Pinochet: Un antes y un después
26/10/2006
- Opinión
En relación a Pinochet y su dictadura, el asombro al parecer no tiene límites. Ni la amnesia, ni la impunidad, ni la política de "los consensos y los acuerdos" que han imperado en Chile, han podido frenar e impedir que continúen brotando una serie de antecedentes que conmueven a nuestro país y al mundo.
Sin embargo, este dificultoso y por momentos cerrado camino hacia la transparencia ha costado muchos años, grandes sacrificios y no pocas incomprensiones.
Hace ya bastantes años atrás, y cuando concluía una visita al Chile de "comienzos de la transición", en la década de los noventa, el escritor Eduardo Galeano me señaló su asombro respecto de Pinochet y su dictadura. Con ironía, afirmó:"Cuando vine a Chile en la década de los ochenta, toda la gente del amplio arco democrático que luchaba por la democracia y contra la dictadura me hablaban del dictador, del tirano, del genocida, era lo menos que se decía y yo les encontraba toda la razón.
Ahora, me encuentro que Pinochet es una especie de anciano casi intocable, incluso para algunos es un tipo hasta simpático que ha sabido reubicarse en la historia. No puedo decir que no entiendo nada, pero sí puedo decir que algo muy profundo ha cambiado en Chile".
Con el Presidente Aylwin en La Moneda, Pinochet continuó siendo el Comandante en Jefe del Ejército. En ese cargo fue determinante y ejerció su poder en muchos aspectos. Las denuncias sobre los "pinocheques" y otros asuntos referidos a violaciones a los Derechos Humanos, las paró con movimientos militares y ante un gobierno que se apresuró a dialogar y a bajar el perfil de esas demandas democráticas.
La "política de los consensos" funcionó a favor del dictador y de su dictadura.
Las fuerzas de izquierda, movimientos sociales y el incidente movimiento por verdad y justicia continuaron, sin embargo, bregando por abrir camino a estos procesos. Es cierto que, en el caso de la concertación, hubo personas y sectores de ella, minoritarios, que también intentaron abrir paso a ese camino.
La derecha, toda la derecha, es decir, RN y UDI, cerraron filas en torno a la figura de Pinochet y su dictadura.
En el gobierno del Presidente Frei Ruiz Tagle, ocurrió un hecho de gran trascendencia. La Moneda presentó un proyecto de ley para reformar la constitución política, en pleno acuerdo con RN, y que consideraba que Pinochet, dejando la Comandancia en Jefe del Ejército, se transformaba en senador vitalicio. Esto implicó reconocer y darle al dictador el estatuto de ex Presidente de Chile. Esta reforma fue aprobada en el Parlamento, por consenso.
Por eso, cuando Gladys presentó la querella en contra de Pinochet en los tribunales de justicia chilenos, en la concertación y en la derecha hubo sonrisas de ironía: "Otra vez la Gladys y los comunistas, con sus acciones testimoniales..."
A la UDI no la hizo cambiar ningún juicio ético o político que implicara revisar en algo su absoluto apoyo y participación protagónica como eje político de la dictadura de Pinochet. Lo que hizo cambiar su discurso y su estrategia electoral (especialmente a Lavín) fue una consultora de campañas electorales norteamericana, la cual le señaló que si quería de verdad disputar la Presidencia de Chile debía "desvincularse de Pinochet y de su herencia, para incidir en el votante del centro político e incluso en sectores populares". En otros términos, dejar de ser esa derecha "guardia pretoriana" de la herencia dictatorial.
Hasta hoy, eso sigue así, esto es, una derecha que no abandona esa herencia, pero que ha sabido astutamente simular como una fuerza democrática.
Hay que recordar que, cuando Pinochet fue detenido en Londres, las gestiones para liberarlo y traerlo de regreso a Chile las hizo La Moneda, mientras la derecha salió a la calle exigiendo su regreso al país.
En el gobierno del Presidente Lagos, los "consensos" siguieron funcionando con la derecha, pero ahora el asunto cambió en un matiz no menor: Ante las denuncias sobre el Mop-Gate y otros cuentos, La Moneda decidió recibir con bombos y platillos a Longueira, en ese entonces jefe político de la UDI, y a partir de entonces el eje del acuerdo fue con la UDI, partido que había crecido electoralmente por sobre RN. Casi a fines de su mandato, el Presidente Lagos instauró la "nueva constitución", que en rigor es la heredada de la dictadura de Pinochet.
Pero el Presidente Lagos impuso otro hecho político, también de enormes consecuencias. Bajo su mandato se instaló la "mesa de diálogo" y se trató de imponer una lectura del golpe militar que, ciertamente tergiversaba el rol jugado por el propio Pinochet, y todos los demás actores políticos y militares de ese episodio. Lagos habló del "desvarío", y no del derrocamiento de un gobierno democrático constitucional y de una conspiración imperialista que tuvo fuerzas internas que actuaron en la desestabilización y el golpe mismo.
Si se observa entonces, hay un significado profundo en el cambio que detectó Galeano a comienzos de los noventa, y desde esa mirada se puede comprender que el Pinochet de la dictadura era un antes, y el Pinochet de la "transición" era un después. Solo que, sobre esa base, se ha construido la llamada "gobernabilidad" y "estabilidad" del neoliberalismo en Chile, pos dictadura del propio Pinochet.
El saqueo al estado chileno por parte de la dictadura es un dato de la realidad, y es parte sustantiva de la misma política que aplicó el terrorismo de estado para exterminar toda disidencia y rebeldía.
Sobre lo segundo se ha podido avanzar, pero sobre lo primero recién empiezan a abrirse puertas, producto de los tremendos golpes de denuncia como el de ahora que, no casualmente, provienen desde el extranjero.
En la elección presidencial y parlamentaria pasada, la develación de las cuentas del tirano afectó muy negativamente a Lavín, y menos a Piñera. Pero los afectó a ambos.
Sin embargo, con ese hecho, el Chile contemporáneo empezó a darse cuenta,
recién, de que Pinochet no solo era un terrorista de estado, sino también un tirano corrupto a límites impensados. En buena medida, el asombro de los chilenos es producto de esa amnesia e impunidad que se ha tratado de imponer bajo un prisma seudo democrático. Y es ese mismo mecanismo, el que ha otorgado título de legitimidad a quien no la tiene.
Los chilenos no hemos tenido la posibilidad de conocer lo que no se ha querido investigar; lo que se ha ocultado; lo que se ha cambiado a ropajes seudo democráticos.
Los lingotes de oro; el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, General Carlos Prats; el crimen del ex Presidente Eduardo Frei Montalva, entre otros, son hechos contemporáneo que golpean y que dan la posibilidad de un antes y un después.
El saqueo al patrimonio económico nacional y su traspaso a privados locales y a transnacionales, bajo la dictadura, es algo que no se ha querido investigar. En buena medida, eso es así porque sobre esa base se sustenta el modelo de acumulación de capitalismo salvaje que prima hasta hoy mismo.
Sin embargo, y a pesar de su fuerza, el actual orden político de la transición ha podido temporalmente frenar todo ese proceso, por ahora, pero no impedirlo.
Hay que tener presente que, por ejemplo, los comportamientos políticos respecto de anular o mantener la ley de amnistía tienen la misma lógica.
En Chile, mientras hay quienes tratan de impedir la transparencia y el encuentro real con la historia reciente, hay quienes buscan caminos y pelean por abrirle paso a la verdad plena y total. Esto ha cruzado y cruza totalmente los comportamientos políticos y éticos de todas las fuerzas políticas chilenas, en el presente y en el período histórico reciente. Y los cruza en todos los aspectos de la vida social, económica, cultural, política
y ética.
Los miles de millones descubiertos hasta ahora, en cuentas y en lingotes, no hacen más que abrir puertas respecto de algo mucho más profundo: el saqueo al estado nacional y a su patrimonio, bajo dictadura, y su proyección económica hasta hoy mismo, y el rol de Pinochet en dictadura y durante todo el proceso de la llamada "transición pactada", cuyos lineamientos políticos rigen actualmente.
- Juan Andrés Lagos es académico chileno. Periodista. Subdirector de Crónica Digital
Sin embargo, este dificultoso y por momentos cerrado camino hacia la transparencia ha costado muchos años, grandes sacrificios y no pocas incomprensiones.
Hace ya bastantes años atrás, y cuando concluía una visita al Chile de "comienzos de la transición", en la década de los noventa, el escritor Eduardo Galeano me señaló su asombro respecto de Pinochet y su dictadura. Con ironía, afirmó:"Cuando vine a Chile en la década de los ochenta, toda la gente del amplio arco democrático que luchaba por la democracia y contra la dictadura me hablaban del dictador, del tirano, del genocida, era lo menos que se decía y yo les encontraba toda la razón.
Ahora, me encuentro que Pinochet es una especie de anciano casi intocable, incluso para algunos es un tipo hasta simpático que ha sabido reubicarse en la historia. No puedo decir que no entiendo nada, pero sí puedo decir que algo muy profundo ha cambiado en Chile".
Con el Presidente Aylwin en La Moneda, Pinochet continuó siendo el Comandante en Jefe del Ejército. En ese cargo fue determinante y ejerció su poder en muchos aspectos. Las denuncias sobre los "pinocheques" y otros asuntos referidos a violaciones a los Derechos Humanos, las paró con movimientos militares y ante un gobierno que se apresuró a dialogar y a bajar el perfil de esas demandas democráticas.
La "política de los consensos" funcionó a favor del dictador y de su dictadura.
Las fuerzas de izquierda, movimientos sociales y el incidente movimiento por verdad y justicia continuaron, sin embargo, bregando por abrir camino a estos procesos. Es cierto que, en el caso de la concertación, hubo personas y sectores de ella, minoritarios, que también intentaron abrir paso a ese camino.
La derecha, toda la derecha, es decir, RN y UDI, cerraron filas en torno a la figura de Pinochet y su dictadura.
En el gobierno del Presidente Frei Ruiz Tagle, ocurrió un hecho de gran trascendencia. La Moneda presentó un proyecto de ley para reformar la constitución política, en pleno acuerdo con RN, y que consideraba que Pinochet, dejando la Comandancia en Jefe del Ejército, se transformaba en senador vitalicio. Esto implicó reconocer y darle al dictador el estatuto de ex Presidente de Chile. Esta reforma fue aprobada en el Parlamento, por consenso.
Por eso, cuando Gladys presentó la querella en contra de Pinochet en los tribunales de justicia chilenos, en la concertación y en la derecha hubo sonrisas de ironía: "Otra vez la Gladys y los comunistas, con sus acciones testimoniales..."
A la UDI no la hizo cambiar ningún juicio ético o político que implicara revisar en algo su absoluto apoyo y participación protagónica como eje político de la dictadura de Pinochet. Lo que hizo cambiar su discurso y su estrategia electoral (especialmente a Lavín) fue una consultora de campañas electorales norteamericana, la cual le señaló que si quería de verdad disputar la Presidencia de Chile debía "desvincularse de Pinochet y de su herencia, para incidir en el votante del centro político e incluso en sectores populares". En otros términos, dejar de ser esa derecha "guardia pretoriana" de la herencia dictatorial.
Hasta hoy, eso sigue así, esto es, una derecha que no abandona esa herencia, pero que ha sabido astutamente simular como una fuerza democrática.
Hay que recordar que, cuando Pinochet fue detenido en Londres, las gestiones para liberarlo y traerlo de regreso a Chile las hizo La Moneda, mientras la derecha salió a la calle exigiendo su regreso al país.
En el gobierno del Presidente Lagos, los "consensos" siguieron funcionando con la derecha, pero ahora el asunto cambió en un matiz no menor: Ante las denuncias sobre el Mop-Gate y otros cuentos, La Moneda decidió recibir con bombos y platillos a Longueira, en ese entonces jefe político de la UDI, y a partir de entonces el eje del acuerdo fue con la UDI, partido que había crecido electoralmente por sobre RN. Casi a fines de su mandato, el Presidente Lagos instauró la "nueva constitución", que en rigor es la heredada de la dictadura de Pinochet.
Pero el Presidente Lagos impuso otro hecho político, también de enormes consecuencias. Bajo su mandato se instaló la "mesa de diálogo" y se trató de imponer una lectura del golpe militar que, ciertamente tergiversaba el rol jugado por el propio Pinochet, y todos los demás actores políticos y militares de ese episodio. Lagos habló del "desvarío", y no del derrocamiento de un gobierno democrático constitucional y de una conspiración imperialista que tuvo fuerzas internas que actuaron en la desestabilización y el golpe mismo.
Si se observa entonces, hay un significado profundo en el cambio que detectó Galeano a comienzos de los noventa, y desde esa mirada se puede comprender que el Pinochet de la dictadura era un antes, y el Pinochet de la "transición" era un después. Solo que, sobre esa base, se ha construido la llamada "gobernabilidad" y "estabilidad" del neoliberalismo en Chile, pos dictadura del propio Pinochet.
El saqueo al estado chileno por parte de la dictadura es un dato de la realidad, y es parte sustantiva de la misma política que aplicó el terrorismo de estado para exterminar toda disidencia y rebeldía.
Sobre lo segundo se ha podido avanzar, pero sobre lo primero recién empiezan a abrirse puertas, producto de los tremendos golpes de denuncia como el de ahora que, no casualmente, provienen desde el extranjero.
En la elección presidencial y parlamentaria pasada, la develación de las cuentas del tirano afectó muy negativamente a Lavín, y menos a Piñera. Pero los afectó a ambos.
Sin embargo, con ese hecho, el Chile contemporáneo empezó a darse cuenta,
recién, de que Pinochet no solo era un terrorista de estado, sino también un tirano corrupto a límites impensados. En buena medida, el asombro de los chilenos es producto de esa amnesia e impunidad que se ha tratado de imponer bajo un prisma seudo democrático. Y es ese mismo mecanismo, el que ha otorgado título de legitimidad a quien no la tiene.
Los chilenos no hemos tenido la posibilidad de conocer lo que no se ha querido investigar; lo que se ha ocultado; lo que se ha cambiado a ropajes seudo democráticos.
Los lingotes de oro; el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, General Carlos Prats; el crimen del ex Presidente Eduardo Frei Montalva, entre otros, son hechos contemporáneo que golpean y que dan la posibilidad de un antes y un después.
El saqueo al patrimonio económico nacional y su traspaso a privados locales y a transnacionales, bajo la dictadura, es algo que no se ha querido investigar. En buena medida, eso es así porque sobre esa base se sustenta el modelo de acumulación de capitalismo salvaje que prima hasta hoy mismo.
Sin embargo, y a pesar de su fuerza, el actual orden político de la transición ha podido temporalmente frenar todo ese proceso, por ahora, pero no impedirlo.
Hay que tener presente que, por ejemplo, los comportamientos políticos respecto de anular o mantener la ley de amnistía tienen la misma lógica.
En Chile, mientras hay quienes tratan de impedir la transparencia y el encuentro real con la historia reciente, hay quienes buscan caminos y pelean por abrirle paso a la verdad plena y total. Esto ha cruzado y cruza totalmente los comportamientos políticos y éticos de todas las fuerzas políticas chilenas, en el presente y en el período histórico reciente. Y los cruza en todos los aspectos de la vida social, económica, cultural, política
y ética.
Los miles de millones descubiertos hasta ahora, en cuentas y en lingotes, no hacen más que abrir puertas respecto de algo mucho más profundo: el saqueo al estado nacional y a su patrimonio, bajo dictadura, y su proyección económica hasta hoy mismo, y el rol de Pinochet en dictadura y durante todo el proceso de la llamada "transición pactada", cuyos lineamientos políticos rigen actualmente.
- Juan Andrés Lagos es académico chileno. Periodista. Subdirector de Crónica Digital
Fuente: Crónica Digital (Santiago de Chile)
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