El futuro abierto de Brasil
- Opinión
A partir de allí se fueron constituyendo los dos bloques políticos que se enfrentaron a lo largo de todos estos meses, configurando por último la polarización entre derecha e izquierda, como se presenta claramente en la segunda vuelta de los comicios presidenciales. La segunda vuelta posibilitó el enfrentamiento entre los dos mayores bloques de fuerzas, los que poseen potencial hegemónico, definidos en torno a sus características diferenciales.
La victoria de Lula representa la expresión electoral de lo que el pueblo brasileño considera que la desigualdad social es el problema central del país. La diferenciación significativa entre las intenciones de voto de los estratos más ricos, de mayor nivel educacional y del sur de Brasil -diferenciado de las otras regiones por el nivel de vida más alto, así como el nivel educacional y por una composición étnica mayoritariamente blanca- y los más pobres, de menor nivel educacional y de las otras regiones es suficientemente significativo, para no dejar ninguna duda sobre su peso en el resultado final.
De las intenciones de voto de más del 60%, Lula recibe el 74% en el noreste, 56% en el norte, 54% en el sureste y 44% en el sur. Recibe el 64% de quienes tienen enseñanza fundamental, 56% de los con enseñanza secundaria y 40% de los con enseñanza superior. Cuenta con el 64% de quienes reciben hasta 2 salarios mínimos, 56% del estrato de entre 2 y 5 salarios mínimos, 50% de los que reciben entre 5 y 10 y 38% de los de más de diez salarios mínimos. Lula pierde sólo en este último estrato, en los de mayor escolaridad y en la región sur, ganando en todos los otros. Esto también significa que los votos que obtiene no se restringen al voto de los pobres, porque triunfa en la región sureste, en los de escolaridad promedio y en los que reciben de 5 a 10 salarios mínimos, además de tener expresiva intención de voto en el sur, en los de mayor rendimiento y de mayor escolaridad.
El país no está dividido socialmente entre derecha e izquierda, pero el caudal de votos del bloque de izquierda es significativamente de los de menor renta y menor escolaridad. No es la candidatura de Lula que introdujo la desigualdad. Al contrario, son las políticas de su gobierno las que, por primera vez en la historia de Brasil, disminuyeron esa desigualdad. Su candidatura expresa a nivel político la voluntad de superación de la desigualdad, que está inscrita en nuestra historia y en nuestra estructura social por las orientaciones que los sucesivos gobiernos imprimieron al país.
Los que creen que esa configuración expresa la falta de importancia atribuida por los más pobres a las cuestiones éticas, no miran los rostros de quienes protagonizan los escándalos morales del país, más allá de los denunciados, los que proliferan también afuera de Brasil. No son los pobres, ni los trabajadores, ni son los de menor nivel de renta y de escolaridad.
Los que creen que las empresas estatales son los espacios privilegiados para la corrupción no consideran que los mayores escándalos de corrupción de la historia han sido protagonizados por grandes corporaciones privadas norteamericanas -con la Enron en primero lugar-, y solamente no son mayores, por la complacencia que con ellas tienen los gobiernos y las instancias que deberían fiscalizarlas, además de la protección que detentan, por regla, de los grandes medios de comunicación -con los cuales acostumbran tener relaciones promiscuas- y por los secretos de funcionamiento de las empresas. Las empresas estatales son susceptibles de control, de denuncia, de vigilancia por el voto popular, por los gobiernos y por los parlamentarios.
Se aproxima la hora de hacer el balance de las ganancias y pérdidas de esa larga y casi interminable campaña. Las ganancias seguramente se sitúan en la expresión socialmente significativa del voto de extracción social popular y en la polarización más clara entre derecha e izquierda en la segunda vuelta. Las pérdidas, en el debilitamiento de la política y de los partidos y en el papel manipulador -aunque derrotado esta vez- de la gran mass media monopolista privada.
Derrotado el bloque de derecha -y sus mayores caciques, particularmente derrotados: Tasso Jereissatti, Jorge Bornhausen, Antonio Carlos Magalhães, Fernando Henrique Cardoso- y los grandes medios de difusión. Victorioso Lula y la izquierda, que se movilizó en la segunda vuelta para propiciarle la victoria. Resta saber como cada uno de ellos leerá los resultados y actuará en seguida. Tal como la historia de América Latina, la historia brasileña insiste en mantenerse abierta a las grandes transformaciones en el nuevo siglo.
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