Venezuela: “Nos hace falta integración”
- Opinión
La Fuerza Bolivariana de Trabajadores (FBT) surge el 13 de septiembre del año 2000 al calor del proceso venezolano, como brazo político de los trabajadores que respaldan y reconocen el liderazgo del presidente Hugo Chávez. No se trata de una central sindical, pero sí impulsó la creación de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), como organismo plural, amplio y autónomo. Mientras a la Central tiene derecho a entrar “cualquiera que respete sus estatutos y principios, la FBT se reserva el derecho de admisión” señala Jacobo Torres de León, Coordinador Nacional de la Fuerza, en diálogo sostenido con ALAI cuyos planteamientos presentamos a continuación. - ¿Qué motivaciones conllevaron a la creación de la Fuerza Bolivariana de Trabajadores? Ante todo, buscar la inserción de la clase en el proceso revolucionario, porque como bien la historia ha demostrado siempre y hasta el propio Comandante lo ha dicho, nunca habrá una revolución seria si no están los trabajadores en la primera línea del combate. En tal sentido, recoge y expresa la experiencia histórica de los trabajadores y sus procesos de unidad; de ahí que lo que hemos tratado primero es no convertirnos en apéndice de ningún partido del proceso, aunque muchos militamos en ellos. Cuando nacimos nos fijamos tres objetivos. El primero era remover a la *Central de Trabajadores de Venezuela (CTV); el segundo, construir la unidad revolucionaria venezolana más allá de los partidos y de los grandes y muchos movimientos sociales que hoy acompañan al proceso bolivariano, y junto con eso, reforzar o expandir lo que hemos llamado “el piso social de la revolución”. Partimos también de algunas reflexiones. Una de ellas es que, nuestro Comandante, es el gran aglutinador dentro del proceso revolucionario venezolano, pero entre el líder y el pueblo hay muy pocos escenarios de intermediación, y a nuestro juicio eso es peligroso sobre la base de que no puede descansar sobre los hombros de Chávez toda la responsabilidad que implica construir la revolución bolivariana. En tal caso, estamos obligados a tratar, en lo posible, de alcanzar la unidad para que esa unidad nos dé una dirección estratégica del proceso bolivariano, por eso lo hacemos desde la clase, que sigue siendo, a nuestro juicio, la clase fundamental, sin etiquetar el proceso bolivariano. Por eso nos reclamamos como brazo político del proceso bolivariano. - A tres años del golpe de Estado, ¿cuál es la lectura que están haciendo respecto a la situación de Venezuela en su proceso interno y regional? En lo interno, nosotros tuvimos cuatro largos años viviendo bajo presión. Primero fue el calentamiento antes del golpe del 11-12 de abril de 2002, que fue una situación de mucha tensión, fueron movilizaciones casi todos los días. Después, por el escenario ya conocido por todo el mundo: en el golpe de Estado, en 48 horas, la movilización popular no solamente impidió que mataran al presidente sino que además restituyó el hilo constitucional violentado por los golpistas. Luego, el intento de quebrar al país con el paro petrolero de diciembre de 2002 y enero de 2003. Y posteriormente, todo el tema para llegar al Referéndum para ver si salía o no del presidente; y las elecciones regionales en octubre del año pasado, donde fueron, a nuestro juicio, los momentos “pico”, los momentos más álgidos de la confrontación y por supuesto un nivel de zozobra y de presión cotidianamente durante todo ese tiempo. Después de noviembre, entramos en una etapa de relativa estabilidad, pues la curva descendente de la economía producto del golpe y el paro, comienza a tener síntomas de estabilización, se detuvo el descenso de nuestra economía, del deterioro que nos habían sometido. Hoy creo que somos uno de los pocos países con reservas internacionales bien fuertes y estables, estamos hablando de alrededor de 26,000 millones de dólares de reserva del país. Por cierto que el precio del barril petrolero nos ha permitido lograr ese nivel de estabilidad, pero es la primera vez en nuestro gobierno que se vuelca todo eso en función de las necesidades endémicas que tenía nuestra población en materia de salud, alimentación y educación, como las tres aristas más importantes de nuestro desarrollo. La estabilidad política es la resultante de la contundencia con la que en agosto se dio la ratificación al Comandante Chávez al frente de los destinos del país. No quedó lugar a dudas, y es así que tanto el Centro Carter como la OEA -los observadores- que intentaron de mil y una maneras de producir unos resultados distintos, tuvieron que reconocer el resultado que nos daba por toda la línea el triunfo en un 60-40. Antes, en el país estaba mitad-mitad en el marco de la confrontación que teníamos, quizás por las propias torpezas de la oposición, hemos ido ganando. En las elecciones regionales de 24 gobernaciones nosotros obtenemos el triunfo en 21. Y de 336 alcaldías, tenemos alrededor de 258 más o menos, lo que indica que la población está dando un espaldarazo al proceso político nuestro. Eso nos ha permitido ganar estabilidad y hoy entramos en otro debate. Ahora la confrontación ya no está con la oposición interna que era el instrumento del Departamento de Estado y del Pentágono en la lucha en Venezuela, hay sobradas pruebas del financiamiento a los factores de oposición, se calcula entre dos o tres millones de dólares mensualmente, para desarrollar acciones de sabotaje, acciones de movilización contra el gobierno, para atentar contra la Constitución. Derrotada la oposición interna, no le queda más nada al imperialismo que atacar directamente. Hoy, sistemáticamente Estados Unidos viene atacando agresivamente nuestro proceso. Nuestro Canciller tuvo duras palabras en la reunión de la OEA, porque si ser terrorista es dar educación, si ser terrorista es que 11 millones de venezolanos tengan salud gratuita y primaria, que por primera vez no haya analfabetos en el país, bueno, que nos condenen. Entonces, la confrontación ya es directa, Estados Unidos-Venezuela. Con ese criterio, nosotros hoy estamos preparándonos para una confrontación de otro tipo, en la medida de que el pueblo venezolano viene elevando su conciencia también ha ido elevando sus mecanismos de defensa, es decir, no es defender la soberanía en abstracto, es defender todo lo que hemos conquistado con nuestras misiones, la Misión Barrio Adentro, que es la misión médica, la Misión Robinsón que es la que alfabetizó a la población, y las otras. El pueblo está defendiendo cosas concretas y esas cosas concretas se traducen en lo que expresa hoy el Comandante Chávez y eso implica elevar los niveles de combatividad del pueblo a través de los Batallones de la Reserva, es la organización del pueblo en la defensa de los centros de trabajo, las escuelas, no como un elemento de agresión a nadie sino fundamentalmente de defensa de nuestro territorio. Y aunque estamos convencidos de que no puede haber una invasión al viejo estilo del “gran garrote”, estamos convencidos de que en cualquier momento pueden o apelar al magnicidio –el asesinato físico de nuestro Comandante- o a su “neutralización política” que es otra forma de muerte. No descartamos la agresión directa, creemos que el Plan Colombia sigue estando activado contra Venezuela, que se quiere aislar a Venezuela de sus vecinos y del concierto de las naciones en la política internacional, que se busca una justificación para invocar la Carta Interamericana democrática y tener una justificación “democrática” para conformar una fuerza multinacional que, como todo lo que hace Estados Unidos es, en el 99%, tropas norteamericanas y simbólicamente, los que se presten para esta criminal acción, el 1% de sus fuerzas armadas. - Pero el gobierno de Hugo Chávez no se ha quedado inerme, al contrario, se le ha visto dinámico en la escena internacional. ¿Hay resultados de los que se puede hablar? Está el tema de integración de Venezuela con el MERCOSUR que ha funcionado, hasta hace poco éramos simplemente observadores, hoy somos miembros plenos. Como FBT venimos insistiendo que no puede quedar simplemente como un acuerdo entre gobiernos sino que, desde los escenarios sociales, los trabajadores, los indígenas, los campesinos, estudiantes, mujeres, organizaciones de DDHH, ir buscando también esos mecanismos de integración, porque además nosotros estamos partiendo de una tesis que ha funcionado, que la solidaridad no es dar lo que nos sobra sino compartir lo que nos hace falta, y estamos convencidos de que lo que nos hace falta es integración . Y en el marco de esta, hemos tratado de que los cambios que se han venido generando, sobretodo en el sur del continente, puedan ser consolidados como espacio común de todos los latinoamericanos y especialmente de los sudamericanos Estamos convencidos de que el gran reto hoy, es que Venezuela, como referencia, es un humilde vecino; que nosotros, sin los demás países, no tenemos mucho futuro, así como creemos que si no nos consolidamos los cambios tampoco van a tener posibilidades en otros países. Hay una perfecta simbiosis entre una cosa y la otra, por lo que hoy estamos más convencidos que nunca de que todo el esfuerzo de integración es lo que debe ser expresado hoy como solidaridad, más allá del respaldo de unos a otros en términos de intereses particulares. Solamente la integración es la que nos puede garantizar los cambios a futuro y que nuestros procesos permanezcan en el tiempo. - Decías que la FBT nació, entre otras preocupaciones, reconociendo que una de las tareas por resolver en el proceso bolivariano es lograr que las instancias intermedias se pongan a la altura de las exigencias, pero todo indica que sigue siendo una tarea pendiente. ¿Cuál es tu criterio? En principio creo que hay un problema cultural por delante, la gran mayoría de nosotros no ha roto con los vicios del pasado, para algunos partidos el vicio del clientelismo persiste, para otros -sobretodo los que venimos de la izquierda más izquierda- el sectarismo todavía pesa en las relaciones políticas de los actores que se dicen apoyar el proceso. Todavía no hemos sido capaces de romper con el prejuicio de la unidad, la unidad viene siendo una consigna muy bonita en un discurso pero no en la práctica cotidiana de los revolucionarios. Nosotros hacemos un ensayo, como Fuerza, de que independientemente del partido en que cada uno militamos, seamos capaces de tomar decisiones colectivas y orgánicamente, y a veces esas decisiones nos ponen a confrontar a nuestros propios partidos. Pero defendemos un principio y defendemos una clase en este caso, y la lectura que hacemos al final es que la unidad es posible. En el espacio político, el problema es que todos se asumen revolucionarios, asumen una postura ideológica frente al proceso, pero casi nadie quiere ceder los pocos o muchos espacios que puedan tener y es un vicio que estamos arrastrando seriamente. Nosotros hemos dicho que a partir de los movimientos sociales, de los mejores en los partidos, en nuestros partidos -creemos que en todos los partidos que apoyan al proceso así como hay gente mala hay gente buena y gente muy buena que viene de una trayectoria de lucha- estamos obligados a apoyarnos los unos a los otros, independientemente del color que represente dentro del proceso. La Fuerza lo ha hecho y lo que ha impedido eso es la miopía política de muchos de los dirigentes actuales del proceso, nosotros estamos tratando, en lo posible, de lograr los máximos espacios de encuentro común de los distintos actores. En el caso de los movimientos sociales, sobre la base que partimos de defender cosas concretas, hoy con los compañeros campesinos no solo tenemos magníficas relaciones sino que estamos trabajando para integrar esfuerzos comunes en el área de formación, en el área comunicacional e incluso en la participación en eventos internacionales. Con los indígenas, estamos haciendo más o menos un trabajo parecido. Con un sector de la juventud también, porque, en definitiva, las carencias son lugares comunes, la carencia de formación, a veces la carencia de recursos, a veces la falta de experiencia, o sea, es tratar entre todos como ir conformando esos espacios y que a los dirigentes de nuestros partidos empiecen a darles esas lecciones. Un ejemplo muy concreto, el 12 de abril de 2002, los golpistas se fueron encima de todo el mundo sin distinción de raza, credo, sexo, religión, simplemente el rótulo de chavista fue suficiente para que lo trataran de meter preso o matarlo. A mí me dieron por muerto los golpistas, empezaron a correr el rumor, en los escenarios de trabajadores en donde nos movemos, de que a mí me habían matado en un enfrentamiento con un diputado. Lo único que les agradezco es que me dieron un cierto grado de heroicidad por mi supuesta muerte. Entonces, decíamos, si el enemigo está tan claro, ¿nosotros por qué no? ¿Por qué vamos a aferrarnos a una sigla u otra cuando lo que está en juego es el proceso? Y eso es parte del debate que hoy estamos tratando de forzar con la mayoría de las organizaciones. Creo que el presidente puso el dedo en la llaga cuando habla de que hay que buscar la manera de ponernos de acuerdo ideológicamente, para dónde vamos con nuestro siglo XXI, nuestro socialismo y eso va a obligar a que todos lo partidos y los movimientos sociales nos pongamos de acuerdo en ese norte, con nuestro líder obviamente, pero buscando crear esos espacios. - ¿Qué permite esperar que, a estas alturas, los partidos se hagan eco de lo que vienes de señalar? La dinámica en que nosotros nos movemos rompió con todos los esquemas de la izquierda, cuando digo esto, no lo estoy poniendo como un problema ideológico solamente, sino que, rompió con todo lo que nosotros catequizamos como proceso, es decir, esto no fue una insurrección en términos clásicos, o un levantamiento armado, sino que llegamos pacífica y democráticamente. La mayoría de los partidos, al no ser capaces de adaptarse a la dinámica que estamos viviendo, terminan en el campo de la contrarrevolución o se disuelven. Esa ha sido la gran contradicción en Venezuela, los partidos de izquierda tradicionales están todos hoy comiendo de la mano de la derecha, recibiendo financiamiento de los Estados Unidos y tratando de dar la cara “desde la izquierda” para justificar las peores aberraciones de esa oposición golpista. Entonces, las organizaciones que conforman hoy el polo que acompaña al Presidente, el bloque del cambio como le decimos nosotros, ha tenido que irse ajustando precisamente a esas nuevas categorías políticas que a nuestro juicio son revolucionarias, incluso partiendo de una reflexión que desde la Fuerza hacíamos. El problema es que nosotros entramos en una etapa donde la lucha de clases tiene otras dimensiones, por eso no es la lucha clásica, no es el manual que nos vendieron los rusos, como no es la situación de los cubanos, tiene su propia intrínseca realidad sino que tiene que ver con que el hecho democrático y el hecho nacional, a nuestro juicio, son hechos revolucionarios. Hoy el hecho democrático pasa a ser un hecho subversivo revolucionario. Cuando Chávez habla del socialismo del siglo XXI, es porque no podemos amarrarnos a conceptos que, a mi juicio, están anquilosados y terminaron convirtiéndose en camisas de fuerza de la revolución. Hoy al repensar la construcción ideológica nos obliga a que esa construcción ideológica se parezca a nosotros, se parezca al proceso. - ¿Hay sectores que se reclaman partidarios del proceso, que salieron a las calles para enfrentarse al golpe, pero no se consideran “chavistas”, cómo interpretas esta situación? Nosotros hemos establecido relaciones con gente de todo tipo, en el caso de la Fuerza tenemos amigos en todos los movimientos que tienen su trayectoria como gente progresista, y no es problema que no se proclamen chavistas. Yo creo que el problema no es que sean chavistas o no, el problema es que el debate que se ha dado fraternalmente con ellos es hasta dónde se identifican con el proceso, porque se puede ser chavista o no, pero el que no se sea capaz de enfrentar el imperialismo no sé que revolución defiende. Se puede ser chavista o no, pero el que no defienda la Misión Barrio Adentro y las demás misiones, el que no defienda las cosas que este proceso ha ido construyendo, qué mismo defiende. Este problema de etiquetas parte, en buena medida, de la posición tibia de ciertas poses intelectuales. Sin embargo, nosotros insistimos en ese debate franco y fraternal, que no se trata de las etiquetas, son debates subordinados, el problema es hasta dónde somos capaces de llegar con el proceso venezolano y si llámese o no chavista acompaña el proceso no hay ningún problema de avanzar juntos.
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