Democracia y Fuerzas Armadas en Latinoamérica
10/10/2006
- Opinión
En los últimos días se ha rumorado la posibilidad de un golpe militar en Bolivia contra el gobierno democrático de Evo Morales; igualmente en Argentina, algunos sectores de militares y exmilitares asociados a violaciones de derechos humanos, han comenzado a expresar públicamente inconformidades; si a esto le sumamos el golpe militar fallido contra el Presidente Chávez en Venezuela en el 2002 y casos esporádicos de protagonismo militar en Uruguay y Ecuador –donde seguramente se elegirá próximamente un gobernante de izquierda, el tema de subordinación militar al poder civil como rasgo de consolidación democrática se vuelve pertinente.
A comienzos de los 80s, se inició el agotamiento de los regímenes autoritarios y comenzaron los procesos de transición a la democracia, que tuvieron un énfasis en lo político-institucional, es decir, construir democracias electorales, quizá descuidando la dimensión económica y social de la democracia, - lo relacionado con la inclusión social-, pero en aras de dejar atrás el autoritarismo se privilegió la dimensión política de la democracia.
Estas transiciones generaron modalidades y tensiones diversas en el reacomodo institucional civil-militar. Volver al modelo de subordinación militar al poder civil democráticamente electo, no fue un proceso sencillo; implicó tensiones por lo menos en tres campos señalados por varios analistas: a) el ‘arreglo de cuentas con el pasado’, especialmente en el tema de los derechos humanos y demás abusos sucedidos durante los regímenes autoritarios; b) la subordinación militar implicaba el ‘retorno’ a los cuarteles de los militares y la adopción del marco constitucional y legal como referencia; c) reducir el margen de autonomía en varios campos: la educación y el gasto militar, el tamaño de las fuerzas y la definición de nuevas misiones.
En ese nuevo contexto las Fuerzas Armadas en Latinoamérica han vivido procesos diversos de los que destacamos:
1) esfuerzos en la mayoría de países de la región por delimitar los campos entre Fuerzas Armadas –orientadas a la defensa y seguridad nacional, especialmente exterior- y Policías dedicadas a los asuntos de seguridad pública y seguridad ciudadana –Colombia es una excepción, por cuanto la persistencia del conflicto interno armado llevó a considerar la principal amenaza para su estabilidad, el tema de la seguridad interna y a una indiferenciación de roles entre Fuerzas Armadas y Policía, volcadas las dos hacia la seguridad interior-;
2) en países limítrofes de Colombia, - Venezuela y Ecuador-, buena parte de sus Fuerzas Armadas están ubicadas en la zona fronteriza para tratar de contener allí los efectos del conflicto armado;
3) hay una búsqueda de nuevas misiones para las Fuerzas Armadas y aparece con importancia el campo de las ‘misiones de consolidación de la paz’ promovidas por Naciones Unidas u otras organizaciones regionales; igualmente el campo de las denominadas ‘nuevas amenazas’ tales como las catástrofes naturales, como uno de orientación para las Fuerzas Armadas;
4) en algunos países –México, Bolivia, Colombia- y por presión de USA son involucradas las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico, un tema netamente policial y de orden interno, lo cual les plantea riesgos –posibilidad de contagio con prácticas corruptas asociadas a una actividad que moviliza tal cantidad de dinero como el narcotráfico-;
5) en varios países de la región las Fuerzas Armadas han tenido en los últimos años el reto de convivir con gobiernos de centro-izquierda –Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Bolivia, Venezuela-, y tienen el desafío de mostrar que son capaces de convivir subordinadamente con éstos y evidenciar que son instituciones apolíticas y que la ideologización de la doctrina de seguridad nacional y la idea del enemigo interior son cosas del pasado y están realmente supeditadas a los marcos constitucionales. Aquí está el verdadero test acerca de la consolidación institucional de estas democracias.
Ojalá los golpes de cuartel sean una pesadilla del pasado y no una incertidumbre del presente.
- Alejo Vargas Velásquez es profesor de la Universidad Nacional de Colombia.
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