Cochabamba: Mandatarios, mercado y energía versus campesinos, indígenas y la Pachamama
- Opinión
“No podemos reducirla Comunidad Sudamericana a una asociación para hacer proyectos de autopistas o créditos que acaban favoreciendo esencialmente a los sectores vinculados con el mercado mundial. Nuestra meta debe ser forjar una verdadera unidad para ‘vivir bien’. Decimos ‘vivir bien’ porque no aspiramos a vivir mejor que los otros. Nosotros no creemos en la línea del (mal llamado) desarrollo ilimitado a costa del otro y la naturaleza. Tenemos que complementarnos y no competir. Debemos compartir y no aprovecharnos del vecino. ‘Vivir bien’ no es sólo en términos de ingreso per cápita sino de identidad cultural, de comunidad, de armonía entre nosotros y con nuestra madre tierra”
Carta de Evo Morales a presidentes y pueblos sudamericanos convocándoles a Cochabamba
“Estamos al borde de un precipicio, el cielo está a punto de caerse. Al mismo tiempo, estamos llenos de esperanza. Finalmente podemos ver la luz al final del túnel. Cómo explicar esta contradicción. Me faltan las palabras. Toda la cultura política en la que me eduqué hasta ahora, sobre todo la que define mi posición política y militancia, parece ahora crecientemente inadecuada en el mundo que vivimos, para describir el momento presente en Oaxaca, en México, y a escala global”.
Gustavo Esteva: “La ‘Otra Campaña’ yla Izquierda : Reclamando una Alternativa”
Índice:
- Cumbres en Cochabamba, en medio de la rebelión de la derecha boliviana y la crisis energética.
- América Latina una presa complicada para el capitalismo depredador global.
- Auge de resistencias y crisis de gobernabilidad en Abya Yala.
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- La necesaria alerta de los movimientos sociales ante los distintos proyectos del poder, para no convertirse en cómplice de ellos.
- La crisis de la energía afectará de lleno a los distintos proyectos en liza y avivará las tensiones en torno a los modelos de desarrollo.
Cumbres en Cochabamba, en medio de la rebelión de la derecha boliviana y la crisis energética[1]
En diciembre de 2006 han tenido lugar en este bello rincón de los Andes, el corazón de América del Sur, dos cumbres en gran medida interrelacionadas, que han tenido (y tendrán) como veremos una gran trascendencia:
De ahí la importancia de la otra cumbre:
Pero lo que queremos resaltar ahora, al principio de este texto, es que las organizaciones y movimientos que se reunieron en
Pero estas dos cumbres han estado marcadas también por dos grandes condicionantes. El primero es la rebelión de la derecha boliviana, destinada no sólo a hacer descarrilar las reformas emprendidas por el gobierno de Evo Morales, en especial
América Latina una presa complicada para el capitalismo depredador global.
Ante el fracaso de la cumbre del Mar del Plata, y la paralización por el momento de las negociaciones en
El TLC con Centroamérica está prácticamente cerrado, aunque todavía falta ratificarlo por parte de Costa Rica y República Dominicana. Todo esto crea una situación enormemente compleja, pues de acuerdo con el principio de "Nación Más Favorecida", que preside todos los tratados de libre comercio, las preferencias que p.e. Colombia otorgue a EEUU a través del TLC, automáticamente se extienden a todos los países de
Por otro lado,
En la pasada cumbre de Viena UE-América Latina-Caribe,
Muchos sectores en
De cualquier forma,
Esta catarata de acuerdos de libre comercio, y la lógica del Consenso de Washington (y ahora del Consenso de Viena), impuesta sin piedad por el FMI y el BM, y otras organismos multilaterales como el BID, han profundizado en los últimos tiempos la dependencia de América Latina del mercado mundial, y en especial del núcleo duro de Occidente (EEUU y “Europa”), aunque también de Japón y otros países del “Norte”. Sus resultados son cada vez más patentes. Se ha profundizado la reprimarización de las economías de América Latina, como uno de los espacios "privilegiados" para abastecer de minerales, hidrocarburos y productos agropecuarios a los espacios centrales hegemónicos, lo que está ocasionando un fuerte impacto territorial, ambiental (deforestación) y social (desplazamiento, y masacre en ocasiones, de comunidades). Se han desarticulado (y en muchos casos arrasado) sus industrias autóctonas, que han pasado a rearticularse de forma dependiente en las cadenas globales de producción, orientándose hacia la exportación. Se han privatizado gran parte del sector de servicios (telecomunicaciones, energía, agua, turismo) que han pasado a manos de transnacionales "europeas" (en gran medida españolas) y estadounidenses, fundamentalmente. Y asimismo, el sector financiero se encuentra cada vez más dominado por los bancos "europeos" y estadounidenses. En algunos casos como en México, donde ya son palpables los acuerdos de libre comercio con EEUU y la UE[4], el sector bancario está ya en más de un 90% en manos extranjeras (especialmente "europeas", y más en concreto españolas: BBVA y Santander), lo cual está restringiendo el crédito productivo al aparato industrial de pequeña escala autóctona (a través de tasas de interés usurarias, mayores del 20%), y elevando las comisiones a todos los niveles para garantizar unos beneficios descomunales a sus casas matrices y accionistas. Eso sí, se ha incrementado el crédito al consumo para los sectores más favorecidos (a tasas de interés en torno al 25%), y mientras, la sociedad mexicana todavía está pagando los más de 70.000 millones de dólares de deuda pública que costó el rescate bancario tras la crisis del peso en 1994 (cuando ya se había ingresado en el área de libre comercio con EEUU y Canadá, que iba a llevar –se decía- al pueblo mexicano al Primer Mundo).
Por otra parte, la cada día mayor apertura de los mercados latinoamericanos a los espacios centrales, ha profundizado el desequilibrio comercial con éstos (en especial con
Esta ha sido pues la consecuencia de más de veinte años de las llamadas políticas neoliberales, que no son sino la prolongación de la dinámica capitalista por nuevas vías. Una dinámica que tiene más de quinientos años de historia, y que después de unas décadas en torno a la mitad del siglo XX, en que los procesos de dominación y explotación se suavizaron y permitieron un cierto reequilibrio en las relaciones Norte-Sur respecto de América Latina, y en el conflicto de clases dentro de los propios Estados; debido a la irrupción de regímenes (surgidos de la presión popular) que estatalizaron empresas y recursos, impulsando políticas de sustitución de importaciones, y reformulando la relación capital-Estado y capital-trabajo (asalariado), eso sí, al tiempo que la dinámica capitalista seguía desarticulando los mundos campesinos e indígenas, y generando marginación. Esto es, la época conocida como del “desarrollismo” (nacionalista). Dicho reequilibrio fue bruscamente corregido desde los sesenta hasta los ochenta, a través de golpes de Estado (apoyados por EEUU) en la mayoría de los países de la región, primero, y la gestión del llamado problema de la deuda externa (en constante aumento), después, en los últimos veinte años, por las llamadas instituciones financieras multilaterales. Lo cual hizo cada vez más dependiente a toda la región del capital exterior, y de los créditos y condiciones impuestas por el FMI y BM. Ello hizo posible la aplicación de las políticas neoliberales (privatizaciones) y una redefinición de las relaciones de poder Norte-Sur, favorables otra vez a los espacios centrales (EEUU, UE, Japón, etc), y al capital foráneo en general, en especial aquel de carácter financiero. Esta situación a su vez se vio incentivada por, y fue causa de, las llamadas crisis monetario-financieras (crisis del peso mexicano, 1994; crisis del real brasileño, 1998; dolarización ecuatoriana, 2000; crisis del peso argentino, 2001; etc.), de enormes repercusiones económicas y sociales. En definitiva, se instauró un capitalismo globalizado de expropiación, más que productivo, cuyo resultado ha sido que América Latina es hoy en día la región más desigual del mundo, con unas diferencias sociales sencillamente descomunales.
Sin embargo, en los últimos tres o cuatro años parece que se ha vuelto a instaurar un cierto espejismo, en el plano monetario-financiero, de que mejora la situación en América Latina, o al menos eso nos hacen creer otra vez las instituciones financieras internacionales, pero los procesos de deterioro social, ecológico y político de fondo siguen el curso descrito. Ello ha sido posible porque: bajaron en este periodo los tipos de interés del dólar –y del euro- (que recientemente se recuperan otra vez), suavizando la sangría de recursos financieros por el pago de la deuda; se estabilizaron la situación de crisis monetarias del periodo anterior, porque han aumentado las reservas en divisas fuertes, debido a las exportaciones de materias primas y recursos agropecuarios, lo que ha permitido defender las divisas propias en los mercados; han vuelto masivamente los capitales a los mercados bursátiles de la región, haciendo que éstos experimenten alzas espectaculares en el último periodo. Las mayores del mundo. Pero esto no es sino un puro espejismo, que afecta como decimos al plano puramente financiero, y que supone profundizar en los procesos de apropiación por los capitales centrales de las estructuras productivas y financieras de América Latina, colocándola en una situación de una aún mayor dependencia y vulnerabilidad. De hecho, este marco se puede ver bruscamente alterado, como sucedió en los noventa y principios de esta década (efecto tequila, crisis del real, colapso del peso argentino, etc.) si esos capitales se retiran de repente de la región, lo que puede acontecer en caso de recrudecimiento de la crisis del dólar, tal y como se aventura ante la cada día mayor dificultad de EEUU de hacer frente a sus enormes desequilibrios económicos. La economía global se encuentra cada vez más financiarizada, crece en base a la expansión del crédito a todos los niveles, generando burbujas especulativas por el momento sin fin, insostenibles en el tiempo, y que pueden estallar generando un brusco colapso mundial, sobre todo si cambian las condiciones de contorno que la han hecho posible. Es decir, si suben los tipos de interés, o si se dispara p.e. el precio del petróleo, lo que puede acontecer en caso de recrudecimiento de la crisis energética mundial, o por un agravamiento de la situación político-militar en Oriente Medio. Donde se sitúa el grifo mundial del crudo. Escenarios cada día que pasa más probables.
Pero, aparte de este posible cambio brusco de coyuntura internacional, y también relacionado con ello, es preciso tener presente que estamos entrando probablemente en otro punto de inflexión histórico, en donde los viejos poderes globales (EEUU,
Todo ello está siendo propiciado por la concreción de megaproyectos regionales de infraestructuras como el IIRSA (Integración de
- Auge de resistencias y crisis de gobernabilidad en Abya Yala.
A nadie se le escapa que todas estas dinámicas están conduciendo a Estados cada vez más deslegitimados y frágiles (a pesar de su creciente endurecimiento), y cada día más incapaces de imponer la lógica del mercado, debido a la fuerte reacción popular antineoliberal de los últimos tiempos. Su máxima expresión fue quizás el “Que se vayan todos” que atronó en Argentina en la crisis de diciembre de 2001. Pero también ha quedado manifiesta esta reacción en las importantes luchas populares y los cambios electorales habido en los cuatro últimos años, así como en la propia crisis terminal a la que ha llegado la democracia representativa en el caso de México, en donde está a punto de producirse un verdadero choque de trenes entre un mundo indígena en ascenso, un movimiento social radicalizado, un movimiento ciudadano agraviado y un gobierno federal deslegitimado, torpe y cada día más endurecido. El fuerte y prolongado cuestionamiento del resultado electoral, la tormentosa investidura presidencial, y lo que está ocurriendo en Oaxaca, así lo atestiguan (Hernández y López, 2006). Y lo que ocurra en México tendrá repercusiones en toda América Latina, no en vano es el mayor país de habla española en el continente, con sus más de 100 millones de habitantes. Este enorme país parece que va a tener que encarar además en breve su propio pico del petróleo, lo cual tendrá una tremenda repercusión interna también[6], y está experimentando ya en sus propias carnes la crisis de los biocombustibles, pues la dedicación del maíz a la producción de etanol por parte de EEUU está provocando una fuerte subida de este alimento básico para la población mexicana. Estos factores van a agudizar asimismo la crisis político-institucional y social mexicana.
De cualquier forma, este auge de resistencias viene ya de lejos. Así, muy escuetamente, y atendiendo sólo a lo que ha pasado en el último periodo, la era neoliberal, podríamos sintetizarlo en los siguientes hitos. Primero, fueron las “revueltas del hambre” en los ochenta, que sacudieron gran parte de la región por los programas de ajuste estructural del FMI y BM, y que culminaron en el levantamiento popular ahogado por el “Caracazo”, del que saldría más tarde Hugo Chávez; cuya irrupción en el escenario mundial lograría cambiar los equilibrios en el seno de la OPEP[7], al tiempo que a escala estatal recuperaba la soberanía estatal sobre los recursos petrolíferos, provocando a partir de entonces el inicio del encarecimiento del crudo en el mercado global. Segundo, la consolidación y articulación de los movimientos campesinos e indígenas en toda la región a principios de los noventa (Vía Campesina, Quinientos Años de Resistencia), dinámica que tendría también importantes repercusiones en el continente, y hasta planetarias. Tercero, y enlazando también con lo anterior, la entrada en escena de la rebelión zapatista, y su BASTA YA, que inauguró nuevas formas de hacer política, y nuevos contenidos y mensajes emancipadores, precipitando la crisis de la vieja izquierda (en marcha tras la caída del Muro de Berlín); y cuya lucha por la dignidad tuvo asimismo un hondo eco en todo el mundo, contribuyendo a sentar las bases de lo que más tarde se llamaría el movimiento “antiglobalización”, o por la “justicia global”. Cuarto, la puesta de largo de éste a partir de Seattle, esta vez en el Norte del continente, abriendo una dinámica de verdadero alcance mundial, que abrió un ciclo de luchas (de Seattle a Génova) que significó una serie crisis de legitimidad de las instituciones globales: FMI, BM, OMC, G-8. Y quinto, la cristalización en Sur del continente, desde los primeros años de este nuevo siglo del proceso del Foro Social Mundial, y toda la dinámica que ello ha generado en muchas regiones y ciudades del planeta. Todo ello contribuyó decisivamente a afirmar a América Latina como el epicentro de las dinámicas de contestación mundial al nuevo capitalismo global, lo que se ha visto aún más consolidado en estos últimos años en toda la región.
Pero habría que añadir a esta periodización un sexto e importante episodio. En el último quinquenio asistimos a la irrupción cada día más patente de estallidos sociales (“puebladas”) y de fuertes movimientos populares, en especial campesinos e indígenas, los pueblos “sin historia”, lo que acentúa la crisis de las instituciones políticas, que en muchos casos ni tan siquiera son percibidas como formalmente democráticas. La noción de ciudadanía es un sarcasmo en la mayoría de países sudamericanos, de ahí la elevada abstención en la mayoría de las consultas electorales. Los Estados son estructuras cada vez más en quiebra que se asientan sobre volcanes sociales extremadamente polarizados, y fragmentados étnica y geográficamente, a punto de estallar. Y esa crisis institucional se profundiza porque la gente está perdiendo el miedo a expresar su rechazo a este modelo que le hurta un futuro mínimamente digno. El ejemplo de México, y en concreto la reciente rebelión popular en Oaxaca, el México profundo, y la creación de
La movilización social en los últimos años ha logrado descabalgar varios presidentes (caso de Ecuador), o aupar nuevos (caso principalmente de Bolivia, y su “guerra del gas”), y está consiguiendo revertir y/o condicionar los procesos de privatizaciones de las dos últimas décadas, obligando al poder político a reformular en muchos casos el marco en el que venía funcionando el capital internacional. La lucha del agua en Cochabamba en 2000 fue un magnífico ejemplo de ello, y de cómo la rebelión popular consiguió echar para atrás la privatización de un servicio público, en beneficio de una empresa transnacional, obligando al Estado (a pesar de la represión que provocó varios muertos) a saltar por encima de los acuerdos internacionales suscritos, e iniciando una nueva era. Más tarde, a finales de 2001, Argentina declararía también el impago de la deuda externa, un verdadero anatema internacional, poco después de que De
Se puede pues afirmar que hay una fuerte crisis de gobernabilidad en toda la región, aderezada también por la ingobernabilidad no antagonista que se manifiesta además en gran número de sus metrópolis, debido a su desintegración social (los casos de Sao Paolo o Río de Janeiro son quizás los más espectaculares). Además, el crimen organizado, la corrupción policial y la proliferación de la delincuencia de pequeña escala están adquiriendo un tremendo alcance en muchos de los Estados, pero muy en especial en Centroamérica, donde prolifera el fenómeno de las “maras”. La situación de ingobernabilidad está llegando a tal punto que surgen propuestas como las de Aznar de impulsar estrategias de guerra civil molar y molecular en la región, para instaurar formas de gobernabilidad duras que logren frenar el cuestionamiento de las estructuras de poder existente, y que permitan garantizar y afianzar los intereses transnacionales que operan en América Latina. Estrategias así ya se están instaurando en algunos de los Estados de la región. El caso más sintomático sería el llamado Plan Colombia, donde se intenta arrasar con cualquier contestación manu militari, vía terrorismo de Estado, al tiempo que se promueven los intereses del capital transnacional. Políticas que se están impulsando en los lugares más calientes y de importancia geoestratégica del globo, como podemos observar hoy en día en Oriente Próximo y Miedo, si bien tienen un efecto boomerang incontrolable. Es pues en este complejísimo contexto latinoamericano, aderezado por una crisis energética galopante, en el que tuvieron lugar las cumbres de Cochabamba. Analicémoslas más en detalle.
Es curioso resaltar que la derecha no se haya lanzado abiertamente a la protesta hasta ahora, tal vez también por falta de organización y apoyos (internacionales). Cuando Evo acometió la nacionalización de los hidrocarburos e incrementó las regalías petroleras y gasistas para el Estado, la derecha no dijo nada. Ella, que había puesto en subasta los hidrocarburos en los noventa, los bienes del Estado, en un momento de fuerte caída de los precios del petróleo a escala internacional[9], y que se había embolsado a través de la corrupción gran parte de los pagos de las transnacionales petroleras para hacerse con los recursos fósiles, no se atrevió a levantar la voz. Quizás no lo consideró oportuno, ya que solo podía desprestigiarse aún más. Pero ahora que importantes reformas sociales se están poniendo en marcha, como el nuevo marco legal para acabar con el latifundio en el Oriente boliviano, que toca directamente sus intereses. Y ahora también que ve que se puede beneficiar de gestionar directamente la nueva renta petrolera y gasista, en los departamentos que controla, aquellos ricos en hidrocarburos, en vez de tenerla que repartir con los departamentos pobres y de mayoría indígena de Bolivia. Es por eso que se lanza ahora en tromba a cuestionar el carácter “antidemocrático” de Evo Morales.
El órdago ya está echado (y continúa), y en este órdago se adivinan los tentáculos del núcleo duro de Occidente (EEUU y
Finalmente asisten 8 de los 12 presidentes convocados, y un presidente electo (el de Ecuador), pero el conjunto de los países mandan altos representantes, incluida Colombia, a pesar de que Uribe se queda en Bogotá. Es decir, hasta los países más afines a Washington en Sudamérica: Colombia, Perú y Chile, acuden a Cochabamba, y en el caso de los dos últimos sus propios presidentes.
Sudamérica tiene bajo su subsuelo “sólo” el 10 % aproximadamente del crudo y el 4% del gas existente en el mundo (Kucharz, 2006), aunque eso sí, muy desigualmente repartidos por países. Además, estos recursos son codiciados por los máximos consumidores mundiales, EEUU y UE, y son cada vez más valorados por las nuevas potencias emergentes (China, India), sobre todo ante la creciente tensión en Oriente Medio y Asia Central, donde se encuentran en torno al 70% del petróleo y el gas mundial. Y sobre todo en un momento histórico en que parece que estamos a punto de atravesar (si no lo estamos haciendo ya) el llamado pico del petróleo mundial, momento a partir del cual ya no podrá haber más oferta adicional de crudo en el mercado, por el agotamiento físico de la capacidad de extracción, y el existente se disparará de precio ante una demanda mundial en constante ascenso, y la creciente dificultad de extracción del crudo restante, creando una situación de fuerte crisis energética (Fdez Durán,
Pero además muchos de los países sudamericanos se están quedando sin recursos energéticos fósiles, o están ya prácticamente sin ellos, como Chile. Argentina parece que tiene petróleo tan solo para ocho años, ha sobrepasado ya su pico de extracción de crudo, y sus reservas de gas se agotarán mucho antes. Y es por eso que depende cada vez más del gas boliviano. Después de haber vendido, con Menem, todos las reservas hidrocarburíferas en explotación, ahora intenta explotar su plataforma continental, que posee recursos marginales, al tiempo que un poderoso movimiento ciudadano exige la renacionalización de los recursos[11]. A Brasil le ocurre lo mismo. Importa cada vez más gas de Bolivia, la mitad del que consume, y a 1/3 por debajo del precio mundial de éste (¡Cómo no iba a apoyar Lula a su “compañero” Evo!), para garantizar el funcionamiento de sus industrias altamente consumidoras de energía (fábricas de aluminio, siderúrgicas, papeleras, etc, que abastecen el mercado mundial), al tiempo que su principal empresa petrolera, Petrobras, opera cada vez más fuera de su territorio ante el progresivo agotamiento del petróleo propio. Petrobras, con cerca del 70% de capital transnacional, opera de forma depredadora en varios territorios sudamericanos (Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia). Y Brasil ya dedica 7 millones de has al cultivo de caña de azúcar para generar etanol, como opción estratégica para intentar autoabastecer de combustible su vasto parque de transporte por carretera, y poder exportar también parte de este biocombustible. Por último, Colombia y Perú están agotando a marchas forzadas sus recursos fósiles, las reservas pendientes de explotación son crecientemente marginales, y van a empiezar a ser importadores netos, de ahí su presencia en Cochabamba, aparcando sus diferencias políticas con el eje Morales-Chávez y sus vínculos con Washington, pues saben que éste no les proporcionará directamente energía en un contexto de crisis mundial de combustibles fósiles.
En estas circunstancias el gravísimo problema que se plantea es si los recursos fósiles existentes en Sudamérica serán para cubrir las necesidades de la región, dentro del presente modelo de desarrollo capitalista altamente energívoro, o serán una de las reservas estratégicas mundiales de la que se abastezcan los grandes depredadores globales (EEUU, UE, China, India, etc). Además, de ello depende también, se nos dice desde las actuales estructuras de poder, que la propia comunidad de naciones sudamericanas pueda sobrevivir como un espacio con una mínima vitalidad productiva propia, competitiva en los mercados mundiales, y no quede su papel reducido, como África, a mero suministrador de materias primas. Es lo que planteó Lula descarnadamente en Cochabamba. Su concepción de la necesidad de la integración sudamericana de naciones se reducía a establecer la integración energética, para garantizar las necesidades de combustibles fósiles de
En
Pero estas fueron solo bellas palabras que se quedaron en el camino, aunque una mínima declaración institucional significó la puesta en marcha formal de
Chávez fue bastante crítico con los resultados finales de la cumbre, sobre todo por el débil componente político de
Lula, además, estaría pensando en su nuevo programa presidencial, que desgranó pocos días después, tras un acto protocolario con los peores resabios del poder, después de cabalgar al descubierto en un Rolls Royce por las calles de Brasilia, rodeado de un impresionante dispositivo policial, y sin el arrope popular que tuvo al asumir su primera presidencia. En el discurso de toma de posesión recalcó que su objetivo era conseguir las tasas de crecimiento de China o India, en torno al 10% anual del PIB, pues había sido fuertemente criticado (¡hasta por la izquierda!) por el “raquítico” crecimiento brasileño en su primer mandato, que no había superado las tasas en torno al 3%. El énfasis de Lula de garantizar su credibilidad de cara a los mercados financieros, controlando fuertemente su gasto estatal y su política monetaria (con tipos de interés en torno al 20%), demuestra la extrema vulnerabilidad aún del propio gigante brasileño de cara a los mercados monetarios mundiales. Brasil no es como China, que puede levantar sus “murallas chinas financieras”, y controlar el valor del yuán, contra el parecer del FMI y del propio EEUU. O como India, cuya tamaño también y ciertos controles de los movimientos de capitales, le permite blindarse en mayor medida de las fluctuaciones financieras internacionales. Brasil se ve obligado a llevar a cabo una política restrictiva en materia fiscal y monetaria para defender a su moneda, y es por eso también por lo que busca ganar tamaño vía la creación de
¿Por qué hacemos esta afirmación tan arriesgada? Es sencillo, la llamada Cumbre Social por
En
En la declaración final de
De una forma muy escueta, esta es una síntesis simplificadora de la declaración final, en la que el mensaje de la integración de los pueblos sudamericanos está fuertemente presente, pero con todas esas salvedades apuntadas. Sin embargo, en la lectura en el plenario de las conclusiones de los talleres y grupos de trabajo, esas importantes salvedades cobraron una especial fuerza, e iban en muchos casos bastante más allá de lo reflejado en la declaración final. Intentaré recoger a vuela pluma y telegráficamente algunas de las demandas que se enfatizaron especialmente en esa lectura de las conclusiones finales: enfrentar la lógica del libre mercado; romper con el paradigma dominante; profundizar la solidaridad de los pueblos; coordinar las luchas contra las empresas transnacionales que explotan los pueblos, la tierra y los recursos de la región; institucionalizar la democracia participativa; criticar los megaproyectos energéticos de integración subcontinental, por su impacto ambiental; denunciar que el objetivo de los megaproyectos de infraestructuras es la reproducción del capital, y no de la vida; desarrollar energías renovables de bajo impacto; garantizar la soberanía de los pueblos en la gestión del agua; establecer el derecho de los pueblos a producir sus propios alimentos, que forma parte de su identidad; declarar la ilegitimidad de la deuda: “no debemos, no pagamos”; reivindicar la deuda histórica, en gran medida ecológica[12], del Norte con el Sur; priorizar los mercados internos en vez de los globales; declararse a favor de la cooperación y solidaridad, y no de la competencia; denunciar las políticas antiterroristas y antinarcotráfico, como vías para reprimir las luchas populares, como lo fue la lucha contra el “comunismo” en otros tiempos; censurar la militarización creciente de la región, y propugnar la participación de las organizaciones sociales en las políticas de seguridad y defensa; rechazar las tropas y bases militares extranjeras; suspender los grandes proyectos extractivos; y pasar de un desarrollo extractivista a un desarrollo sustentable y justo.
Pero me gustaría resaltar especialmente el contenido del espacio temático sobre energía, el tema estrella de ambas Cumbres, cuya asistencia fue muy nutrida y el debate muy rico, intenso y de gran altura. Y eso que no habían, o eran escasos, grandes teóricos o profesionales críticos, sino gente sencilla implicada en las luchas, con una reflexión profunda sobre la gravedad de la situación que enfrentamos, y con una visión realista y utópica al mismo tiempo del futuro. Se habló de la lucha que enfrentan las comunidades ante el impacto ambiental, territorial y social de los grandes proyectos extractivos de hidrocarburos (mapuches, guaranís, aymaras, etc.), y se alertó que en algunos casos se está produciendo un verdadero etnocidio de pueblos y culturas. Se denunció a las grandes petroleras por la militarización del territorio que están llevando a cabo para defender sus intereses, en los espacios donde operan, criminalizando las formas de vida de las comunidades que lo habitan. Entre ellas por supuesto a Repsol, respecto a la que se ha acuñado ya el término Repsolandia para definir la gestión de las explotaciones que gestiona. Se hizo hincapié en cómo muchas comunidades indígenas rechazan cualquier tipo de explotación de hidrocarburos en los territorios en los que viven, por respeto a
Se denunció igualmente la creciente dedicación de tierras agrícolas al cultivo de biocombustibles, los desplazamientos de comunidades campesinas e indígenas que ello estaba significando, y las brutales condiciones de trabajo en dichos monocultivos, lo que va a derivar en mayores corrientes migratorias, creciente inseguridad alimentaria, explotación y hambre. Estos biocombustibles se quieren destinar a saciar la sed insaciable de energía del parque por carretera mundial en ascenso imparable. Y como se dijo: “el coche se ha comido ya nuestras ciudades, y ahora se apresta a comerse el campo”. En este sentido, Brasil piensa triplicar la superficie dedicada a caña de azúcar (pasando de 7 millones de a 20 millones de has en los próximos 15 años), a costa de territorios de agricultura campesina, de espacios donde se asientan comunidades afrodescendientes, y de dar aún más bocados al Amazonas. Pero también la explosión de cultivo de soja que estamos viendo desde hace años y que afecta gravemente a Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia, hasta ahora destinada prioritariamente a alimentar el ganado estabulado en los países centrales, se está disparando aún más para generar biofuel también para los mismos demandantes. Y lo mismo está ocurriendo con el estallido del cultivo de palma africana en Colombia, utilizada asimismo para generar dicho biocombustible, que está obligando al desplazamiento de comunidades campesinas con la ayuda de las fuerzas paramilitares. Y son grandes empresas transnacionales las que controlan cada vez más dichos cultivos.
Pero también se denunciaron a las grandes empresas eléctricas como Unión Fenosa, Endesa o Iberdrola, que tras la privatización de los servicios públicos de electricidad han despedido a gran número de trabajadores, han elevado fuertemente las tarifas, no han invertido en las zonas más pobres de las ciudades, han deteriorado el servicio hasta extremos insospechados, provocando apagones continuos, han desarrollado grandes proyectos hidroeléctricos de fuerte impacto ambiental y social, sin las mínimas indemnizaciones a las comunidades que habitaban en dichos territorios (caso p.e. de la presa del Bio Bio), y están detrás de megaproyectos de interconexión eléctrica como el de Centroamérica (SIEPAC). Incluso se abordó cómo los grandes países de la región (Brasil, Argentina) están impulsando centrales nucleares, con el objetivo no explícito de dotarse del arma nuclear. Y por último, se llegó a hablar de la urgencia de caminar hacia la sociedad postpetróleo, y de cómo garantizar que la transición hacia una sociedad postfosilista, y basada en energías renovables, sea una transición justa a todos los niveles. Además, se resaltó, que esa es la única vía para hacer frente al gravísimo problema que hoy en día afronta el Planeta y
En el acto final en el Stadium, ante los presidentes mencionados, Blanca Chancoso, una representante indígena que habló en nombre de
La necesaria alerta ante los distintos proyectos del poder, para no convertirse en cómplices de ellos
Cuando Hugo Chávez habló en el Stadium se remontó a Bolivar para defender la idea, y la vigencia, de una sola patria en toda América Latina. Era su manera de plantear la necesidad de la integración para la región, y de paso reforzar su “revolución bolivariana”. Más tarde, Evo Morales se refirió no sólo a Bolivar, sino también a los pueblos de Tupac Akari, para defender igualmente la integración sudamericana desde una perspectiva indígena. América Latina tiene unos profundos lazos históricos entre sus pueblos, y ello ha sido así debido a la imposición desde hace ya más de quinientos años de un dominio externo común, con el paralelo establecimiento primero de una “única” lengua[13] y cultura, arrasando con gran parte de las culturas preexistentes, y a las luchas comunes más tarde de liberación criollas contra la metrópoli. Pero también a las abundantes interrelaciones de luchas de las propias comunidades indígenas y pueblos originarios contra la opresión española y portuguesa, y de las rebeliones de estos posteriormente contra las propias oligarquías criollas, construyendo asimismo elementos de identidad común a partir de sus vínculos con
Traemos a colación el caso de Europa, y en concreto de esa enorme estructura de mercado y poder que es
El llamado “proyecto europeo” fue desde sus inicios un proyecto de las elites europeas occidentales (continentales), económicas y financieras, y no tanto del poder político, para sobrevivir en el nuevo mundo postbélico de
Pero desde los años 80 el “proyecto europeo”, en constante ampliación, marcha por nuevos derroteros, y se apunta también a la lógica neoliberal que preside esta nueva etapa de un capitalismo crecientemente financiarizado y globalizado. Máxime tras la caída del Muro de Berlín, el colapso de los regímenes de socialismo real de los países del Este, la implosión de
Sin embargo, en el nuevo capitalismo global, y especialmente en el nuevo mundo despiadado de la “globalización armada” post-11-S, “Europa” tiene un gran problema: es un “gigante económico, un enano político y un gusano militar”, como se ha dicho, y además, es crecientemente ingobernable internamente, debido a su cada día mayor dimensión, complejidad, heterogeneidad y falta de legitimidad interna. Por otro lado, el “proyecto europeo” ha incentivado aún más la creación de un modelo económico, productivo, social y territorial enormemente consumidor de recursos de todo tipo, y en concreto de energía, fomentando exacerbadamente el crecimiento urbano-metropolitano y la movilidad motorizada, y desarticulando el mundo rural tradicional, así como las estructuras de pequeña escala más autónomas y autosuficientes, lo que le hace cada día más impactante ecológicamente, y más dependiente de materias primas externas, especialmente de los espacios periféricos globales. Y muy en concreto de combustibles fósiles foráneos:
Pero si este modelo ya es fuertemente criticable desde una perspectiva europea, y mucho más mundial, pues no sólo es cada día más injusto sino crecientemente insostenible, y la generalización del mismo a escala global requeriría varios planetas para hacerlo factible, este modelo es aún más inviable para el caso sudamericano. Primero, por la propia fragilidad y falta de legitimidad de los propios Estados de la región, agudizado por el desmantelamiento de la ya débil dimensión social de los mismos tras más de veinte años de vendaval neoliberal, que haría aún más difícil cualquier intento de integración supraestatal, provocando que el déficit democrático fuese aún más acusado que en el propio proceso “europeo”. Y segundo, porque en estas circunstancias la creación de esa integración quedaría reducida simplemente al establecimiento de una gran área de mercado, en el que el capital sudamericano y sobre todo mundial operaría sin ningún tipo de control en la región, agudizando hasta extremos inconcebibles los problemas actuales, y las asimetrías existentes, como ya hemos apuntado a lo largo del texto. Así pues, el reto que se plantea es el contrario, como reorganizar las sociedades y las estructuras políticas latinoamericanas (y mundiales) de abajo a arriba, no de arriba abajo, como se pretende con
En este sentido, las reflexiones que nos traslada Gustavo Esteva (2006), a partir de la experiencia zapatista, de la denominada “La Otra Campaña”[16], y de la rebelión popular de Oaxaca (un Estado mexicano con más de dos tercios de población indígena, como en Bolivia), pueden quizás aportarnos algo de luz acerca de por dónde y cómo caminar, y enlaza con muchas de las reflexiones que se vertieron en la propia Cumbre Social por
El poder debe volver a la propia gente, pues verdaderamente está en ella, si es que se pierde el miedo, y no delegarse, o lo mínimo posible, y sobre todo debe estar sometido al control social. “Mandar obedeciendo”, como dicen los zapatistas, para definir el “buen gobierno”. Y para ello cuanto más cercanas estén las estructuras de poder a la población, más fácil será garantizar el “buen gobierno”, y más viable será que se gobiernen a sí mismos los pueblos, como ya lo hacen en gran medida muchas de las comunidades campesinas e indígenas. Pero indudablemente este es un proceso muy difícil, pues partimos de sociedades altamente complejas, urbanizadas en muy gran medida, y enormemente interdependientes. Sin embargo, si queremos caminar hacia “otros mundos posibles”, más justos y sostenibles, repetimos, no nos queda más remedio que volver a relocalizar otra vez, poco a poco, nuestros modelos productivos y nuestras economías, y aprender del metabolismo de los mundos vivos no modernizados todavía existentes. Todo ello para reducir el tremendo flujo energético fósil sobre el que se asienta la creciente interdependencia y globalización, que permite operar en escalas productivas cada vez más amplias e insostenibles, y que sustenta estructuras de poder cada día más concentradas. A tal fin será imprescindible ir desmantelando paulatinamente las estructuras de poder de este ya “viejo régimen”, pues no puede sobrevivir, e inventar otras nuevas, más horizontales, todavía por crear y definir, capaces de perdurar y evolucionar en el tiempo. Será un proceso muy complejo de creación a largo plazo, pero que hay que empezar ya, y que debe ser colectivo, pues no es posible de otra forma. Pero no hay prisa[17], la esperanza de transformación está ahí, es la esencia de los movimientos sociales, ya ha empezado a caminar, y es esa esperanza la que puede cambiar el mundo.
A este respecto, los falsos atajos, o mejor dicho, el volver a reincidir en falsos y perversos caminos ya transitados, puede ser enormemente perjudicial. Y un falso atajo puede ser el que Hugo Chávez nos está planteando últimamente en su concreción del hasta ahora indefinido “Socialismo del Siglo XXI”, con su idea de crear un nuevo Partido Único para llevarlo a cabo. Parece como si no quisiéramos aprender nada del siglo XX, y del desastre social y ambiental que supuso el Socialismo Real de Partido Único, que profundizó las tendencias más negativas del modelo civilizatorio industrial-capitalista, como nos dice Edgardo Lander (2006). La destrucción ecológica que generó fue aún mayor que la que ha sido característica de la sociedad capitalista. Y “como alternativa democrática ‘superior’ al orden de explotación capitalista, ese socialismo del siglo XX fue un rotundo fracaso. No sólo no superó las limitaciones formales de la democracia liberal burguesa, sino que construyó un orden autoritario que terminó por anular toda idea de democracia. Consustancial a este modelo fue la negación de la extraordinaria diversidad étnico-cultural existente en el planeta, buscando subsumir esta rica pluralidad en una cultura ‘proletaria’ homogénea de carácter universal”. La llamada “revolución bolivariana” ha sido un proceso peculiar, que ha llegado a ser posible por la existencia de una fuerte movilización popular de base, muy plural, que surge ante el colapso del régimen anterior, y que es el soporte que ha tenido Hugo Chávez para mantenerse en el poder. Y a este movimiento popular le ha ayudado también la protección que Hugo Chávez le brindaba, controlando una parte importante del Ejército, ante los intentos involucionistas y golpistas de la derecha. Pero ahora Hugo Chávez, que no tiene un partido fuerte detrás que le apoye, intenta crear una estructura política única que le permita afianzarse y perpetuarse en el poder, el Estado-Partido, o el Partido-Estado, reforzando aún más su caudillismo. Y ello puede abortar el necesario debate popular sobre lo que es, o debe ser, el Socialismo del Siglo XXI.
Además, “sin una crítica a los supuestos básicos del modelo científico-tecnológico de la sociedad industrial occidental, aún los proyectos de cambio que se presenten como –en teoría- más radicalmente anti-capitalistas no podrán -como ya lo han hecho en el pasado- sino acentuar los patrones autoritarios y destructivos de esta sociedad. En Venezuela, hasta el momento, el debate público en torno al Socialismo del Siglo XXI no ha siquiera comenzado a abordar estos asuntos. De no abrirse y profundizarse este debate, se corre el riesgo de que la idea del Socialismo del siglo XXI se convierta en una consigna hueca”. Y que acabe siendo todo lo que Chávez diga que es el “Socialismo del Siglo XXI”, terminando con la rica pluralidad de base existente hasta ahora en el proceso de cambio venezolano. “La experiencia histórica sugiere con contundencia que la identidad Estado-partido no es la vía que conduce hacia la democracia” (Lander, 2006). Además, también nos surgen otras dudas y preguntas, pues siguiendo a Busqueta (2006): “Hasta qué punto será posible construir un modelo social que quiere avanzar hacia el socialismo del siglo XXI utilizando como recurso fundamental para su construcción el elemento clave en el desarrollo del capitalismo más voraz: el petróleo (…) Tomar como elemento central de un desarrollo alternativo, que quiere avanzar hacia el socialismo, la extracción y explotación de uno de los recursos cuya obtención y posterior utilización está en la base de la mayor parte de los problemas ambientales que hoy tiene planteada la humanidad, representa una paradoja difícil de superar”. Hasta ahora la renta petrolera se ha utilizado con considerables objetivos sociales, y ha permitido realizar importantes políticas redistributivas, al tiempo también que ha permitido reforzar las estructuras militares de la “revolución bolivariana”, lo que ha posibilitado la defensa de este modelo frente a las presiones y potenciales agresiones externas de corte imperialista. Pero a nadie se le escapa que esta es una dinámica de doble filo, que debe ser controlada y reorientada social y ambientalmente, si no quiere sucumbir a los peligros comentados.
La crisis de la energía afectará a los distintos proyectos en liza y avivará las tensiones en torno al modelo de desarrollo
Parece que entramos en una nueva etapa histórica. La llegada del pico del petróleo, y el posterior pico del gas, a escala mundial van a crear una situación inédita en la historia del capitalismo. Por primera vez en más de doscientos años el flujo energético fósil global no va a poder ser acrecentado, y eso va a suponer un torpedo en la línea de flotación de un modelo que opera a escala planetaria basado en la lógica del crecimiento y acumulación constante. Y es más, el suministro energético fósil mundial no solo se va a frenar en seco sino que se va a ir reduciendo, al principio de forma suave y luego de forma más acusada, y no existen alternativas energéticas a corto plazo viables. El precio del petróleo se disparará (e igualmente del gas), y la oferta no podrá cubrir la demanda. El crecimiento se quiera o no se quiera se va a interrumpir, y vamos a asistir a un proceso de “desglobalización”, de reducción del comercio mundial, al tiempo que seguramente se acrecentarán las dinámicas de guerra de los centros sobre las periferias (y entre los propios espacios centrales) para acceder a unos recursos fósiles cada día más caros y escasos. Si es que no logramos encarar esos escenarios de una forma consensuada y ordenada a escala global, para posibilitar la resolución de conflictos de forma no violenta. Además, el agravamiento del cambio climático en marcha, será también otro factor que incidirá decisivamente en el despliegue del capitalismo global. Lo más probable es que entremos en una etapa de caos sistémico prolongado, con fuertes tensiones político-sociales, hasta encontrar y estabilizar nuevos regímenes energéticos, productivos, económicos, sociales y políticos, en definitiva nuevos “modelos de desarrollo”. Estos forzosamente deberán ser más sustentables en el medio y largo plazo, y si no, no perdurarán, pues colapsarán también. Otra cosa es que sean más equitativos, ese es un reto que tendrán ante sí los movimientos sociales y
Estos escenarios de crisis energética global agudizarán por supuesto las tensiones entre los distintos proyectos de integración y de desarrollo esbozados en este texto. Por un lado, se intensificarán las demandas energívoras de los espacios centrales sobre los recursos fósiles de América Latina, y se incrementarán asimismo las presiones sobre los recursos más marginales, lo que junto con la dinámica del mercado de potenciar los llamados biocombustibles, ocasionará una fuerte tensión en los territorios en los que habitan muchas de las comunidades campesinas e indígenas, y un retroceso en la soberanía alimentaria de los pueblos latinoamericanos en su conjunto. Por otro lado, se producirán importantes tensiones para que los recursos fósiles latinoamericanos sirvan para sustentar proyectos de poder propios, y de inserción en el mercado mundial en las mejores condiciones posibles, pero que marginarán también a una muy gran parte de la población de la región, y que tendrán serios impactos ambientales. Y finalmente, los mundos campesinos e indígenas, principalmente, reivindicarán (lo están haciendo ya) nuevos modelos de desarrollo para garantizar la pervivencia de sus existencias, y caminar hacia “otros mundos posibles”, más justos, inclusivos y sustentables. Son ellos los que parece que nos están marcando más hacia dónde y cómo caminar. El debate en torno a estos escenarios futuros tan solo ha comenzado, pero
Cochabamba-Madrid
Enero 2007
- Ramón Fernández Durán es miembro de Ecologistas en Acción
Bibliografía
BUSQUETA, Joseph Manel: “La política petrolera de la revolución bolivariana. El camino hacia la plena soberanía”.
ESTEVA, Gustavo: “
FERNÁNDEZ DURÁN, Ramón: “El inicio del fin de la era de los combustibles fósiles. Peak oil: mercado versus geopolítica y guerra”. www.nodo50.org
FERNÁNDEZ DURÁN, Ramón: “La compleja construcción de
HERNÁNDEZ, Luis y LÓPEZ, Gilberto: “Choque de trenes. Entre el autoritarismo estatal y la resistencia popular”.
LANDER, Edgardo: “Venezuela. Creación del Partido Único. Se aborta el debate sobre el Socialismo del Siglo XXI”.
KURCHAZ, Tom: “Turbulencias en el pozo”. www.quiendebeaquien.org
SALAFRANCA, José Ignacio: “Sobre una Asociación reforzada entre
[1] Este texto ha sido redactado en gran medida a partir de las notas que tomó el autor en los talleres y espacios de debate de
[2] Los denominados “Temas de Singapur”.
[3] Nuevo documento de
[4] Más de doce años en el primer caso, y seis años en el segundo.
[5] Estos planes contemplan grandes redes de infraestructura de todo tipo: autopistas, corredores eléctricos, corredores fluviales (Río Paraguay-Río de
[6] En torno al 40% de los ingresos estatales provienen del petróleo, la divisa mexicana se defiende por las reservas en dólares que se obtienen por la venta del crudo, y el funcionamiento de su modelo territorial cada vez más urbanizado y motorizado es factible por el uso de derivados del petróleo.
[7] Venezuela es el único país latinoamericano miembro de
[8] Decimos lo de “falsa” pues se descubrió que muchos de los huelguistas estaban siendo bien alimentados con viandas que se introducían subrepticiamente en los lugares donde la protesta estaba teniendo lugar.
[9] En los noventa, el colapso y desintegración de
[10] Tal vez se pueda entender la no asistencia de Kirchner por las rivalidades que mantienen Lula y él dentro de MERCOSUR, y a escala mundial, pues ambos sueñan con un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de
[11] El gobierno Kirchner ha creado ENARSA, una nueva empresa mixta petrolífera (65% estatal y 35% privada) para explotar ex novo
[12] Gran parte de lo que hemos estado viendo en este texto abunda en
[13] Podríamos hablar de una “única” lengua, pues las diferencias entre el castellano y el portugués son reducidas, y permiten una fácil comunicación entre las dos comunidades linguísticas. Indudablemente el castellano es la lengua claramente mayoritaria, y hoy el propio Brasil está caminando rápidamente hacia el bilingüismo en su sistema educativo. No le queda otra opción si quiere convertirse en la país hegemónico de Sudamerica.
[14] Lo que permitió pasar de los mercados locales a los mercados nacionales.
[15] Todas estas cuestiones se desarrollan bastante más ampliamente en la nueva edición del libro “La compleja construcción de la ‘Europa’ superpotencia” (2006), que ha salido recientemente en Buenos Aires.
[16] Impulsada a partir de
[17] Bueno, en realidad sí la hay, en el sentido de que estamos entrando en un mundo crecientemente en crisis e ingobernable, pero no nos tenemos que dejar tentar por los falsos atajos de los que hablamos a continuación, y además tenemos que ser conscientes que los cambios que impulsemos serán forzosamente lentos, a pesar de nuestra impaciencia, pues no será sencillo transformar rápidamente el actual modelo.
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