El incierto proceso de la unidad: al fondo, ¿a la izquierda?

24/02/2005
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Las consabidas encuestas sobre intención de voto, que casi semanalmente se publican en el Perú, parecen haber borrado ya del mapa electoral todo atisbo de fuerzas políticas que provengan de lo que en décadas pasadas tuviera una importante presencia política y electoral, como es la izquierda peruana. Hace unos tres meses, un programa político de la televisión realizó un sondeo a diversos líderes políticos para ver si se reconocían de derecha, de centro o de izquierda. Curiosamente, algunos de ellos que provenían de las canteras de la izquierda de los años 80, prefirieron autodefinirse “ni de derecha, ni de izquierda”, pues en su opinión, esos parámetros ya no seguían vigentes.
 
El 28 de diciembre del año pasado (en el día de los Inocentes), el Jurado Nacional de Elecciones, JNE, la máxima autoridad electoral emitió una resolución en la que se dejaba sin efecto el proceso de inscripción del Partido Democrático Descentralista (PDD), que lidera el congresista Javier Diez Canseco, el único representante de izquierda en el Congreso de la República. Esto puso los pelos de punta no solo a otros movimientos que pugnan por inscribirse ante el JNE con miras a los comicios del 2006, de izquierda como de la derecha conservadora, como el movimiento “Renovación” del militante del Opus Dei y congresista Rafael Rey, que están también en proceso de recolección de firmas para su inscripción. A inicios de febrero de este año, el JNE tuvo que declarar fundada la apelación que presentó el PDD, y todos volvieron de nuevo a respirar.
 
El pasado 11 de febrero, los diarios de circulación nacional daban cuenta de un Primer Encuentro de movimientos y partidos políticos populares, nacionalistas y de izquierda, en el que destacaba la presencia del Partido Comunista Peruano, el Partido Comunista del Perú “Patria Roja”, entre los más conocidos. De otro lado, desde hace un buen tiempo, se vienen produciendo coordinaciones entre líderes de diversos movimientos con la finalidad de buscar consensos políticos mínimos que permitan recuperar la presencia de la tan venida a menos izquierda peruana. Incluso, algunas organizaciones gremiales como la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) y la Confederación Campesina del Perú (CCP), se han pronunciado en eventos internos por contribuir a la reconstrucción de la izquierda y recuperar su representación de las fuerzas sociales, laborales y campesinas.
 
Entre la nostalgia y los fantasmas de la IU
 
El recuento hecho líneas arriba da cuenta de alguna manera, de que más allá de aparecer o no en las encuestas, en el Perú se viene dando un silencioso proceso que por lo menos expresa la intención de lo que queda de la izquierda peruana por salir de esta especie de ostracismo político en la que ha vivido desde fines de la década de los 90, como consecuencia de sus diferencias y matices ideológicos no siempre bien procesados, la presencia irracional de Sendero Luminoso en la escena política, la crisis del socialismo en el mundo y, hay que reconocerlo, de su alejamiento de las demandas del movimiento social y popular, que debía ser su base natural.
 
El asunto es que este proceso hasta ahora revela más buenas intenciones que hechos concretos, lo que de alguna manera expresa que es poco aún lo que se ha asimilado y aprendido de lo que fue la experiencia de la Izquierda Unida, aquel conglomerado que naciera en 1983, y que constituyera la fuerza más importante en la historia de la izquierda, incluso de América Latina; que colocara al primer alcalde socialista de Lima y que se convirtiera en la segunda fuerza política en las elecciones generales de 1985.
 
A groso modo todavía, se pueden advertir hasta tres núcleos de coordinaciones que se vienen estableciendo. Por un lado, está el grupo de movimientos y partidos que tuvieron recientemente su primer encuentro, del que por cierto muy poco es lo que ha surgido sobre puntos concretos que apunten hacia la unidad orgánica. Es más, algunos de sus voceros más caracterizados como el ex diputado Ricardo Letts, persiste en no reconocer como de izquierda a los grupos que no participaron de esta reunión; actitud a la que también es proclive “Patria Roja”, partido con mucha influencia en el sindicato de maestros y cuyos líderes como el ex senador Rolando Breña Pantoja, se consideran como “los únicos izquierdistas”. Algo que por cierto poco ayuda en materia de gestar espacios unitarios.
 
Otro sector es el que busca liderar el PDD, que está próximo a lograr su inscripción legal ante el JNE y con importante influencia política en el campesinado y sectores intelectuales. En el PDD han confluido fuerzas que provienen de la llamada izquierda mariateguista, como el PCR (Partido Comunista Revolucionario), el PUM (Partido Unificado Mariateguista), movimientos regionales como el Poder Democrático Regional de Puno (PDR), MINKA de Cusco, entre otros. Han buscado establecer puentes a otros movimientos como el Frente Popular que lidera el cineasta Federico García, y no descartan una alianza más amplia de centro izquierda.
 
Y a propósito de centro izquierda, también hay una importante corriente que proviene de la izquierda cristiana, cuyas figuras más connotadas son Susana Villarán, ex ministra de la Mujer durante el gobierno del ex Presidente Interino Valentín Paniagua, quien asumió el cargo luego de la huida de Fujimori; y Gino Costa, ex ministro del Interior del actual gobierno de Toledo. Si bien este movimiento no descarta un acercamiento al sector del PDD, sus principales esfuerzos están concentrados en atraer a fuerzas más de centro, como el Partido Humanista del actual presidente de la Región Lambayeque –en el norte del país- Yehude Simons y a sectores del partido Acción Popular, de donde proviene Paniagua, y que se ha convertido en una figura electoral con muchas posibilidades hacia el 2006.
 
Por supuesto que aparte de estas coordinaciones, vienen surgiendo una serie de pequeños grupos impulsados por jóvenes desde las universidades –Raíz, Las Hormigas, La Lucha Continúa, entre otros- que se reclaman de izquierda y que se caracterizan por su oposición en general al neoliberalismo y en particular a los tratados de libre comercio. Sin embargo, muy poco han avanzado hacia una consolidación y articulación más efectiva.
 
Muchos de estos movimientos y partidos rescatan la experiencia de IU, aunque reconocen que los tiempos son otros y los procesos difícilmente se pueden repetir en la historia política. Son conscientes también que mucha de la unidad que se logró en IU tuvo en la cuestión electoral uno de sus pilares centrales, y que gran parte de sus limitaciones se explica también por esa misma naturaleza electoral antes que por su unidad programática o estratégica.
 
¿Luz al final del túnel?
 
En el Perú el siempre movido panorama político empieza a caldearse mucho más en este año definitivamente electoral. La derecha política no logra sacudirse –difícilmente lo hará- del estigma de ser representante del poder económico y de la “pituquería” limeña (los blancos y ricos). El Partido Aprista, que lidera el ex presidente Alan García, no convence con su gaseosa propuesta de encabezar un Frente Social. Valentín Paniagua, parece estar más cómodo en el balcón, consciente de que muchos al final lo buscarán. Y con Fujimori, fuera del juego más allá de sus pataletas desde su plácido refugio japonés –el Tribunal Constitucional acaba de ratificar su inhabilitación por 10 años-, muchos empiezan a soñar y a proponerse como los llamados “outsiders”, es decir, reeditar al político desconocido que aprovecha la crisis de credibilidad de los partidos para llegar al gobierno.
 
En este contexto, no hay que descartar que no a pocos les interesa que la izquierda se mantenga fuera del juego político y electoral. El intento de sacar de la carrera electoral al PDD (y a otros partidos progresistas), fue interpretado como una alerta en ese sentido. Lo preocupante es que lo que se ha avanzado hacia una nueva y amplia confluencia de las fuerzas de izquierda no solo son débiles aún, sino que este proceso se viene dando más “en las alturas”. Los grandes sectores sociales, populares, campesinos, estudiantiles, desocupados, de organizaciones de sobrevivencia, de mujeres, como que están al margen de estas movidas que buscan una resurrección de la izquierda peruana.
 
No basta solo con debatir o confluir en los necesarios aspectos programáticos, e incluso, bajando el tono a los debates ideológicos, como muchos proponen en aras de propiciar la unidad. No es suficiente con estar todos de acuerdo en que hay que cambiar el modelo neoliberal, frenar la globalización excluyente y reorientar la política económica. Siendo esto necesario, si se quiere trabajar en serio una alternativa de izquierda, se requiere avanzar en otros terrenos, recuperar la capacidad de enraizarse en el movimiento social, recoger sus nuevos problemas y recrear sus propuestas; es necesario recuperar la confianza de los más pobres, de los campesinos, de la juventud, de los excluidos por el neoliberalismo. Es decir, en un programa mínimo basado en la unidad programática, punto de partida hacia un proceso de más largo aliento que supere la coyuntura meramente electoral.
 
Afrontar todo esto pasa necesariamente por tomarse en serio aquello de repensar el socialismo en los tiempos de la globalización neoliberal, no de claudicar en sus principios, sino en adecuarlos a la realidad, a la vida concreta; es decir, a volver a la dialéctica, a recuperar el marxismo como ciencia del conocimiento. Pasa también por retomar al Amauta José Carlos Mariátegui, a su prédica constante, continua y persistente. Recordar aquello de que “no vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los hechos a la realidad cambiante y móvil; vale la idea germinal, concreta, dialéctica y operante, rica en potencia y capaz de movimiento” (*).
 
En la medida que esta izquierda, que trata literalmente de resurgir de sus cenizas, sea capaz de ubicar estos intentos unitarios en esta realidad cambiante y móvil, de reengancharse con el movimiento social, de repensar y renovar sus propuestas desde un socialismo democrático, los esfuerzos que hoy se hacen por gestar la unidad serán fructíferos. Si ello se limita y circunscribe solo y únicamente a una coyuntura política y a satisfacer apetitos electorales, no solo se corre el riesgo de repetir la experiencia de Izquierda Unida, sino de terminar de desacreditarla como referente de la historia política. Así las cosas, aún puede ser temprano para avizorar la luz al final del túnel.
 
(*) Aniversario y Balance. José Carlos Mariátegui. 1928
 
Publicado en América Latina en Movimiento, No. 393: http://alainet.org/publica/393.phtml
 

 

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