Los candidatos presidenciales
03/05/2006
- Opinión
En una composición en cuyas propuestas parecen no delinear con precisión sus posturas y sus diferencias ideológicas, cinco candidatos disputan la presidencia de la República en una contienda que será dirimida el próximo 2 de julio. Salvo tal vez Felipe Calderón, propuesto por el derechista Acción Nacional, el partido actualmente en el poder, el resto de los aspirantes no han definido las cuestiones fundamentales del gobierno que pretenden formar: su inmersión en el contexto internacional en la realidad del nuevo mapa político latinoamericano y su posición frente a las fórmulas de los organismos financieros y del gobierno de Washington, tema en el cual no pocos países del sur del Continente han adoptado una clara política de independencia y soberanía.
Roberto Madrazo Pintado, hijo de Carlos Madrazo Becerra, muerto en un accidente aéreo en 1967, dirigente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y en los últimos meses de su existencia disidente de la línea oficial de esa formación, tiene una larga carrera desde su primera juventud: diputado, gobernador del Estado de Tabasco y líder de su partido en la nueva circunstancia de la carencia de la guía presidencial que lo caracterizó durante 71 años en el poder. Situado en el centro del espectro político según su propia definición, Madrazo ha eludido un esclarecimiento sobre su adhesión o desprendimiento de la línea neoliberal del PRI, adoptada desde el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) y cuyo abandono de sus principios nacionalistas y revolucionarios le costó la derrota de 2000 frente al panista Vicente Fox. Su actuación dentro del partido le ha valido una imagen de político de recursos para la simulación, que lo mismo puede establecer un compromiso o adoptar una postura para abandonar lo pactado o prometido según su conveniencia. Madrazo consolidó su postulación como candidato a la presidencia mediante una serie de maniobras desde la presidencia del partido que dejaron fuera a sus contendientes.
Andrés Manuel López Obrador, al igual que muchos integrantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD), surgió a la vida pública en el Revolucionario Institucional, primero como funcionario en el gobierno de su estado natal, Tabasco, y luego como frustrado aspirante en dos ocasiones a la candidatura en esa entidad. Ya fuera de ese partido, contendió sin éxito con Roberto Madrazo por la gubernatura de Tabasco, se convirtió en líder del PRD y en las elecciones de 2000 obtuvo el triunfo para la jefatura de gobierno de la capital de la República, cargo que según las modificaciones constitucionales equivale al de gobernador de un estado. Desde el inicio de su administración, emprendió, sin inicialmente admitirlo, su campaña para la presidencia de la República con acciones como la realización de obras urbanas, la creación de una universidad popular y el apoyo a hombres y mujeres de la tercera edad, lo cual le valió el apoyo y la simpatía de amplias capas de la sociedad. Oficialmente, López Obrador es el candidato de la izquierda representada por un partido cuya tendencia en esa línea es confusa y plena de contradicciones ideológicas. El PRD, sin embargo, ha venido ganando terreno tanto en el número de gubernaturas como en la integración de escaños y curules en el Congreso de la Unión. López Obrador ha sido objeto de una torpe campaña de ataques desde la presidencia de la República -el fallido intento de desafuero, el señalamiento de ser un "peligro" para el país- cuyo saldo le ha favorecido en popularidad y lo ha mantenido en el primer lugar en las preferencias electorales según las encuestas de hasta hace unas cuantas semenas
Felipe Calderón vino de atrás en la elección interna para la candidatura del Partido Acción Nacional (PAN) al derrotar al que parecía el favorito del presidente Vicente Fox, Santiago Creel. Calderón había sido despedido por Fox del cargo de secretario de Energía luego de un pronunciamiento en favor de su candidatura por un grupo de sus seguidores en el estado de Jalisco. Hijo de dirigente panista, Calderón es considerado como el representante de la línea extrema de la derecha dentro de su partido; es -podría decirse- el que de manera más abierta ha mostrado su postura política, aunque en ocasiones la disfraza con propuestas -la lucha contra la pobreza, mayor seguridad pública, etcétera-que necesariamente comparte todo aspirante a la presidencia. En su afán por atacar a López Obrador, Calderón ha definido su postura contraria y belicosa contra el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y en cierta forma también contra el boliviano Evo Morales. Al hacerlo, muestra lo que sería su postura en materia de política exterior y específicamente en relación con América Latina.
Compiten también Roberto Campa, por el Partido Nueva Alianza, un desprendimiento del Revolucionario Institucional que encabeza la acérrima enemiga de Roberto Madrazo, la profesora Elba Esther Gordillo, presidenta vitalicia del poderoso sindicato de trabajadores de la educación, y Patricia Mercado, por el Partido Alternativa Social Demócrata y Campesina, una organización que busca el voto de la llamada sociedad civil y de organizaciones no gubernamentales.
Las propuestas de los candidatos de los tres partidos principales abordan, como es natural, problemas que interesan primordialmente a la sociedad, aun en medio de la banalidad, el ataque personal y la descalificación en campañas eminentemente mediáticas. Las encuestas y los spots televisivos sustituyen a la exposición profunda de los temas. Deliberadamente o por desconocimiento de la realidad, faltan definiciones sobre las cuestiones torales que el país debe abordar en el futuro próximo: continuar o no con la política neoliberal, de apertura económica indiscriminada y la subordinación a los dictados del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el gobierno de Washington que ha traído para el país mayor pobreza, marginación e injusticia social, o bien optar por una política de independencia, de autodeterminación y de soberanía aun en la ineludible globalización. Faltaría asimismo poner en claro la postura que el gobierno de cada uno de ellos mantendría en el panorama latinoamericano. Ambas definiciones condicionarán la política interna y regirán el rumbo del país en los próximos seis años.
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