Sequía, fuego y hambre en Roraima

30/03/1998
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Según las últimas informaciones, el incontrolable y devastador incendio que desde hace tres meses asola el norteño estado brasileño de Roraima, fronterizo con Venezuela, habría dejado ya en cenizas unos 36 mil kilómetros cuadrados, una extensión equivalente al territorio que ocupa Bélgica. El gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso finalmente decidió aceptar la ayuda de la ONU, la cual anteriormente había desestimado, para luchar contra las llamas. No obstante la magnitud del flagelo es tal que nadie se atreve a señalar el tiempo que tomará para controlarlo. Los especialistas, toda vez, estiman que habrá que esperar más de cien años para recuperar los daños causados por esta catástrofe ambiental, cuyas principales víctimas son los pueblos indígenas que habitan en tal estado, y particularmente los Yanomami. Una de las secuelas inmediatas es que éstos tendrán que afrontar una carencia de alimentos al menos hasta 1999. Ante esta situación, Mons. Apparecido José Díaz, obispo de Roraima y presidente del Consejo Indigenista Misionero -CIMI- (vinculado a la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil -CNNB- ), tomó la iniciativa de organizar la solidaridad con las comunidades más afectadas, por intermedio de la Comisión de Justicia y Paz de su diócesis. En las líneas que siguen ofrece una panorámica del impacto del flagelo sobre los sectores más afectados. Boa Vista.- El Estado de Roraima (Brasil), y principalmente las comunidades más necesitadas (indios y pequeños agricultores), están sufriendo desde septiembre las consecuencias del fenómeno El Niño. En Roraima El Niño, asociado a la tala indiscriminada y criminal de la selva amazónica, está provocando una sequía sin precedentes y el incendio de los bosques. Como consecuencia de esta situación, la selva y la planicie están siendo continuamente destruidas por varios focos de incendios que deflagran en el Estado. La destrucción ambiental acaecida en el Estado tiene consecuencias incalculables para toda la población de Roraima y para toda la humanidad. Millares de kilómetros de la selva se están reduciendo a cenizas, esparciendo y provocando el pánico y la desesperación en las comunidades indígenas Yanomami, que nunca vieron fenómeno semejante. La sequía causada por la falta de lluvia está causando en las comunidades indígenas y de los pequeños agricultores desesperación, enfermedades, carestía de alimentos y agua. El gobierno tanto del Estado de Roraima como de la Unión, hasta el momento han hecho muy poco para solucionar el problema. El Estado de Roraima Roraima está situada en el extremo Norte del Brasil, con una extensión de 225.116,1 km2 y una población de 262.201 habitantes. La población indígena es calculada en aproximadamente 40 mil. En los últimos años la población no india está aumentando asombrosamente por el fenómeno de la inmigración, estimulada y favorecida por los políticos con fines electoreros. Roraima, con clima tropical, se caracteriza por dos estaciones bien distintas: lluvia (mayo- septiembre) y sequía (octubre-abril). El suelo está cubierto por selvas típicamente amazónicas (75%) y sabanas (25%). Realidad actual del pueblo Yanomami Los indios Yanomami son un pueblo de cazadores y recolectores que solo recientemente entraron en contacto con la sociedad envolvente. Habitantes milenarios de la selva amazónica, están viviendo una situación de pánico y desesperación causada por el humo y el fuego. El fuego en la selva, iniciado por las quemas en la periferia del área, ya se expandió de manera alarmante por la selva amenazando las aldeas. En este momento hay una pared de humo compacto que cubre toda la selva, con una altitud que alcanza hasta los 6 mil pies. Los Yanomami están alarmados con la cantidad de humo que cubre el suelo y las montañas y se aproxima a las aldeas. En la visión cultural Yanomami, el fuego y el humo, asociados al color rojo del sol y de la luna son señales de un grave desequilibrio socio-ambiental que puede llevar a un colapso del universo. Los sembríos de algunas aldeas se quemaron. Los Yanomami se han visto forzados a garantizar su sustento exclusivamente a través de la caza y de la recolección en la selva; las cuales, que de por sí ya se han visto reducidas por el uso abusivo y la continua invasión de los garimpeiros (buscadores de oro), ahora están siendo destruidas por el fuego. Algunas comunidades se están desplazando hacia las pistas de los puestos de salud existentes, en la expectativa de lograr huir, a través de aviones, del fuego que se aproxima. La asistencia a la salud se ve perjudicada por la falta de medicamentos básicos (mefloquina para malaria, suero anti-ofídico, etc.) y agravada por la imposibilidad de desplazamiento de los aviones impedidos de aterrizar por la capa de humo que cubre toda la selva. Podemos prever consecuencias gravísimas como la desnutrición, el aparecimiento de epidemias (infecciones respiratorias e intestinales y malaria), desequilibrios ecológicos, la falta de caza y pesca, así como la proliferación de plagas (cucarachas, mosquitos y lagartijas), amenazando gravemente la sobrevivencia de este pueblo. La presencia de epidemias dificultará todavía más, por la debilidad física de las personas, la búsqueda de alimentos en la selva. Pueblos Makuxi, Wapixana, Taurepang Las comunidades indígenas de las sabanas sufren también las consecuencias de largo período de siete meses sin lluvia. Desde septiembre de 1997 no llueve. El período normal de las lluvias anteriores (mayo-septiembre de 1997) fue extremadamente débil. Como consecuencias tenemos hoy 44 comunidades sin agua alguna, con tendencia a aumentar porque las lluvias solo están previstas para mayo. Las 190 comunidades indígenas, totalizando aproximadamente 17.000 indios, están sufriendo las consecuencias de esta calamidad. Las plantaciones tradicionales de estos pueblos (yuca, maíz, banana, fréjol, arroz y frutas) están muriendo destruidas por la sequía y por el fuego. Hasta mangos y árboles nativos se están secando y muriendo. La destrucción de los sembríos provocó la falta de semillas para la próxima siembra, y el aumento de los precios de los alimentos, ya escasos. El pasto que alimenta al ganado y a los pequeños criaderos (puercos, gallinas, patos, etc.) fue destruido por la sequía y el fuego. Los lagos y pequeños ríos se están secando y sus peces represados en charcos, están muriendo debido al calor excesivo de las aguas. El ganado de las comunidades, que es instrumento de conquista y posesión de la tierra, está siendo diezmado por la falta de agua y pasto, así como por el consumo forzado de las comunidades que no tienen otro alimento. Este proyecto del ganado que alimentó las luchas de liberación de las comunidades y fue señal de esperanza de ellas, está corriendo el riesgo de ser destruido. Los pueblos indígenas están sufriendo serias consecuencias a nivel de la salud por la falta de agua y por la alimentación insuficiente. Esta situación provoca también una dependencia de los indios ante los políticos, que continuamente se aprovechan de estas realidades con fines electoreros. Colonos Esta situación de calamidad verificada entre los indios de las sabanas está presente también en las colonias de pequeños agricultores: la falta de agua y alimentación para consumo doméstico que amenaza la salud y la vida de las personas; la falta de agua para el ganado y animales de tamaño pequeño, causando mortalidad generalizada; el fuego destruye sembríos, cercas, corrales, graneros, pastizales y otros bienes, dejando familias desesperadas y amenazadas de hambre y miseria; limoneros y huertas domésticas fueron igualmente destruidos por el fuego y la sequía.
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