Perú: El último caudillo
- Opinión
Con un país polarizado, prácticamente partido en dos, el presidente Alan García Pérez del APRA inicia su segundo mandato en medio de las expectativas que generaron sus abundantes promesas electorales y muchas incertidumbres, por las enormes resistencias que tiene en la población por su desatinado gobierno de 1985-1990.
De hecho, en la cerrada contienda electoral se impuso como el “mal menor”, con el apoyo del establecimiento que vio en su contrincante, Ollanta Humala, una “amenaza” a la democracia. Para descifrar el panorama que se perfila en este país andino, conversamos con el catedrático Rodrigo Montoya, quien de entrada sostiene: “Yo esperé que Alan García perdiese, y la razón es que era muy importante para el país que el APRA dejase de ser una esperanza política. Lamentablemente, él ha vuelto a ser Presidente de la República y le abre a su partido un período que, me parece, será el último. Alan es el último caudillo aprista, después de él no hay nadie, como tampoco propuesta alguna para resolver los problemas del país. Él va a actuar de la misma forma que Toledo”.
Alan García, acota, “va a asumir el gobierno con la firme esperanza de lograr dos cosas: que su nombre quede relativamente lavado, después de tanta miseria, y que termine su mandato. Para ganar las elecciones cuanta promesa tuvo que hacer, para terminar su mandato tiene que tomar medidas fundamentales. Declaró que si Toledo firmase el TLC, él borraría la firma de Toledo del TLC. Y el APRA antes de haber llegado al gobierno, pero después de ganar las elecciones, lo primero que hizo fue aprobar el TLC en el Congreso Nacional. De modo que no podemos anticipar que el APRA haga algo por resolver los problemas del país. Al no resolverlos, al flotar y hacer concesiones a todos los que dominan y mandan en el país, lo único que hará es multiplicar y precipitar la crisis”. El diálogo continuó en los siguientes términos.
- ¿Qué factores podrían gravitar en ese horizonte encapotado por los riesgos de una eventual crisis?
No quiero ser ni adivino, pero una de las alternativas para el gobierno de Alan, además de la que sería terminar su gobierno, es que en el camino ese sur, tan de oposición, pueda organizarse y pueda someterlo a una presión muy fuerte hasta obligarlo a dejar el poder. No creo que sea segura, dependerá de cómo se resuelva la batalla política que hay en el Perú en este momento, para hacerle frente a lo que se llama “la amenaza del sur”, que es una forma de seguir no entendiendo el problema peruano. Porque pareciese que los problemas del Perú están solo en el sur, porque ahí Humala ganó, pero esa noticia no es nueva, porque ahí Fujimori ganó, Toledo ganó. Entonces es un voto de una región que está diciendo no a lo que hay, pero que no sabe todavía como inclinarse en términos positivos.
Se habla de un “Plan Sur”, pero el centro y norte del Perú no son mejores ni peores que el sur, entonces están malentendiendo las cosas como siempre. Si ese sur se articula y le hace frente a Alan García vamos a tener dificultades e inestabilidad política con toda seguridad. Si ese frente del sur no se organiza y termina por fragmentarse, por diluirse, por dividirse, entonces Alan García tendrá más ventajas y posibilidades de terminar su período.
- El triunfo de Alan García básicamente se sustentó en la votación en Lima, ¿cómo entender este dato?
La votación en Lima tiene una explicación importante. Alan García tiene una habilidad extraordinaria con la palabra y el Perú tiene una tradición política de seguir la palabra del orador, del líder. Haya de la Torre era un vendedor de ilusiones, sabía hablar, y hablaba con el corazón, engatusaba a todo el mundo, nadie lo entendía, pero todo el mundo decía “que lindo habla”.
Alan García es una reproducción en pequeño de Haya, entonces él tiene un olfato político, que lo demostró primero al darle atención a Lima, diciendo “no voy a ir donde puedo perder, voy a ir donde yo debo ganar”, y se presentó en pueblos jóvenes, se quitó la corbata y el saco azul y sus asesores le dijeron baile reggaeton, y lo hizo. Los jóvenes del reggaeton, son los jóvenes marginales, los que bailan el perreo, ese acto sexual con ropa y música. Alan se prestó a eso, y el perreo de la campaña electoral le atrajo la atención de la juventud de los pueblos jóvenes del país, que es un sector del electorado nuevo y masivo, primer encanto de Alan; segundo, con el populismo y paternalismo de toda su vida ha abierto clínicas, servicios médicos, asistencias hospitalarias, servicios de todo tipo en los pueblos jóvenes. Y, ahí en donde la miseria cunde, donde el hambre está y falta el trabajo, el candidato que llega, da servicios y regala cosas, aparece y gana. Humala cometió el gravísimo error de no atender Lima, y de ir donde ya tenía seguro su voto. Fue un error de Humala y un éxito de Alan: atender Lima donde se decidió todo.
- Pero una vez en el gobierno, ¿qué tanto le puede servir al nuevo mandatario todo este juego de imagen, con reggaeton y demás, que, obviamente, supuso promesas y compromisos?
No le va a servir para nada. Pero falta un elemento más, es en Lima donde están los medios y el efecto inmediato de los medios se percibe. En Lima es donde ha surtido efecto la campaña brutal contra Humala, el miedo, aterrorizar a la gente: “Humala es Sendero, la muerte, la violencia, la dictadura, un canalla, un salvaje”. Y todo esto dicho por todos los medios de comunicación, por todas las figuras y figurones, por intelectuales que perdieron el sentido crítico de la realidad, dicho por todo el mundo. Y el miedo en el Perú existe, y es un componente político, porque un país que ha tenido 60 mil muertos en los últimos 20 años, donde hemos vivido estas tumbas de 120 a 200 personas, con 22 mil personas desaparecidas, el miedo existe, es real y esta ahí. Entonces la derecha tuvo, como siempre, la habilidad y la inteligencia de apelar a ese argumento.
- ¿Se puede esperar que este consenso mediático se proyecte para blindar la nueva gestión de Alan García?
No, porque el consenso mediático es de oportunidad, absolutamente cobarde. Cuando Fujimori amenazó políticamente a Vargas Llosa, le dijeron tanto o un poco menos que a Humala. La derecha lo insulto, le llamó japonés, chino, infeliz, ignorante, ¿cómo vamos a ser gobernados por un imbécil como ese? Los adjetivos fueron abundantísimos. Esos que lo insultaron son los fujimoristas de hoy, porque para ellos gobernó Fujimori y para ellos va a gobernar Alan, como para ellos gobernó Toledo. En seis meses más tendremos a los grandes derechistas, a los grandes dueños de los medios convertidos absolutamente en demócratas, considerando a un Humala que es buena persona y alabándolo para decir, que en medio de todo, es un demócrata. No hay fe, confianza, ni lealtad en las campañas políticas de la derecha.
- En este periodo de transición, los grandes medios se han empeñado en dorar la imagen del saliente presidente Toledo, remarcando sobre todo sus logros en el manejo económico y apelando a la sensatez del nuevo mandatario para que continúe en tal curso...
Pero claro, primero fue Toledo un “cholo de mierda”, literalmente, un infeliz. Pero ese infeliz gobernó para Bush, ese infeliz gobernó para las grandes empresas mineras, para el 10% de la población, en medio de todo ese infeliz no lo era tanto, pues no tocó nada del modelo fujimorista ni alteró nada de las reglas básicas.
- Decías que la disputa política va a depender en mucho de la capacidad organizativa del sur, ¿qué señales puedes destacar al respecto?
Creo que muy pocas. Humala, para ser entendido políticamente, es una hechura del ejército, un caudillo de la vieja estirpe latinoamericana y peruana. Es un hombre que quiere montar un proyecto político alrededor de él, no es alrededor de una propuesta para el país. Dentro del propio bloque popular, muchísima gente no votó por Humala, pensando exactamente en eso, ¿este caudillo a dónde nos va a llevar?
Por otro lado, en el sur hay fuerzas políticas muy desiguales, muy dispersas que dan para todo. Dentro del humalismo hay gente fujimorista de lo peor, personas con un pasado político tortuoso, pero también hay gente nueva, limpia, que ve en Humala a alguien que alimenta una esperanza y una ilusión. No hay nada homogéneo, nada que alguien pueda decir que por la consistencia y relativa homogeneidad de su frente, ese frente puede caminar en una dirección, no lo creo. Caminará en varias direcciones, varios frentes.
- ¿Pero es factible que emerja un eje articulador de estos contingentes, siendo que en la contienda electoral, la izquierda tradicional fue borrada del mapa?
Los sectores de la izquierda parlamentaria legal, formal, cometieron el error de ir divididos. La lección de Barrantes, de la Izquierda Unida de los 80s, fue olvidada rápidamente por los pequeños apetitos que siempre han sido la enfermedad capital en la izquierda peruana y latinoamericana en general.
Lo que hay, aparte de esta izquierda formal, es un sentimiento de izquierda en el país. Esa es, por supuesto, una frase pre-política. Un sentimiento de izquierda quiere decir, que una persona independientemente de tener una gran claridad política se orienta, se inclina, por los de abajo, por los que sufren, por los explotados. Los que votan a favor de las causas perdidas, de las personas que están en graves dificultades. Ese es el sentimiento de la izquierda, si ese sentimiento es capitalizado políticamente o no, esa es responsabilidad de quienes presumen ser dirigentes de la izquierda, o de quienes aspiran ser dirección de la izquierda.
Hay un terreno propicio, ese bloque humalista del electorado está disponible, estuvo disponible y se lo llevó Fujimori, se lo llevó Toledo, se lo llevó Humala; ese bloque está esperando una alternativa y una dirección que no sean las mismas orientaciones clásicas que hemos tenido hasta ahora.
Si no es posible un líder que ocupe rápidamente el puesto para capitalizar ese sentimiento de izquierdas, lo que sí puede hacerse es capitalizar desde abajo, con organizaciones, y es ahí donde aparece la potencialidad política de un congreso como el de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas. Recién ahí, en la medida en que ese sentimiento de izquierda se va confundiendo con un sentimiento pro indígena, influido muy marcadamente por Ecuador y Bolivia. De modo que, ese sentimiento de izquierda, de solidaridad con los pueblos indígenas, y esa intención de reconocimiento propio como sujetos políticos, eso esta ahí, es capitalizable. Si desde el movimiento indígena hay un liderazgo que orienta ese camino, aparece un componente político nuevo.
Si desde los restos de la izquierda apareciese una dirección suficientemente lúcida como para decir, tenemos que ir con los movimientos indígenas, tenemos que acercarnos a Evo, tenemos que acercarnos a Ecuador, no tenemos horizonte si solo nos movemos en el Perú, no tenemos horizonte si solo queremos ser parlamentarios. Todo eso esta ahí, está flotando, son partículas que están en el aire, y depende de cómo sean capitalizadas, quienes las tomarán y quienes las llevarán.
- ¿En este contexto, ves condiciones para una efectiva recomposición del tejido social que el régimen fujimorista dejó en trizas?
El efecto del fujimorismo es continuo, permanente. Lo único que se ha dejado de hacer del fujimorismo anterior son sus aberraciones en términos de control de medios, abusos, corrupción generalizada, etc.; pero, el fujimorismo económico continúa: apertura, neoliberalismo, privatización de todo lo privatizable, olvido de todos los derechos laborales, chau a las pensiones, no más estabilidad laboral y todo lo que conocemos. Esa es la herencia fujimorista neoliberal. La derecha no quiere que nadie toque eso, que nadie intente cambiar eso y Alan García sabe que si intentase cambiar eso, él perdería la posibilidad de terminar su mandato. Está condenado a asegurar esa continuidad. El desmantelamiento institucional, que es la otra gran herencia social del fujimorismo, ahora no tiene la misma velocidad ni el mismo ritmo para reproducirse, pero lo hace. Y lo hace por dos razones: una, porque es una inercia muy fuerte y; otra, porque no hay nada alternativo.
La recomposición institucional de un país, depende de un liderazgo, una orientación política, unas propuesta que marquen el horizonte, y no lo tenemos. Salvo la palabra de que hay que volver a recomponer el tejido social, pero el tejido social no se recompone con palabras. Desgraciadamente, vamos a estar todavía en esta misma situación, esta inercia va a continuar.
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