Conferencia contra el Racismo: Los gobiernos dilatan los compromisos

28/05/2001
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Ginebra.- La renuencia de ciertos gobiernos, principalmente de países occidentales poderosos, a asumir responsabilidades de cara a las víctimas del racismo y xenofobia, estaría bloqueando el avance hacia acuerdos firmes entre la comunidad de naciones en el marco de los preparativos de la Conferencia Mundial a realizarse en septiembre. Es la conclusión a la que llegaron muchos delegados/as de organizaciones civiles y algunos diplomáticos, que participan a la segunda sesión del Comité Preparatorio de la Conferencia, que se inició en Ginebra el pasado 21 de mayo, quienes quedaron perplejos ante las acciones dilatorias de estos gobiernos.

 

La falta de consensos se presenta en temas como la creación de un fondo multilateral de compensaciones para las víctimas del racismo, las migraciones, el reconocimiento de los pueblos indígenas, la ocupación de territorios palestinos por parte de Israel, la tipificación del esclavismo y del tráfico de esclavos como crímenes contra la humanidad, la mención al colonialismo y la condena a las ocupaciones militares extranjeras.

 

Algunos de estos planteamientos se encuentran reflejados en los documentos producidos por las conferencias preparatorias regionales de Dakar, Santiago de Chile y Teherán. América Latina, Arica y Asia pugnan porque estos puntos sean incorporados al proyecto de declaración y plan de acción que debe ser adoptado por los gobiernos en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y Otras Formas Conexas de Intolerancia (CMRX), que se llevará a cabo en Durban (Sudáfrica), del 31 de agosto al 7 de septiembre.

 

Los temas polémicos

 

El documento final adoptado por los gobiernos de las Américas en la conferencia preparatoria de Santiago (4-7 de diciembre de 2000) afirma que la esclavitud, el comercio de esclavos y otras formas de servidumbre podrían constituir hoy en día crímenes contra la humanidad, sujetos al derecho internacional. Como consecuencia de esto, solicita "a los Estados que practicaron y se beneficiaron con la trata de esclavos transatlántica y con el sistema de esclavitud de africanos inicien un diálogo constructivo con los afrodescendientes dirigido a identificar y aplicar medidas de satisfacción de tipo ético y moral que pudieran ser convenidas".

 

 África va mucho más lejos y en la declaración de Dakar pide "el establecimiento de un plan internacional sistemático de indemnización para las víctimas del comercio de esclavos". Los países europeos y occidentales estarían dispuestos a hacer algún gesto de "cooperación y ayuda al desarrollo", pero no desean asumir sus responsabilidades históricas ni quieren saber nada del establecimiento de un fondo de "compensación e indemnización" como plantean los países africanos.

 

En el tema de los pueblos indígenas, en la Conferencia de Santiago se avanzó en el reconocimiento como pueblos que "han sido víctimas de la discriminación durante siglos, y afirmamos que son libres e iguales en dignidad y derechos y no debieran sufrir ningún tipo de discriminación, en particular si se basa en su origen e identidad indígena". Estados Unidos y otros países se niegan a reconocer a los indígenas como pueblos -por las connotaciones de autodeterminación que esto conlleva- e insisten en seguir denominándolos como poblaciones. En este sentido van los reparos que han colocado el proyecto de declaración y plan de acción.

 

 Las diferencias se presentan también con relación a los migrantes. Europa y Estados Unidos se encuentran poco predispuestos a reconocer que ha aumentado la discriminación racial y la xenofobia contra los migrantes, a revisar las políticas y prácticas discriminatorias y a reconocer sus derechos humanos.

 

Otro punto de discordia es el conflicto palestino-israelí. Los países musulmanes han introducido propuestas condenatorias a la ocupación militar extranjera y a la creación de colonias, en clara referencia a las políticas que aplica Israel contra el pueblo palestino. Algunos países occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, han movilizado recursos humanos (60 funcionarios estadounidenses para estas tareas) e influencias para impedir que en la declaración final y el plan de acción figuren una condena expresa a un país en particular, es decir a Israel.

 

Si los países o bloques de países explicitaran sus posiciones abiertamente durante las reuniones plenarias, las negociaciones de algún modo avanzarían y cada región sabría a qué atenerse, pero, al parecer, resulta mejor recurrir a las prácticas dilatorias que verse expuestos a ser calificados como racista a las puertas del nuevo milenio.

 

 Los difíciles consensos

 

Los temas de discusión del proyecto de declaración se refieren a los orígenes, causas, y manifestaciones del racismo, la discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia; a las víctimas y a la importancia de adoptar medidas de prevención, educación, protección y erradicación. El proyecto de programa de acción engloba las medidas concretas a adoptarse a escala nacional, regional e internacional para combatir el racismo y la discriminación racial.

 

 Quedando una semana para concluir las reunión preparatoria, el 25 de mayo se encontró una fórmula para superar el empantanamiento en que se encuentran las discusiones, que consistió en la formación de un grupo de 21 países (tres por región) presidido por Sudáfrica, que emprendió la tarea de "racionalizar" y sintetizar un complicado documento de 109 páginas sumatorio de las diferentes posiciones de regiones y países.

 

Los "progresos" alcanzados en términos de procedimientos, sin embargo, no dejaron satisfechos a los representes civiles de América Latina presentes en el evento. Varios de ellos, en el transcurso de reuniones informales, manifestaron su preocupación por la forma como ha venido conduciendo los trabajos desde hace más de un año la embajadora de Senegal, Yolande Diallo. Cuando estamos a apenas tres meses de la Conferencia, el balance es desalentador pues muy poco se ha avanzado en la formulación de un proyecto de Declaración y plan de Acción que sirva de base firme para ser abordado en Durban. A la vez, el sector no-gubernamental latinoamericano exhortó a los representantes de los gobiernos a no defraudar las expectativas de muchísimas víctimas del racismo que no pueden asistir a Ginebra y que esperan la adopción de una posición clara y medidas enérgicas para luchar contra el racismo y la discriminación racial.

 

Si hasta el momento en los gobiernos ha prevalecido el diálogo de sordos, desde el sector no-gubernamental (que engloba a ONGs y representantes de organizaciones social) tampoco las cosas marchan por buen camino. Los importantes procesos regionales preparatorios que han concitado un gran interés y participación, (en América, la Conferencia ciudadana de Santiago de Chile y el Foro de las Américas de Quito, es un ejemplo de ello) no se reflejan en una estrategia mundial que permita influir sobre los resultados de la Conferencia de Durban.

 

De lo que se ha podido observar, existe en ciertas ONGs y en el seno de los diferentes "caucus" una tendencia a insistir en los intereses particulares, legítimos por cierto, pero que conducen a la fragmentación y a la imposibilidad de adoptar una estrategia de consenso para hacer frente a los poderosos sectores que se oponen a que la Conferencia avance. También se puede notar que varios representantes de ONGs se han centrado en los procedimientos, antes que en la discusión política que permita sintetizar las propuestas regionales y adoptar una declaración y un proyecto de declaración de la sociedad civil para el Foro de ONGs que se desarrollará en Durban, previamente a la Conferencia Mundial.

 

En las diferentes conferencias mundiales convocadas por Naciones Unidas, llámense Cumbre de la Tierra (Río, 1992), Conferencia Mundial de Derechos Humanos (Viena, 1993), Conferencia de la Población (El Cairo, 1994), Cumbre Social (Copenhague, 1995), Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer (Beijing, 1995), Cumbre Urbana (Estambul, 1996) y Cumbre Mundial de la Alimentación (Roma, 1996) la sociedad civil ha elaborado propuestas, ha influido, de alguna manera, en sus resultados y ha participado en los procesos de seguimiento para que los gobiernos cumplan los compromisos asumidos. La III Conferencia contra el racismo presenta una real oportunidad que no se puede echar por la borda para poner en evidencia la escalada de discriminación racial y xenofobia que recorre el mundo aparejada con el crecimiento de la exclusión social, las desigualdades y la pobreza provocadas por la globalización neoliberal.

 

Publicado en América Latina en Movimiento # 333 (ALAI), p. 18, 29-05-2001, Quito

 

https://www.alainet.org/es/active/1280
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