La herencia del presidente
06/01/2007
- Opinión
Después de cinco años de gobierno Bolaños, más del 60 por ciento de los nicaragüenses no tiene trabajo fijo, la educación y la salud están tocando fondo y el déficit fiscal alcanza el 6 por ciento del PIB
El 10 enero del 2002, después de haber recibido la banda presidencial, el nuevo Presidente de la República de Nicaragua, Enrique Bolaños, se dirigió a la gente que había acudido a celebrar aquella victoria electoral, proclamando que, al final de su mandato, iba a ser recordado como un verdadero estadista y el mejor Presidente que Nicaragua hubiese tenido a lo largo de su historia.
Han transcurrido cinco años y no sólo esa egocéntrica pretensión no se ha realizado, sino que resulta ser casi una burla para todas aquellas personas que, de buena fe, le creyeron, esperando por fin salir de la situación de pobreza extrema en que vivían y siguen viviendo.
La administración del Presidente Bolaños, denominada la "Nueva Era", se ha distinguido sobre todo por las políticas que sólo han favorecido a algunos reducidos sectores de la sociedad, por la total sumisión a las "indicaciones" e imposiciones procedentes del gobierno norteamericano y de los organismos financieros internacionales, por la política de enfrentamiento abierto con los demás poderes del Estado y por un progresivo alejamiento de la realidad cotidiana de la mayor parte de los nicaragüenses, quienes nunca pudieron ver los beneficios prometidos con excesiva superficialidad por el gobernante.
Hasta la proclamada lucha contra la corrupción, que en un principio llevó al ex Presidente Arnoldo Alemán a la cárcel, gracias sobre todo al voto de los diputados sandinistas en la Asamblea Nacional, se estancó muy rapidamente después del primer año de Gobierno y ahora, casi al final de su mandato, los periódicos se han llenado de varios casos de corrupción de funcionarios pertenecientes al gobierno saliente.
Si por un lado este mismo gobierno ha logrado mantener bajo control el déficit fiscal, la tasa de inflación, la Deuda Externa (logrando importantes alivios a este pesado fardel) y aumentar las Reservas del Banco Central de Nicaragua, por el otro no sólo la situación económico-social de la inmensa mayoría de los nicaragüenses no ha mejorado, sino que ha padecido un acelerado avance hacia la indigencia, la pobreza extrema, la desesperación y la falta de futuro.
"Remangar las mangas…”
Volver a pensar hoy día en un famoso spot electoral del entonces candidato Enrique Bolaños, deja una sensación muy incómoda, una mezcla de enojo e indignación. Eran las palabras que dieron la esperanza a miles de personas de que, esta vez, se iba de verdad a abrir un nuevo capítulo para la historia de este país, que los nicaragüenses iban a tener la oportunidad de encontrar trabajo digno y para todos. Desafortunadamente, la realidad fue otra.
Frente al abandono del sector agrario tradicional, al cual se le prefirió una política económica de cluster, de monocultivos y de comercio sin producción, para favorecer la entrada de capitales extranjeros, la única verdadera fuente de empleo fue el proliferar de maquilas de capital asiático (Taiwán y Corea del Sur) o norteamericano, con las dramáticas secuelas de explotación y violación a los derechos laborales, sindicales y humanos de las trabajadoras. Después de cinco años, más del 60 por ciento de los nicaragüenses no tiene un trabajo fijo y las mangas tuvieron que remangárselas para, por lo menos, buscar trabajos precarios o para emigrar clandestinamente a Costa Rica.
Para el año que acaba de terminar, se estiman en casi mil millones de dólares (equivalente a lo que la Dirección General de Ingresos – DGI – logró recaudar en concepto de Impuestos sobre las Rentas) la remesas familiares que entraron en Nicaragua, fruto del trabajo de los emigrantes en el exterior y de la disgregación familiar y comunitaria que este fenómeno ha generado entre los nicaragüenses.
El gobierno continuó también la política de privatización del sector público y de apertura comercial en beneficio de las transnacionales sin escrúpulos, con una vergonzosa política de apoyo incondicional a estas empresas, gracias también a la complicidad del Ministerio del Trabajo, que no supo o no quiso tomar medidas adecuadas, para proteger a los trabajadores y las trabajadoras en los numerosos casos de violación a sus derechos fundamentales. Otro resultado de esta administración fue el empeoramiento de la situación ambiental, con los repetidos escándalos relacionados a la deforestación, al despale para la venta de madera, a la contaminación de las aguas, al uso indiscriminado de pesticidas. Mientras que, en tema energético, Nicaragua vivió una de los períodos más oscuros de su historia (en el sentido literal de la palabra, gracias a los continuos apagones de la transnacional Unión Fenosa y a la privatización de la mayoría de las empresas generadoras de energía).
Una mesa servida con futuras deudas
Según una entrevista concedida por el economista Néstor Avendaño al periódico El Nuevo Diario “el desempleo afecta ya al 25 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), es decir, que unos 600 mil nicaragüenses no tienen la capacidad de generar ingresos, porque no cuentan con un empleo”.
Bolaños le mintió al pueblo nicaragüense durante toda su administración y sobre todo, en su último año, al decir públicamente que cumplió con los acuerdos estructurales firmados con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Hay un crecimiento económico anémico del 3 por ciento anual y las Reservas del país han crecido más por reducciones de saldos y condonaciones del pago de la Deuda Externa, que por el aumento de la producción. Persiste, además, un déficit fiscal del 6 por ciento del PIB. El Gobierno es también culpable de haber desviado recursos estatales, con el aval del FMI, incrementando con ello el nivel de pobreza de los nicaragüenses.
Se desvió más de la mitad del alivio de la Iniciativa HIPC (Iniciativa de Países Pobres Altamente Endeudados), unos 580 millones de dólares que se dejaron de pagar en concepto de Deuda Externa, hacia el pago de una onerosa e ilícita Deuda Pública interna (los tristemente famosos casos de quiebras bancarias y la emisión de Certificados Negociables de Inversión – CENIs – a favor de los banqueros nacionales). Esos recursos debieron servir para ejecutar proyectos que aliviaran la pobreza y no para pagar a los banqueros y por lo tanto, también el FMI es co-responsable del aumento de la pobreza en Nicaragua”.
A pocos días de abandonar su cargo, Enrique Bolaños ha declarado que dejará “la mesa servida” al nuevo Presidente electo (Daniel Ortega), pero Avendaño no está de acuerdo con este análisis.
“Está mintiendo, en cuanto deja al nuevo gobierno en la tubería de la cooperación externa, una gran cantidad de proyectos, con los que hay que ir a gestionar un nuevo endeudamiento para Nicaragua, que será de 1,500 a 1,800 millones de dólares para llevarlos a cabo.
Además, los ministros del gobierno Bolaños no tuvieron los suficientes conocimientos económicos para enfrentar al FMI. Las políticas fondomonetaristas, producto de la mala negociación del gobierno, incrementaron el índice de pobreza, que ya involucra al 80 por ciento de la población”.
Diferentes organizaciones de la sociedad civil nicaragüense han denunciado, en todos estos años, la total sumisión de este gobierno a los organismos financieros internacionales.
Las 25 condiciones impuestas a Nicaragua por el FMI, han llevado al país a someterse a imposiciones a cambio de nuevos préstamos, imposiciones que han pretendido violar la soberanía de Nicaragua, queriendo imponer reformas a la Constitución Política del país.
La política del gobierno Bolaños favoreció, al final, solamente a los grandes empresarios y al sector financiero y no supo ofrecer mejores condiciones de vida a la mayoría de los nicaragüenses y esto no se puede seguramente considerar como un éxito o el resultado de quien quería pasar a la historia como el “mejor Presidente de todos los tiempos”.
El desastre de educación y salud
La inversión del gobierno saliente en capital humano y en salud ha sido casi nula. En educación, cada año son casi 800 mil los jóvenes que quedan fuera del sistema escolar y el porcentaje de los que logran terminar sus estudios de educación secundaria es cada vez más bajo.
Durante las últimas pruebas de admisión a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), sólo el 8 por ciento de los inscritos logró aprobar el examen de matemática y el único consuelo fue que se superó el resultado aún más desastroso del año pasado, cuando aprobó sólo el 2 por ciento.
Según el economista y miembro de la Coordinadora Civil, Adolfo Acevedo Vogl “la tasa neta de matrícula en la Educación Pre-escolar en Nicaragua ascendió al 41.75 por ciento en 2005.
“Esto significa que en Nicaragua, todavía casi 5 de cada 10 niños no reciben eucación pe-escolar, quedando muy lejos del promedio de América Latina (62 por ciento) y de los países desarrollados de altos ingresos (75.5 por ciento). En educación primaria, el fenómeno tiende a agravarse, de acuerdo a las cifras más recientes publicadas por el Ministerio de Educación (MECD), en 2005 la tasa de supervivencia al quinto grado sería del 62.5 por ciento, la cual aún se colocaría muy por debajo del nivel promedio de los países de América latina y de los países más pobres del planeta (72.2 por ciento)”.
La creciente evidencia de que las personas requieren de niveles de escolaridad que van más allá de la Educación Primaria, a efectos de tener una mayor probabilidad de salir de la pobreza, hace surgir una preocupación adicional. En la Educación Secundaria, el acceso continúa siendo extremadamente bajo para los jóvenes en edad de asistir a este nivel educativo, alcanzando sólo una matrícula del 44.4 por ciento, muy por debajo del promedio de América Latina (67,5 por ciento) y de los países desarrollados (90 por ciento).
Además, la tasa de culminación de la Educación Secundaria sería sólo del 39.1 por ciento.
Una situación muy similar es la que afecta a la salud. A pesar de los esfuerzos de la ministra saliente, la población ha quedado a la merced de farmacias y clínicas privadas, puesto que el Sistema de Salud no ha logrado levantarse y los hospitales y Centros de Salud públicos se han transformado en repartidores de recetas, estando constantemente desabastecidos de medicamentos e de insumos para operaciones quirúrgicas.
Hospitales decadentes, personal médico y sanitario protestando para aumentos salariales, que son los más bajos de toda América Latina y para las insoportables condiciones de trabajo, desesperantes filas para programar consultas y cirugías, es la dramática herencia que deja este gobierno. En la memoria de todos nicaragüenses quedarán grabadas las imágenes escandalosas, retomadas por los periódicos locales, de pacientes acostados en las camas de los hospitales, cubiertos con sábanas usadas, regaladas por los auto-moteles de la capital.
La política de enfrentamiento
Enfrentado a todos los demás Poderes del Estado, rodeado por ministros y asesores seleccionados más por afinidad de estatus social, que por sus capacidades en el trabajo que iban a desempeñar y pendiente de los consejos que a menudo llegaban del Departamento de Estado norteamericano, Bolaños eligió una política de enfrentamiento contra los que consideró sus enemigos, paralizando de hecho el trabajo de su Gobierno e instaurando un clima de perpetua inestabilidad en el país.
Al final de estos cinco largos e interminables años de gobierno, los éxitos macroeconómicos de Bolaños han tenido un costo social muy alto, con un progresivo aumento de la pobreza y el consiguiente abandono de aquellos sectores que son estratégicos para el futuro de los nicaragüenses.
Fuente: UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay
© Rel-UITA
El 10 enero del 2002, después de haber recibido la banda presidencial, el nuevo Presidente de la República de Nicaragua, Enrique Bolaños, se dirigió a la gente que había acudido a celebrar aquella victoria electoral, proclamando que, al final de su mandato, iba a ser recordado como un verdadero estadista y el mejor Presidente que Nicaragua hubiese tenido a lo largo de su historia.
Han transcurrido cinco años y no sólo esa egocéntrica pretensión no se ha realizado, sino que resulta ser casi una burla para todas aquellas personas que, de buena fe, le creyeron, esperando por fin salir de la situación de pobreza extrema en que vivían y siguen viviendo.
La administración del Presidente Bolaños, denominada la "Nueva Era", se ha distinguido sobre todo por las políticas que sólo han favorecido a algunos reducidos sectores de la sociedad, por la total sumisión a las "indicaciones" e imposiciones procedentes del gobierno norteamericano y de los organismos financieros internacionales, por la política de enfrentamiento abierto con los demás poderes del Estado y por un progresivo alejamiento de la realidad cotidiana de la mayor parte de los nicaragüenses, quienes nunca pudieron ver los beneficios prometidos con excesiva superficialidad por el gobernante.
Hasta la proclamada lucha contra la corrupción, que en un principio llevó al ex Presidente Arnoldo Alemán a la cárcel, gracias sobre todo al voto de los diputados sandinistas en la Asamblea Nacional, se estancó muy rapidamente después del primer año de Gobierno y ahora, casi al final de su mandato, los periódicos se han llenado de varios casos de corrupción de funcionarios pertenecientes al gobierno saliente.
Si por un lado este mismo gobierno ha logrado mantener bajo control el déficit fiscal, la tasa de inflación, la Deuda Externa (logrando importantes alivios a este pesado fardel) y aumentar las Reservas del Banco Central de Nicaragua, por el otro no sólo la situación económico-social de la inmensa mayoría de los nicaragüenses no ha mejorado, sino que ha padecido un acelerado avance hacia la indigencia, la pobreza extrema, la desesperación y la falta de futuro.
"Remangar las mangas…”
Volver a pensar hoy día en un famoso spot electoral del entonces candidato Enrique Bolaños, deja una sensación muy incómoda, una mezcla de enojo e indignación. Eran las palabras que dieron la esperanza a miles de personas de que, esta vez, se iba de verdad a abrir un nuevo capítulo para la historia de este país, que los nicaragüenses iban a tener la oportunidad de encontrar trabajo digno y para todos. Desafortunadamente, la realidad fue otra.
Frente al abandono del sector agrario tradicional, al cual se le prefirió una política económica de cluster, de monocultivos y de comercio sin producción, para favorecer la entrada de capitales extranjeros, la única verdadera fuente de empleo fue el proliferar de maquilas de capital asiático (Taiwán y Corea del Sur) o norteamericano, con las dramáticas secuelas de explotación y violación a los derechos laborales, sindicales y humanos de las trabajadoras. Después de cinco años, más del 60 por ciento de los nicaragüenses no tiene un trabajo fijo y las mangas tuvieron que remangárselas para, por lo menos, buscar trabajos precarios o para emigrar clandestinamente a Costa Rica.
Para el año que acaba de terminar, se estiman en casi mil millones de dólares (equivalente a lo que la Dirección General de Ingresos – DGI – logró recaudar en concepto de Impuestos sobre las Rentas) la remesas familiares que entraron en Nicaragua, fruto del trabajo de los emigrantes en el exterior y de la disgregación familiar y comunitaria que este fenómeno ha generado entre los nicaragüenses.
El gobierno continuó también la política de privatización del sector público y de apertura comercial en beneficio de las transnacionales sin escrúpulos, con una vergonzosa política de apoyo incondicional a estas empresas, gracias también a la complicidad del Ministerio del Trabajo, que no supo o no quiso tomar medidas adecuadas, para proteger a los trabajadores y las trabajadoras en los numerosos casos de violación a sus derechos fundamentales. Otro resultado de esta administración fue el empeoramiento de la situación ambiental, con los repetidos escándalos relacionados a la deforestación, al despale para la venta de madera, a la contaminación de las aguas, al uso indiscriminado de pesticidas. Mientras que, en tema energético, Nicaragua vivió una de los períodos más oscuros de su historia (en el sentido literal de la palabra, gracias a los continuos apagones de la transnacional Unión Fenosa y a la privatización de la mayoría de las empresas generadoras de energía).
Una mesa servida con futuras deudas
Según una entrevista concedida por el economista Néstor Avendaño al periódico El Nuevo Diario “el desempleo afecta ya al 25 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), es decir, que unos 600 mil nicaragüenses no tienen la capacidad de generar ingresos, porque no cuentan con un empleo”.
Bolaños le mintió al pueblo nicaragüense durante toda su administración y sobre todo, en su último año, al decir públicamente que cumplió con los acuerdos estructurales firmados con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Hay un crecimiento económico anémico del 3 por ciento anual y las Reservas del país han crecido más por reducciones de saldos y condonaciones del pago de la Deuda Externa, que por el aumento de la producción. Persiste, además, un déficit fiscal del 6 por ciento del PIB. El Gobierno es también culpable de haber desviado recursos estatales, con el aval del FMI, incrementando con ello el nivel de pobreza de los nicaragüenses.
Se desvió más de la mitad del alivio de la Iniciativa HIPC (Iniciativa de Países Pobres Altamente Endeudados), unos 580 millones de dólares que se dejaron de pagar en concepto de Deuda Externa, hacia el pago de una onerosa e ilícita Deuda Pública interna (los tristemente famosos casos de quiebras bancarias y la emisión de Certificados Negociables de Inversión – CENIs – a favor de los banqueros nacionales). Esos recursos debieron servir para ejecutar proyectos que aliviaran la pobreza y no para pagar a los banqueros y por lo tanto, también el FMI es co-responsable del aumento de la pobreza en Nicaragua”.
A pocos días de abandonar su cargo, Enrique Bolaños ha declarado que dejará “la mesa servida” al nuevo Presidente electo (Daniel Ortega), pero Avendaño no está de acuerdo con este análisis.
“Está mintiendo, en cuanto deja al nuevo gobierno en la tubería de la cooperación externa, una gran cantidad de proyectos, con los que hay que ir a gestionar un nuevo endeudamiento para Nicaragua, que será de 1,500 a 1,800 millones de dólares para llevarlos a cabo.
Además, los ministros del gobierno Bolaños no tuvieron los suficientes conocimientos económicos para enfrentar al FMI. Las políticas fondomonetaristas, producto de la mala negociación del gobierno, incrementaron el índice de pobreza, que ya involucra al 80 por ciento de la población”.
Diferentes organizaciones de la sociedad civil nicaragüense han denunciado, en todos estos años, la total sumisión de este gobierno a los organismos financieros internacionales.
Las 25 condiciones impuestas a Nicaragua por el FMI, han llevado al país a someterse a imposiciones a cambio de nuevos préstamos, imposiciones que han pretendido violar la soberanía de Nicaragua, queriendo imponer reformas a la Constitución Política del país.
La política del gobierno Bolaños favoreció, al final, solamente a los grandes empresarios y al sector financiero y no supo ofrecer mejores condiciones de vida a la mayoría de los nicaragüenses y esto no se puede seguramente considerar como un éxito o el resultado de quien quería pasar a la historia como el “mejor Presidente de todos los tiempos”.
El desastre de educación y salud
La inversión del gobierno saliente en capital humano y en salud ha sido casi nula. En educación, cada año son casi 800 mil los jóvenes que quedan fuera del sistema escolar y el porcentaje de los que logran terminar sus estudios de educación secundaria es cada vez más bajo.
Durante las últimas pruebas de admisión a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), sólo el 8 por ciento de los inscritos logró aprobar el examen de matemática y el único consuelo fue que se superó el resultado aún más desastroso del año pasado, cuando aprobó sólo el 2 por ciento.
Según el economista y miembro de la Coordinadora Civil, Adolfo Acevedo Vogl “la tasa neta de matrícula en la Educación Pre-escolar en Nicaragua ascendió al 41.75 por ciento en 2005.
“Esto significa que en Nicaragua, todavía casi 5 de cada 10 niños no reciben eucación pe-escolar, quedando muy lejos del promedio de América Latina (62 por ciento) y de los países desarrollados de altos ingresos (75.5 por ciento). En educación primaria, el fenómeno tiende a agravarse, de acuerdo a las cifras más recientes publicadas por el Ministerio de Educación (MECD), en 2005 la tasa de supervivencia al quinto grado sería del 62.5 por ciento, la cual aún se colocaría muy por debajo del nivel promedio de los países de América latina y de los países más pobres del planeta (72.2 por ciento)”.
La creciente evidencia de que las personas requieren de niveles de escolaridad que van más allá de la Educación Primaria, a efectos de tener una mayor probabilidad de salir de la pobreza, hace surgir una preocupación adicional. En la Educación Secundaria, el acceso continúa siendo extremadamente bajo para los jóvenes en edad de asistir a este nivel educativo, alcanzando sólo una matrícula del 44.4 por ciento, muy por debajo del promedio de América Latina (67,5 por ciento) y de los países desarrollados (90 por ciento).
Además, la tasa de culminación de la Educación Secundaria sería sólo del 39.1 por ciento.
Una situación muy similar es la que afecta a la salud. A pesar de los esfuerzos de la ministra saliente, la población ha quedado a la merced de farmacias y clínicas privadas, puesto que el Sistema de Salud no ha logrado levantarse y los hospitales y Centros de Salud públicos se han transformado en repartidores de recetas, estando constantemente desabastecidos de medicamentos e de insumos para operaciones quirúrgicas.
Hospitales decadentes, personal médico y sanitario protestando para aumentos salariales, que son los más bajos de toda América Latina y para las insoportables condiciones de trabajo, desesperantes filas para programar consultas y cirugías, es la dramática herencia que deja este gobierno. En la memoria de todos nicaragüenses quedarán grabadas las imágenes escandalosas, retomadas por los periódicos locales, de pacientes acostados en las camas de los hospitales, cubiertos con sábanas usadas, regaladas por los auto-moteles de la capital.
La política de enfrentamiento
Enfrentado a todos los demás Poderes del Estado, rodeado por ministros y asesores seleccionados más por afinidad de estatus social, que por sus capacidades en el trabajo que iban a desempeñar y pendiente de los consejos que a menudo llegaban del Departamento de Estado norteamericano, Bolaños eligió una política de enfrentamiento contra los que consideró sus enemigos, paralizando de hecho el trabajo de su Gobierno e instaurando un clima de perpetua inestabilidad en el país.
Al final de estos cinco largos e interminables años de gobierno, los éxitos macroeconómicos de Bolaños han tenido un costo social muy alto, con un progresivo aumento de la pobreza y el consiguiente abandono de aquellos sectores que son estratégicos para el futuro de los nicaragüenses.
Fuente: UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay
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