Afeitaron las barbas del vecino

02/10/2006
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El resultado de las elecciones en Brasil ha puesto en clarísima evidencia una cuestión principal para los gobiernos latinoamericanos de la época: las políticas que pretendan llevar adelante cambios a favor de los pueblos, por más moderados que esos cambios sean, no se pueden consolidar sin un pleno y en movimiento protagonismo de las masas populares. No es confianza de los pueblos en los gobiernos lo que hay que construir, sino confianza de los gobiernos en los pueblos. El llamado progresismo, actualmente en funciones, tiene más incubación académica que generación popular. De una enturbiada relación en los años ochenta entre “tanques de ideas” imperiales y las diásporas intelectuales en dictaduras es que emergieron las teorías de “centro-izquierda”, triunfantes (electoralmente) tras la debacle de los ultra-neoliberales de la última década del siglo pasado. Tal triunfo, por más buenas maneras que se tengan frente al poder real, puede ser efímero. Entonces, esos académicos llegados a políticos, junto con los políticos a ellos avenidos, podrán volver a sus confortables rediles a reconfigurar ideas; pero las masas, en su centro los cada vez más empobrecidos trabajadores (aún ocupados, o desocupados), retrocederán más casilleros todavía. Es (siempre) tan inteligente como cruel la estrategia del capital. El uruguayo Raúl Zibechi (ALAI, 2 de octubre de 2006, alainet.org ) cierra un excelente análisis de los porqués del resultado electoral en Brasil con esta frase: “Para toda América Latina, pese a todas sus limitaciones, el gobierno Lula representó en estos cuatro años la posibilidad de construir alternativas al dominio unilateral de Estados Unidos. Puede parecer poco, pero si la derecha-derecha llegara a ganar, vamos a echar en falta al mediocre gobierno de Lula”. El PT brasileño, además, perdió escaños en los parlamentos; pero, si la izquierda pone a su favor los votos de Heloísa Helena y de Cristovam Buarque (juntos 8 %) es probable que Lula pueda sumar la mitad más uno de los votos en la segunda vuelta. Gobernar será dificilísimo y no pocos “poderosos” verán con simpatía, si la prédica mediática no alcanza, potenciar la reactivación discursiva y operativa del fascismo y sus mafias (en toda Suramérica). El barbado Lula y sus vecinos gobernantes del sur están entonces ante una disyuntiva primordial, ahora sí, no traicionar. Para ello tienen una única opción (mal que les pese a los engolados recitadores de presuntos saberes infalibles que los asesoran): ponerse a disposición de sus pueblos, escucharlos y cumplir sus directivas. También será complicadísimo, pero imprescindible para mandar parar a ciertos “generadores de opinión”, y a los ultramontanos y sus grupos de tareas. ¿Serán capaces de hacerlo, en vez de poner sus pelambres en remojo? No puede saberse, así todo desde abajo habrá que promoverlo (y en su caso actuarlo) con más inteligencia y fuerza que nunca
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