Petrobras: “No solo hay que parecer sino también ser”
28/03/2007
- Opinión
El pueblo del Ecuador es rico en dichos y decires que expresan una profunda filosofía de la cotidianeidad. Versan sobre todos los tópicos imaginables y advierten a quienes los oyen sobre los peligros de transgredir ciertos límites sociales. Quisiera centrarme en uno de esos dichos para empezar a escribir sobre un acontecimiento de estos últimos días en el país – primero voy a nombrar el dicho y después el acontecimiento- este hace referencia a las apariencias y a las esencias y dice: “No solo hay que ser sino también parecer”.
En este pequeño texto se expresa como, para demostrarle a la gente las bondades de las acciones de una persona o una institución, es necesario hacer las cosas con rectitud pero también promocionar esas acciones y como son rectas. Sin embargo, visto en reversa, también expresa la profunda relación que existe entre acción y promoción y como esto advierte de la posibilidad de dividir los dos elementos en cualquier sentido: es así que tanto se puede tener buenas acciones y una mala promoción, como se puede tener una buena acción y una buena promoción y, también, una mala acción junto a una buena promoción.
En el primero de los casos las acciones buenas y bien intencionadas quedan ocultas detrás de un velo de confusiones y/o de falta de información; en el segundo se ha logrado un equilibrio y eso asegura el éxito de la empresa y, finalmente, en el tercer caso se ha creado una imagen que falsea la verdad y que revela, en si mismo un dolo conciente o inconciente.
Ahora viene el acontecimiento: En estos días Petrobrás, la compañía mixta brasilera dedicada al negocio del petróleo y la energía, enfrenta un paro total de las comunidades presentes en la zona de influencia del bloque 18 y el campo unificado Palo Azul, paro que se da con tal fuerza por primera vez en la operación de esta compañía. En el pasado se habían visto reclamos que, sin embargo, nunca llagaron a la primera plana de la prensa escrita del país; hoy eso ha cambiado, existen heridos, apaleados, comunidades en pie de guerra y primeras planas.
Sin embargo de todo esto, la misma Petrobrás hace unos pocos días (28 de febrero de 2007) presentaba un evento en el Swiss Hotel en el que difundía a nivel de periodistas una propuesta suya para desarrollar una política de cuidado para los pueblos no contactados (por deseo propio expreso, por guerra o por causalidad). Esa propuesta, que para mi resulta aún un misterio(1), de todas formas revela el interés de Petrobrás de crearse una imagen de cuidado y de respeto a los pueblos originarios del Ecuador y en especial a aquellos que aún no se han visto incluidos dentro de la sociedad nacional ecuatoriana.
Estos dos hechos, a simple vista, lucen profundamente contradictorios. ¿Como es que por un lado se aboga por el respeto y por el cuidado mientras que por el otro se reprime, se usa la fuerza y se hiere a miembros, también, de los pueblos originarios del Ecuador? La respuesta es simple pero dura, y hace referencia al refrán mencionado anteriormente: Al parecer Petrobrás ha caído, conciente o inconcientemente, en el juego absurdo de simular y/o intentar construir una imagen que represente una actitud que en realidad no posee, por el simple hecho de que sabe que eso le beneficia.
Lo malo es que este tipo de estanterías se caen con facilidad y rapidez: mientras las relaciones publicas de Petrobrás se esfuerzan por el diseño de esa imagen teniendo a su cabeza, probablemente, al mismo periodista del diario El Comercio que luchaba denodadamente por el respeto de las petroleras a la amazonia y a sus habitantes y que hoy es su asesor principal de imagen y relaciones publicas. En cambio, los equipos de relaciones comunitarias de la empresa, herederos de una tradición autoritaria y represiva que no quiere terminar de morir dentro de la industria petrolera, se encargaban de cercar a las comunidades de la zona de influencia del bloque 18, sin darles oportunidad alguna de intentar hacerse de los beneficios que Petrobrás obtiene en estos sitios, y han lanzado una represión furiosa e incomprensible en contra de ellos.
En el pasado, al inicio de la actividad petrolera en el país, quienes hacían el papel de relacionadores comunitarios solían ser ingenieros castigados por mal comportamiento, por vendetta o por ineficiencia dentro del que era su sitio natural de actividad: la extracción del oro negro. Esto fue evolucionando con el tiempo pero nunca llego al punto de poder construir un pensamiento propio de las empresas petroleras sobre su forma de relación con pobladores locales indígenas y no indígenas, tan solo se ha logrado llegar, en el mejor de los casos a una visión desarrollista que piensa que la cantidad de casas comunales o baterías sanitarias, es la diferencia entre una buena o una mala gestión.
Es así, que a quienes conocen el ámbito interno de la industria petrolera, no les resulta extraño ver como los argumentos de los equipos de relaciones comunitarias de las empresas siempre giran alrededor de la legalidad o no legalidad de las acciones de las comunidades, sin darse cuenta de que esas comunidades ni tienen una formación jurídica, y ni así la tuvieran llegarían a pensar y sentir que esos articulados están por encima de lo que ellos conciben como un derecho ancestral. Estos grupos parecerían pensar que lo dicho en la ley es todo lo posible de decir, sin darse cuenta que la ley ha sido construida alrededor de la circunstancia humana y social y que la ley que enmarca las relaciones económicas entre comunidades y empresas, que son las circunstancias de hoy en el ámbito petrolero, es obviamente insuficiente.
La legalidad del país en materia hidrocarburifera mantiene profundas contradicciones con la legalidad de este mismo país en materia de derechos. Mientras para el país petrolero los pedidos de los habitantes de los sitios de extracción resultan descabellados, para ellos resultan indispensables si quieren asegurarse su persistencia como pueblos. No quiere esto decir que las compañías petroleras deban ceder a los pedidos de “2,5 millones de dólares para una comunidad” como dice la Sra. Alejandra Rivas de Petrobrás que le han sido pedidos, pero si significa que debe evolucionarse, desde las empresas de petróleo, a establecer las compensaciones no en términos de cifras sino en términos de planes, programas y proyectos de desarrollo, que se debe empezar a concebir a las comunidades no como vecinos sino como socios, pues ellos son los dueños del lugar de acceso al petróleo; y que se debe terminar con la tendencia de establecer un proceso de negociación en la simplicidad de un vulgar regateo de mercado.
Sin embargo, antes de esto se debe terminar con la tendencia autoritaria dentro de las empresas, que pretende imponer a rajatabla, a los pobladores locales, su forma particular de mirar el mundo, sin diseñar un proceso de entender la otredad (entender a los otros y sus posiciones). Se debe terminar con equipos de Relacionadores Comunitarios que no tienen ni la más mínima formación social ni de manejo de conflictos, y que no pasan de ser grupos de “vivos” que son unos “aviones” para lograr ahorros de “chanchullo” a las empresas.
La industria petrolera entera, esta abocada en este preciso momento a un cambio radical que le permita dar un paso hacia una real Responsabilidad Social, en primer lugar con los habitantes de las zonas donde operan. Deben pasar de esa visión de ingenieros castigados, intentando hacer funcionar a la brava la maquinaria a una visión enfocada a la construcción de un real pensamiento sobre la relación entre comunidades y empresa.
Petrobrás hace poco hizo intentos de llegar a esto, y esa fue su mejor temporada y la de menor conflictividad. De hecho en el Brasil, se ha asociado con las instituciones que están a la cabeza en propuestas de manejo de relaciones con comunidades locales y en aplicación concreta de Responsabilidad Social. Mientras tanto, en el Ecuador esto ha sido reducido a labores de filantropía en la que esta empresa realiza donativos a instituciones de ayuda social, mientras hace que se apalee a los integrantes de las comunidades donde trabaja.
Sin embargo, esos intentos abortaron porque una nueva gerencia apostó por la mano dura: la represión, el palo y la imagen creada artificialmente. Pero estas decisiones, como también dice un dicho popular ecuatoriano conducen de prisa a problemas y a crisis. Ustedes deben haberlo oído: “Mas rápido cae el mentiroso que el ladrón”
- Jimmy E. Marchán Brito es Antropólogo
Nota:
(1) Intente entrar al evento pero no se me permitió por ser antropólogo y no periodista.
En este pequeño texto se expresa como, para demostrarle a la gente las bondades de las acciones de una persona o una institución, es necesario hacer las cosas con rectitud pero también promocionar esas acciones y como son rectas. Sin embargo, visto en reversa, también expresa la profunda relación que existe entre acción y promoción y como esto advierte de la posibilidad de dividir los dos elementos en cualquier sentido: es así que tanto se puede tener buenas acciones y una mala promoción, como se puede tener una buena acción y una buena promoción y, también, una mala acción junto a una buena promoción.
En el primero de los casos las acciones buenas y bien intencionadas quedan ocultas detrás de un velo de confusiones y/o de falta de información; en el segundo se ha logrado un equilibrio y eso asegura el éxito de la empresa y, finalmente, en el tercer caso se ha creado una imagen que falsea la verdad y que revela, en si mismo un dolo conciente o inconciente.
Ahora viene el acontecimiento: En estos días Petrobrás, la compañía mixta brasilera dedicada al negocio del petróleo y la energía, enfrenta un paro total de las comunidades presentes en la zona de influencia del bloque 18 y el campo unificado Palo Azul, paro que se da con tal fuerza por primera vez en la operación de esta compañía. En el pasado se habían visto reclamos que, sin embargo, nunca llagaron a la primera plana de la prensa escrita del país; hoy eso ha cambiado, existen heridos, apaleados, comunidades en pie de guerra y primeras planas.
Sin embargo de todo esto, la misma Petrobrás hace unos pocos días (28 de febrero de 2007) presentaba un evento en el Swiss Hotel en el que difundía a nivel de periodistas una propuesta suya para desarrollar una política de cuidado para los pueblos no contactados (por deseo propio expreso, por guerra o por causalidad). Esa propuesta, que para mi resulta aún un misterio(1), de todas formas revela el interés de Petrobrás de crearse una imagen de cuidado y de respeto a los pueblos originarios del Ecuador y en especial a aquellos que aún no se han visto incluidos dentro de la sociedad nacional ecuatoriana.
Estos dos hechos, a simple vista, lucen profundamente contradictorios. ¿Como es que por un lado se aboga por el respeto y por el cuidado mientras que por el otro se reprime, se usa la fuerza y se hiere a miembros, también, de los pueblos originarios del Ecuador? La respuesta es simple pero dura, y hace referencia al refrán mencionado anteriormente: Al parecer Petrobrás ha caído, conciente o inconcientemente, en el juego absurdo de simular y/o intentar construir una imagen que represente una actitud que en realidad no posee, por el simple hecho de que sabe que eso le beneficia.
Lo malo es que este tipo de estanterías se caen con facilidad y rapidez: mientras las relaciones publicas de Petrobrás se esfuerzan por el diseño de esa imagen teniendo a su cabeza, probablemente, al mismo periodista del diario El Comercio que luchaba denodadamente por el respeto de las petroleras a la amazonia y a sus habitantes y que hoy es su asesor principal de imagen y relaciones publicas. En cambio, los equipos de relaciones comunitarias de la empresa, herederos de una tradición autoritaria y represiva que no quiere terminar de morir dentro de la industria petrolera, se encargaban de cercar a las comunidades de la zona de influencia del bloque 18, sin darles oportunidad alguna de intentar hacerse de los beneficios que Petrobrás obtiene en estos sitios, y han lanzado una represión furiosa e incomprensible en contra de ellos.
En el pasado, al inicio de la actividad petrolera en el país, quienes hacían el papel de relacionadores comunitarios solían ser ingenieros castigados por mal comportamiento, por vendetta o por ineficiencia dentro del que era su sitio natural de actividad: la extracción del oro negro. Esto fue evolucionando con el tiempo pero nunca llego al punto de poder construir un pensamiento propio de las empresas petroleras sobre su forma de relación con pobladores locales indígenas y no indígenas, tan solo se ha logrado llegar, en el mejor de los casos a una visión desarrollista que piensa que la cantidad de casas comunales o baterías sanitarias, es la diferencia entre una buena o una mala gestión.
Es así, que a quienes conocen el ámbito interno de la industria petrolera, no les resulta extraño ver como los argumentos de los equipos de relaciones comunitarias de las empresas siempre giran alrededor de la legalidad o no legalidad de las acciones de las comunidades, sin darse cuenta de que esas comunidades ni tienen una formación jurídica, y ni así la tuvieran llegarían a pensar y sentir que esos articulados están por encima de lo que ellos conciben como un derecho ancestral. Estos grupos parecerían pensar que lo dicho en la ley es todo lo posible de decir, sin darse cuenta que la ley ha sido construida alrededor de la circunstancia humana y social y que la ley que enmarca las relaciones económicas entre comunidades y empresas, que son las circunstancias de hoy en el ámbito petrolero, es obviamente insuficiente.
La legalidad del país en materia hidrocarburifera mantiene profundas contradicciones con la legalidad de este mismo país en materia de derechos. Mientras para el país petrolero los pedidos de los habitantes de los sitios de extracción resultan descabellados, para ellos resultan indispensables si quieren asegurarse su persistencia como pueblos. No quiere esto decir que las compañías petroleras deban ceder a los pedidos de “2,5 millones de dólares para una comunidad” como dice la Sra. Alejandra Rivas de Petrobrás que le han sido pedidos, pero si significa que debe evolucionarse, desde las empresas de petróleo, a establecer las compensaciones no en términos de cifras sino en términos de planes, programas y proyectos de desarrollo, que se debe empezar a concebir a las comunidades no como vecinos sino como socios, pues ellos son los dueños del lugar de acceso al petróleo; y que se debe terminar con la tendencia de establecer un proceso de negociación en la simplicidad de un vulgar regateo de mercado.
Sin embargo, antes de esto se debe terminar con la tendencia autoritaria dentro de las empresas, que pretende imponer a rajatabla, a los pobladores locales, su forma particular de mirar el mundo, sin diseñar un proceso de entender la otredad (entender a los otros y sus posiciones). Se debe terminar con equipos de Relacionadores Comunitarios que no tienen ni la más mínima formación social ni de manejo de conflictos, y que no pasan de ser grupos de “vivos” que son unos “aviones” para lograr ahorros de “chanchullo” a las empresas.
La industria petrolera entera, esta abocada en este preciso momento a un cambio radical que le permita dar un paso hacia una real Responsabilidad Social, en primer lugar con los habitantes de las zonas donde operan. Deben pasar de esa visión de ingenieros castigados, intentando hacer funcionar a la brava la maquinaria a una visión enfocada a la construcción de un real pensamiento sobre la relación entre comunidades y empresa.
Petrobrás hace poco hizo intentos de llegar a esto, y esa fue su mejor temporada y la de menor conflictividad. De hecho en el Brasil, se ha asociado con las instituciones que están a la cabeza en propuestas de manejo de relaciones con comunidades locales y en aplicación concreta de Responsabilidad Social. Mientras tanto, en el Ecuador esto ha sido reducido a labores de filantropía en la que esta empresa realiza donativos a instituciones de ayuda social, mientras hace que se apalee a los integrantes de las comunidades donde trabaja.
Sin embargo, esos intentos abortaron porque una nueva gerencia apostó por la mano dura: la represión, el palo y la imagen creada artificialmente. Pero estas decisiones, como también dice un dicho popular ecuatoriano conducen de prisa a problemas y a crisis. Ustedes deben haberlo oído: “Mas rápido cae el mentiroso que el ladrón”
- Jimmy E. Marchán Brito es Antropólogo
Nota:
(1) Intente entrar al evento pero no se me permitió por ser antropólogo y no periodista.
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