Algunas reflexiones sobre Chiapas
Acteal, nunca más
30/03/1998
- Opinión
Regreso de Chiapas cargada de sentimientos encontrados. Llena de dolor y preocupaciones, pero
trayendo en el corazón la esperanza de que será posible encontrarle una salida negociada al
conflicto para bien de los chiapanecos y todos los mexicanos, y en particular para los pueblos
indígenas. Me duele en lo mas hondo del alma la situación de mis hermanos indígenas,
principalmente las viudas, los huérfanos y los miles de desplazados de sus comunidades. Me
preocupa profundamente el empantanamiento en el que se encuentra el proceso de diálogo y la
sensación cada vez más generalizada de frustración y pesimismo. Sin embargo, la convivencia con
las comunidades y sobre todo con los sobrevivientes de Acteal fortaleció en mí la confianza en que
se puede y se debe explorar nuevos caminos para reiniciar el diálogo.
Tal como lo expresé desde el inicio de esta visita, he llegado llena de respeto y sentido de la
responsabilidad. He venido a escuchar con atención a todos los actores en el conflicto de Chiapas y
en los esfuerzos e iniciativas que puedan conducir hacia la paz. No vine a pretender mediar ni
simplemente a observar. Mi mayor aspiración es contribuir con propuestas e iniciativas, por
sencillas que sean, para hacer realidad el acompañamiento moral del que he hablado. Estoy aquí
porque la condición de Premio Nobel de la Paz me compromete con la búsqueda de soluciones
negociadas a los conflictos; estoy aquí porque la misión de Embajadora de Buena Voluntad de
UNESCO me involucra activamente en la promoción y construcción de una Cultura de Paz. Pero
por encima de cualquier título o cargo, estoy aquí como mujer indígena, como madre indígena
identificada y comprometida con mis hermanas y hermanos Mayas del Estado de Chiapas.
A lo largo de nueve días me reuní con el Presidente de la COCOPA y tres de sus integrantes, con el
Coordinador para el Diálogo y la Negociación en Chiapas, con el Presidente de la CONAI y la
mayoría de sus integrantes, con organizaciones de la sociedad civil en el Distrito Federal y en
Chiapas, con organismos de Derechos Humanos y con el Gobernador del Estado de Chiapas.
También me reuní -y eso fue de la mayor importancia - con comunidades y sus representantes en
Acteal, Polhó, Ocosingo y los desplazados en San Cristóbal. Lamentablemente no fue posible la
reunión con el EZLN. Además recogí abundante documentación que necesito analizar para
complementar la información y las impresiones que obtuve en todas esas reuniones. Necesito algún
tiempo para meditar sobre cualquier iniciativa o propuesta que pueda ayudar a superar la crisis
profunda que vive el proceso de diálogo y negociación; cualquier precipitación sería irresponsable
y de ninguna manera me puedo quedar simplemente en la denuncia y condena de las injusticias o en
las expresiones de solidaridad. No obstante, siento la obligación de adelantar algunas
consideraciones iniciales que valoro importantes y que expresaré de manera sencilla y concreta.
1. Las condiciones de marginación y pobreza, extrema en su mayoría, que viven y sufren las
comunidades indígenas en Chiapas, continúan siendo una realidad que nos debe doler y sensibilizar
a todos. Esa situación se ha agravado en los últimos cuatro años, principalmente para quienes han
sido desplazados de sus comunidades de origen.
2. Todos los interlocutores a los que escuché y todos los escritos que he leído, expresan la
disposición al diálogo y la negociación. Nadie se manifiesta por la guerra o las soluciones de
fuerza. Sin embargo la incomunicación es total entre los actores principales y no se flexibilizan
posturas ni se sacrifican intereses en función de facilitar nuevos espacios para la negociación. Con
todo respeto opino que algunos de los actores olvidan que el diálogo es un medio, un instrumento y
no un fin por el que no se puede dar ni un paso atrás. En su carácter de herramienta, el diálogo y
las negociaciones pueden y deben adoptar formas creativas y flexibles en busca del anhelo profundo
de alcanzar la justicia, la paz y la reconciliación.
3. La mayoría de los actores advierten el riesgo de que al cerrarse completamente los caminos para
la solución negociada, crecerían peligrosamente las condiciones para la profundización y
prolongación del conflicto. El mismo temor existe sobre las consecuencias de acciones unilaterales
o impositivas. Cada quien imagina diferentes escenarios, pero todos coinciden en vislumbrar
mayores niveles de violencia y confrontación. En muchos lugares se respira una tensión extrema y
se percibe el peligro de que en cualquier momento y bajo el menor pretexto salte la chispa que
incendie los ánimos y desencadene tragedias inimaginables. La fuerte y extendida presencia militar,
forma parte de esa tensión y hace aumentar la preocupación de que se produzcan hechos violentos
por cualquier causa, incluso por errores humanos. La solo presencia de tantos soldados en los
poblados, altera la vida comunitaria.
4. Posiblemente el peligro más grande, a juzgar por lo que escuché y pude ver, está en la existencia
y actuación impune de grupos armados vinculados a caciques y políticos locales que amenazan a las
comunidades, abusan de ellas y siembran la incertidumbre y el miedo mediante la implantación del
terror. Veo con enorme preocupación el riesgo de que aumente el número de este tipo de grupos y
crezca su poder, pues la historia ha demostrado en muchos lugares que esas bandas terminan
siendo incontrolables y que generan una espiral de violencia que es muy difícil detener. Cualquiera
que crea que la actividad y la presión de esos grupos puede servir para contrarrestar y neutralizar la
acción y la influencia del adversario, es porque no quiere ver y entender las lecciones terribles que
esas experiencias han dejado en otros países.
5. He escuchado varias voces y leído muchos comentarios de prensa que descalifican la actuación y
cuestionan el futuro de la COCOPA y la CONAI. Con el mismo respeto que he opinado sobre
otros aspectos, expreso mi profunda valoración respecto al papel que han jugado y deben jugar en
el futuro dichos organismos. Hay que valorar y cuidar la experiencia acumulada en la búsqueda de
puntos de encuentro y coincidencia, por pequeños que parezcan. Hay que proteger los pocos
puentes existentes, por frágiles que sean, porque sin ellos los obstáculos pueden volverse
insalvables. La "Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas", vigente desde el
11 de marzo de 1995, constituye un instrumento muy valioso y avanzado que debe ser defendido
por lo que ha significado para evitar el agravamiento del conflicto y abrir espacios para el diálogo y
la negociación.
6. Unos de los mensajes más esperanzadores que recibí es el de las comunidades y grupos que se
expresan por la no violencia, por el valor inmenso de la reconciliación entre familiares, vecinos y
paisanos. Es la manifestación del sentimiento de quienes se niegan a heredarle a sus hijos la división
y la confrontación, y el destino trágico de la venganza y la violencia. Se trata de una postura
valiente que debería ser apoyada por todos, pues allí reside la semilla para ir construyendo
verdaderas comunidades de reconciliación donde se detenga la dinámica de enfrentamiento entre
hermanos que hoy existe y se creen las condiciones para el retorno de los desplazados, con
seguridad y dignidad. Hay que permitirle a las comunidades indígenas que busquen y encuentren
en su propia cosmovisión los mecanismos ancestrales para la resolución de los conflictos; que
puedan escuchar el consejo de los abuelos, sin paternalismos ni manipulaciones de ningún tipo. Se
debe valorar y respetar el papel que pueden jugar las mujeres, con la fuerza que tiene su convicción
y la profundidad del amor a su cultura. Para que pueda fructificar cualquier esfuerzo de
reconciliación, es indispensable la desarticulación de los grupos llamados paramilitares y el
procesamiento legal de los cabecillas responsables de todo tipo de crímenes. Solo de esa manera se
podrá ir restaurando el tejido social que hoy se encuentra desgarrado por el enfrentamiento entre
hermanos, como consecuencia de siglos de injusticia y desprecio contra los Pueblos Indígenas.
7. Pude constatar también la profundidad y la extensión que tiene la desconfianza y el escepticismo
en las comunidades indígenas. Resulta natural que después de siglos de engaño, mentira y burla, los
indígenas dudemos y desconfiemos de las intenciones de lo que se declare sobre asuntos que nos
atañen. Por eso mismo resulta tan importante que se consulte a las comunidades indígenas, con
respeto y mediante procedimientos aceptados por ellas, sobre toda iniciativa política y legal que las
afecta. Expreso mi preocupación al observar la exclusión de los indígenas del debate sobre leyes y
reformas de enorme trascendencia para el futuro de sus pueblos. Una vez más son otros quienes
discuten lo que es bueno o es malo para los pueblos indígenas, cuando deben ser ellos mismos los
principales constructores de su destino.
8. El mensaje de esperanza y amor a la vida que recibí de parte de las viudas, los huérfanos y en
general los sobrevivientes de la matanza de Acteal, es el mayor estímulo para creer que el diálogo
puede y debe tener nuevas oportunidades y que la paz y la reconciliación son posibles en Chiapas.
Al reiterar la condena a ese crimen absurdo y bestial y exigir juicio y castigo para quienes lo
planificaron y los que lo ejecutaron, es necesario demandar el esfuerzo de todos los actores en el
conflicto para que nunca más se repitan esas brutales violaciones contra el derecho a la vida. Por
eso mismo es urgente e indispensable flexibilizar las condiciones para la reanudación del diálogo y,
con creatividad y buena voluntad, encontrar nuevos caminos para la solución negociada. De lo
contrario la tragedia de Acteal podría convertirse en el inicio de una espiral de barbarie en la que los
pueblos indígenas pagarían con su sangre la intransigencia de quienes no hubieran agotado los
esfuerzos por el diálogo para la paz.
Finalmente, con profunda gratitud, expreso mi agradecimiento por la confianza mostrada por cada
uno de los actores con quienes hemos podido conversar y que nos están permitiendo conocer de
cerca la realidad de Chiapas.
México, D.F., 25 de marzo de 1998.
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