ONU: Delegación indigena denuncia política de militarización
02/08/2006
- Opinión
En el marco de la 24 Sesión del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones
Indígenas actualmente en curso en las Naciones Unidas (Ginebra, Suiza),
una delegación indígena de las organizaciones CRIC, OIA y CECOIN ha
presentado la declaración que les adjuntamos bajo el punto de la
agenda referido a Presencia militar en territorios indígenas.
Los representantes indígenas señalan los graves impactos que sobre
los pueblos indígenas tiene la política de Seguridad Democrática del
gobierno colombiano y las masivas violaciones que sufren todos los
pueblos indígenas de Colombia debido a la militarización y la
presencia del conflicto en sus territorios. La declaración hace las
siguientes recomendaciones:
"1. Respetuosamente solicitamos al Consejo de Derechos Humanos de
las Naciones Unidas que ratifique las recomendaciones hechas por el
Relator Especial para pueblos indígenas en el caso colombiano, y que
en consecuencia inste al gobierno a cumplir con sus obligaciones
internacionales. En particular, y en referencia al tema que ocupa a
este Grupo de Trabajo, consideramos de alta importancia para los
pueblos indígenas y para la paz en Colombia la creación de la comisión
independiente para vigilar la aplicación del DIH en los territorios
indígenas y el respeto a las zonas desmilitarizadas indígenas que se
proponen o que se construyan de hecho por las autoridades de los
pueblos.
2. De forma urgente se requiere que los Estados se comprometan en
la realización de los estudios de impacto ambiental y socio-cultural
previamente a la construcción de obras militares en territorios
indígenas, y por consiguiente que realicen sin obstrucción las
consultas previas previstas en el Convenio 169 de la OIT. Este
proceso de consulta debe conducir a conversaciones donde prime el
consentimiento libre e informado como criterio de realización de las
obras. " A continuación, la declaración:
24 sesión del Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre Pueblos
Indígenas Ginebra, Suiza 31 de julio al 4 de agosto de 2006
Presentado por:
Centro de Cooperación al Indígena CECOIN; Organización Indígena de
Antioquia OIA; Consejo Regional Indígena del Cauca CRIC
A. Se siguen militarizando arbitrariamente los territorios indígenas
y la violación de los derechos humanos no disminuye
1. El gobierno colombiano se ha esforzado en hacer creer a la
opinión pública, que la denominada “política de seguridad democrática”
es una estrategia eficaz para garantizar los derechos humanos a los
pueblos indígenas. El gobierno muestra como un logro la mayor
presencia de la fuerza pública en los territorios indígenas y
sostiene que hay una disminución de los hechos violatorios de los
derechos humanos. Sin embargo, esta política no ha significado en
ninguno de sus elementos una disminución de la violencia contra los
indígenas, y por el contrario, todos los indicadores de violencia se
incrementaron.
2. Desde el año 2003, el gobierno instaló 6 nuevos Batallones de
Alta Montaña (BAM). Todos ellos afectan directamente a territorios
indígenas.
3. El Sistema de Información de CECOIN, construido con base en la
información de los propios pueblos y organizaciones indígenas,
registra que en este gobierno se han presentado por lo menos 1.643
casos de violencia política contra indígenas, frente a los 1.231 que
tuvieron lugar en el gobierno anterior, consistentes especialmente
en los asesinatos políticos, las detenciones arbitrarias, los
heridos por abuso de autoridad y las amenazas individuales. Al mismo
tiempo, el número de desplazados forzadamente no merma, y por el
contrario se incrementa a niveles alarmantes. De más de 5.100
personas indígenas desplazadas, registradas en 2002 se pasó a más de
23.700 en 2005, mientras en 2006 la cifra ya asciende a 5.487
personas[1]; estos desplazamientos corresponden principalmente a
casos ocurridos en los departamentos de Chocó, la Guajira, Nariño,
Cauca y el Huila, las zonas donde se incrementó la presencia militar
del Estado.
4. El Sistema de Información de CECOIN, con base en las denuncias
de las comunidades, indica que todas las variables de violencia
política incrementaron la participación absoluta y proporcional de
agentes del Estado. De 276 violaciones a los derechos humanos e
infracciones al DIH, registradas en el período de 1998 a 2002, cuyos
presuntos autores son agentes, se aumentó a 666 casos en el período
2002-2006.
B. La presencia militar es un detonante de la violación de los
derechos Humanos
5. Además de los Batallones de Alta Montaña y las Brigadas Móviles,
la utilización directa de territorios indígenas para construir
instalaciones militares es factor recurrente de la política
gubernamental, tal como ha sucedido en el caso de los indígenas
Guayaberos, los indígenas Uitoto del Predio Putumayo; en inmediaciones
de los Resguardos de Coco Viejo y Coayaré (territorio de los
Curripacos en el Guainía, en Puerto Inírida), en el resguardo de
Sabanitas. En Barranco Minas, territorio de los Piapoco del Guainía
y Vichada, 2.000 infantes de marina y 1.000 soldados ocupan escuelas,
sede de la organización indígena y territorio. En Carurú (Vaupés) y
en Taraira ha ocurrido otro tanto.
6. Ninguna de estas bases, ni los Batallones de Alta Montaña, se
ha construido con un proceso previo de consulta como lo establece el
Convenio 169 de la OIT y el Decreto 1397 de 1996. Tampoco se han
realizado los estudios de impacto ambiental y socio-cultural que
deberían tener. No hay un caso en que se haya hecho con el
consentimiento libre e informado de los pueblos indígenas.
7. La protección de estas bases militares se hace con minas
antipersona, alambradas, trincheras excavadas y los mecanismos de
vigilancia de guerra casi siempre movidos por la paranoia. Estas
medidas han dejado víctimas indígenas como es el caso de San José
del Guaviare y de un pescador Curripaco.
8. Las bases militares modifican el conjunto de dinámicas socio-
culturales indígenas, la calidad y usos de las tierras, y las
dinámicas poblacionales de la fauna. En un reciente taller de
mujeres indígenas (julio 14 al 16 de 2006), las participantes hicieron
denuncias sobre cientos de casos de jóvenes embarazadas y madres
solteras como resultado de relaciones sexuales con soldados e infantes
de Marina, las cuales no son consentidas o son mediadas por el engaño.
En Puerto Inírida se reportan 123 denuncias de abusos contra jóvenes
mujeres indígenas, en San José de Guaviare se conocen 5 casos de
indígenas embarazadas, y en Atánquez (Sierra Nevada de Santa Marta) se
ha recibido denuncias de mujeres Kankuamas igualmente embarazadas por
soldados regulares.
9.Se presenta la utilización de nombres indígenas para sus
operaciones, grupos de tarea e intalaciones; en San José del
Guaviare el gobierno sigue utilizando el nombre “Nukak” para
identificar una Escuela de Formación de Contraguerrilla precisamente
en cercanías del territorio Nukak y en medio del Resguardo de los
Guayaberos.
10. Las fuerzas militares en territorios indígenas suplantan a las
autoridades indígenas, interviniendo en problemas comunitarios y
aplicando justicia de forma arbitraria. En la Alta y Media Guajira
son reiteradas las denuncias por la prohibición que han hecho a los
palabreros
11. Las fuerzas militares, asumen que los indígenas deben prestar
apoyo a sus acciones militares, y ante la negativa indígena a ser
involucrados, son señalados como simpatizantes de la insurgencia.
12. Las fuerzas militares en territorios indígenas están
involucradas en varios de los asesinatos de indígenas detenidos y
posteriormente presentados como “muertos en combate”; tal como sucedió
en el caso del asesinato de un indígena Kankuamo, el cual
recientemente tuvo sentencia condenatoria.[2].
13. El gobierno ha justificado la presencia militar en territorios
indígenas arguyendo la protección de la infraestructura productiva
del país y la soberanía. La evidencia indica, por el contrario, que
en muchos casos se trata de intimidar a las comunidades que resisten
a la imposición de obras de infraestructura y grandes proyectos de
obras civiles e inversión, como la Represa Urrá, los bloques
petroleros en Putumayo, Llanos Orientales y Cordillera oriental, o las
plantaciones de palma africana y bosques maderables.
14. En lo relacionado con la presencia militar en nuestros territorios,
la respuesta del Estado a la recomendación del Relator es desafiante
frente a la comunidad internacional. En efecto, el Relator insistió
en atender prioritariamente la demanda de los pueblos indígenas para
que todos los actores armados respetaran las zonas neutrales y
desmilitarizadas indígenas, y resaltó la urgencia de crear zonas de
paz indígenas libres de cualquier operación militar, bajo
supervisión internacional. Hace tres meses, en reunión entre
funcionarios del Estado, delegados de la ONIC y del Consejo Regional
Indígena de Risaralda CRIR y el Comandante de la Brigada del
Ejército con sede en Pereira, en el marco del Proyecto de
Comunidades en Riesgo del Ministerio del Interior, este último oficial
frente a delegados de la Defensoría del Pueblo afirmó que no reconocía
ninguna autonomía de los territorios indígenas, que no aceptaba que
hubieses colombianos especiales, y que lo que realmente había en esas
regiones (se refería al territorio Embera Chamí de Risaralda) eran
“terroristas disfrazados de indígenas”. De más está decir que ante
tales posturas una posible zona desmilitarizada indígena sería atacada
militarmente por el Estado.
D. Se siguen requiriendo las recomendaciones del Relator Especial
15. Respetuosamente solicitamos al Consejo de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas que ratifique las recomendaciones hechas por el
Relator Especial para pueblos indígenas en el caso colombiano, y que
en consecuencia inste al gobierno a cumplir con sus obligaciones
internacionales. En particular, y en referencia al tema que ocupa a
este Grupo de Trabajo, consideramos de alta importancia para los
pueblos indígenas y para la paz en Colombia la creación de la
comisión independiente para vigilar la aplicación del DIH en los
territorios indígenas y el respeto a las zonas desmilitarizadas
indígenas que se proponen o que se construyan de hecho por las
autoridades de los pueblos. 16. De forma urgente se requiere que
los Estados se comprometan en la realización de los estudios de
impacto ambiental y socio-cultural previamente a la construcción de
obras militares en territorios indígenas, y por consiguiente que
realicen sin obstrucción las consultas previas previstas en el
Convenio 169 de la OIT. Este proceso de consulta debe conducir a
conversaciones donde prime el consentimiento libre e informado como
criterio de realización de las obras.
Notas
1] Los datos sobre migración forzada combinan los de la ONIC y de
Cecoin.
[2] Hace cinco semanas, la oficina del Alto Comisionado de los DH en
Colombia y los medios de comunicación, denunciaron que 24 personas
presentadas como “terroristas muertos en combate” eran en realidad
ciudadanos desarmados que fueron detenidos, desaparecidos y asesinados
por la IV Brigada con sede en Medellín.
https://www.alainet.org/es/active/12714