¿Con qué autoridad habla el Papa?
- Opinión
Mijail Ivanovich Kalinin, educador de la juventud soviética, decía allá por el año 1.926, con mucha razón, que lo más propio de la mocedad, de la juventud, que la primera cualidad que distingue particularmente al joven, es su especial y excepcional impresionabilidad; es decir, que los recuerdos de nuestra época juvenil son los que mayor huella dejan en nuestra mente, en nuestra conciencia. Los acontecimientos que se desarrollan en nuestra edad madura se esfuman de la memoria con más rapidez que los que nos impresionaron en los años mozos. Esto quiere decir que la edad juvenil es la más impresionable.De esta realidad objetiva, obviamente no escapó el ex cardenal alemán Joseph Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, quien en sus años mozos formó parte de las filas de la juventud nazi, abrazando la ideología del fascismo y formando en su cerebro joven impresiones imperecederas, cuya huella no pudo haberse borrado cuando se convirtió al sacerdocio católico tras la derrota de Hitler en la segunda guerra mundial.
Esa huella de su pasado juvenil fascista se evidenció cuando fue nombrado por el Papa Juan Pablo II como Jefe de la “Santa” Inquisición, institución rebautizada en la época contemporánea como la “Congregación para la Doctrina de la Fe”, desde donde combatió cualquier atisbo de democratización de la Iglesia Católica y persiguió sin tregua a curas, obispos y cardenales fundadores y practicantes de la Teología de la Liberación, que pretendían –y pretenden– darle a la Iglesia Católica un nuevo rumbo, sacándole de su papel histórico tradicional de institución al servicio de la causa de las clases dominantes explotadoras, para el control y sometimiento ideológico de los pueblos, a lo largo de toda la época feudal y la actual sociedad capitalista.Ahora ha concluido el Papa Ratzinger su visita al Brasil dejando como mensaje la orientación política de su “preocupación ante formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas” y la cínica referencia al marxismo , del que dice que “donde ha gobernado, no solo ha dejado una triste herencia de destrucciones económicas y ecológicas, sino también una dolorosa destrucción del espíritu”, aparte de su hipócrita moralismo enfilado contra el derecho al aborto, a la anticoncepción y una supuesta defensa de la castidad y la vida.
En primer lugar hay que decir que la visita de este pastor alemán responde a la preocupación del imperio y de las oligarquías transnacionales frente al resurgimiento de la corriente de izquierda y socialista en América Latina, del mismo modo que salen los curas en los pueblos a apaciguar a la población cuando pretenden levantarse exigiendo sus derechos postergados.
En segundo lugar, este Papa no tiene ninguna preocupación por ninguna forma de gobierno autoritaria que haya surgido en América Latina, sino por los gobiernos no serviles del imperialismo estadounidense que se han elegido en varios países del subcontinente, que ponen en riesgo, no ninguna democracia inexistente, sino el dominio del capital transnacional, al cual la Iglesia Católica se debe y se subordina. Si tuviera en realidad esa preocupación, ¿por qué no cuestiona a los verdaderos gobiernos autoritarios de Bush, Uribe, Calderón y otros de Latinoamérica que tienen sumidos a sus pueblos en la miseria?
Al marxismo le debe la humanidad –entre muchas otras cosas– el haber salido de las condiciones de sobreexplotación brutal a la que eran sometidos los trabajadores en los albores del capitalismo, allá por los siglos XVIII y XIX; el haber visualizado en la conciencia de los obreros y todas las clases trabajadoras la necesidad y la posibilidad de alcanzar el poder del Estado para resolver sus necesidades; el haber establecido las primeras experiencias históricas de ese poder alternativo al capitalismo, que no logró consolidarse en este intento en el siglo XX, pero que ha vuelto a la carga con nuevas propuestas y perspectivas en siglo XXI.
Si alguien ha dejado una triste herencia de destrucciones económicas y ecológicas y una dolorosa destrucción del espíritu humano, esos han sido los capitalistas, con su ideología liberal o neoliberal, con membretes de demócratas o republicanos, social cristianos o demócrata cristianos, por cuya codicia no sólo que se muere de hambre una gran parte de la población mundial, sino que está en riesgo la vida misma en el planeta y cuyo principal aliado ha sido la Iglesia Católica.
¿Con qué autoridad habla este Papa, contra los gobiernos –estos sí democráticos– de orientación socialista que se han elegido en los últimos años, por voluntad de sus pueblos en varios países de América Latina y que por primera vez en sus historias dolorosas están dirigiendo la acción del gobierno a la atención de sus necesidades?
¿Con qué autoridad habla este Papa, que es no sólo ex cardenal de Alemania, sino también ex militante de las juventudes hitlerianas y hoy el representante de una institución que ha defendido desde la época del Imperio Romano –cuando sus gobernantes se convirtieron al cristianismo– al poder de los ricos, sean estos esclavistas, terratenientes o capitalistas?
¿Con qué autoridad habla este jerarca de la Iglesia Católica de la defensa de la vida, cuando han venido defendiendo en los hechos a los gobernantes de esas falsas democracias del gran capital, causantes de la muerte por desnutrición y hambre de millones de seres humanos y la vida inhumana y miserable de las mayorías poblacionales de nuestros países?
¿Con qué autoridad se llena la boca este Papa de un hipócrita moralismo enfilado contra el derecho al aborto, a la anticoncepción y una supuesta defensa de la castidad y la vida, cuando su institución encubre y protege a un elevado número de curas, obispos y cardenales anormales pedófilos, perturbadores y perversores de cientos de miles de niños en el mundo?
¿Con qué autoridad habla este pastor alemán de que “existe en la región un cierto debilitamiento de la vida cristiana” si en lugar de visitar las fabelas donde habitan los más pobres y necesitados del Brasil, para conocer aunque sea de lejos lo que es la pobreza, transita en el lujo y la fastuosidad, propios de los decadentes reyes, emperadores o káiseres, ocasionando en su visita un gasto de más de 10 millones de dólares para atender su lujosas exigencias de cáliz de oro, plata y bronce para la misa que celebró en el Campo de Marte; sábanas, edredones y toallas de marca y bordadas; botellas de vino de 350 reales (175 dólares) para los banquetes papales; las más de 400 piezas de porcelana francesa encargadas exclusivamente para el uso del “Sumo Pontífice”, según la denuncia del obispo de Goiás, Tomás Balduino?
La Iglesia Católica es otro de los sectores del poder económico que se encuentra alineada en este frente oligárquico contra el derecho de los pueblos a autodeterminarse; denunciémosla ante nuestros pueblos.
Del mismo autor
- ¿Con qué autoridad habla el Papa? 15/05/2007