Viernes primero de diciembre

28/11/2006
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Lamentablemente, el primero de diciembre será un día aciago para México. No tomará posesión ante el Congreso de la Unión en San Lázaro, México DF, Andrés Manuel López Obrador.

A diferencia de Ecuador, donde en la segunda vuelta, distintas fuerzas respaldaron al economista de 43 años Rafael Correa (69% de los votos escrutados), en detrimento del empresario multimillonario Alvaro Noboa (36.6%), en México ni siquiera los electores tuvimos la oportunidad de acudir a una segunda vuelta. Este derecho contemplado en casi todas las leyes electorales de América Latina no existe en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales mexicano. Es de suponer por lógica aritmética, que una segunda vuelta mexicana (a realizarse, quizás, el domingo 21 de agosto) hubiera sido ganada por AMLO, dado que los votos de Patricia Mercado (más de un millón, según el conteo del IFE el 2 de julio), se hubieran ido para el candidato de la Coalición por el Bien de Todos.

(Muchos de los votantes de Patricia están arrepentidos hoy día por haber desperdiciado su voto con ella y no haberle dado un \"voto útil\" a AMLO).

Ni siquiera los votantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI), del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) ni de Nueva Alianza hubieran votado en su totalidad por el candidato panista Felipe Calderón, dado que una parte del PRI, si se quiere llamar \"el PRI histórico\", se hubiera unido al \"voto útil\" de la Coalición, convirtiendo así su logotipo electoral, en un arcoiris amarillo, naranja, azul (por Convergencia), rosado y verde.

Ahora tendríamos otro gabinete (el Grupo Carlyle de Dick Cheney y Bush por ejemplo, no coordinaría a través de su empleado Luis Tellez la SCT) y Oaxaca en Llamas no se convertiría en México en Llamas-.

El resultado electoral del 2006 en México hubiera sido más cercano al de Ecuador, donde el candidato Correa fue impulsado por el Frente Amplio Partido Socialista- Alianza PAIS y Noboa por el PRIAN (Partido Renovador Institucional Acción Nacional). Una mera coincidencia de nombres con México.

Pero la realidad es otra: lo de México se parece más a lo ocurrido en la República Democrática del Congo en semanas recientes.

Tras la segunda vuelta del 29 de octubre, el Tribunal Supremo Electoral dictaminó que NO hubo fraude en los comicios presidenciales y confirmó el triunfo del ya presidente, el junior Joseph Kabila con 58% de los votos, hijo de un prócer de la independencia del ex antiguo Zaire.

El candidato opositor y ex vicepresidente y ex líder guerrillero, Jean Pierre Bemba (42% de los votos, según el escrutinio), impugnó los resultados, mismos que generaron choques entre partidarios de ambos candidatos (por lo menos 34 muertos, a pesar de la presencia de cascos azules de la ONU).

Su grito de \"fraude electoral\" no fue oída por los magistrados electorales ni por la Misión de Observadores de la Unión Europea, coordinada, como en México, por el eurodiputado español (del PP) José Ignacio Salafranca..

Las quejas de López Obrador y Bemba llegaron a oídos de la ONU, de la OEA, Unidad Africana, UE y Cruz Roja Internacional, pero ninguno quiso tomar cartas en el asunto para evitar un baño de sangre en México y el ex Congo belga.
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