La Argentina desde acá:

Luchas sociales y ocaso de la convertibilidad

17/02/2002
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A los más de 30 manifestantes asesinados el 20 de diciembre por la policía,
a los 3 pibes del barrio de Floresta asesinados por un ex policía "privatizado" el 29
y a Hugo Barrionuevo, joven manifestante "piquetero"
asesinado el 6 de febrero por un matón parapolicial
"puntero" del Partido Justicialista bonaerense,
por exigir su derecho al trabajo

I- "VERANO PORTEÑO": El título de la estupenda pieza de Astor Piazzola aparece sin que lo llamen, cuando uno trata de pensar lo vivido y sucedido a partir del 19 de diciembre de 2001 en el caliente verano de Buenos Aires -y en toda Argentina-, que ciertamente tiene importantes proyecciones para toda Latinoamérica. ¿Qué apareció en el escenario? Saqueos, estado de sitio, cacerolazos, rebelión y estallido social, ruptura de la cadena de pagos, "corralito", una inédita crisis política institucional, vacío de poder y cambios vertiginosos de presidentes-fusibles. Pero tratar de comprender la situación de Argentina hoy desde acá requiere de un esfuerzo para "ver la coyuntura" mucho más allá de las fragmentaciones y trivializaciones mediáticas predominantes, desde un elemental rastreo histórico y estructural, y desde una perspectiva latinoamericana que le dé cierto sentido. Sobre todo, para dimensionar los efectos pasados, presentes y futuros de las políticas neoliberales sobre nuestros pueblos, así como las formas de lucha, organización y resistencia social que provocan. La punta del iceberg Lo que saltó a la primera plana internacional desde el 19 de diciembre fue la punta del iceberg de un vasto movimiento de protesta y rebelión social, que ya se venía desarrollando en días anteriores: "?En algunas de las acciones hubo choques con la policía, tiroteos, y enfrentamientos con armas. Pero no sólo son saqueos, también en estos días se dio la toma del Banco Provincia por docentes en La Plata (14 dic.) y numerosos cortes de ruta. El 19 se toma y bloquea el puente "General Belgrano" que une Corrientes con Resistencia. Se cortan rutas en todo Jujuy, el sur de Tucumán, Chaco y Entre Ríos. Hay ataques a edificios públicos con lucha callejera (Córdoba y La Plata), hechos en los cuales encontramos elementos de motín. La decisión del gobierno de decretar el estado de sitio y el llamado a la calma desatan la movilización y manifestación (lo que los diarios llaman el "cacerolazo") principalmente de la pequeña burguesía asalariada y no asalariada, con concentraciones en muchos puntos de la ciudad de Buenos Aires, así como en Rosario, Córdoba, La Plata, Mar del Plata, en la noche del 19. Una apretada síntesis muestra que el 20 hubo saqueos en Rosario, Junín, Capital Federal, Gran Buenos Aires, Corrientes, Salta, Paraná, Comodoro Rivadavia. Lucha callejera en Córdoba, Mar del Plata, Comodoro Rivadavia, Mendoza, Neuquén, Tucumán, Rosario, Paraná y Gran Buenos Aires. Manifestaciones en Chaco, La Plata, Mar del Plata. Y el paro general convocado por la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) a la mañana del 20, y por ambas CGT (Confederación General del Trabajo, dividida en dos sectores) a la tarde del 19. Pero el combate principal se desarrolla desde las primeras horas del 20 y sobre todo al mediodía en el centro de Buenos Aires. Hay choques protagonizados por las masas en todo el centro de la Capital. Si atendemos a los instrumentos utilizados y a los sujetos que protagonizan los hechos, vemos que lo ocurrido entre el 19 y el 20 de diciembre de 2001 contiene todas las formas de rebelión presentes en los últimos doce años. O sea, en estos dos días se concentró, se condensó lo que se había ido dando en los últimos doce años." (Informe de Nicolás Iñigo Carrera, Coordinador del Programa de Investigación sobre Movimiento Social-PIMSA- Universidad de Buenos Aires, 27-12-01) Así, el gobierno de De la Rúa se fue como empezó: descargando represión y provocando muertos. En diciembre de 1999, a escasos días de asumir, tropas de gendarmería desalojaron militarmente el puente fluvial Corrientes- Resistencia, bloqueado por manifestantes, con un saldo de dos muertos y decenas de heridos y detenidos. Una breve mirada atrás nos indica también que el pico de rebelión de diciembre tiene numerosos antecedentes de más largo plazo que es necesario retomar: hay un ciclo de resistencia y protesta que tuvo un punto de arranque en el estallido popular de diciembre de 1993, en Santiago del Estero y otras provincias del interior empobrecidas. En la capital de esa provincia, luego de una concentración convocada principalmente por las seccionales locales de los trabajadores del estado, sobre todo los de salud y educación, los manifestantes santiagueños no tocaron entonces un solo supermercado o comercio a pesar del hambre y la miseria: atacaron directamente las sedes del poder político (Casa de Gobierno, Legislatura y Poder Judicial) y las mansiones de políticos corruptos, tanto oficialistas como "opositores", desbordaron la represión policial local y forzaron la intervención federal a la provincia Esas eran las primeras respuestas sociales activas de envergadura frente al nuevo "terror económico" que significaba el estrangulamiento presupuestal de las provincias, el recorte laboral y el cierre de fuentes de trabajo privatizadas, impuestos por Domingo Cavallo, en su gestión como ministro de economía durante la primera parte de la década menemista (90- 95). Para el estratega de la convertibilidad, las provincias empobrecidas eran simplemente "economías no viable", y por lo tanto descartables, al igual que sus habitantes. El largo proceso de acumulación-resistencia social iniciado entonces, incluyó decisivamente la movilización de empleados públicos del interior con sueldos recortados, pagados en bonos y atrasados, así como la de los docentes en defensa de su trabajo y la educación pública durante el menemismo. Esas luchas fueron particularmente intensas en la norteña provincia de Jujuy, donde detacó la figura de Carlos Perro Santillán, dirigente del Sindicato de Empleados y Obreros Municipales, que junto con otros, conformaba el Frente de Gremios Estatales, a la cabeza de las movilizaciones. Y en el otro confín del país, la huelga metalúrgica de Tierra del Fuego, en abril/mayo del 95, enfrentó los despidos y cierres de plantas con ocupaciones de ellas y lucha callejera. Pero sin duda ese proceso dio un salto cualitativo con la conformación del movimiento de desocupados (los piqueteros), cuya cuna fue la patagónica provincia de Neuquén. Allí se dieron las experiencias iniciales de coordinación de sus luchas, con la creación de las primeras Asambleas y Comisiones Coordinadoras de Desocupados, entre fines de 1994 y comienzos de 1995. A partir de entonces, el movimiento se extendió hacia muchos otros lugares como Córdoba y Gran Buenos Aires, realizando su primera marcha a Plaza de Mayo el 6 de septiembre de 1996. Y se consolidó con picos de lucha, experiencia organizativa y alianza con otros sectores populares, desde Cutral-Có (Neuquén) hasta Tartagal y General Mosconi (provincia de Salta, al norte). En agosto 2001 el Movimiento de Trabajadores Desocupados realizó su primera Asamblea Nacional, y al calor de la lucha actual, prepara la segunda para febrero 2002. Hoy en Mosconi, luego de duros enfrentamientos con Gendarmería, ese movimiento realiza una valiosa experiencia política, construyendo y ejerciendo un verdadero poder popular local, análogo a algunas experiencias de "ayuntamientos populares" (entre otros, Tepoztlán) y de comunidades autónomas rebeldes como las zapatistas en México. Fin de fiesta El naufragio de la convertibilidad (con su ficticia paridad peso-dólar) impulsada ciegamente por Cavallo hasta su forzada renuncia, marca en realidad el agotamiento de un ciclo de políticas económicas neoliberales, cerradamente monetaristas, impuestas en Argentina desde hace un cuarto de siglo (1976) . En eso han coincidido varios analistas económicos desde distintos puntos de vista, incluído Aldo Ferrer. En términos reales, el último proyecto económico vinculado a un mercado, una producción y un consumo "nacionales", fue el del ministro José Ber Gelbard (Cámpora-Perón, 73-74). Su sucesor, ya en el gobierno de Isabel Perón, Celestino Rodrigo, descargó los primeros "ajustes": aumentos en combustibles, impuestos y servicios básicos, que fueron respondidos entonces por movilizaciones de obreros y asalariados, ya no controladas por la oficialista Confederación General del Trabajo (CGT). Y en noviembre de 1975 el comandante en jefe del ejército, general Videla declaró: "Deberán morir los que sea necesario para lograr la pacificación definitiva de Argentina". Luego, el golpe militar de marzo 76 declaró iniciado el Proceso de Reorganización Nacional e instauró el terrorismo estatal de una dictadura militar de represión planificada. Su ministro de economía Martínez de Hoz, conocido representante de la oligarquía local monopólica, comenzó la reestructuración neoliberal excluyente y la marcha irreversible hacia la hegemonía del capital financiero: inició la desregulación del mercado financiero, la libre importación, la apertura comercial irrestricta, el drástico recorte presupuestal sobre todo en salud, seguridad social y educación, la contención salarial -basada en una despiadada y metódica represión sindical- y el proceso de desindustrialización interna. Hiperinflación, control político y neoliberalismo Pero ciertamente logró controlar el agudo brote hiper-inflacionario desatado durante la gestión de su antecesor Rodrigo. Y la exitosa contención de la inflación a toda costa (dogma fundamental del mercadoteísmo monetarista) contribuyó a que en la primera etapa la dictadura mantuviera la iniciativa política. Lo hizo aprovechando también la actitud expectante o al menos pasiva de numerosos sectores medios, que sospechaban que las movilizaciones populares antes y durante el camporismo habían llegado demasiado lejos. O que las "excesivas" concesiones salariales anteriores habían tenido algo que ver con las turbulencias económicas inflacionarias que se habían vuelto inquietantes. O que la corrupción y los crímenes del régimen de Isabel Perón y López Rega demostraban las maldades del populismo estatista. No pocos de esos sectores medios (extensos todavía entonces en Argentina) se encandilaron con la súbita abundancia de artículos importados, el espejismo de las novedosas facilidades para viajar al exterior, o la aparición fascinante de una nueva terminología financiera difundida por los medios electrónicos, y de nuevos instrumentos de especulación financiera que parecían ser accesibles para "los peces chicos" y prometían dinero fácil, como las mesas de dinero. Se negaban a ver el comienzo del sordo proceso de desindustrialización, retroceso productivo y futura contracción del mercado interno, que luego pagarían muy caro también ellos. Casi una generación después, la acumulación de casi cuatro años de recesión abierta, y el mazazo final del "corralito" cavallista que congelaba los fondos de los pequeños ahorristas, despertaría a muchos de esos sectores medios de un profundo y prolongado "sueño de opio" y arrojaría a sus franjas más conscientes a la rebelión civil, desafiando el estado de sitio, enfrentando la represión policial y "viendo" con nuevos ojos (o quizá por primera vez) las viejas heridas, mucho más profundas, de otros sectores populares como el de los trabajadores desocupados. Al comienzo del alfonsinismo, el ministro Grispun inició un fugaz intento orientado a la reactivación de la producción, el mercado y el consumo interno. Pero fue rápidamente reemplazado y las políticas económicas volvieron rápidamente a su cauce monetarista, dictado por los centros de poder económico locales e internacionales. Si en lo político la ilusoria primavera alfonsinista terminó con las suicidas concesiones a los militares frente a sus presiones (Leyes de "Obediencia Debida" y de "Punto Final", que clausuraban la posibilidad de procesar a numerosos participantes en el genocidio), en lo económico-social concluyó con una nueva sacudida hiperinflacionaria que se desató al final de su gobierno, hacia febrero 89. Ese brote y las impopulares medidas de ajuste dictadas por el ministro Sourrouille, provocaron numerosos estallidos populares en la periferia de Buenos Aires, Rosario y otras ciudades del interior, que incluyeron saqueos. Y esas explosiones de descontento social finalmente forzaron el acortamiento del período presidencial previsto, anticipando en algunos meses las nuevas elecciones presidenciales que ganaría Menem con la promesa de "salariazo y revolución productiva". Como bien sabemos, mintió cínicamente y no sería la única vez. Pero en una sociedad marcada por prolongados y repetidos traumas hiperinflacionarios, la estabilización económica monetarista, basada en el exitoso plan de convertibilidad operado entonces por el flamante ministro Cavallo, se tradujo inicialmente en una acumulación política que a su vez hizo posible la cosecha electoral de la reelección menemista. Se repitió aquí el fenómeno ya señalado por Perry Anderson en Balance del Neoliberalismo (1995) en varios casos latinoamericanos. Los inéditos brotes hiperinflacionarios, también en Bolivia y Perú, han tenido efectos coincidentes en la psicología social y política de amplios sectores: a menudo desembocaron en conductas de apoyo, o al menos de aceptación pasiva, a cualquier gobierno y política económica que aparecieran como exitosos para superarla. Los señalamientos de Anderson son claros en ese sentido, y coinciden con los resultados de varios estudios psicosociales y encuestas de opinión vinculadas a la reelección de Menem y Fujimori en 1995. Los catastróficos efectos sociales de la convertibilidad cavallista recién se traducirían en lo político-electoral a fines del 97, con el decisivo retroceso del menemismo en las elecciones legislativas, y luego con la derrota del candidato justicialista Eduardo Duhalde en las elecciones presidenciales de 1999, frente a la Alianza Cívica que llevó a la presidencia a Fernando de la Rúa. Se abrió así la puerta a una nueva frustración de las aspiraciones democráticas y sociales, que se agregaría a las ya vividas con el fracaso del camporismo y el del alfonsinismo. Como hoy en México y en muchos otros países, la alternancia bipartidista conservadora es la forma que adopta en las actuales condiciones un esquema de dominación política y exacción económica, basado en la radical exclusión de la sociedad en las decisiones reales. "Los payasos cambian, pero los dueños del circo son los mismos" Las corrosivas pintadas callejeras en Buenos Aires resumían una acertada y extendida percepción popular, cuando el estratega de la convertibilidad del menemismo fue nuevamente nombrado como ministro por el gobierno de De la Rua, que intentaba salir de otra grave crisis política y de gabinete, en marzo de 2001. La crisis incluyó la renuncia de cuatro ministros, desencadenada por la reacción social ante el anuncio de otro inminente ajustazo por parte del nuevo (y fugaz) ministro de economía López Murphy, cuyo "paquete" fue entonces aplaudido por el FMI, el BM y el BID, como "doloroso pero necesario". Luego de tensas negociaciones con el congreso y con Cavallo, que pretendía poderes excepcionles como "coordinador de gabinete", Murphy fue reemplazado por él. Con el nombramiento de su candidato favorito "los mercados se calmaron", pero se siguió acumulando el combustible para el nuevo estallido social de diciembre 2001, detonado finalmente por el congelamiento de fondos de ahorristas y el estado de sitio. Ese combustible seguía fluyendo implacablemente desde enormes grietas, abiertas en la sociedad por su estrategia económica: una desocupación abierta que llega casi al 20% nacional (en regiones como Jujuy, hasta el 60%), con altísima subocupación y precarización, y un nivel de pobreza del 40% en una sociedad habituada al casi pleno empleo y a la movilidad social ascendente; privatizaciones fraudulentas que desembocaron en el saqueo y desguace del estado, en fuga acelerada de divisas y cierres de fuentes de empleo e impuestos, servicios y medicamentos impagables para una gran mayoría, con una deuda externa de 141 mil millones u$s. Al iniciar la dictadura militar (y el comienzo de la hegemonía del capital financiero), esa deuda era de 8 mil millones. Pero antes de que Cavallo volviera a combinar provechosamente los "negocios privados" con "la función pública" (para sí y para su clase) trascendió un hecho grave, que por su misma naturaleza debía ser forzosamente "extraoficial": las maniobras militares Cabañas I, realizadas en 2000 en campos del ejército en la provincia de Córdoba. A pesar de durar casi un mes y contar con la participación de más de dos mil soldados extranjeros, entrenados en los batallones de boinas verdes y boinas negras de EEUU, esos ejercicios fueron ocultados a la población. Estos juegos de guerra clandestinos, ilegales y anticonstitucionales planteaban en sus documentos internos el escenario de un país con "guerrillas, narcotráfico y población rebelde". Con estos antecedentes y desde esa concepción del "enemigo interno", las tropas de Gendarmería volvieron a actuar en junio de 2001 para sofocar un nuevo brote de rebelión social en la población de General Mosconi, una de las más golpeadas por la miseria y el desempleo. Allí, los bloqueos de carreteras ("cortes de rutas") realizados por los piqueteros con decidido apoyo vecinal, fueron respondidos por el asalto de esas tropas, reorganizadas durante el menemismo como fuerzas de despliegue rápido para represión interna. Ocuparon militarmente la localidad, aterrorizaron a sus habitantes, allanaron y catearon violentamente domicilios, provocaron dos muertos y decenas de heridos y detenidos. Y el 6 de julio, mientras se coordinaban los esfuerzos sociales para ayudar a los habitantes de General Mosconi y liberar a los detenidos, Adolfo Pérez Esquivel (premio Nobel de la Paz 1980), dirigentes del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, pastores de las iglesias metodista y evangélica, y abogados defensores de los detenidos, denunciaron ante la prensa otro hecho muy grave: el presidente De la Rúa enviaba al congreso una solicitud de autorización para el ingreso de tropas extranjeras, que participarían en las maniobras militares Cabañas II nada menos que en la misma provincia de Salta, bajo el comando de EEUU. La solicitud presentaba el ejercicio militar como una "operación de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas", que "se inscribe dentro de la política de fomento de la confianza mutua y la cooperación regional". Los participantes en este caso serían, además de EEUU y Argentina, Bolivia, Paraguay, Brasil, Uruguay, Perú y Ecuador. II- LO NUEVO Y LO VIEJO: LA CRISIS COMO ANALIZADOR Como suele suceder, una crisis de esta magnitud actúa como líquido revelador, que "hace aparecer", resalta y pone a la vista hechos, tendencias y relaciones de poder, en la sociedad y el estado. "Lo viejo" volvió a aparecer en el campo del gobierno, la clase política y los centros de poder. Y sin duda, "lo nuevo" apareció en el dinamismo del movimiento social. Varios hechos lo señalan: 1- La respuesta de movilización social ante actos represivos del estado. La declaración del estado de sitio al comenzar la noche del 19 de diciembre provocó un efecto precisamente opuesto al buscado, que era frenar la oleada de saqueos y protestas previas, paralizando a la población: ni bien el presidente De la Rúa anunciaba la medida por televisión, comenzaron a oírse los golpes metálicos de todo tipo de batería de cocina, que venían de todas partes in crescendo, y comenzó a desencadenarse una movilización-manifestación espontánea y masiva, de rasgos inéditos en la historia reciente. "Una gota con ser poco, con otra se hace aguacero": como si escucharan la canción de Viglietti, incontables grupos de vecinos se iban congregando en esquinas conocidas de San Telmo, Constitución, Almagro, Villa Crespo, Palermo, Chacarita, Floresta y muchos otros barrios de la Capital. El aguacero convertido en ríos comenzó a volcarse desde todos esos puntos hacia Plaza de Mayo y la movilización desencadenada se sostendría hasta muy entrada la tarde del 20. Hacia la medianoche del 19 la brutal represión policial contra esa movilización "echó gasolina al fuego" y se inició con una sorpresiva y feroz carga con gases, munición de caucho, caballería, guardia de infantería, camiones hidrantes y motociclistas contra los manifestantes, todavía pacíficos, que llenaban esa plaza, para "desalojarla". Sólo logró su repliegue momentáneo de ese lugar y convirtió todo el centro de la ciudad, entre Plaza de Mayo y Plaza del Congreso, en un campo de batalla entre las fuerzas represivas y los sectores de manifestantes más jóvenes y decididos, a los que se sumaron nuevos contingentes "frescos" durante todo el día 20. Al día siguiente eran visibles las cicatrices que la batalla dejó en todo el centro: piedras, incendios, barricadas y ataques a los frentes vidriados de bancos, empresas privatizadas y McDonald´s. Pero por encima de eso, más de 30 manifestantes asesinados por la policía provocaron el inicio de un proceso judicial que involucró a jefes de seguridad y alcanzó al presidente renunciante, y atizaron la ira social: el 28 a la noche se repitió otra movilización similar desde incontables puntos de la Ciudad hacia Plaza de Mayo. Esta vez, bajo un fugaz gobierno de transición y a la defensiva, las fuerzas policiales inicialmente dejaron la Plaza a los manifestantes, cuyos grupos más decididos llegaron a intentar entrar a la Casa de Gobierno, golpearon sus puertas y ventanas y pintaron sus paredes. De allí partieron los primeros disparos de gases, que iniciaron entonces la carga policial y el nuevo desalojo de la Plaza. Nuevamente, el campo de batalla se trasladó a Avenida de Mayo y Plaza Congreso, en cuyo edificio llegaron a penetrar y hacer destrozos en planta baja algunos grupos, en condiciones poco claras. Y esta vez, la furia de varios grupos de manifestantes envió a 12 policías al hospital policial. 2- La convergencia objetiva de muy diversos sectores con formas de rebelión social muy distinta: Como lo señala el informe que ya citamos, la ola de saqueos de días anteriores era sólo parte de una oleada mucho mayor de protesta y movilización social, de larga gestación y profundas raíces. Pero el tratamiento mediático predominante fue la fragmentación, la descontextuación y la "nota roja". Y varios datos señalan la acción de servicios de inteligencia en algunos actos puntuales de saqueo, orientada a atizar la conocida "guerra de pobres contra pobres", la desconfianza entre sectores populares arrastrados hacia la marginación y sectores medios empobrecidos. Esa forma de "guerra psicológica" no es nueva: también se dio durante los saqueos del 89. A este tipo de acción no es ajeno tampoco el aparato del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires, dominado por el duhaldismo y operado por el entonces gobernador Carlos Ruckauf (hoy ungido ministro de relaciones exteriores por Duhalde). Ese aparato, vinculado a las mafias locales y a una policía profundamente corrompida, brutal y delictiva, cuenta además con enormes recursos financieros y organizadores como las "manzaneras" y los "punteros", que combinan un discurso demagógico-populista con la intimidación y el grupo de choque (el "porrismo"), con la manipulación de dádivas y partidas del "Plan Trabajar", en el mejor estilo priísta, que conocemos sobradamente aquí. Ese aparato de coacción y represión paraoficial se movilizó y entró en acción en Plaza Congreso, cuando sesionaba la asamblea legislativa que finalmente ungió presidente a Duhalde, para intentar desalojar por la fuerza a los contingentes organizados de la izquierda política que se manifestaban en el lugar y resistieron el ataque, provocando un nuevo enfrentamiento en la calle. Más allá de estas acciones del estado y los partidos tradicionales, numerosos hechos marcan una tendencia incipiente a la convergencia de la rebelión social. Y esto es particularmente notable en Argentina, donde las experiencias de sectores medios y de sectores proletarios se habían dado de forma separada (como en las luchas obreras y anarquistas a principio de siglo, y las de la reforma universitaria de 1918) o aún contradictoria (como en el irigoyenismo y el peronismo). En ese sentido, lo sucedido sólo podría compararse con algunos picos del activo período 66-73, en el que el ascenso de la movilización social permitió un alto grado de convergencia popular, basada entonces en la confluencia del movimiento obrero y del estudiantil (cuya expresión más sobresaliente fue el Cordobazo del 69), sin precedentes en Argentina. Pero además de la abismal diferencia de contextos internacionales, en ese caso se trataba de una lucha democrática contra una dictadura militar, y hoy se trata de un conflicto de otras dimensiones y proyecciones estructurales, frente al desgarramiento y destrucción social provocados por 25 años de reestructuración excluyente de la sociedad. Los saqueos iniciados entre sectores populares con alta desocupación y miseria configuran una respuesta social defensiva, anclada en la supervivencia, cuyas dimensiones fueron mucho más allá de la capacidad de contención y manipulación por el estado y los partidos, pero también superaron en gran medida la capacidad de intervención y organización de sectores populares como el Movimiento de Trabajadores Desocupados. Coexistieron con otras formas de rebelión y convergieron objetivamente con formas de resistencia civil como los "cacerolazos", iniciados luego entre las franjas más concientes de los sectores medios. En muchos casos, ambos sectores protagonizaron acciones que desembocaron en enfrentamientos callejeros con fuerzas represivas. Y esto es una experiencia política significativa para quienes las vivieron y las atestiguaron. En particular porque, como señalamos, muchos de estos sectores medios habían apoyado o al menos aceptado pasivamente, las primeras etapas de los planes monetaristas de contención hiperinflacionaria (Martínez de Hoz desde 76 y la convertibilidad cavallista desde 1990), negándose a ver sus costos sociales para otros sectores, que luego los alcanzarían a ellos. 3- Un estado inédito de protagonismo, movilización, autoorganización y deliberación social. Además de los estallidos y movilizaciones espontáneas, comenzó luego una búsqueda activa y evidente de nuevas formas organizativas. Esta búsqueda gestó todo tipo de reuniones vecinales, asambleas barriales y populares, frente a los más variados problemas que afectaban a quienes buscaban reunirse. Algunos de esos problemas estaban vinculados a hechos dramáticos y brutales, que son también verdaderos "analizadores" de la situación social actual. Es el caso del asesinato alevoso de 3 pibes del barrio de Floresta por un policía "privatizado" el 29, que convocó numerosas asambleas (que fueron de las primeras) y manifestaciones organizadas por sus vecinos y familiares, que exigían castigo al culpable y el cese de la impunidad, la represión, el hostigamiento y la provocación policial. Este estado de activación social y la continuidad de los factores desencadenantes de la crisis, abren la posibilidad de nuevas formas de coordinación, de autoorganización y de resistencia social y cívica, como las campañas contra el pago de impuestos exorbitantes y servicios encarecidos por empresas privatizadas. Dentro del abanico de nuevos actores que produjo esta nueva oleada de movilización social, destacó la presencia activa y eficaz de los "motoqueros", como se llama popularmente a los jóvenes motociclistas que trabajan habitualmente en los servicios de envío de documentación y de comida. Organizados en un sindicato independiente creado por ellos, también conocen la discrecionalidad y brutalidad policial. En las movilizaciones y enfrentamientos del 20 y 28 usaron su agilidad para llevar y traer información entre los contingentes de manifestantes, para distraer a la policía cuando ésta cargaba contra esos contingentes, para sacar del lugar de peligro a intoxicados por los gases (incluido algún periodista agradecido). Para llevarlos a limpiarse los ojos y tomar agua en los invalorables oasis surgidos de las solidarias mangueras de agua que rápidamente sacaron y conectaron porteros y encargados de edificios. Para estimular y coordinar a "los de a pie". Y cuando era posible, encabezar el avance sobre la ancha avenida 9 de Julio. Aplaudidos por manifestantes, vecinos y transeúntes, recibieron de buen grado el mote chocarrero de "caballería popular". Pero ese cálido reconocimiento social tuvo también un duro precio de sangre para ellos: tres de los asesinados por la policía fueron motoqueros. En un plano "menos épico" pero igualmente necesario, se incluyen los grupos de jóvenes que se organizaban para repartir vasos de agua a los agradecidos viejos que llevaban horas al sol de verano en las fatídicas e interminables colas de los bancos. Esas colas, formadas principalmente por jubilados, pensionados y pequeños ahorristas con fondos secuestrados, no son sólo el nuevo espacio cotidiano-social, obligadamente compartido, en el que todos terminan tratando de expresar de mil modos su bronca (para no ahogarse en ella) ante la "dictadura bancaria", forma actual de la dictadura financiera, creada e impuesta por la convertibilidad cavallista, que les niega el elemental derecho de disponer de lo ganado. Se ha convertido también en un espacio de reconocimiento mutuo, de micro-solidaridades que incluyen datos útiles, guardar lugares a los más viejos y tímidas propuestas para llevar a la próxima reunión o asamblea vecinal. 4- Profundización de la crisis de representatividad-legitimidad de la "sociedad política".

A vos te puso el Fondo, Chupete botón
Te cortamos las rutas, te paramos el país:
Sos un hijo de puta y te tenés que ir"

El cántico contra De la Rúa y el FMI, creado y entonado desde antes por los piqueteros, se extendió rápidamente en las primeras movilizaciones, hasta la renuncia del acorralado presidente. Pero luego, cuando fue reemplazado por el justicialista Rodríguez Saa (que, ungido por el Congreso, duraría menos de una semana), otro cántico fue subiendo de volumen en la manifestación del 28 en Plaza de Mayo, y en otras movilizaciones: "Baila mi pueblo, baila, baila de corazón / Sin radicales ni peronistas vamos a vivir mejor". Y en las marchas y manifestaciones por el asesinato alevoso de los tres pibes de Floresta el 29, la bronca y la tristeza de los vecinos lo transformó en: "Canta mi pueblo, canta, canta de corazón / Sin militares ni policías vamos a vivir mejor". Esta creciente impugnación social incluyó en primer lugar al Estado y sus instituciones: el gobierno de turno y los "tres poderes", incluyendo a los legisladores y sobre todo a una Corte Suprema con predominio de jueces menemistas, que entre otros detalles hizo posible la libertad de Menem y luego ratificó la legalidad del congelamiento de depósitos bancarios de los pequeños ahorristas. Pero también incluye a los organismos de crédito internacional y a los dispositivos de mediación estado-sociedad como partidos tradicionales y burocracia sindical. Tales eran los blancos de las declaraciones de manifestantes, de gritos, cánticos, mantas y carteles, luego de los primeros momentos de la crisis, en la que esos blancos eran primero Cavallo y luego De la Rúa, además de Menem. Luego de la represión policial, se agregaron la policía, los militares, los bancos y las empresas privatizadas como YPF-Repsol (ambos sectores con fuerte participación de capitales españoles). De manera significativa se extendieron en la sociedad nuevas y variadas formas de denuncia como el escrache, que había sido impulsado antes y popularizado por organismos de familiares de desaparecidos como H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio) , contra participantes militares y civiles en el genocidio de la dictadura. En esta ocasión se aplicaron primero a Cavallo y luego se extendieron a muchas otras figuras repudiadas de toda la clase política. Por primera vez, esa clase se siente vigilada de cerca por una sociedad movilizada, deliberativa y beligerante. En su conjunto, el grado de impugnación social activa alcanzó niveles cuantitativos y cualitativos inéditos. Pero al mismo tiempo, reconoce antecedentes inmediatos que ya se habían expresado muy recientemente en la conducta político-electoral, y de manera muy clara: el llamado "voto- bronca" en las elecciones legislativas de octubre. En un país de voto obligatorio, habituado a altas participaciones electorales (como el resto del Cono Sur), una franja mayoritaria del electorado expresó su rechazo a la ficción democrática de ese proceso electoral, absteniéndose de votar a pesar de la obligatoriedad legal, o mediante una cantidad inédita y sorprendente de "votos impugnados" (que contenían desde papel higiénico y todo tipo de expresiones escatológicas, hasta fotos del Che o de Bin Laden). De hecho, ese "voto-bronca" fue el ganador no legal de esas elecciones, muy por encima de ambos partidos "grandes", que quedaron profundamente disminuidos y deslegitimados electoral y políticamente: el actual presidente Duhalde, ungido en medio de la crisis de diciembre por un congreso sin legitimidad, por un acuerdo cupular entre ambos partidos, con un método digno de los "electores de Sajonia", tuvo entonces un 15% de votos. Pero ese dato evidente, como innumerables signos anteriores de la acumulación de "bronca social", no fueron registrados por un gobierno autista que mantuvo a Cavallo hasta el final, ni por una clase política subordinada, ni por ningún otro centro de poder político o económico real. El "ni los veo ni los oigo" salinista a niveles aún mayores. Y lo que siguió fue la "calle-bronca". 5- Lo anterior es complementario de un mayor desnudamiento de los centros y relaciones reales de poder económico y político, dentro y fuera del país, por fuera de las instituciones formales, así como la descomposición (corrupción) y subordinación de esas instituciones a ese poder real, antes y durante la crisis, que hoy continúa. En distintos momentos de esa crisis, varios hechos apuntan a eso: -La fuga de divisas inmediatamente anterior al "corralito", estimada en 12 mil millones, reforzó la extendida y acertada percepción popular de que "la red deja pasar los peces gordos y atrapa a los chicos". A ello se agregó el "reciente descubrimiento" de enormes fugas delictivas por unos 26 mil millones, con evidente participación de funcionarios oficiales, que dieron lugar a procesos judiciales. Ese tipo de procesos impidió salir del país a Cavallo entre otros, llevó a la detención de repudiados banqueros menemistas y a la congelación de fondos de Menem en Suiza, hasta ahora. - Las declaraciones de Bush y de su Secretario del Tesoro (en el sentido de que los tax-payers de su país no seguirían financiando "crisis foráneas"), así como del director del FMI ("Argentina debe hacer sacrificios para recuperarse"), dejaron en claro a muchos qué podía esperarse de esos centros reales de poder "global": mayor presión, condicionamiento y exacción. Pero antes habían aparecido en escena el canciller Josep Piqué, Felipe González y el presidente Aznar como activos "lobbystas" y tutores de los intereses de empresas y capitales financieros españoles, que presionaban abiertamente por ellos. Al mismo tiempo, personajes como Pérez Compang (megamillonario top) y el presidente de Repsol, se reunían en Chile con Menem, que profundizaba su cruzada por la dolarización e iniciaba su guerra declarativa contra posibles cambios económicos, augurando su fracaso. -Como todos los anteriores, el gobierno duhaldista rápidamente desmontó de su retórica inicial ("Se acabó la época de la alianza entre el poder político y el financiero"). En pocos días volvió a confirmar qué podía esperarse de gobiernos surgidos de acuerdos cupulares entre "la clase política": en lo diplomático, profundizó la genuflexión frente a EEUU, jugando la gastada carta de la condena a Cuba. Y con sus medidas económicas ("licuación de deudas" con la "pesificación 1 a 1", entre otras), se acomodó pasivamente a las presiones más fuertes: la de los capitales financieros, articulados con los bancos trasnacionalizados y las grandes empresas privatizadas. La búsqueda ansiosa de fondos del FMI y apoyo en Washington lo llevó a su memorable carta a Bush: "Estamos firmemente comprometidos en dejar de lado, lo más rápidamente posible, medidas transitorias de corte dirigista, que hemos heredado o nos hemos visto obligados a tomar". Enero: movilización extendida y sostenida Fuera ya de primera plana, en enero y comienzos de febrero continuó el proceso de movilización social, repitiéndose las protestas en Capital, gran Buenos Aires y varias ciudades provinciales. Cacerolazos, "escraches", manifestaciones, mítines, marchas y "cortes" viales se dieron en Córdoba, La Pampa, Entre Ríos, Jujuy, San Juan, Chubut, Mar del Plata, Tucumán, Santa Fe, San Luis, Rosario y Salta. En Santiago del Estero la movilización tomó la forma de un festival de solidaridad con los obreros municipales. Sus "ideas-fuerza" podrían sintetizarse en las consignas cordobesas: "Echemos a los políticos y jueces corruptos" y "No al saqueo bancario de nuestra Argentina". Bajo el cartel de "delincuentes buscados", las fotos de Alfonsín, Menem y De la Rúa, con su sonrisa dentífrica congelada, evocaban el "¿De qué se ríe, Señor Ministro?" de Benedetti. Los cacerolazos "fundacionales" de diciembre estimularon la expresión de las más diversas acciones de protesta por parte de variados sectores: al terminar enero los deudores hipotecarios inventaron el "llaverazo". Los dueños de inmobiliarias, escribanos y martilleros tapizaron la quinta presidencial de Olivos con sus inservibles carteles de venta. Los camioneros rodearon el Congreso y aturdieron a todos con sus bocinazos, pero el escándalo fue celebrado con aplausos desde los balcones. En el barrio de Liniers, los pequeños comerciantes hicieron un "corralito" sobre los bancos con sus cuerpos, tomados de las manos. En sus camisetas argentinas futboleras habían estampado una palabra: "¡BASTA!" . Dos días después en el barrio de Flores 500 clientes de banco hicieron lo mismo. En Santa Fe, los productores agropecuarios marcharon sobre Rosario con sus demandas, que fueron aclamadas por los vecinos de esa ciudad. En la frontera con Bolivia, en La Quiaca, desocupados amarrados como cristos a postes de luz lograron llevar esa imagen a las agencias internacionales. III- "LO QUE VENDRÁ Es el título de otra estupenda pieza de Piazzola, que también aparece sin que lo llamen cuando uno "interroga la coyuntura" y trata de adivinar las tendencias que pueden esconderse más allá de sus manifestaciones, a menudo engañosas. Doblemente engañosas, si no se atiende a los deslizamientos de sentido que producen la fragmentación y decontextuación frecuentes en el tratamiento mediático de esas manifestaciones, a menudo aderezado también con la frivolización o el sensacionalismo. Luego del nombramiento de Duhalde como presidente, a partir del acuerdo cupular entre los dos partidos mayoritarios en un Congreso deslegitimado, la crisis argentina bajó de la primera plana internacional. Pero se trata de una crisis integral, política, económica, social y cultural, que al continuar presentes (en muchos aspectos, con mayor agudeza) los factores que la desencadenaron, continuó su curso, necesariamente prolongado, desarrollando nuevas potencialidades conflictivas. Por ello resulta útil dar una mirada a la última etapa de ese proceso, más allá del "estallido inicial y la crisis de diciembre" (ambos, términos parciales) para buscar algunas claves que nos permitan "pescar algunas tendencias", o al menos intentarlo. A la búsqueda de autoorganización: A fin de enero se realizó el quinto "cacerolazo" contra la Corte Suprema, frente al edificio de Tribunales, en la plaza Lavalle de la ciudad de Buenos Aires. De la espontaneidad inicial del primero, se pasó a un mayor grado de organización. "Se va a acabar, la Corte de la Impunidad": con la música de fondo de esos cánticos, trataba de hacerse oír Luis Ramírez, presidente de la Asociación de Abogados Laboralistas: "No somos vanguardia. Nosotros vamos detrás de lo que marca la gente" explicó sencillamente, al referirse a la campaña de recolección de firmas exigiendo la renuncia de los miembros de la Corte. Las planillas para firmas, de la Junta Promotora para la Remoción de la Corte Suprema (integrada por asociaciones de abogados, Central de Trabajadores Argentinos y Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora) surgieron después de que en los barrios los vecinos comenzaron a hacer circular papeles con ese reclamo espontáneamente. Este hecho es sólo un ejemplo del proceso de autoorganización que se inició en enero a nivel nacional, sobre todo entre sectores medios. En una crisis integral y estructural de esta magnitud son de central importancia los primeros saldos de autoorganización social, que trascienden la espontaneidad del estallido y la revuelta o la protesta inicial, buscando formas de articulación, consolidación y acumulación de poder social, de autonomización colectiva frente al estado. En este punto se vuelve crucial la experiencia previa de movimientos como el de desocupados, que ya desde mediados de los 90 habían comenzado a difundir una idea-fuerza que en diciembre se reveló fundamental: la de los AUTOCONVOCADOS. La primera asamblea de asambleas En esta búsqueda de ir más allá de los límites de la respuesta defensiva inicial de diciembre, y a partir de lo acumulado desde ella, el domingo 13 de enero se realizó en el Parque Centenario de Buenos Aires el primer Encuentro de Asambleas Barriales. Asistieron unas 1000 personas representando a 25 asambleas, aunque existían muchas más. Debatieron al aire libre durante horas, sin una "mesa" que dirigiera, sin "orden del día", podio ni micrófono. Sin "dirigentes", resolvieron autoconvocarse para el domingo 20. Ese día hubo 3000 asistentes y se formó la Asamblea Coordinadora Interbarrial, que nombró delegados y convocó para el viernes 25 al primer "cacerolazo nacional" contra las restricciones a depósitos bancarios y la Corte Suprema. Se llegó así a construir el primer organismo de coordinación de asambleas barriales de la ciudad de Buenos Aires, que hoy abarca alrededor de 70, en muchos casos con varias asambleas por cada barrio, que se reúnen semanalmente y acordaron un calendario de actividades de lucha y organización, de acuerdo a su página-web. Y se llegó así a dos avances políticos significativos. El primero fue llegar a las primeras medidas de lucha discutidas, decididas y coordinadas colectiva, orgánica y democráticamente, que superaron la espontaneidad de los cacerolazos de diciembre, y que se iniciaron con el primer "cacerolazo nacional" del 25 de enero. Esta medida de lucha incluyó una nueva diversidad de acciones coordinadas: además de las realizadas en diciembre, como la marcha convergente y manifestación en Plaza de Mayo y otras ciudades del interior, se agregaron otras acciones de resistencia civil como descuelgues de teléfonos en horarios acordados, cacerolazos y escraches sobre objetivos prefijados, sobre todo bancos y medios de comunicación. El acuerdo inicial de la primera Asamblea Interbarrial del 20 de enero se había referido puntualmente a batir las cacerolas y realizar asambleas en cada barrio y en todo el país, pero había dejado abierta la posibilidad de que cada asamblea decidiera en el momento si marchaba o no hacia Plaza de Mayo, respetando la preocupación de muchos sobre la posible provocación y represión, que se había expresado en varias asambleas, como la de San Telmo. Pero la gran mayoría votó por la afirmativa y las columnas se pusieron nuevamente en marcha. Esta vez, a diferencia del cacerolazo anterior que había tenido poca cobertura de medios (y menos, los electrónicos), estaban presentes todos los canales de cable y aire. Muchos de sus móviles estaban atravesados sobre la entrada de Avenida de Mayo al iniciar la llegada de los manifestantes. Quizás por eso la provocación, el hostigamiento y la represión policial se descargaron sólo al final de la concentración, a la medianoche, sobre los últimos grupos que se desconcentraban de la Plaza, provocando heridos y detenidos. La búsqueda de convergencia en la lucha social

"No rompan más las bolas,
la lucha es una sola:
Piquete y Cacerola."

Con ésta y otras variantes, el cántico que empezó a surgir en la multitudinaria "Marcha Piquetera" del 28 de enero, apoyada por asambleas vecinales de la Capital, bien podría expresar el segundo avance político de importancia, que se refiere a un aspecto inédito y fundamental: la incipiente tendencia a la convergencia de esos sectores medios en proceso de autoorganización, con el de los trabajadores desocupados ya organizados, en una situación de crisis cuyas dimensiones producen una vertiginosa secuencia de hechos políticos nuevos difícilmente previsibles. De hecho, el movimiento social preexistente de mayor proyección, radicalidad y dinamismo, el ascendente Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) había sido momentáneamente rebasado, como organización, tanto por la oleada de saqueos, como por las movilizaciones de tipo "cacerolazo" hacia Plaza Mayo- Congreso y las confrontaciones con las fuerzas represivas desde el 19 de diciembre. Al mismo tiempo, la aceleración inesperada de la movilización social y la agudización de la crisis intensificaron el debate y también las diferencias que ya existían al interior de un movimiento nacional reciente, creciente, vasto, heterogéneo, complejo y policéntrico como el piquetero. Y esas diferencias se expresaban claramente en el seno de su mesa de conducción a nivel nacional (recién nacida, en términos reales), en la configuración de dos bloques que a veces impulsaban medidas de lucha independientes y políticas de alianzas muy diferenciadas: por un lado, la Federación de Tierra y Vivienda (FTV, que preside Luis D´Elía, dirigente piquetero del partido de "La Matanza" y también diputado provincial por el Frente para el Cambio), integrada a la Central de Trabajadores Argentinos, y la Corriente Clasista y Combativa ( CCC, a la que pertenecen el ya conocido dirigente sindical Perro Santillán, en Jujuy, y el dirigente piquetero Juan Carlos Alderete, también de "La Matanza"). Y por otro, el "Polo Obrero" junto al Movimiento "Teresa Rodríguez" y el Movimiento "Aníbal Verón". Esas diferencias se manifestaron cuando el MTD retomó la iniciativa política luego de "la crisis de diciembre", al convocar a una marcha de desocupados para el lunes 28 de enero hacia Plaza de Mayo, en demanda de un millón de puestos de trabajo, amnistía para los dirigentes sociales presos, reconocimiento oficial y respeto a sus organizaciones. La marcha formaba parte de la Jornada Nacional de lucha impulsada en Capital, Gran Buenos Aires y algunos puntos del interior, como Tucumán y Neuquén. Antes de esa marcha surgieron los primeros signos de búsqueda de convergencia, bajo la forma de resoluciones de asambleas barriales y vecinales, desde los sectores medios y populares de la Capital, y de propuestas y declaraciones públicas por parte del bloque FTV-CCC, desde el movimiento piquetero. En términos de Luis D'Elía, esa marcha buscaría sumar a los afectados por el corralito, "para que podamos coincidir por primera vez las cacerolas y los piqueteros, como símbolo de una nueva alianza". Una apuesta alta: la marcha de piquete y cacerola Varias asambleas barriales de la Capital, previas a la marcha anunciada, resolvieron apoyarla. Vecinos de Liniers abrieron el diálogo con la FTV para sondear posibilidades de coincidir en actividades futuras. Y la asamblea multisectorial de ese barrio (primero en el que entraría la columna de piqueteros desde La Matanza, al oeste) acordó dar la bienvenida a la marcha con un desayuno de pan y mate cocido para los cansados caminantes, e incorporarse a ella. Eduardo Slutzky, presidente de la Unión Popular de Vecinos y del Centro de Comerciantes de Liniers, sintetizó ante el periódico "Página 12": "Creemos que debemos apoyar esta marcha, absolutamente. Trabajamos convencidos de que en algún punto tenemos que converger, porque el problema de los piqueteros es el mismo que el nuestro y aún mucho más grave". La incorporación también fue decidida por la asamblea de San Cristóbal, entre otras. Pero las conductas y manifestaciones espontáneas de ambas partes cuando se realizó la marcha piquetera, fueron mucho más allá de esas declaraciones y resoluciones previas. La larga marcha de 38 kilómetros hasta la Plaza de Mayo partió a la noche del 27 del corazón de La Matanza, el distrito más populoso del Gran Buenos Aires, golpeado brutalmente por el desempleo y la miseria. En él se percibe como nunca antes, entre basurales humeantes, restos de calles de fábricas y frigoríficos cerrados, el abismo social que separa a un interior empobrecido y la ciudad de Buenos Aires. Y esa ciudad, como si hubiera atesorado avara esa diferencia y temiera un contagio, había recibido de mal talante, hosca y desconfiada, las anteriores marchas piqueteras y los cortes de ruta, hasta hace un año. La apuesta a intentar cambiar eso era muy alta y se jugó, con las cartas de los sondeos, acercamientos y propuestas previas. La columna inicial, formada por los piqueteros y sus familias, nucleados en la FTV, fue luego engrosada por los de la Corriente Clasista y Combativa. En el recorrido se sumaron las columnas de los trabajadores nucleados en la Central de Trabajadores Argentinos: su núcleo central eran los estatales nucleados en ATE (Asociación de Trabajadores del Estado), con su dirigente Victor de Gennaro, y los docentes de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA), representados principalmente por su seccional de Buenos Aires, SUTEBA. Al llegar a la Capital, la asamblea de Liniers les dio la bienvenida acordada con el "hiper-desayuno" preparado por sus vecinos, con innumerables manifestaciones espontáneas de solidaridad y reconocimiento, y con las palabras de Sluzky: "Para nosotros, vecinos y comerciantes, es un honor poder unir piqueteros y desocupados con caceroleros, pesificados o no, los que están en el corralito y los que quedaron fuera, para marchar juntos a construir una nueva Argentina". Las muestras de solidaridad y apoyo, organizadas y espontáneas, se multiplicaron en todo el acalorado recorrido de la marcha hasta Plaza de Mayo en el verano porteño: porteros de edificios sacaron mangueras de agua para refrescarlos, vecinos de Plaza Irlanda llevaron botes de refrescos y bolsas de pan, jubilados de distintos barrios los esperaban con paquetes de galletas y refrescos, amas de casa bajaban de edificios altos con charolas de sandwiches caseros. En su parada en Parque Rivadavia, recibieron naranjas, ciruelas y budines traídas por sus asambleas vecinales, que habían hecho colectas previas. En la parada en Congreso, D´Elía destacó nuevamente la necesidad de la nueva alianza. Entre cacerolazos de bienvenida, jarras de agua que iban apareciendo, vecinos sueltos que bajaban de los balcones para sumarse a la marcha y grupos de delegados que llegaban de distintos barrios para lo mismo, la marcha llegó multiplicada en número y fuerza a Plaza de Mayo a 17 horas de iniciada, a las 5 de la tarde. Allí, al llegar, el grito "Piquete y Cacerola, la Lucha es una sola" se extendió por toda la plaza, mientras confluían dos columnas más desde el sur y el norte. En el recorrido, los piqueteros agregaron a sus tres consignas propias iniciales, la demanda de las asambleas vecinales: renuncia de la Corte. Al final del acto, desde un palco improvisado sobre el acoplado de un camión, Alderete y D´Elía pusieron en palabras el sentido político de lo sucedido en esa larga marcha inicial hacia la lucha convergente: "Las asambleas de la Capital Federal y los desocupados tenemos un enemigo en común: los banqueros que les robaron a ustedes sus ahorros son los mismos que nos dejaron a nosotros sin trabajo. Luchamos para que este modelo de acumulación obsceno se termine." Los piqueteros habían doblado la apuesta y la habían ganado, logrando plenamente los tres objetivos que se habían trazado en esta audaz iniciativa política, y por los que habían trabajado fuerte: realizar una marcha multitudinaria, atraer la solidaridad de las asambleas vecinales de la ciudad, y evitar todo tipo de provocación e incidentes, manteniendo su disciplina interna. Víctor de Gennaro resumió otro aspecto central de la jornada vivida, que condensaba muchas anteriores: "En todas las casas del país se está discutiendo el futuro. De lo único que se habla es de política. Ese es el verdadero salto cualitativo y lo que creemos que se está acumulando en este proceso" La moneda en el aire A mediados de enero, los desocupados de la CCC organizaron una entrada al Mercado Central de Buenos Aires para solicitar comida. Pero la influencia allí del aparato del Partido Justicialista bonaerense dominado por el duhaldismo y ligado a mafias locales, logró que los "changarines" de ese mercado se enfrentaran con ellos, desencadenando refriegas que terminaron con un miembro de la CCC atropellado por un automóvil e internado grave. El hecho llevó a esa corriente y a otros sectores del movimiento piquetero a tomar mayores medidas de seguridad y de organización, para evitar las reiteradas provocaciones policiales y parapoliciales (principalmente de ese partido y de los servicios de inteligencia del estado) y enfrentar una táctica fundamental del adversario: la "guerra de pobres contra pobres", que se jugó en algunos saqueos aislados anteriores y nuevamente en esta ocasión. El 6 de febrero, el movimiento piquetero sufrió nuevamente la caída de un compañero. En la provincia de Buenos Aires, Hugo Barrionuevo se iniciaba en la lucha, participando en un "corte" de la ruta 205 en Esteban Echeverría (Ezeiza), en un piquete formado por vecinos desocupados de la zona, miembros del Movimiento "Aníbal Verón" y del FTV. Desde un auto surgieron gestos amenazantes y provocadores, y luego éste se lanzó sobre el retén piquetero, que trató de detenerlo. El conductor disparó dos veces y un proyectil 9mm atravesó el cuello de Hugo. Los piqueteros acorralaron al asesino, pero la policía intervino prestamente para salvarlo de su furia. Era Jorge Bogado, restaurantero y "puntero" del Partido Justicialista, bajo órdenes del intendente de Ezeiza, del mismo partido. Llevado a la seguridad del destacamento policial, fue luego liberado "por falta de pruebas" , a pesar de que se presentaron treinta testigos. Hugo Barrrionuevo se sumaba así a otros mártires del movimiento piquetero, como Teresa Rodríguez y Aníbal Verón. Y también a las jóvenes víctimas caídas en diciembre. La sangre de todos ellos marca hoy el costo y la dureza de una lucha social contra un desorden excluyente inaceptable, que dirige la mirada hacia un país y un mundo que valga la pena compartir con otros. Nuevamente, a todos ellos dedicamos estas líneas. En su conjunto, este proceso de movilización, autoorganización y convergencia social ha desbordado la capacidad de manipulación política mediático-electoral y de represión del estado, y comienza a configurar una amenaza a un sistema de dominación política y exacción económica, que requiere de la radical exclusión del conjunto de la sociedad de las decisiones reales. Ayer se basaba en dictaduras militares o en sistemas de "autoritarismo institucional estable" como México. Hoy opera, aquí y allá, bajo la forma de la alternancia bipartidista conservadora en las condiciones impuestas por la reestructuración neoliberal bajo la hegemonía del gran capital financiero. Ese sistema global asigna al estado autoritario-dependiente latinoamericano una clara función subordinada de control político, que en esta etapa significa: administración de los conflictos, neutralización de las protestas y sobre todo desarticulación de movimientos sociales. Hoy se ha quebrado precisamente eso en Argentina. Para los guardianes, operadores y beneficiarios locales de ese desorden excluyente, es imperioso restaurar esa función, ese "orden". Y han entrado en alarma abierta, como lo revela el periódico ultraconservador La Nación. La crisis actual resignifica la reestructuración de fuerzas represivas como Gendarmería durante el menemismo como "fuerzas de despliegue rápido" bajo la nueva hipótesis de conflicto (formulada por los estrategas de EEUU) del "enemigo interno": la rebelión social. También "revela fotográficamente" el sentido de las maniobras militares conjuntas Cabañas I y II realizadas en Córdoba y Salta en 2000 y 2001, con tropas de varios países limítrofes coordinadas por EEUU. A las formas de intervención y "guerra psicológica" impulsadas por los servicios de inteligencia del estado, y de manipulación-coacción-represión paraoficial operadas por el aparato del justicialismo, cuyos ejemplos hemos visto, hoy se agregan campañas "pre-golpistas" que llegan al inter-net y el e-mail. La intimidación, la infiltración a movimientos, asambleas y redes sociales, la provocación a manifestaciones y movilizaciones, serán herramientas centrales para los intentos de desmovilización y desarticulación de los nuevos y crecientes movimientos sociales. El impulso a la "guerra de pobres contra pobres" ya señalado, será crucial en el sabotaje al proceso de convergencia de esos movimientos. Estos elementos son parte fundamental de la concepción de "Low Intensity Conflict" ya operada con éxito desde los 80 en Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Mozambique, Angola y Afganistán. Y desde 1996/98 han comenzado a ser replanteados, para sociedades más complejas, desde la perspectiva de la "Guerra Social de Redes" (Social Netwar), a partir del análisis del nuevo movimiento zapatista, hecho por la Jefatura Conjunta de Inteligencia del Ejército de EEUU. La historia, la de los individuos tanto como la de las sociedades, es finalmente una novela de suspenso cuyo final no está escrito: depende de lo que hagamos con ella, con nuestra sociedad y con nosotros mismos. De lo que hagamos aquí o allá, dentro de los movimientos sociales ya iniciados o en la solidaridad con ellos. O en la construcción de otros aún más nuevos. México DF, 17-2-02 Martín Linares Jiménez, es profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional (unidad Ajusco), Doctorante de Estudios latinoamericano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM
https://www.alainet.org/es/active/1762

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