Nuestra realidad pasada y actual

30/09/1995
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De la esclavitud a una vida libre limitada Han transcurrido más de cuatro siglos, desde los instantes en que los españoles iniciaron el tráfico negrero hacia el Perú. Esta vil trata con "piezas de ébano", como denominaron a nuestros antecesores, duró casi 300 años durante los cuales se transportaron desde Africa a miles de miles de seres, nuestros antepasados, que venían desde muy distintas regiones y grupos étnicos de este continente. Esos miles de seres humanos que forzadamente llegaron a las costas peruanas, sólo eran una mínima parte de los 30 millones de negros esclavos que luego de ser perseguidos y capturados en Africa fueron trasladados a distintas regiones de América; sus descendientes son los millones de afroamericanos que por doquier nos encontramos en este continente. Esto es lo que se llama la diáspora africana. La libertad lograda a través de la ley de manumisión del año 1854 durante el segundo gobierno del mariscal Ramón Castilla, como consecuencia de la disminución de trabajadores en condición de esclavos, sólo fue una de las maneras, importante sin duda pero limitada, por las cuales conseguimos librarnos de las cadenas y en algo de la opresión e injusticias de los amos blancos y otros. Esa ley de manumisión mostró sin ninguna duda ciertas preferencias "naturales" de los gobiernos: mientras que por cada uno de nuestros antecesores Castilla pagó el justiprecio a los negros liberados no les dieron ningún apoyo. Además de lo dicho debe tenerse en cuenta que de manera permanente y aún en tiempos del régimen esclavista nuestros antecesores negros lograron su automanumisión. Pagaron con dinero a sus patrones que lo lograban con la venta de productos en tierras que los mismos amos les facilitaban o, en el caso de las ciudades, con lo que obtenían de su propio alquiler a otras personas de lo cual recibían una parte del pago y la mayor parte para el patrón. Esta situación que debilitaba la esclavitud permitía a continuación y con mucho esfuerzo conseguir la libertad de los cónyuges u otros familiares igualmente concertando con los patrones los pagos que debían darse. Por la ley de 1854 a los esclavos los dejaron a su libre albedrío en una sociedad que no dio orientaciones y apoyo adecuados y en la que la estructura productiva sólo ofrecía limitadas posibilidades. Mucha gente negra quedó al garete, continuaron como campesinos, se decidieron a residir en pueblos y ciudades sin poseer un capital donde hallaron a muchos otros negros con muy diferentes actividades a las suyas; en muchos casos tuvieron que hacer lo mismo que ellos: ingresar a las casas de los amos como servidumbre, dedicarse a trabajar en los talleres de artesanos. Todo lo dicho es necesario recordar o conocer para que se acepte que nosotros los descendientes de esclavos somos actualmente libres pues buena parte de nuestros antecesores lograron su libertad con su propio esfuerzo y lucha: bien sea a través de rebeliones, del diario cimarronaje y de la vida en palenques, del bandolerismo social; bien sea como consecuencia de la mencionada automanumisión. Cualquiera haya sido el medio por el cual los miembros de la comunidad negra peruana de mediados del siglo XIX hayan obtenido su libertad, ello no ha servido, francamente, para dar soluciones económicas importantes a las generaciones de negros que han sucedido. Es como si la historia no hubiera variado de manera sentida desde los tiempos de la esclavitud. Por eso actualmente casi todos nosotros somos de origen pobre y nuestras familias e hijos continúan en esta situación. Al igual que a muchos otros sectores sociales la sociedad peruana no nos ha ofrecido solución integral. Sólo algunos de nosotros han hallado cierto alivio económico a través del deporte y en muchos casos del arte o a partir de la obtención de algún título profesional. Pero estos casos aislados que sólo ocurren en estos tiempos recientes, en verdad son poquísimos si tenemos en cuenta la totalidad de miembros y familias de la comunidad afroperuana. Imposición y autodefensa cultural Estas referencias históricas de las cuales se derivan situaciones sociales tangibles que perduran hasta hoy, no se restringen a la esfera económica ni a la situación social. Una de nuestras mayores quejas es haber perdido buena parte de nuestras ancestrales tradiciones culturales. Y ello ha ocurrido debido a que por siglos estamos en una sociedad que nos ha impuesto una cultura extraña. Muchos de nosotros somos negros por fuera con culturas adoptadas de otros sectores sociales. No hay afroperuano que hable alguna lengua africana ni que profese alguna de las religiones del Africa. Los relictos culturales y sociales supérstites sólo se encuentran tras persistentes investigaciones como 500 afronegrismos hallados en textos literarios por un estudioso. Y hay antropólogos que se preguntan, por no ser evidente, si aún supervive una cultura de los afroperuanos. Ya alguien afirmó que en América no existe una cultura africana; lo que hay es una cultura afroamericana. A pesar de estas preguntas académicas, es incuestionable que los negros hemos transmitido algo de nuestras culturas originales o aspectos de ellas a esa misma sociedad dominante y ha colaborado en darle identidad, al menos así ha sucedido con la denominada Costa Zamba. Y en mucho de nuestra vida cotidiana superviven ocultos resplandores africanos como nuestro amor a la música y danza y a ciertos géneros versísticos, a la transmisión por vía oral de cierta narrativa, a la particular manera de tratar y conversar con nuestros amigos, a ciertas preferencias gustativas, y dentro y fuera de nuestras familias, a nuestra inacabable alegría a pesar de cualquier circunstancia. Población afroperuana como problema demográfico Reconocemos y nos lamentamos lo que demográficamente sucede entre nosotros: cada vez hay menos negros en el Perú. Esto es parte de un inevitable proceso de mestización general y permanente al que antes nos hemos referido. Por este motivo en todo el territorio del país actualmente estamos presentes en algunos distritos o provincias precisos y en ciertos barrios de la Capital; en Lima nuestra diseminación es cada vez más acentuada. Toda esta dispersión dificulta y hace perder fuerzas a nuestra integración. Una descripción que ubica a la gente afroperuana en el país la indicamos a continuación. Nadie duda y tiene un reconocimiento y atractivo especial la existencia de un grupo de colectividades negras en la provincia de Chincha (San José, el distrito de El Carmen, El Guayabo, Chincha Alta); igualmente aunque son menos conocidas las colectividades negras de la provincia de Nazca, Marcona, Los Molinos), y Acarí en la provincia arequipeña de Caravelí. Un núcleo importante de concentración negra la tiene el distrito de San Luis de Cañete y, aunque en acentuada disminución, el distrito de Aucallama (poblados de Aucallama y Casa Blanca) en la provincia de Chancay. Por el norte peruano en el departamento de Lambayeque hay concentración de gente afroperuana en el tradicional pueblo de Zaña y en la exhacienda Capote. Por el departamento de Piura son importantes los poblados de Yapatera, Morropón, Bigote, La Tina. En la ciudad de Lima la situación es de aguda dispersión aunque se percibe que en lugares que antes fueron haciendas se mantienen aún grupos de gente negra (Lobatón, Santa Cruz, Matute, etc.) o en lugares de tradicional presencia como es en los callejones de los Barrios Altos y en Barranco. Con la migración hacia la capital de estos últimos años alguna gente negra de provincias se ha ido ubicando en pequeños núcleos en muy diversos lugares donde la mayoría de personas son igualmente provincianas. No hay precisión sobre la cantidad de gente negra en el Perú ya que el último censo nacional de población que utilizó el criterio racial fue el del año 1940. Una vez más mencionemos el racismo y la discriminación Tan deplorable como lo antes dicho es la subsistencia de comportamientos racistas que conllevan discriminaciones, segregaciones y estereotipos claramente establecidos e integrados en la "normalidad" y "cotidianidad" del proceder de buena parte de la sociedad peruana. No es necesario ser persona perspicaz para concluir que nosotros los negros en el Perú somos por este motivo ciudadanos racializados. Es una calificación acertada la que se viene utilizando al decir que en nuestro país hay un racismo asolapado, hipócrita, fariseo. Y esta calificación tienen como asidero el que los racistas no evidencian su nada científica ideología y su inconsistente discurso, pero actúan y lamentablemente hallan silenciosa y cómplice aceptación en no poca gente. Todo lo mencionado en el párrafo anterior es tan intensamente sentido y con tal graves consecuencias entre nosotros que no resulta raro encontrar hermanos de nuestra raza que viven avergonzados de su color, del ancho de su naríz, de sus prominentes labios, de lo ensortijado y apretado de sus cabellos ("puñete" lo llamamos); viven en silencio avergonzados no sólo de ellos mismos sino también de sus parientes próximos más oscuros, así sean sus hijos o sus padres. Y estas vergüenzas ocurren de manera silenciosa e inconsciente pero se manifiestan en el transcurrir diario con harta asiduidad. Justamente por ser un sector social racializado los negros peruanos estamos contra cualquier tipo de racismo, cualquiera que sea y cualquiera fuese el lugar que ocurra, su intensidad, manifestación y consecuencias. Y estamos en esta ubicación guerrera tanto por conocimientos de los avances científicos que se han logrado, por convicciones ética y morales sobre el trato que debe recibir cualquier ser humano y porque el comportamiento racista ofende a cualquier persona cuando es disminuida por el color de su piel o por otra característica física o de supuesta incapacidad intelectual o cultural. Ascendente despertar de la negritud entre los afroperuanos Es parte de la base de nuestro análisis comprobar que en las últimas décadas del presente siglo hay dentro de la Comunidad Negra Peruana un despertar de la conciencia de nuestra negritud. Ello sucede a partir de los años 50 en instantes en que la sociedad peruana experimentó sentidos cambios que modificaron la realidad social del país: se generó así una crisis del régimen democrático, se impuso un generalizado proceso de democratización, se integraron en la vida pública varios y nuevos grupos sociales, se aceleró y amplificó en dimensiones considerables la migración a las ciudades (particularmente a Lima), se extendieron significativos servicios sociales del Estado (salud y educación); y con el amplio "consumo" de la educación se creó un importante y ancho canal de ascenso y movilidad sociales. Al influjo de estos cambios se dejó sentir un proceso de renacer, renovación y afirmación de la cultura negra peruana. Por estos tiempos sucedió la aproximación entre negros campesinos y negros urbanos y por tanto de una cultura negra campesina con la cultura urbano popular criolla en la que uno de sus cimientos es herencia del afroperuano citadino del virreinato y de la República. Es así que por estos años aparecen dentro de nuestra comunidad grupos de danza y teatro, como el grupo Cumanana, fundado por los hermanos Victoria y Nicomedes Santa Cruz, y años después, en la década de los 70, el grupo Perú negro. No hay duda que las agrupaciones de danza y folklore negros se constituirán en abanderados de este proceso de afirmación cultural y de difusión a otros sectores sociales no negros de danzas y música negras. Este proceso de difusión inicial ha cobrado amplia aceptación positiva en la actual década de los años 90. Otra expresión importantísima la constituyó la formación de diferentes instituciones sociales y culturales. En los años 60 se funda el Grupo de los Melamodernos y el Grupo Harlem, influidos, claro está, por la lucha por los Derechos Civiles de los negros norteamericanos. Esos grupos proponían un retorno a nuestras raíces ancestrales. Es así que en los años 70 se funda la Asociación Cultural de la Juventud Negra Peruana (ACEJUNEP) que pretendía realizar acciones en pro de la mejora de la calidad de vida de los negros en el Perú. Ya en la década de los 80 se crea el Instituto de Investigaciones Afro-Peruano (INAPE) con el objetivo de realizar un diagnóstico sobre la situación de las colectividades negras en el Perú y de proponer alternativas concretas para la solución de sus problemas. Es de preocuparse comprobar que todas estas agrupaciones han ido desapareciendo. Hacia mediados de los 80 (1986, para ser precisos) se constituye el Movimiento Negro Francisco Congo como instancia de representación social de los negros, como entidad canalizadora de sus luchas contra el racismo y la discriminación y como institución que promueve, junto a otras, la libertad económica y social de los afroperuanos y de todos los pobres del Perú. Posteriormente surgirá la Agrupación Palenque como promotora de la cultura negra peruana y la Asociación Pro Derechos Humanos del Negro, con el objeto de patrocinar y prestar asesoría legal al hombre y mujer negros que eran procesados y que no tenían ninguna asistencia legal. Durante el año pasado (1994) por el norte y sur de la costa peruana se han realizado o están por realizarse eventos de gente afroperuana que pretende conocerse mejor, determinar sus problemas en común y aunar esfuerzos con la intención de hallar soluciones convenientes a su situación económica y social. No hay duda, pues, que todas estas instituciones van dando forma a un movimiento social de mayor nivel organizativo cuyo eje articulador es la lucha y la defensa de la cultura y los derechos humanos de los afroperuanos promoviendo nuevas formas de integración y de relación con el resto de la sociedad peruana. * Este documento es parte de "Afroamericanos: Buscando raíces, afirmando identidad", serie Aportes para el Debate No. 4.
https://www.alainet.org/es/active/1009

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