La autocrítica del Presidente Carter
21/07/2013
- Opinión
Se necesita una alta dosis de conciencia ética para que un personaje político llegue a ejercer con solvencia la autocrítica.
Ese es un ejercicio de elevada calificación, el que un ciudadano de la importancia para el mundo, como Jimmy Carter, llegue a reconocer la gravedad de una crisis y, lo más importante, a generar una autocrítica provocada por la actitud de los servicios de espionaje de los Estados Unidos que pretenden ejercer control a los seres humanos de todo el planeta.
Desde luego, que si la autocrítica no se hace pública disminuye su importancia y pierde el impacto que la iniciativa quiere provocar, como correctivo a una conducta descalificada por los resultados que genera.
En el transcurrir histórico de la política hegemónica e imperialista de los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos, en el último medio siglo, destaca como única y ejemplar la conducta del demócrata Jimmy Carter (1977-1981) que nunca se supo estuviese sometida a los perversos mecanismos del poder económico de potencia.
Quizás esa fuera una circunstancia particular que, como muchos aspectos de la vida, se produce de menos a más, la que permitió que el Presidente Carter vaya afianzando una imagen de liderazgo democrático a medida de que se fue alejando de la época en que ejerció la Presidencia.
Ese fue un período dedicado a restañar heridas anteriores, luego de la derrota en Viet Nam, de una política permanente de guerra contra los insumisos internos y externos, que se hubieran rebelado contra las imposiciones de un imperio que no se resigna a admitir la independencia y la soberanía de los demás.
Las actitudes de Jimmy Carter posteriores al ejercicio de su presidencia, han revelado una toma de conciencia en cuanto a la perversidad de algunas políticas imperialistas que deterioran la convivencia humana: él, de la misma manera que hoy, pone en duda constante la vigencia de la democracia en su propio país y ha condenado aspectos tremendamente nocivos de la política internacional de los Estados Unidos.
Muchas esperanzas despertó el Presidente Obama, por su ascendencia africana, para que lograse neutralizar los insaciables apetitos de los grupos de poder financieros, de fabricación y tráfico de armas; el mercantilismo transnacional, de hegemonía y explotación económica, etc. etc.
Desgraciadamente para la humanidad esos grupos tienen tanta fuerza que ejercen su dominio y mecanismos de operación en las sucesivas presidencias de ese gigantesco país.
Las valientes operaciones que denuncian los mecanismos de espionaje, control humano e infiltración, hechas por Assange y Snowden, que son los fenómenos relevantes de actualidad, permiten que ciudadanos probos norteamericanos, como Jimmy Carter, pongan en tela de duda sobre la autenticidad democrática de las políticas de su propio país a lo interno e internacional.
Alfredo Vera, escritor, periodista ecuatoriano, ex ministro de Educación
Publicado en El Telégrafo
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