Generales y políticos

19/10/2006
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“Al principio fuimos aceptados, luego tolerados y ahora la tolerancia se ha convertido en intolerancia”, ha declarado el Jefe del Ejército británico, general Richard Dannatt, a un diario londinense, sobre la participación del Reino Unido en la ocupación militar de Iraq. El general recordó, además, que las tropas de ocupación invadieron violentamente Iraq “sin haber pedido permiso”.

 

La respuesta de Blair a su general, recordando que los soldados ingleses están allí “por expreso deseo del gobierno iraquí, democráticamente elegido, y bajo un mandato de la ONU”, sólo es una excusa frente a la inoperante realidad del gobierno títere de Bagdad, designado e instalado por EEUU, que se tambalea sobre un país sumido en una guerra civil, fruto de los innumerables errores de la coalición invasora.

 

El general califica a la estrategia del Pentágono después de la invasión como “muy pobre, basada más probablemente en el optimismo que en un planeamiento sensato”. Tanto Blair como Bush repiten a diario: “Permaneceremos allí hasta concluir nuestra misión”, sin especificar cuál es esa misión ni en qué grado ha de ser concluida. Bush no desea que las elecciones parciales de noviembre se vean empañadas por una exhibición del fracaso de EEUU en Iraq y no son pocos los británicos frustrados que piensan que la retirada sólo se producirá cuando llegue la orden desde Washington.

 

A la sorpresa causada por las declaraciones del general de un ejército poco propenso a intervenir en las decisiones de su gobierno, siguió una atemperada reacción del primer ministro, que se ha visto forzado a aceptar que la crítica de Dannatt es “absolutamente cierta” cuando dice que la presencia militar extranjera agrava los problemas de Iraq. Blair tuvo que mostrar flexibilidad, forzado por el amplio apoyo dado al general por muchos parlamentarios, miembros de las fuerzas armadas y familiares de los soldados muertos en Iraq.

 

Un columnista de The Guardian sentenció: “En la guerra moderna, la política es otra arma del arsenal de un general”, apoyando la tesis de que lo que debería interesar no es saber si se rozan o no los límites constitucionales, ni qué grado ostenta o qué destino ocupa el militar que muestra su opinión. Lo interesante sería saber si las opiniones así expresadas se ajustan a la realidad; si lo que sugiere el mando militar es más acertado y eficaz que lo que propone la dirección política.

 

En este caso convendría averiguar si quien disiente de su gobierno no está expresando lo que otros miembros de ese mismo gobierno no se atreven a decir en voz alta. La lealtad política a un líder o a un partido puede cegar la capacidad crítica de quienes están, en último término, al servicio de su país y de sus ciudadanos. Otros exculpan al general arguyendo que, tras la larga sucesión de mentiras que facilitó la invasión de Iraq, el pueblo británico necesita tomar contacto con la realidad y escuchar verdades. Bien está que el general pronuncie lo que cree ser “su verdad”, para deshacer posibles engaños y abrir los ojos de la población. Pero estaría mejor que esas recomendaciones se hubieran hecho directamente al gobierno y no a la prensa. Si aquél las hubiese rechazado, cabría un mejor “servicio a la Patria” haciendo públicos los errores del gobierno y presentando a continuación la renuncia a un cargo que moralmente no podría seguir ejerciendo.

 

Lo inaceptable no es lo que ha dicho el general Dannatt, sino el modo de expresarlo. Porque de consentirse tales intromisiones de lo militar en lo político, ¿que pasaría si otro general estimase necesario invadir algún país, en contra del criterio de su gobierno? No; dígase con claridad: la política no es un instrumento al servicio de los generales; son éstos los que han de estar al servicio de aquélla para no trastocar el delicado orden democrático.

 

Lo más positivo que este conflicto ha puesto de relieve, tras hacer temblar los cimientos de una de las menos imperfectas democracias del planeta, es la exigencia planteada en algunos círculos británicos de opinión, pidiendo a Blair que explique pronto ante el Parlamento cómo piensa conciliar su aceptación de las críticas de Dannatt con la política exterior desarrollada por su gobierno.

 - Alberto Piris es General de Artillería en la Reserva. Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)

 

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias  (CCS), España.

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