¿Qué querrá el Santo Padre?
- Opinión
Crónica de Hernando Pizarro.
"...y sobre estos mansos corderos, dulcificados por tales benditas cualidades, vinieron los Españoles cual tigres crueles, como lobos y leones enrabiados, con un afilado y tedioso hambre..."
Fray Bartolomé de las Casas.
"-¿Repicaron a las 12, Padre?
-Antes de las 12. La gente de Abancay sabe que esa llamada no será para ellos.
-¿Dirá Ud. un Sermón para los indios?
-Los consolaré. Llorarán hasta desahogarse. Avivaré su fe en Dios. Les pediré que a la vuelta crucen la ciudad rezando.
-Irán en triunfo, padre, así como vienen ahora subiendo la montaña..."
El papa Benedicto XVI manifestó el pasado domingo, durante su estadía en Brasil, que la evangelización católica en nuestro continente no fue una imposición de una cultura extraña a los pueblos precolombinos sino que Cristo era el Salvador que anhelaban silenciosamente y, por ello, lo acogieron con alegría. También señaló que "la utopía de volver a dar vida a las religiones precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia universal, no sería un progreso, sino un retroceso. En realidad sería una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado".
Al parecer, el ex Panzerkardinal Joseph Ratzinger no puede evitar el escándalo al pretender cambiar la historia o, por lo menos, ocultarla. Ya le ha pasado antes cuando dijo que el Islam era intrínsecamente violento, lo cual le valió el repudio general de los musulmanes. Por ello tuvo que morigerar sus palabras e incluso ofrecer disculpas.
Ahora, cumpliendo su papel de vanguardia de las fuerzas más reaccionarias e intolerantes dentro y fuera del catolicismo, el papa ofende a los indígenas al negar que la invasión europea al continente que entonces se conocía como Abya Yala se hizo a sangre y fuego, contando con la complicidad de los curas católicos. Y que la evangelización no fue sino una forma de dominación y domesticación que aún hoy persiste.
Marcio Meira, presidente de la Fundación Nacional del Indígena (Funai), un organismo gubernamental brasileño, opinó que "en el periodo colonial, la Iglesia no estaba separada del Estado, era la Cruz y la Espada, y cuando llegaron los europeos, (los pueblos americanos) enfrentaron una acción impositiva de tipo militar, cultural y religiosa".
Miguel Palacín Quispe, peruano, presidente de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI) afirma que le causa extrañeza que el papa trate de negar lo que en la historia ha significado el proceso de colonización y sometimiento en este continente. “La verdadera espiritualidad de los pueblos que se conserva hasta hoy, ligada a su naturaleza y a su cosmovisión, fue violentada por el proceso de evangelización, el cual ha sido de sometimiento y paralelo al saqueo de nuestros recursos. Los lugares sagrados de nuestros pueblos hasta ahora son controlados por la iglesia católica. En su congreso fundacional realizado en Cusco el año pasado, la CAOI ha pedido al papa la devolución del Korikancha, para que éste vuelva a los pueblos y pueda ser usado como lo fue en la época precolombina”.
El Korikancha fue el templo principal del imperio inca, también denominado Huaca del Sol, y está ocupado en la actualidad por el Convento de Santo Domingo.
Asimismo, el historiador Waldir Rampinelli, de la Universidad Federal de Santa Catarina (sur de Brasil), le dijo al portal G-1, del grupo Globo, que el papa "debería leer a Bartolomé de las Casas", el cura dominico español que en el siglo XVI denunció las atrocidades cometidas por los conquistadores de América, en nombre de la fe.
Por su parte, Humberto Cholango, presidente de la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador, le recuerda en un reciente documento al jefe de la iglesia católica que “hubo más de 70 millones de muertos en campos de concentración de minas, mitas y obrajes; naciones y pueblos enteros fueron arrasados, y para sustituir a los muertos trajeron a los pueblos negros que sufrieron desgraciada suerte”.
Con sus palabras en Brasil, Benedicto XVI niega lo palpable, algo que incluso los documentos escritos en aquella lejana época por clérigos que oficiaron de testigos no pudieron dejar de señalar: en Perú hubo una extirpación de idolatrías impuesta por los invasores españoles como una cruzada para “civilizar” a los “salvajes” y perseguir toda cosmovisión distinta a la suya; lo que fue respondido por los indios mediante movimientos de resistencia cultural e ideológica tales como el Taki Onqoy, el Moroy Onqoy y el liderado por Yanahuara en 1596.
Los Taquiongos prometían un Gran Pachacuti, un terremoto y una convulsión que se habría registrado cada 500 años desde tiempos remotos, que eliminaría la dominación española y restauraría el poderío de las huacas o dioses autóctonos. De igual modo, una alianza panandina de los dioses antiguos, organizada en dos ejércitos, que se enfrentaría al dios de los cristianos.
Dios es blanco, el Diablo cobrizo
Los españoles llegaron con una visión medieval, oscurantista, propia del sistema económico y político que regía aquellas tierras y, por eso, sus métodos para “civilizar” no fueron precisamente el convencimiento y la razón.
El historiador peruano Federico García Morales afirma que “el Conquistador tenía una mentalidad muy especial: tenía la decisión de matar. Esta violencia de alma se ligaba a una concepción religiosa maniquea, con una visión muy especial de Dios y de su opuesto: el Diablo. Ellos son también parte del escenario. Para muchos europeos, la Conquista no fue más que la lucha de Dios contra el Diablo, bajo el grito de ‘Santiago y a ellos, y cierra España’. Su Dios era un Dios de venganza. Un agente demoníaco de tortura que desembarcó en América después de cruzar el Mar Océano en alguna carabela”. El arquetipo del invasor español era el de un fanático que no podía admitir una religión diferente.
García Morales añade que había tres formas de evangelizar a los nativos: por la fuerza y la violencia, cuando los predicadores eran soldados y curas de poca preparación; la segunda, en la que se les requería aceptar la autoridad del rey, del papa y de Cristo, en ese orden, se les recitaba el Padre Nuestro, el Credo y el Ave María en latín y se les conminaba a que se arrodillaran frente a una cruz; el tercer sistema es el que utilizaron algunos predicadores, aprendiendo el lenguaje del pueblo y, mezclándose con ellos, predicarles públicamente “la buena nueva”. Por supuesto, este último método fue el que menos se utilizó.
El papa tampoco habló de las Reducciones implantadas por el virrey Toledo, en que los indios eran obligados a abandonar sus tierras para vivir en ghettos. Allí eran vigilados por los alguaciles, los corregidores y los curacas traidores. Por supuesto, las tierras pasaron a manos de los blancos, de la Corona y de la Iglesia.
Al respecto, es necesario indicar que la religión católica fue utilizada por los invasores como un mecanismo de dominación y para extraer los recursos naturales existentes, principalmente el oro.
Un clarísimo ejemplo es que cuando Toledo comenzó su virreinato, la población indígena se estimaba en unos 8.000.000. De esos, quedaban vivos solamente 1.796.420, en 1586. Pero la producción de oro que había sido de 12.000.000 de maravedíes, en el período 1571-75, en 1576-1580 había subido a 180.000.000. La fórmula “muerte de nativos y saqueo de recursos” es válida hasta la fecha para los sucesores de los invasores.
Rabo de Paja
Lo que resultaría gracioso si no fuera trágico es que la iglesia católica combate a las religiones protestantes llegadas hace algunas décadas principalmente de Estados Unidos con argumentos que son negados para sí. El obispo Pedro Casaldáliga afirma que “las sectas crean estúpidos, alienados. Las sectas matan el alma del pueblo”.
Los católicos acusan a los grupos evangélicos de llegar a los indígenas con dinero, ofertas de salvación y discursos que rompen con tradiciones y creencias comunitarias. Además, afirman que responden a intereses de control ideológico diseñados en Estados Unidos.
No dejan de tener razón. “La administración Reagan estuvo detrás de la implantación de la Iglesia del Verbo, que colaboró en el golpe de Estado liderado por el general Efraín Ríos Montt en 1982”, según el ”Análisis de la incursión de sectas en los ámbitos políticos de América Latina”, publicado por la Agencia de Información Solidaria en 2003.
El portavoz del Comité de Unidad Campesina de Guatemala, Rafael González Yoc, añade que la Iglesia del Verbo y la Asamblea de Dios, ambas de origen estadounidense, fueron insertadas entre los indígenas de Guatemala para colaborar con las dictaduras militares de los años 70 y 80.
Pero lo que no dice la jerarquía católica, especialmente los que rodean al papa, es que ellos han desempeñado casi siempre el papel de colaboradores de un statu quo injusto y explotador, precisamente estableciendo un control ideológico que recién se ha quebrado al establecerse sociedades laicas en donde la religión no es sino una opción personal.
Aquel axioma tridentino de que “fuera de la iglesia no hay salvación” ya no es válido en estas épocas, pese a los intentos de Ratzinger de resucitarlo en su escrito “Dominus Iesus”, que atribuye en exclusiva a la iglesia católica la posesión de la verdad y de la salvación.
La verdad es plural y viene del pueblo
Ratzinger lidera, hoy por hoy, una nueva alianza neoconservadora dentro de la iglesia: los restauradores, los tradicionalistas, el Opus Dei, Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo, y algunos tenebrosos grupos fundados en el Perú como el Sodalitium Christianae Vitae. Mediante esta coalición y en complicidad con los nuevos dueños del mundo, utiliza un viejo lenguaje intolerante, propio de los curas franquistas, para difundir el mensaje de los sectores dominantes en nombre del cristianismo.
Frente a esta concepción, surge la de los pueblos originarios, que rescatan a un Cristo como Dios del amor y no de la codicia. Cholango, a nombre de los indios ecuatorianos, se pregunta: “¿Cómo podían los que estaban llenos de codicia representar a aquel que toda su vida se consagró al servicio de la humanidad, hasta la entrega cruenta de su vida por revelar la verdad a los pobres de todos los tiempos? ¡No eran representantes del Dios de Jesús, su ‘dios’ era un devorador de vidas humanas y de riquezas usurpadas a costa de sangre, de crímenes abominables que todos los profetas de la Biblia los aborrecen!”.
Respecto a la definición de un Cristo - Dios elaborada por San Pablo traicionando a los primeros cristianos y basándose en tradiciones de otras religiones, el líder ecuatoriano indica que “no es concebible que en pleno siglo XXI, todavía se crea que solo puede ser concebido como Dios un ser definido como tal en Europa. Debe saber el Papa que antes de que vinieran a nuestros territorios los sacerdotes católicos con la Biblia, en nuestros pueblos ya existía Dios, y su Palabra es la que siempre ha sostenido la Vida de nuestros pueblos y a la Madre Tierra”.
Por último, respecto a los supuestos intentos de resucitar las religiones autóctonas, lo que significaría un retroceso según Benedicto XVI, Cholango manifiesta que “nuestras religiones jamás murieron, aprendimos a sincretizar nuestras creencias y símbolos con las de los invasores y opresores. Continuamos asistiendo a nuestros templos, porque sabemos que debajo de los principales templos católicos están los cimientos de nuestros templos sagrados que fueron destruidos, bajo el supuesto que las nuevas edificaciones sepultarían nuestras creencias, pero no es así ya que nuestros templos fueron edificados en lugares donde se concentran grandes Fuerzas que reflejan la Fuerza, Sabiduría y Amor del Gran Espíritu Padre y Madre de todos los seres que habitamos en este maravilloso planeta”.
He ahí la línea trazada entre el pensamiento de Benedicto XVI o Joseph Ratzinger, muy similar a la de las sectas evangélicas que predican contra el demonio supuestamente disfrazado de comunistas, teólogos de la liberación y luchadores por un mundo nuevo; y el de aquellos que consideran que la Pachamama y Wiracocha se han unido a Cristo para dar nacimiento a una nueva época de Vida, donde el paraíso terrenal sea de los humildes y de los justos.
Julio Altmann Espejo
Periodista y escritor peruano
Del mismo autor
- ¿Qué querrá el Santo Padre? 17/05/2007