder espiritual y temporal de Roma. Baste recordar un pasaje muy conocido de la Historia de las repúblicas italianas (1832): "[...] la corte de Roma, desde que dejó de respetar las antiguas libertades municipales, nunca extendió su poder sobre una nueva provincia sin arruinarle la población y los recursos. La legalidad y el orden parecían incompatibles con el gobierno de los curas; la intriga y el favor tomaban el lugar de las leyes; los monopolios destruían el comercio; la justicia abandonaba los tribunales "(pp. 319-20). Es notable que el argumento sea abordado en la página, clásica, que Sismondi dedica a la exaltación de la libertad de las repúblicas italianas, de esa libertad que el ginebrino considera el pináculo de la civilización. De la preocupación por la defensa militar, en Italia se había pasado al cuidado de la salud; de aquella de los "derechos privados" y de "la propiedad de cada uno", se había pasado a "los derechos de todos" y por lo tanto al estudio de la política y de cómo los gobiernos buscasen la felicidad de las naciones. Así, mientras aquellos franceses que no debían embrutecerse en la guerra con los ingleses se "lanzaban con pasión a la teología escolástica", "comentando y desarrollando con sutileza principios que no se permitían juzgar", y mientras que a la Sorbona se unía "la mayor profundidad espiritual" con la "fe más sumisa", en Italia, por el contrario, "la mente, acostumbrada a examinar los derechos de la autoridad, produjo [...] pensadores que los curas acusaron no de herejía, sino de incredulidad o de epicureísmo" (p. 155).
Volviendo a la fortuna italiana de Sismondi; el número del "Pensiero economico italiano" es en sí mismo un testimonio de cómo fue que, en especial después de la Segunda Guerra Mundial, la orientación metodológica de Sismondi, dirigida a transformar la ciencia de la economía en una ciencia moral capaz de superar, haciendo perno, todas las barreras disciplinarias, han encontrado aplicación. Me refiero a los textos de Luciano Jacoponi [11]y Massimiliano Ferrara[12], dedicados, respectivamente, a la fecundación entre la teoría cuántica y el pensamiento económico de Sismondi y el nacimiento de las modernos índices de desarrollo económico para medir simultáneamente el crecimiento económico, la felicidad y el bienestar.
Por supuesto, la suerte de Sismondi en Italia se debe a las reflexiones sobre la aparcería y el "modelo toscano",argumento ampliamente debatido por la historiografía y vuelto a recorrer en el número del "pensiero economico italiano", por Marie-Lucie Rossi[13]. En la connotación "conservadora" de ese modelo no es el caso de detenerse, también por ser además ampliamente conocida. Es, tal vez, más importante resaltar que éste es un argumento rico en implicaciones. No sólo Sismondi propone un análisis económico pionero de los contratos agrícolas. No sólo prefigura una reflexión sobre el "modelo de desarrollo" de los países que se enfrentan al despliegue de la potencia económica de Inglaterra[14], incluso con sus desestabilizadoras implicaciones sociales y políticas. El argumento implica consideraciones de carácter más general e interdisciplinario. Eso lo demuestra, claramente, el ensayo de Francesca Dal Degan, que se detiene a analizar las características que, en opinión de Sismondi, estructuran una sociedad vital: la participación, la independencia y la reciprocidad[15]. Más precisamente, de la lectura de las páginas de Sismondi, emerge como una de las tareas fundamentales de la ciencia económica deba ser la de indicar cuál es la "mejor distribución de la riqueza" con el fin de lograr la "felicidad social".
3. Este tipo de argumento que creo que es de notable importancia y creo que merece ser parte de los estudiosos de hoy en día en la economía, sobre todo si son italianos y todavía interesados en lo más mínimo a la nación italiana – a la "patria"[16] - mucha más atención de la que le dan y le han dado. Por otro lado, debe tenerse en cuenta que Italia fue durante siglos una especie de laboratorio de las "nuevas" formas de hacer política y de la "modernidad" que se sucedieron en el curso del tiempo y que han desarrollado su propio potencial a escala europea y en el mundo. Me explico.
Se conocen algunos pasajes de las nuevas normas, alabando la pequeña propiedad capitalista[17]. Son los pasajes que marcan en el plano político, la distancia de Sismondi con el socialismo y con el marxismo, que es también una tradición de pensamiento que ha valorado la contribución teórica del ginebrino. Son los pasos que han llevado a algunos historiadores italianos, como Piero Barucci a resaltar que, a juicio de Sismondi la propiedad privada sea "intocable" (p. LI).
En efecto, Sismondi, al menos en este tema, se opone a Rousseau, de manera explícita: "El que, habiendo cercado un terreno, dijo primero: esto es mío, creó aquel que no tiene un campo propio y que no podría vivir si el campo de aquel primero no produjese un excedente. Se trata de una usurpación afortunada y la sociedad hace bien en garantizarla para ventaja común" (Libro tercero, capitulo II). Pero considero que el razonamiento inmediatamente sucesivo es muy interesante y hace decididamente problemática la observación de Barucci: "La propiedad, sin embargo, es un don de la sociedad, no una ley natural anterior a la sociedad misma. La historia da la prueba: de hecho, existen muchas naciones que no han reconocido la apropiación de las tierras. El razonamiento lo demuestra: la propiedad de la tierra no es de hecho producto exclusivo de la laboriosidad, como aquella que es obra del hombre"(libro tercero, cap.II, p. 106).
El "Buen gobierno", por lo tanto, cuando aborda el tema de la propiedad privada no se encuentra en absoluto en frente a un tabú. No es poco decir que, al abordar la cuestión de los recursos naturales, la propiedad privada es una institución de mero carácter social; se trata, en general, de una institución que puede y debe ser plegada y formada para alcanzar la felicidad colectiva. En consecuencia, se recomienda al lector que lea y evalúe con extrema atención las primeras páginas de Nuevos Principios, aquellas que definen con precisión las funciones de la "ciencia del gobierno." Si el propósito es la "felicidad del mayor número", es de fundamental importancia la declinación precisa que quiere dar al término igualdad (libro primero, cap.II, p. 19).
Al rechazar el igualitarismo[18] (cuya crítica, es bueno recordar, no sólo es conservadora, sino también de matriz socialista e incluso marxista), los rasgos de conservadurismo - tal vez de origen platónico – de Sismondi emergen claramente: "No es [...] a lograr la igualdad de condiciones de vida a lo que el legislador debe esforzarse, sino a lograr la felicidad al interno de todas las condiciones" (ibíd., p 23-24.). Pero mucho más audaces y significativas son las otras medidas propuestas por el ginebrino. Por ejemplo, la siguiente: "El país donde la gran masa de la población está sometida a privaciones continuas, a inquietudes crueles sobre la propia vida, a todo aquello que puede debilitar la voluntad, a depravar la moral, a estropear el carácter, es una nación esclava aún si, en sus categorías superiores hay hombres que han alcanzado el más alto grado de felicidad humana, hombres cuyas facultades se desarrollan, cuyos derechos están garantizados y cuyos placeres están todos asegurados" (libro primero, cap.I, p. 19).
A la luz de la crisis económica y social en curso, me parecen pasajes de gran actualidad, sobre todo cuando se lee en estrecha continuidad con algunas páginas de la Historia de las repúblicas italianas (1832). Me refiero a aquellas páginas donde Sismondi identifica las razones de la profunda decadencia en la que se fueron a encontrar las repúblicas italianas de la Edad Media, y sobre todo la de Florencia; decadencia que abrió el camino a la dominación extranjera.
4. ¿Cuál es el origen de esta decadencia, que encima es la decadencia de esa forma de civilización que llevó "luz" al mundo entero? Para Sismondi el origen de esta decadencia era de carácter institucional. Al contrario, las instituciones republicanas siguieron siendo las mismas de siempre, aunque vacías de contenido y terminando por ser reformadas. Más bien, el origen había que buscarlo en la profunda desigualdad económica y social.
"[] En vano se había conservado toda esta estructura externa del poder popular; del progreso desmedido de la opulencia había nacido la desigualdad extrema, y los ciudadanos se sentían entre sí a una distancia demasiado grande como para poder aún reconocer la igualdad de derechos. Se veía a muchos ciudadanos florentinos que superaban en ingresos a los más grandes príncipes de las monarquías; sus palacios, que aún hoy son objeto de nuestra admiración, exhibían ya entonces todos los prodigios de las artes, presentándose al mismo tiempo a las miradas con una multitud de servidores que las llenaban como fortalezas a las que la justicia pública no osaba penetrar. Por otra parte, los artesanos ya no pretendían más derechos políticos; encima, los ciudadanos que se habían conservado un modesto bienestar no tenían más el sentido de la propia independencia; sabían que el crédito, la protección de los ciudadanos ricos eran necesarios para prosperar en sus actividades."(pp. 246-247).
Sismondi insiste.
"Es a causa de esta desigualdad tan profunda que una pequeña aristocracia se apropió completamente de la dirección del Estado. Esa reconocía como sus jefes a Cósimo de Médicis, el más rico de los italianos, y a Neri Capponi, el estadista más hábil de Florencia. El primero hacía uso generoso de su patrimonio: construía en todas partes palacios, iglesias, hospitales, distribuía regalos, préstamos o el uso de su crédito entre todos los ciudadanos pobres, concedía pensiones a todos los científicos, a todos los artistas; recopilaba y hacía copiar manuscritos en toda Europa y en todo el Levante; se celebraba su gusto y su conocimiento. Sin haber escrito nada él mismo, pasaba por un docto y se le atribuía la renovación de la filosofía platónica, por causa de las traducciones que hizo hacer". (P. 247).
Una vez exilados los opositores, los "Medici y Capponi lograron encontrar hombres que les sacrificaran las libertades de la patria sólo porque se prestaban ellos mismos a las más bajas pasiones de sus asociados. Dejaban que se repartiesen los pequeños gobiernos de las ciudades sometidas y todos los empleos lucrativos. Aquéllos, no contentos con esta primera injusticia, repartieron los impuestos de forma desigual, haciéndolos pesar sobre los pobres, sin acosar a los ricos y exceptuándose ellos por completo. Finalmente, comenzaron a vender su protección, tanto en los tribunales como en los consejos; el favoritismo silenciada la justicia, y en medio de la paz y la prosperidad aparente, los florentinos sentían como su república decaía, socavada por una corrupción secreta y profunda."
A la multitud de exiliados, hacía contrapunto la satisfacción de las "clases bajas", que el Médicis entretenía con "espectáculos y fiestas continuas, en una especie de carnaval; y en medio de estas fiestas populares, la gente olvidaba su libertad" (pp. 251-252).
El vaciamiento y el uso con fines instrumentales de las instituciones republicanas presupone, por lo tanto, un proceso destinado a polarizar la desigualdad. El cual, a su vez, despliega un favoritismo en todos los ámbitos de la vida social: del institucional, al intelectual y moral.
"Mientras los hábitos de la libertad se conserven en todo el pueblo, mientras que todas las clases tengan también horror de la servitud, una súbita explosión de los sentimientos que se encuentran en todos los corazones bastan para hacer una revolución, que haga vanos los esfuerzos de los usurpadores, o para abatir una tiranía ". "El déspota, incluso cuando acalla con el terror al pueblo que ha desarmado y que oprime, sabe siempre que está en guerra con él" (p. 260).
"Pero cuando el poder absoluto ha podido persistir lo suficiente para hacer olvidar la violencia de su primer origen, cuando la mayoría de los hombres en el pleno de sus fuerzas nacieron bajo su yugo, y nunca han conocido tiempos mejores, aquél se encuentra bien pronto apoyado por toda la parte inerte de la nación, de toda la que, incapaz de pensar y formarse sola, debe contentarse con ideas prestadas y la aceptación ciega de todas las nociones que le conviene al gobierno inculcarle.”
De hecho, con la pérdida de la libertad debieron cesar aquellos intercambios libres y animados que calientan los ánimos y hacen bajar los nobles sentimientos hasta en las clases que no están iluminadas por el conocimiento del pasado y de la experiencia de las naciones extranjeras. El príncipe, en el silencio general, se habla él sólo en los países esclavizados. Él dicta las proclamas de la autoridad y las sentencias de los tribunales; inspira hasta la plática que el cura tiene en el púlpito o en el confesionario. Dado que distribuye los ingresos de la sociedad, se presenta como una providencia, y hacer creer al pueblo que le da todo aquello que no le quita.
El pobre le queda agradecido por la caridad pública, el agricultor por la justicia y la policía que protegen su propiedad; el vulgo de las ciudades aplaude los rigores que golpean a las clases altas; el orgullo nacional se resiente contra el extranjero que compadece un pueblo infeliz y mal gobernado y la vanidad vulgar está interesada en el mantenimiento de lo que es. Si algún recuerdo de los tiempos libres se conserva en las clases ignorantes, se refiere sólo a los rasgos que pueden conmover con imágenes de sufrimiento; esas han oído hablar de los esfuerzos con que sus padres defendieron los derechos del pueblo, de los sacrificios que tales sacrificios les costaron; pero ven sólo los males de la lucha, mientras que su resultado escapa a la imaginación, porque no tiene nada de material.
Ellos llegan a la conclusión de que el pan era igualmente caro en tiempos de libertad, que el trabajo era igualmente agotador, y que a las privaciones que soportan, se unían entonces los peligros de aquellos desastres violentos, de los cuales han trasmitido a los hijos algún particular asustador. La esclavitud, se ha dicho, degrada al hombre hasta hacerse amar; y la observación confirma esta máxima: dondequiera que las naciones parecen atadas a sus gobiernos, por causa de la imperfección de su régimen, siempre aman en sus instituciones aquello que tienen de más vicioso, y la resistencia más obstinada de todas es aquella que los pueblos oponen a su progreso moral.” (Ibíd. pp. 260-261).
5. No es que no vea y no sienta en el ánimo propio, la extrema actualidad, sobretodo para Italia, de este análisis. Se trata de reflexiones que, si se desarrollan y se estudian y profundizadan a tiempo, podrían ofrecer, y hubieran podido ofrecer, una contribución importante a la comprensión de la "servidumbre italiana" de hoy, desde su inicio. Una servidumbre económica, social, política, intelectual, moral, geopolítica, en una secuencia que Sismondi invita a considerar no sólo en terminología, sino también en causa y efecto y por lo tanto también disciplinariamente, si se quiere.
Se trata, es verdad, de reflexiones de un "aristócrata liberal", como Piero Achiera define a Sismondi en la presentación a la Historia de las Repúblicas (p. XXIV). En cualquier caso, de este tipo de "aristócratas liberales" en Italia, en la actualidad, no parece que, por desgracia, haya, casi, rastro alguno. Por supuesto, son infinitas las filas de estudiosos de la economía, de intelectuales, como también de agrupaciones políticas, que declaran provenir de la tradición liberal.
Considerando imprescindible el pensamiento de Marx esencial, no encuentro escandaloso el anti-igualitarismo de Sismondi. Apreciando la original (no la desfigurada, con el fiscal compact, del neoliberalismo imperante a nivel de Comunidad Europea) "constitución económica" de la Italia republicana salida de la Segunda Guerra Mundial, una constitución que surgió de la lucha de liberación del nazi-fascismo, encuentro muy fecunda la reflexión de Sismondi sobre la propiedad. Persuadido por los análisis de Polanyi, califico como decididamente interesante el intento de Sismondi de poner en práctica formas de proteger la sociedad humana de las fuerzas desestabilizadoras y disgregadoras del capitalismo. Bien dispuesto hacia el pensamiento de Keynes, encuentro imprescindible el propósito de Sismondi de idear formas de gestión pública de la economía capitalista que preserven de la involución de la civilización. Inclinado hacia la superación del capitalismo, encuentro importante que Sismondi reconduzca el final de las libertades republicanas italianas al fracaso del tumulto de los Ciompi[19], es decir, el fracaso de una revolución democrática, que dio lugar a una reacción excesiva que abrió las puertas al señorío y la dominación extranjera (Historia de las repúblicas italianas, p. 221). Conociendo los límites de los propósitos revolucionarios que se han sucedido a lo largo de los siglos, aprecio el realismo y el liberalismo de Sismondi, incluso si no se estiró más que hasta las orillas de la democracia representativa. Es cierto, sin embargo, que, hoy, un estudiante de economía que leyese a Sismondi se encontraría catapultado, de hecho, a un lenguaje y en una ética civil, que parece simplemente revolucionaria: "si el gobierno, escribe Sismondi, debiese proponer como finalidad la ventaja de una de las clases de la nación a expensas de la otra, debiera favorecer la de los asalariados. Entre quienes participan en el precio de la producción ellos son los más numerosos, y asegurar su felicidad equivale a hacer feliz la gran mayoría de la población." (nuevas normas, p. 226). Dudo que símiles palabras se puedan encontrar impresas en cualquier libro de texto de economía de los últimos cuarenta años, de cualquier universidad del mundo "occidental", dedicada a la preparación de las llamadas "clases dirigentes".
Traducido del italiano por Umberto Mazzei
Referencias bibliográficas
- P. Barucci, Introduzione, - J.-C.-L. Simonde de Sismondi, Nuovi principi di economia politica o della ricchezza nei suoi rapporti con la popolazione, Milano, ISEDI, 1974.
- P. Schiera, Presentazione, in J.-C.-L. Simonde de Sismondi, Storia delle Repubbliche italiane, Torino, Bollati Boringhieri editore, 1993.
- J.-C.-L. Simonde de Sismondi, Nuovi principi di economia politica o della ricchezza nei suoi rapporti con la popolazione, Milano, ISEDI, 1974.
- J.-C.-L. Simonde de Sismondi, Fragments de son journal et correspondance, Genève, Cherbuliez, 1857.
- Luca Michelini, Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Pisa
[1] Estas son las publicaciones promovidas por la Asociación en orden cronológico: Tableau de l’agriculture toscane (1801). Avant-propos de Jacqueline de Molo-Veillon. Introduction (en français et en italien) de Francesca Sofia, Genève, Slatkine reprints, 1998; F. Sofia (a cura di), Sismondi e la civiltà toscana. Atti del Convegno internazionale di studi (Pescia, 13-15 aprile 2000), Firenze, L.S. Olschki, 2001; L. Pagliai (a cura di), In onore di Mirena Stanghellini Bernardini, Firenze, Polistampa, 2005 (Coll. «Sismondiana», n. 1); M.P. Casalena, F. Sofia, “Cher Sis”. Scritture femminili nella corrispondenza di Sismondi, Firenze, Polistampa, 2008 (Coll. «Sismondiana», n. 2); A.G. Ricci, Esercizî sismondiani, 1970-2005, a cura di L. Pagliai, Firenze, Polistampa, 2008 (Coll. «Sismondiana», n. 3); L. Pagliai, F. Sofia (a cura di), Sismondi e la nuova Italia, Firenze, Polistampa, 2012 (Coll. «Sismondiana», n. 4).
[2] Se trata del número 2 del 2001, que de hecho salio de la imprenta en mayo del 2013.
[3] P. Bridel, Origines et détermination du «prix de chaque chose»: la Richesse commerciale entre le coût de production de Smith et la ‘catallactique’ de l’offre et de la demande de Canard, pp. 85-92.
[4] Introduction des éditeurs, in J.C.L. Simonde de Sismondi, Oeuvres économiques complètes, II, De la Richesse commerciale, editado por P. Bridel, F. Dal Degan, N. Eyguesier, Economica, Paris, 2012.
[5] F. Bientinesi, «A rather slavish disciple of Adam Smith»? Notes on Sismondi and (dis)equilibria in international trade, pp. 93-104.
[6] L’economia come scienza morale: sottoconsumo e crisi nel pensiero di Sismondi, pp. 121-138.
[7] Importance du modèle anglais dans l’élaboration du concept de crise chez Sismondi, pp. 139-150.
[8] Il metodo sismondiano e il ruolo dello Stato nell’economia: riflessi sul pensiero economico di Melchiorre Gioja, di Giandomenico Romagnosi e di Angelo Messedaglia, pp. 151-170.
[9] Sismondi nel giudizio di Francesco Ferrara, pp. 171-186.
[10] L’economia sociale nel pensiero di J.-Ch.-L. de Sismondi e di G. Toniolo: un confronto nel segno della continuità, pp. 187-198.
[11] Sismondi e la nascita del paradigma economico, pp. 11-52.
[12] Crescita, felicità e benessere: l’idea di Sismondi alla base di nuovi indicatori di contabilità nazionale, pp. 67-84.
[13] Le revenu foncier social légitime: le partage des fruits à moitié, pp. 105-120.
[14] Cfr., en proposito y para el periodo precedente a Nuovi Principi, el volumen de L. Pagliai Il Dilemma di Vilna. Sismondi e la cultura economica europea, cit., pp. 49-71.
[15] L’economia e gli interessi vivants negli scritti di Sismondi, pp. 53-66.
[16] “Solo quien tiene una patria concibe el dever de sacrificarse por ella”. Libertad y patriotismo van al mismo paso, come osserva Sismondi en: Storia delle Repubbliche italiane, pp. 199-200. “En Italia […] la libertad aseguraba el pleno goce de la vida intelettual; cada uno se esforzaba por desarrollar las facultades que sentia en si mismo, porque cada uno era consciente del que mientras más abiertos los ojos de su espiritú, más habría de gozar; cada quien destinaba los poderes de su anima a un fin útil, practico, positivo, porque cada quien se sentía dentro de una sociedad sobre la que podía ejercitar la propia influencia, para su propio bien y aquel de sus símiles” (ivi, p. 154).
[17] “Quisiera que la industria, tanto de las ciudades como la de los campos, se subdividiese en un gran número de unidades independientes, y soy contrario a la dirección de un solo jefe que comanda centenares o miles de obreros; quisiera que la propiedad de las manufacturas fuese subdividida entre un gran número de medios capitalistas y soy contrario a que se concentre en las manos de una sola persona, con muchos millones a disposición; quisiera que un obrero industrial tenga la posibilidad y casi la certeza de ser asociado a los intereses de su patrón, y que solo entonces se case; mientras que soy contrario a que envejezca, come sucede hoy, sin esperanza de hacer carrera. Pero para llevar a cabo estas reformas, sugiero que se usen solamente los medios lentos e indirectos de la legislación, que se realice una justicia efectiva entre el patrón y el obrero, justicia que haga asumir al primero la plena responsabilidad de los daños que causa al segundo” (Nuevos Principios, p. 469).
[18] No se puede decir que el gobierno “haga su deber si, para aseguar una satisfacción igual para todos, hace imposible el pleno desarrollo de algún individuo muy capaz” (ivi, p. 19). Es triple la crítica de Sismondi a las aspiraciones igualitarias: tienden a rechazar la meritocracia, tienden a no respetar las leyes y las reglas establecidas (aunque si Sismondi no habla de “derechos inalienables”), esconden, malgrado la apariencia, propósitos oligárquicos: Storia delle Repubbliche italiane, respectivamente p. 222, p. 227, p. 189.
[19] N. del T. El tumulto de los Ciompi fue una revuelta anti-oligárquica que estalló en Florencia en 1378. Involucró a los trabajadores del arte de la lana, llamados “ciompi” y de las industrias relacionadas, que no tenían derechos políticos y reclamaban el derecho de crear sus propias corporaciones y a tener representación política en el gobierno de la ciudad. Los Ciompi tuvieron breve éxito y luego fueron masacrados.
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