Ecuador: Crisis político-institucional

18/01/2005
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En los últimos meses se han desplegado una serie de acontecimientos -reorganización de la Corte Suprema de Justicia y de los Tribunales Constitucional y Electoral, y cambios en el control del Congreso- que han propiciado el desplazamiento de la hegemonía del Partido Social Cristiano (PSC), de derecha, apoyado por la socialdemócrata Izquierda Democrática, hacia una suerte de troika liderada por el actual Presidente e integrada por el ex-presidente Abdala Bucaram, hoy prófugo en Panamá, y Alvaro Noboa, magnate ecuatoriano dos veces candidato a la Presidencia y derrotado por mínimas diferencias. Los cambios violentaron las normas constitucionales y han provocado una airada reacción de múltiples organismos y, por supuesto, de las fuerzas derrotadas que impulsan diversas acciones -incluidas movilizaciones callejeras- para emplazar al gobierno y modificar los cambios realizados. Los últimos gobiernos desplegaron sucesivas violaciones de la Constitución y continuos atentados a la soberanía del Ecuador hasta poner en riesgo su propia existencia. La creación de la Base de Manta, acordada por el Gobierno de Mahuad y el Congreso, la dolarización decretada por Mahuad y aceptada por la mayoría de fuerzas políticas -en particular Nebot y los socialcristianos-, el acuerdo que entrega la jurisdicción de los litigios de las inversiones de empresas internacionales en el Ecuador a tribunales extranjeros, son algunos de los hitos de esa política de entrega. Han sido el FMI y el Banco Mundial quienes han dictado sus políticas económicas, el Comando Sur del Pentágono, el rector de nuestra política de defensa, y la Embajada yanqui, de la política interna. El gobierno de Lucio Gutiérrez, rompiendo su programa de campaña y su alianza con el movimiento indio, ha llevado esa traición a extremos inauditos, en particular con relación a los acuerdos con Uribe y el Comando Sur para involucrarnos en la guerra civil colombiana y convertir al Ecuador en fuerza de choque del imperio. La embajadora de EE.UU. ha intervenido, pública y directamente, en las decisiones del gobierno, y Gutiérrez ha exhibido, jactancioso y sin ningún pudor, tal servidumbre. Las fuerzas de la actual oposición -el PSC y, en algún sentido, la Izquierda Democrática-, y las cámaras empresariales no solo que no se han opuesto a esa política sino que la han apoyado de múltiples maneras y han sido responsables de varias de ellas. Los socialcristianos fueron cómplices de Gutiérrez, con el cual se repartían los acuerdos petroleros con la trasnacionales. Ahora que las ambiciones de la troika Gutiérrez-Bucaram-Noboa ponen en peligro parte de su poder, se rasgan las vestiduras y claman contra las violaciones constitucionales del Gobierno. No tienen empacho, por lo demás, en disputar a Gutiérrez el apoyo norteamericano. Las fuerzas en pugna En el curso de la confrontación, se han formado dos bloques. El Gobierno ha concentrado a los grupos outsider -los de Álvaro Noboa y de los banqueros Isaías en especial- y ha emplazado al poder tradicional organizado en torno a la figura de Febres Cordero. Los outsider tienden con frecuencia a métodos fascistoides, y la conjunción del Partido Roldosista Ecuatoriano, liderado por Abdala Bucaram, Sociedad Patriótica, del actual Presidente, y uso clientelar del Gobierno, está cohesionando un movimiento populista represivo peligroso que ha ido desde los atentados a Leonidas Iza, dirigente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), hasta la manipulación de comunidades indígenas. El poder tradicional intenta organizar las estructuras institucionales clásicas de los partidos, las cámaras empresariales, los municipios y agrupaciones autodenominadas ciudadanas. Cada vez se parece más a la "sociedad civil" que sirviera a la derecha venezolana y al gobierno de Bush para legitimar un golpe de Estado y el sabotaje de la industria petrolera. Es mas, Jaime Nebot, actual Alcalde socialcristiano de Guayaquil, intenta gestar una movilización en defensa de la seguridad privada, tema que está sirviendo a la derecha de nuestros países para darse una base social. La crisis del Ecuador ha devenido en institucional. La globalización, al despojar a los Estados nacionales de gran parte de su poder, ha generado un sistema político que expresa la renuncia a toda concepción de país y de historia. Pero, la crisis de las instituciones -Congreso, Corte Suprema, Gobierno- no solo expresa sino que sirve de cortina de humo para la continuación de la transferencia de la soberanía a través del Tratado de Libre Comercio (TLC) y la subordinación a la estrategia militar estadounidense. Izquierda: dividida y a la cola Y todo ello ocurre en un momento en que soplan nuevos vientos en América Latina -a los triunfos del movimiento bolivariano venezolano, del Frente Amplio y de la izquierda chilena se suma la abrumadora victoria de los sandinistas- y surge una alternativa, todavía embrionaria, al poder imperial absoluto: la derrota de Russenfeld, Uribe y Gutiérrez en la reciente reunión de Ministros de Defensa de América Latina y el surgimiento, muy débil aún, de la Comunidad Sudamericana de Naciones. ¿Qué pasa en el Ecuador para que, al final de los últimos años en que los movimientos sociales, con la CONAIE a la cabeza, habían logrado resquebrajar el orden de la escena y generar espacios de resistencia, hayamos desembocado en un escenario en que el pueblo solo asiste como espectador perplejo?. Las fuerzas políticas de la izquierda ecuatoriana -Partido Socialista Ecuatoriano, Movimiento Popular Democrático, Pachakutik-, tienen una enorme responsabilidad. Mientras en otros países la unidad de la izquierda logra grandes victorias, en Ecuador se profundiza su atomización. En las últimas elecciones, fueron cada una por su lado, en alianzas dudosas, algunas de ellas vergonzantes. En la presente crisis institucional, su conducta ha sido más lamentable aún. Lejos de generar un polo de condensación y un referente ajeno a las disputas oligárquicas, capaz de enrumbar la lucha política por los objetivos básicos, han ido la cola de los dos contendientes en la disputa de los despojos del Estado, de los despojos de los despojos, tal que si hubieran perdido todo proyecto de cambio y renovación. El movimiento indígena, organizado en la CONAIE, ha planteado distancia frente a las actuales disputas oligárquicas y ha llamado a construir una oposición popular al gobierno de Gutiérrez, independiente de la oposición socialcristiana, que luche por los objetivos fundamentales: derrotar al TLC y a la vinculación del país en la estrategia militar imperial.
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