Hacia el ALBA

02/05/2007
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  • Opinión
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Casi al mismo tiempo que culminaba en Venezuela la V Cumbre de la Alternativa Bolivariana para Nuestra América (ALBA), probado instrumento de unidad y solidaridad de los pueblos latinoamericanos y de los gobiernos con voluntad de acompañarlos, en Costa Rica se abría el proceso hacia un referendo sobre el TLC con Estados Unidos. Si el fantoche de Oscar Arias llegó a la presidencia por estrecho y dudoso margen a caballo del libre comercio, el pueblo tico no ha cesado de combatir contra la aprobación del TLC, negociado a sus espaldas como ha sido norma en la región.

El rechazo popular al tratado, construido desde que se acordara con Washington en 2004, ha ganado en amplitud mediante un debate nacional sobre sus nefastas consecuencias para los sectores populares: trabajadores, campesinos, estudiantes, empresarios que producen para el mercado interno, jubilados, amas de casa. La contundente movilización en las calles y el surgimiento de un gran frente de defensa de la soberanía nacional ha impedido que el Legislativo sancione el convenio, como ocurrió en el resto de Centroamérica y República Dominicana.

Arias, que se oponía tenazmente a la consulta popular hasta última hora, fue forzado a enviar de urgencia un proyecto de referendo a la Asamblea Nacional después que el Tribunal Supremo de Elecciones diera entrada a una iniciativa ciudadana para convocarlo una vez que se recabaran las firmas establecidas por ley.

No obstante que la acción del Ejecutivo es ilegal, por cuanto la legislación de la iniciativa ciudadana establece que ante un mismo tema “el primero en tiempo es primero en derecho”, la aprobación de la convocatoria por los legisladores es una gran victoria popular, como han valorado las organizaciones y personalidades que se oponen al TLC. Mayor, si se tiene en cuenta que según encuestas el apoyo al tratado ha caído de 51 a 35 por ciento.
En otras palabras, el referendo, sea que el máximo órgano electoral dictamine la semana próxima si acoge la propuesta ciudadana o la gubernamental, constituirá un plebiscito sobre la filiación neoliberal de Arias que, de perderlo, se verá cuestionado por la mayoría de la población y en serios aprietos para gobernar con su agenda antipopular, proyanqui y anticubana.

El pueblo tico está respaldado por combativas tradiciones antiimperialistas y por la justicia social. Un ejército popular costarricense fue decisivo en la derrota de los filibusteros gringos que se habían apoderado del gobierno de Nicaragua a mediados del siglo XIX. En los años cuarentas del siglo XX el movimiento sindical y de masas estimulado por los comunistas fue determinante en la conquista de avanzados derechos sociales, de un potente sector público en la economía y de instituciones de seguridad social. Estas conquistas fueron desmanteladas gradualmente por las políticas neoliberales, cuya expedita aplicación a rajatabla es el objetivo de Arias y de la burguesía ligada al capital transnacional.
Los caminos de la lucha contra el neoliberalismo y por el derrocamiento por vía política de sus portaestandartes en América Latina, son, como los del Señor, inescrutables. Una victoria popular costarricense en el referendo sobre el TLC exigirá una heroica brega de quienes lo adversan porque Washington sabe que estremecería la zona y a toda América Latina.

De modo que Arias dispondrá de carretadas de dólares para comprar conciencias, de la complicidad de los medios de (des)información para enajenarlas y de los empresarios vendepatria para coyundear el voto de los trabajadores cuando cunde el desempleo, en un país sin ejército pero ampliamente militarizado. Sin embargo, ya los movimientos populares latinoamericanos han demostrado su capacidad para triunfar electoralmente en muy adversas condiciones y no hay por qué pensar que Costa Rica será la excepción. Por lo pronto, las organizaciones opuestas al TLC se preparan a movilizar 200 mil activistas en todo el país para explicar la necesidad de rechazarlo en el referendo.

No por haber sido derrotado en Irak, hundido al imperio en el mayor descrédito internacional y ser repudiado en casa, el bushismo ha descansado un solo instante para destruir el movimiento emancipador de nuestra América. Pero estamos en tiempos de 13 de abril, cuando el pueblo fulminó el golpe de Estado fraguado por Bush y Aznar contra la democracia venezolana, emulado luego con las victorias en Bolivia, Nicaragua y Ecuador, y esa es hoy la tendencia histórica en América Latina.
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