Mi voto por Garabombo

13/09/2006
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Guerra silenciosa, la llamaba Manuel Scorza a esa resistencia valerosa, heroica, interminable, que cruza las montañas y los siglos y que se viste con los ponchos multicolores de doña Añada y que ahora se cobija con los colores del arcoiris. Una guerra de héroes silenciosos, anónimos, como Agapito Robles, como el Nictálope, como Genaro Ledesma, y como Garabombo, el invisible. De todos los héroes indígenas que Scorza recreó en su saga La danza inmóvil aquel que representa con la fuerza de la metáfora las ironías del poder es, sin duda, el líder indígena Fermín Espinoza, dicho Garabombo, el Invisible. Para la mirada del poder los indios no existen, nunca han existido, nunca existirán. Nunca será su tiempo. Como aquellas estirpes condenadas a cien años de soledad, el poder quiere negarles su segunda oportunidad sobre la tierra. Pero, cuando emergen desde la noche de los tiempos, el poder se estremece, cierra sus puertas, saca sus ejércitos a las carreteras, y reclama paz, orden, seguridad. Mas, los garabombos que aún resisten la conquista, que aún consideran que esta tierra, esta Abya Yala les ha pertenecido, y les pertenecerá, que se niegan a comercializar la Pacha Mama, y que no quieren transigir ni con la modernidad, ni con el capitalismo, han resistido como paja de páramo que no quiere ser arrancada, y, ahora, han decidido sembrar de paja de páramo al mundo. El discurso del poder, que habla de democracia, participación ciudadana, voto nulo, partidos políticos, asamblea constituyente, etc., ahora los invisibiliza. En esa visión de democracia, hay lugar para todo y para todos menos para los garabombos, los invisibles. Alguna vez, un poeta que andaba de vagabundo entre el sueño y el delirio, a quien sus amigos lo llamaban Fakir, escribió los versos más bellos sobre el regreso de Garabombo: “Pero un día volví. Y ahora vuelvo!/Y ahora esta tierra es mía./ Y es mía para adentro como mujer en la noche/ Y es mía para arriba, hasta más allá del gavilán/ Vuelvo, Alzome!/ Levántome después del Tercer Siglo, de entre los muertos!/Con los muertos vengo/ Regreso desde los cerros donde moríamos/ a la luz del frío/ Desde las minas, donde moríamos en rosario/ Desde la Muerte, donde moríamos en grano/ Regreso/Regresamos! Pachacámac!”. En su voz late la profecía de Túpac Amaru: volveré y seré millones. Ahora los invisibles, los que son políticamente incorrectos, los que están fuera de las encuestas, los que quieren otro estado, otra política, otra sociedad, tiene su propio candidato a la Presidencia de la República y han regresado y están aquí. Han dicho presente. El único marxista que los vio, que los comprendió en su diferencia radical, el Amauta, escribió que: “La solución del problema indio tiene que ser una solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios”. Quizá sea pedir demasiado a nuestra izquierda que lea al Amauta y lo comprenda. Quizá sea demasiado pedir a la democracia que se cobije de interculturalidad. Pero los garabombos nos han enseñado el valor de la dignidad en esta oscura noche neoliberal. Nos han devuelto la esperanza de que la utopía aún late en los resquicios de sus comunidades y que puede volar desde allí para sembrar de arcoiris al mundo. Nos han dado una lección de heroísmo al enfrentar gigantes donde otros veían molinos de viento. Nos han dado una lección de humildad cuando han dicho “nada solo para los indios”. Por ello, mi voto será por Garabombo, por Luis Macas.
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