Las elecciones para el parlamento europeo
29/05/2014
- Opinión
Las elecciones europeas consagraron la ilegitimidad de las elites políticas conservadoras y “socialistas”, títeres de los monopolios transnacionales, mostraron un crecimiento de la extrema derecha y la casi inexistencia de una alternativa de izquierda antisistema.
Con el 57% de abstención promedio en los 28 países de la Unión Europea, el partido ganador fue el de los abstencionistas. Sólo en siete países los votantes superaron el 50 por ciento: Bélgica (90%); Dinamarca (56%); Irlanda (51%); Italia (60%); Luxemburgo (90%); Grecia (58%) y Malta(75%).
El triunfo de los abstencionistas se explica por un lado porque la mayoría de la población percibe- con razón- a quienes toman las decisiones en la Unión Europea como totalmente opuestos a los intereses populares y subordinados al poder económico transnacional. Y por el otro lado la abstención fue una manera de mostrar su repudio a las elites políticas dirigentes a nivel nacional.
Y en varios casos, quienes acudieron a votar, mostraron también su repudio a las elites gobernantes votando a la extrema derecha. Como ha sido el caso de Francia, donde logró el primer lugar el Frente Nacional con el 25% de los votos, quedando el Partido Socialista gobernante en tercer lugar con el 14% y entre los dos el partido conservador UMP con el 20%. En realidad, si se tiene en cuenta el total de los ciudadanos en condiciones de votar, estas cifras quedan reducidas respectivamente al 10,75% para el Frente Nacional, al 8,6% para el UMP y el 6% para el partido Socialista gobernante.
Algo similar ocurrió en Gran Bretaña, donde votó sólo el 36% de los inscriptos y un partido de derecha antieuropeo nuevo, el United Kingdom Independence Party (UKIP), relegó al segundo y al tercer lugar a los partidos tradicionales laborista y conservador.
Se suele explicar el crecimiento de la extrema derecha como expresión del descontento de las clases populares por el deterioro de sus condiciones de vida y por el hecho de que los partidos tradicionales, con sus políticas, no sólo no aportan soluciones sino que contribuyen a empeorar la situación. Por ejemplo en Francia los institutos de sondeo afirman que el 43% de los votos del Frente Nacional en las recientes elecciones provinieron de los trabajadores.
Esto es una parte de la explicación, pero ocurre que en Dinamarca, donde la situación económica es bastante confortable, ganó las elecciones (56% de participantes) el Partido Popular danés, ultranacionalista y xenófobo, con el 26 por ciento de los votos, relegando al segundo lugar al partido socialista con el 19% de los votos.
De modo que el crecimiento de la extrema derecha tiene por un lado una explicación de raíz económica y por otro una raíz ideológica y cultural.
Dicho de otro modo, frente al fracaso y la creciente ilegitimidad de los partidos tradicionales, la batalla entre una verdadera alternativa de izquierda antisistema y la extrema derecha (todavía una disputa entre minorías) la está ganando esta última, en el plano político y también en el plano ideológico y cultural.
Por ejemplo en Francia el Frente de Izquierda, (Melenchon, el Partido Comunista y otros) quedó en el sexto lugar con el 6,34% de los votos, lo que representa el 2,72% de los inscriptos. Y el Nuevo Partido Anticapitalista que llegó a tener en otras elecciones el 5% de los votos quedó reducido al 0,3%. Es decir el 0,13% de los inscriptos.
La excepción es Grecia, donde con una participación del 58% ganó la coalición Syriza, que se proclama de izquierda radical, con el 26% de los votos, quedando en segundo lugar los conservadores gobernantes con el 22% y en tercer lugar Alba Dorada, nazi, con el 9%.
En España (45% de participación) se habla mucho de Pablo Iglesias y su partido Podemos (Yes, we can, como decía Obama) que surgió hace sólo 4 meses y que se proclama de izquierda, contra la burocracia europea y con un programa social muy atractivo, que obtuvo 1.200.000 votos sobre un padrón electoral de 34.000.000. Habrá que ver si es el comienzo de algo sólido o solamente una estrella fugaz.
Los dos primeros lugares en España los ocuparon el Partido Popular y el PSOE, pero perdieron varios millones de votos y el tercer lugar Izquierda Unida con un millón y medio de votos, en aumento con relación a anteriores elecciones.
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