Buscan mujeres, sin experiencia sindical
- Análisis
Las maquiladoras, que se expandieron en América Latina en los años 90 bajo el manto de la globalización (ver ALAI, No. 323, 14/11/2000), operan por lo general al margen de las legislaciones nacionales y los convenios internacionales sobre derechos laborales.
El componente mayoritario de la fuerza de trabajo en las maquilas está compuesto por mujeres. En México, en 1996, el 58% del personal no especializado estaba conformado por personal femenino. En Centroamérica y República Dominicana el porcentaje es más alto, superando el 65% y alcanzando hasta el 95% en el caso de Panamá.
Los empresarios de las maquilas prefieren mujeres jóvenes, (de 15 años a 25 años) sin hijos y no embarazadas (en México y El Salvador, al momento de ser contratadas, les exigen certificados de no-gravidez, el embarazo constituye causa de despido inmediato) y sin experiencia laboral. Para ellos, la mano femenina debe ser "dócil, disciplinada y paciente", con destrezas para realizar determinado tipo de tareas que son extensión de las tareas domésticas y otras que se les ha "inculcado a través de los procesos de socialización", según señala el estudio ya citado "El fenómeno maquilador en México y Honduras".
Otros elementos que se mencionan para la contratación de las mujeres son que las "habilidades adquiridas por la mujer en el hogar les permite enfrentar situaciones adversas y diferentes" y que "la finura y precisión de movimientos de sus manos ágiles se requieren para la calidad del producto final". Más allá de estas consideraciones, sin embargo, se encuentran razones de orden pragmático: el trabajo femenino aporta mayores ganancias a los empresarios pues reciben salarios inferiores al de los hombres, incluso cuando realizan idénticas tareas.
El caso hondureño
En Honduras hay un total de 174 empresas provenientes de Estados Unidos, Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong que emplean unas 110.000 personas que exportan ropa principalmente a Estados Unidos.
Las mujeres, por lo general, sufren acoso sexual por parte de jefes y vigilantes, son sometidas a insultos y vejaciones e incluso a castigos corporales cuando no cumplen con las cuotas de producción. A ello se suman una serie de controles y restricciones para hablar, abandonar el lugar de trabajo o usar los servicios higiénicos, decisiones que quedan a criterio de los supervisores. Las largas jornadas de pie, el estrés relacionado con el trabajo, la mala ventilación de los locales y la retención prolongada de la orina les provocan problemas de salud como vómitos, sinusitis y alergias. Son frecuentes, así mismo, la negación de los períodos pre y postnatal, los despidos antes de cumplir el período de prueba, la negación de permisos para la atención de los hijos y el trabajo continuo y sin descanso cuando se trata de cumplir con un despacho de producción.
Las maquilas emplean varias estrategias para brindar una buena imagen y legitimarse: en el contexto nacional realizan campañas radiales en las que se presentan como "indispensables para el desarrollo del país", y, casa adentro, realizan fiestas, concursos de belleza y pequeños regalos que generalmente consisten en prendas de desecho de las fábricas o camisetas promocionales de las mismas.
En 1996, luego de una campaña de denuncias en Estados Unidos sobre las deplorables condiciones de las maquiladoras en Honduras, los fabricantes estadounidenses impusieron mayores controles a los proveedores hondureños; el Gobierno también hizo algunos esfuerzos por modernizar el Ministerio del Trabajo y fortalecer la Inspección de Trabajo. No obstante, cuatro años después, las violaciones de los derechos sindicales continúan. Por ejemplo, en la planta maquiladora surcoreana Kimi, situada en el Continental Park, cerca de San Pedro de Sula, en marzo de 1999 se firmó un contrato colectivo con el sindicato pero en agosto del mismo año se impuso modificaciones salariales que no aceptaron los trabajadores. Estos últimos declararon una huelga y bloquearon la entrada del Continental Park. La policía intervino y varios trabajadores fueron golpeados y tuvieron que ser hospitalizados, señala el Informe anual sobre violaciones de los derechos sindicales de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres, CIOSL, correspondiente al 2000.
El enemigo No. 1
Para las plantas maquiladoras el enemigo irreconciliable es el sindicalismo. Su ausencia les permite maximizar las ganancias a costa de la precariedad de la fuerza laboral, que la consideran como un "recurso" más de la producción, al mismo nivel que las maquinarias y el dinero. Por ello, combaten por todos los medios la formación de sindicatos: prefieren contratar a personas que no tienen ninguna experiencia sindical, someten a constante vigilancia a las obreras y elaboran "listas de no recomendables" en la que incluyen a las personas sospechosas de promover la organización sindical que circulan por todas las empresas, de tal suerte que, quien está incluido en ellas, no consigue empleo en ninguna parte. Cuando los trabajadores logran formar sindicatos, los "inversionistas" chantajean y amenazan con cerrar la fábrica y marcharse a otro país libre de sindicatos. Otros factores también conspiran contra la organización sindical, como son los altos niveles de rotación del personal, el flujo constante de trabajadores migratorios sin experiencia sindical y las políticas de desregulación y de flexibilización laboral establecidas por los gobiernos.
En Guatemala, las maquiladoras emplean a unos 80.000 trabajadores, principalmente mujeres, que en un gran porcentaje exportan ropa a Estados Unidos. Aunque la violencia en las maquiladoras ha disminuido, existen informes según los cuales los dueños de las fábricas y los empleadores contratan matones y pistoleros para intimidar a los trabajadores, señala el Informe de la CIOSL.
Rodeado por alambres de púas y custodiada por guardias armados la zona franca industrial Las Mercedes, en Nicaragua, reúne a 19 fábricas taiwanesas, norteamericanas y coreanas que exportan ropa a Estados Unidos. En 1997 se abrió allí una oficina del Ministerio de Trabajo y se han formado algunos sindicatos. Sin embargo, éstos encuentran grandes obstáculos para desplegar su labor pues frecuentemente se amenaza y despide a los dirigentes y se los coloca en las "listas de los no recomendables".
En San Salvador, en donde hay unos/as cien mil trabajadores/as en unas 225 empresas maquiladoras, la situación es parecida. La oficina del Defensor del Pueblo informó que más de una tercera parte de las trabajadoras declararon haber sido maltratadas, más de un tercio amenazadas, el 3% golpeadas y el 3% acosadas sexualmente.
En República Dominicana las violaciones de los derechos laborales son constantes. Para evitar correr con los costos de antigüedad, vacaciones y aguinaldos se despide a las trabajadoras antes de fin de año y se las recontrata pocas semanas después. Con trabajos temporales, los trabajadores/as viven en una constante inestabilidad que "afecta a las personas, la organización familiar y la comunidad". Esta situación les impide, por ejemplo, obtener créditos para vivienda y organizar proyectos de vida personal o familiares.
¿Cuáles son las salidas?
Las condiciones inhumanas de trabajo que imperan en los "talleres del sudor" -como se conoce a las maquilas en América del Norte- ha alarmado a organizaciones civiles del Canadá, Estados Unidos, Europa y Australia que han lanzado, en los últimos años, campañas de consumidores para exigir a las empresas "productos ecológica y socialmente correctos". Sobre todo las denuncias de abusos y sobre-explotación del trabajo infantil y de la mujer han tenido cierto impacto en la opinión pública. Algunas transnacionales comenzaron a ser atacadas por su lado débil: las ventas. ONGs, universidades y activistas han exigido que paguen salarios para vivir y estándares laborales mínimos en las empresas subcontratistas.
Todo esto planteó a las transnacionales un problema de mala imagen que podía repercutir en sus ganancias. Las respuestas de las empresas fue la adopción de códigos de conducta elaborados por ellas mismas y a veces con el asesoramiento de ONGs. Así lo hicieron grandes transnacionales de ropa, como Levis y Gap, y de calzado, como Reebook y Nike. Los códigos, generalmente, se refieren a salud y seguridad en el trabajo, discriminación, trabajo infantil, niveles de salarios y trabajo forzado. La mayoría de ellos no mencionan siquiera los convenios y declaraciones sobre derechos laborales de la OIT e instrumentos de derechos humanos. Muy pocos reconocen la libertad sindical.
Un primer problema con los códigos de conducta es que hay una gran distancia entre la letra de los textos y su cumplimiento. En segundo lugar, está el problema del control. Las transnacionales contratan a sus propias empresas auditoras para que realicen el control en materia ambiental y laboral, y excepcionalmente admiten el monitoreo de redes de la sociedad civil. En estos procesos siempre hay un gran ausente: los trabajadores de las mismas empresas.
Por ejemplo, GAP, luego de una campaña de presión de una red de solidaridad con la maquila y sindicatos de Estados Unidos y Canadá, aceptó en 1995 el monitoreo independiente en la maquiladora Mandarín Internacional de El Salvador que producía sus prendas. Sin embargo, GAP no ha permitido el monitoreo en ninguna otra de las fábricas que producen para la empresa en 50 países.
Las iniciativas privadas de reglamentar las actividades de las transnacionales son pobres sino nulas, escribe el abogado Alejandro Teitelbaum, representante en Ginebra de la Asociación Americana de Juristas, en el artículo "El Encuadramiento jurídico de las actividades de las empresas transnacionales".
"En general, el comportamiento de las grandes empresas transnacionales en materia ambiental, laboral, social, no ha cambiado y los casos con los que se pretende demostrar lo contrario, son aislados, circunscritos a aspectos particulares y con efectos solo temporarios (por ejemplo, el código de Levy Strauss ha sido revisado "a la baja")", agrega.
Sobre todo luego de que, a fines de los 80, se abandonó el proyecto de un código de conducta internacional, las empresas transnacionales se sintieron enteramente libres para actuar con la exclusiva finalidad de obtener beneficios máximos y con total desprecio por los derechos humanos y ambientales, dice Teitelbaum.
Organismos de derechos humanos opinan que las transnacionales y sus subsidiarias no pueden ser "zonas de no derecho", es decir, exoneradas de las normativas nacionales e internacionales que en cambio sí rige para los Estados. Como personas jurídicas, las transnacionales y sus dirigentes deben estar sujetos a las "normas vigentes de fuerza obligatoria (Pactos, Convenciones, etc.), ya porque son vinculantes o porque forman del jus cogens (normas imperativas de aplicación universal) en materia de derechos humanos en general, de derechos civiles y políticos y de derechos económicos, sociales y culturales", afirma Teitelbaum.
Para hacer que las transnacionales cumplan mínimos estándares laborales, sociales y ambientales es necesario que las luchas se internacionalicen. Son importantes las acciones locales en América Latina por formar sindicatos y lograr mejores condiciones de trabajo, sin embargo, para que sean efectivas deben conectarse y coordinarse con los sindicatos y organizaciones de América del Norte y de Europa. Este proceso ya ha comenzado. Un ejemplo de ello, es la Coalición por la Justicia en las Maquiladoras que congrega a organizaciones sindicales, sociales y religiosas de México, Estados Unidos y Canadá. El reto ahora es avanzar en este proceso.
Bibliografía
"El Fenómeno Maquilador en México y Honduras", CLADEHLT, marzo 2000.
Informe anual sobre violaciones de los derechos sindicales, Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres, CIOSL, Bélgica, 2000.
Alejandro Teitelbaum, "El Encuadramiento jurídico de las actividades de las empresas transnacionales", en: "Empresas transnacionales y derechos humanos", Ginebra, Centre Europe-Tiers Monde, Fundación FICAT Barcelona, Asociación Americana de Juristas, 2000, Ginebra.
Publicado en América Latina en Movimiento # 325(ALAI), p. 8, 13-12-2000, Quito
https://www.alainet.org/es/active/1094
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