La universidad y los excluidos

28/05/2001
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El pasado 22 de mayo, la Universidad Autónoma de Sinaloa otorgó el Doctorado "Honoris Causa" a Mons. Samuel Ruiz García, Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas, en reconocimiento a "su amplia comprensión de los distintos problemas que enfrentan los grupos étnicos de Chiapas", como también por "su decidida y decisiva intervención en el encuentro y diálogo entre las partes, inmediatamente a enero de 1994". Como se recordará, en esa fecha se inició el alzamiento zapatista en el estado de Chiapas, y la intervención del Obispo Samuel Ruiz fue gravitante para que se abra un espacio de diálogo tras la creación de la Comisión Nacional de Intermediación (CONAI), de la cual fue presidente. Este es el mensaje que Mons. Ruiz García pronunció en la ceremonia de recepción del Doctorado "Honoris Causa". No puedo menos que agradecer muy sinceramente el empeño que ha manifestado la Universidad Autónoma de Sinaloa, al otorgarme el Doctorado "Honoris Causa". Esto es relevante ya que, por primer vez en la historia de una universidad de la magnitud de esta, se otorga un doctorado "Honoris Causa" a un jerarca de la Iglesia Católica. La propuesta se gesta, además, en circunstancias históricas que no eran del todo favorables. Más que todo el gesto tenía muy claramente, en ese momento, un sentido de solidaridad con un camino de transformación del país, proclamado desde los excluidos de la sociedad. Aún más: las perturbaciones sociales transitorias de la entidad permitieron que, en realidad, este doctorado fuera otorgado dos veces: como las comunicaciones impresas con ese efecto, así lo demostrarán palmariamente. En actual escenario significativamente diferente, ese gesto no ha perdido su inicial simbolismo de apoyo a la causa del cambio y de la transformación de la sociedad; sino que ha reafirmado su compromiso con creces. Usualmente la universidad -no ésta, aclaro- es apoyo del sistema dominante; prepara para que sus profesionistas egresados no solo funcionen bien en la sociedad imperante, sino que refuercen sus estructuras y el funcionamiento de ellas. La universidad interpelada La actividad universitaria, no tiene ordinariamente como objetivo disponer para un cambio en la sociedad y de la sociedad. Por lo mismo, no da pertrechos para un análisis crítico de la sociedad y del sistema económico y político que la sostiene. Pero, la caída del Muro de Berlín, la desaparición del bloque soviético, la globalización y sus secuelas, la corrupción política y la emergencia continental del "indio" interpelan a la universidad y a sus objetivos. Obligadamente se hace crítica de la situación, busca hacer un servicio hacia las clases inferiores, se deja interpelar hoy día por ellas, busca insertarse en su realidad y siente, además, la urgencia no solamente de estar a su servicio, sino de convertirse en un instrumento de las clases más desprotegidas. En este contexto, bien lo sabemos, con ocasión de los 500 años de lo que se ha querido llamar eufemísticamente "encuentro de culturas", pero que más verdaderamente, como la definió Bartolomé de las Casas, fue una guerra injusta, han emergido los "indios" como sujetos de su historia: Antiguos por su existencia, pero Nuevos por su emergencia. El sistema quiere agrandar hoy día la sombra protectora del mercado y lo expresa usando una afirmación que tiene una dimensión teológica como ésta: "fuera del mercado no hay salvación". Es decir, no puede haber alternativa de supervivencia en el tiempo, si no es en conexión con el mercado. Pero también se concluye, dentro de las actuales circunstancias, que por más que se le quiera alargar, hay un límite hasta donde puede llegar la sombra benéfica del mercado, dejando fuera un porcentaje determinado y fijo que ya no son marginados o dominados, sino simple y llanamente excluidos. Es decir: los que ya no tienen derecho; para quienes no hay capacidad de retenerlos dentro de la sociedad; cuyo destino dentro del sistema es el exterminio, aunque la palabra, cuidadosamente, se evita. El "virus" benéfico Por otra parte (y es lo extraordinario del momento que vivimos), surge del Tercer Mundo, del Mundo de los Pobres, una propuesta alternativa que cada vez se define con mayor fuerza y claridad: que hay una posibilidad de salvación temporal para todos, si se cambia la directriz de esta sociedad que explota y oprime, por una sociedad que no concentre y despoje, sino que distribuya y comparta; por una sociedad participativa, más que únicamente representativa. Y así, desde una opción por el pobre, se pone el dedo en la llaga del sistema, que afirma ser definitivo cuando se ve venir la posibilidad de que sea sustituido, no evidentemente a un corto plazo; pero tampoco tan a lejano plazo, como quizás tiempo atrás lo considerábamos. Y desde aquellos ante quienes nos inclinábamos antes con generosidad y benevolencia, considerándolos pequeños, ignorantes y necesitados, para brindar nuestra ayuda a esas clases inferiores; descubrimos ahora con asombro y sorpresa, que es precisamente de ellos de donde viene una propuesta alternativa, que sacude en estos momentos el planeta todo con una esperanza renovada. Y así, desde los rincones de una entidad mexicana, encuadrada dentro de la emergencia del indio en todo el Continente, surge una palabra que resuena más allá de nuestras fronteras nacionales y que llama la atención internacionalmente, porque se percibe que, desde aquí, hay una propuesta de encaminamiento hacia la transformación de la sociedad por senderos que no son precisamente violentos, sino de diálogo. No podemos imaginar, hermanas y hermanos, que esta propuesta que viene desde las latitudes del Tercer Mundo, y más aún desde el mundo del indígena, pueda tener una acogida inmediata y un éxito que pueda percibirse a corto plazo. Pero usando de las comparaciones que hoy día pueden ocurrírsenos, podemos decir que el "virus" que infecta a una computadora es pequeñísimo, pero penetra sutilmente y puede llegar a destruir e inutilizar el propio disco duro y toda la red misma de comunicación. Así, podemos pensar que el "virus" benéfico de la propuesta de una alternativa y transformadora de la sociedad, de hecho está ya caminando gradualmente, desde las diversas experiencias alternativas que se llevan a cabo en distintas partes y que nos toca buscar su interconexión, para darles una mayor fuerza histórica para transformar nuestra sociedad. No están solos Y no podemos ni soslayar ni olvidar, en este contexto, que es la universidad la llamada, precisamente, a impulsar y a apoyar el crecimiento, la difusión y la reorganización concreta de una alternativa social. Creo personalmente, por los antecedentes históricos y por el pensamiento actual de quienes constituyen esta Universidad, esta máxima casa de estudios; que por el empeño que ella tiene, podrá contribuir eficazmente a la transformación de esta sociedad. Ese es nuestro pensamiento y es ésta la esperanza de los pobres, cuya representación involuntariamente asumo, (ya que no tuve oportunidad de consultarles); pero sintiendo que ese es su parecer. El saber ellos que no están solos, aumenta más profundamente su esperanza. Así se va gestando más fuertemente el proceso de una transformación fraterna de nuestra sociedad. Fundamentalmente este ha sido el motivo por el cual he aceptado el doctorado "Honoris Causa". El honor no es para mí, sino para aquellos cuyos derechos humanos son violentados; pero cuya persistencia y emergencia dentro de la historia, hace que se aumente en todos y cada uno de nosotros, la esperanza de un cambio. + Samuel Ruiz García, Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, es Presidente del Secretariado Internacional Cristiano de Solidaridad con los Pueblos de América Latina "Mons. Oscar A. Romero", (SICSAL)
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