Multitudinarias marchas

“Las tizas no se manchan con sangre”

09/04/2007
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Neuquén, Argentina

Masivo repudio al asesinato del docente Carlos Fuentealba a manos de la policía. En la provincia de Neuquén pidieron la renuncia del Gobernador Jorge Sobisch. Claves de un conflicto que ocupó la agenda argentina.

La provincia de Neuquén se encuentra al sur de la Argentina, casi abriendo la Patagonia, a más de mil kilómetros de Buenos Aires. Su nombre proviene del dialecto mapuche, (pueblo originario que habitó estas tierras, antes del genocidio que significó la “Conquista del Desierto” a finales del siglo XIX) y significa poderoso, altivo e impetuoso.

Así de poderoso, altivo e impetuoso debe haberse sentido el pueblo neuquino, que en la fría y nublada mañana del lunes se lanzó a las calles para pedir la renuncia del gobernador y candidato a presidente, Jorge Omar Sobisch, representante de la derecha más recalcitrante de Argentina. Igualmente ocurrió en el resto de las provincias y en Buenos Aires, donde se registraron decenas de manifestaciones, acompañadas por un paro nacional convocado por las dos coordinadoras gremiales más importantes de Argentina, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y la Confederación General del Trabajo (CGT).

Desde hace semanas, el gremio docente mantiene paralizada la actividad educativa y sostiene distintos cortes de rutas en la provincia de Neuquén. Su objetivo es exigir un salario más justo y equitativo, en un país que crece. Sin embargo, lo que era un conflicto regional, tomó repercusiones nacionales cuando Jorge Sobisch envió a su policía reprimir a los docentes y fue asesinado a sangre fría el maestro Carlos Fuentealba, producto del impacto de un cartucho de gas en su cabeza que fue lanzado a sólo dos metros de distancia.

La respuesta no se hizo esperar. Más de 25 mil personas marcharon a lo largo de 20 cuadras en la ciudad capitalina de Neuquén y terminaron su recorrido en la Casa de Gobierno. Además del gremio docente, acompañaron las Madres de Plaza de Mayo, diversos movimientos sociales, políticos y de Derechos Humanos, y los alumnos del colegio donde trabajaba Fuentealba, que se mostraron muy conmovidos por los hechos. En una región con una población reducida, no hay antecedentes de semejante concurrencia para una medida de este tipo.

La Casa de Gobierno perdió su pulcra fachada, para vestirse de luto: horas antes, algunos docentes la pintaron de negro para manifestar la tristeza por su compañero desaparecido. De la misma forma, las paredes recibieron las quejas que el gobernador no supo escuchar, y alojaron decenas de pintadas acusando a Sobisch de asesino y exigiendo su renuncia.

No se observó presencia policial. Sin embargo, del lado de adentro de la Casa de Gobierno, decenas de policías se apostaron detrás de las puertas y ventanas, para prevenir cualquier intento de tomar el edificio. Pero las intenciones de los manifestantes estuvieron lejos de querer generar violencia; fueron los propios docentes quienes conformaron un cordón para impedir cualquier situación conflictiva y se encargaron de que la marcha sea pacífica. De todas formas, minutos antes de que llegaran las columnas, algunos policías fuertemente armados desfilaban por la balaustrada del techo de la Casa de Gobierno.

Del otro lado de la ciudad, en el sur, cerca de la costa del río Limay, el gobernador observó la manifestación por la televisión. Rodeado de sus funcionarios más cercanos, Jorge Sobisch se quedó en la lujosa residencia oficial, donde se encuentra atrincherado desde hace algunos días. Desde allí sólo dio entrevistas a algunos medios nacionales, donde reconoció ser el responsable político de la muerte de Fuentealba, pero sin pronunciar ningún tipo de mea culpa. Al contrario, se jactó de haber ordenado la represión entendiendo que la protesta docente violaba los derechos constitucionales.

“Las tizas no se manchan con sangre”, rezaban los panfletos que repartían los maestros, así como los impresos colgados en las vidrieras de los negocios cercanos a la Casa de Gobierno, cerrados en señal de apoyo. Allí, en una de las esquinas, se instaló un camión con parlantes desde donde hablaron los referentes de los distintos gremios de la educación. La enorme concurrencia aplaudió el pedido de renuncia a Sobisch así como el de su gabinete, y apoyó el pedido de de aumento salario.

Permanentemente se recordó al maestro asesinado, con decenas de pancartas con su nombre. Los alumnos del colegio CPEM 69, donde trabajaba el docente, encabezaron la marcha con una enorme bandera que rezaba: “Carlos Fuentealba presente”. Más que emotivas y valientes fueron las palabras de su viuda, que asistió a la manifestación y afirmó, entre lágrimas, que “hay que pelear sí o sí por la cosas grandes y las cosas justas”.

La concentración finalizó cerca de la una y media de la tarde (hora local), con la decisión de mantener los cortes de rutas y hacer una vigilia frente a la Casa de Gobierno.

El conflicto en la provincia tuvo una alta repercusión a nivel nacional, y la marcha del día lunes consiguió la atención de los grandes medios de comunicación. En principio, esta nacionalización del conflicto se debió al asesinato de Carlos Fuentealba, aunque también tomó gran repercusión debido a que el gobernador Jorge Sobisch fue el primer candidato en presentarse para las presidenciales de octubre, intentando encabezar un devaluado espacio de derecha.

En este sentido, hay tres puntos en los que se debe ahondar a la hora de pensar este conflicto provincial como un conflicto nacional.

El primero de ellos es la persistencia del aparato represor, herencia de la dictadura militar de 1976, que continúa enquistado en las distintas fuerzas policiales de las provincias argentinas. En el caso de Neuquén, ese aparto represor se mueve con connivencia del poder político, y este no es el primer episodio que termina con el asesinato de un manifestante. En 1996 la empleada doméstica Teresa Rodríguez fue asesinada por un balazo policial en medio de una jornada de lucha histórica, donde los docentes rechazaron la penosa Ley Federal de Educación, impuesta por el menemismo.

De la misma forma, hay decenas de episodios donde el accionar de la policía neuquina demuestra su oscuridad. Un ejemplo es la desaparición del estudiante universitario Sergio Ávalos, en cuya investigación, hay una fuerte línea que involucra a las fuerzas de seguridad pública. Asimismo las organizaciones de Derechos Humanos denuncian constantemente los repetidos abusos en las comisarías y en las cárceles de Neuquén.

Con respecto al accionar de su policía, el gobernador Sobisch afirmó en una entrevista otorgada al matutino La Nación que “incidentes hay, pero quiero decir que en once años tenemos dos incidentes”, referido a la muerte de Teresa Rodríguez y de Carlos Fuentealba. Aparentemente un buen promedio para un gobernador que nunca dudó en usar la mano dura y en convertir a la provincia en una suerte de estado cerrojo, sin importarle los costos.

A nivel nacional este aparato represivo también se encuentra presente y en actividad. Bastan con recordar las decenas de asesinatos de las jornadas del 20 de diciembre cuando cayó el ex presidente Fernando de La Rúa, o la muerte de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán militantes populares prácticamente fusilados por la policía, enviada por el entonces presidente interino, Eduardo Duhalde. De la misma forma, son cada vez mayores las sospechas de que la desaparición del testigo clave en los juicios a represores, Jorge Julio López, se debe al accionar de grupos clandestinos vinculados a la policía bonaerense.

Otro punto central para observar es incapacidad absoluta de la derecha argentina de conformar un espacio serio para disputarse la agenda electoral (Ver “¡Contra una derecha que gatilla fácil!” APM 9/4/2007). Jorge Sobisch fue el primero en postularse para las elecciones nacionales, intentando encabezar el arco político de derecha. Consiguió el aval de Mauricio Macri, empresario con el que lo unen millonarios negocios. En este sentido, el gobernador de Neuquén sólo aportó su provincia como un gran cliente de las empresas de Macri; tal es así que en la provincia es de común conocimiento que las constructoras de los socios del empresario ganan 8 de cada 10 concesiones, en una región en la que el crecimiento aceita a esa industria.

Lo cierto es que, debido a la gran repercusión nacional del asesinato de Fuentealba, Macri ha decidido desprenderse de Sobisch y la carrera presidencialista de éste parece terminada. Algo similar ocurre a nivel provincial donde el gobernador ya no tiene crédito político, sobre todo si se considera que en junio hay elecciones y la fuerza que encabeza Sobisch parece querer marginarlo de ese proceso.

Finalmente, hay que tener en cuenta la posición oficial respecto de los episodios en Neuquén. El presidente Néstor Kirchner recién emitió declaraciones sobre el tema a última horas del lunes. El mandatario afirmó que “hay sectores que construyen una doctrina de la seguridad nacional bis", referido al plan que sostuvo a los gobiernos militares de América Latina.

Sin embargo, la posición general del oficialismo ha sido el silencio, sobre todo porque el candidato de Kirchner en las elecciones para Jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, es el actual ministro de educación, Daniel Filmus, quien, en plena campaña, anunció una ley de aumento al salario de los docentes, que trajo varios problemas para las provincias más pobres (en la Argentina, el presupuesto educativo es administrado por cada provincia).

Sin bien es verdad que el acto represivo que causó el asesinato de Fuentealba fue responsabilidad de la policía provincial, así como la disputa salarial entre los docentes y el gobierno, cabe esperar acciones más concretas por parte del ejecutivo, sobre todo si tiene en cuenta que los hechos de Neuquén tienen correlatos en el resto de país. En la provincia de Santa Cruz, la prefectura nacional está custodiando las escuelas para evitar actividades gremiales de los docentes.

El conflicto de Neuquén, cuyo punto más rechazable es la muerte del docente Carlos Fuentealba, está poniendo a prueba a la dirigencia política argentina así como al campo popular. Es de esperar que los políticos asuman sus errores y se marchen, en el caso de Sobisch y sus ministros, y actúen de manera más concreta, en el caso del oficialismo. Las organizaciones populares, por su parte, deberán resistir los ataques y seguir adelante con su bandera de igualdad social.

Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina
http://www.prensamercosur.com.ar


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