Documento Conclusivo
- Opinión
INDICE GENERAL INTRODUCCIÓN PRIMERA PARTE CAPÍTULO 1: LOS DISCÍPULOS MISIONEROS 1.1 Acción de gracias a Dios1.2 La alegría de ser discípulos y misioneros de Jesucristo1.3 La misión de
|
INTRODUCCIÓN
1. Con la luz del Señor resucitado y con la fuerza del Espíritu Santo, Obispos de América nos reunimos en Aparecida, Brasil, para celebrar
2. Con alegría estuvimos reunidos con el Sucesor de Pedro, Cabeza del Colegio Episcopal. Su Santidad Benedicto XVI, nos ha confirmado en el primado de la fe en Dios, de su verdad y amor, para bien de personas y pueblos. Agradecemos todas sus enseñanzas, especialmente su Discurso Inaugural, que fueron iluminación y guía segura para nuestros trabajos. El recuerdo agradecido de los últimos Papas, y en especial de su rico Magisterio que ha estado también presente en nuestros trabajos, merece especial memoria y gratitud.
3. Nos hemos sentido acompañados por la oración de nuestro pueblo creyente católico, representado visiblemente por la compañía del Pastor y los fieles de
4. El Evangelio llegó a nuestras tierras en medio de un dramático y desigual encuentro de pueblos y culturas. Las “semillas del Verbo”[1] presentes en las culturas autóctonas facilitó a nuestros hermanos indígenas encontrar en el Evangelio respuestas vitales a sus aspiraciones más hondas: “Cristo era el Salvador que anhelaban silenciosamente”[2]. La visitación de Nuestra Señora de Guadalupe fue acontecimiento decisivo para el anuncio y reconocimiento de su Hijo, pedagogía y signo de inculturación de la fe, manifestación y renovado ímpetu misionero de propagación del Evangelio[3].
5. Desde la primera evangelización hasta los tiempos recientes
6. Por eso, ante todo damos gracias a Dios y lo alabamos por todo lo que nos ha sido regalado. Acogemos la realidad entera del Continente como don: la belleza y riqueza de sus tierras, la riqueza de humanidad que se expresa en las personas, familias, pueblos y culturas del continente. Sobretodo nos ha sido dado Jesucristo, la plenitud de
7. La fe en Dios amor y la tradición católica en la vida y cultura de nuestros pueblos son sus mayores riquezas. Se manifiesta en la fe madura de muchos bautizados y en la piedad popular que expresa “el amor a Cristo sufriente, el Dios de la compasión, del perdón y la reconciliación (…), - el amor al Señor presente en
8. El don de la tradición católica es un cimiento fundamental de identidad, originalidad y unidad de América Latina y El Caribe: una realidad histórico-cultural, marcada por el Evangelio de Cristo, realidad en la que abunda el pecado – de opresión, violencia, ingratitudes y miserias – pero donde sobreabunda la gracia de la victoria pascual. Nuestra Iglesia goza, no obstante debilidades y miserias humanas, de un alto índice de confianza y de credibilidad por parte del pueblo. Es morada de pueblos hermanos y casa de los pobres.
9.
10. Esta V Conferencia se propone “la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo”[6]. Se abre paso un nuevo período de la historia con desafíos y exigencias, caracterizado por el desconcierto generalizado que se propaga por nuevas turbulencias sociales y políticas, por la difusión de una cultura lejana y hostil a la tradición cristiana, por la emergencia de variadas ofertas religiosas que tratan de responder, a su manera, a la sed de Dios que manifiestan nuestros pueblos.
11.
12. No resiste a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados. Nuestra mayor amenaza “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de
13. En América Latina y El Caribe, cuando muchos de nuestros pueblos se preparan a celebrar el bicentenario de su independencia, nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor, para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos como acontecimiento fundante y encuentro vivificante con Cristo. Él se manifiesta como novedad de vida y de misión en todas las dimensiones de la existencia personal y social. Esto requiere desde nuestra identidad católica, una evangelización mucho más misionera, en diálogo con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres. De lo contrario, “el rico tesoro del Continente Americano… su patrimonio más valioso: la fe en Dios amor…”[10] corre el riesgo de seguir erosionándose y diluyéndose en crecientes sectores de la población. Hoy se plantea elegir entre caminos que conducen a la vida o caminos que conducen a la muerte[11]. Caminos de muerte son los que llevan a dilapidar los bienes recibidos de Dios a través de quienes nos precedieron en la fe. Son caminos que trazan una cultura sin Dios y sin sus mandamientos o incluso contra Dios, animada por los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero, la cual termina siendo una cultura contra el hombre y contra el bien de los pueblos latinoamericanos. Caminos de vida verdadera y plena para todos, caminos de vida eterna, son aquellos abiertos por la fe que conducen a “la plenitud de vida que Cristo nos ha traído: con esta vida divina se desarrolla también en plenitud la existencia humana, en su dimensión personal, familiar, social y cultural”[12] Esa es la vida que Dios nos participa por su amor gratuito, porque “es el amor que da la vida”[13]. Estos caminos de vida fructifican los dones de verdad y de amor que nos han sido dados en Cristo en la comunión de los discípulos y misioneros del Señor, para que América latina y El Caribe sean efectivamente un continente en el cual la fe, la esperanza y el amor renueven la vida de las personas y transformen las culturas de los pueblos.
14. El Señor nos dice: “no tengan miedo” (Mt 28, 5). Como a las mujeres en la mañana de
15. En esta hora en que renovamos la esperanza queremos hacer nuestras las palabras de SS. Benedicto XVI al inicio de su Pontificado y proclamarlas para toda América Latina: ¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!…quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada – de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera… ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abran, abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida[15].
16. “Ésta V Conferencia General se celebra en continuidad con las otras cuatro que la precedieron en Río de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo Domingo. Con el mismo espíritu que las animó, los pastores quieren dar ahora un nuevo impulso a la evangelización, a fin de que estos pueblos sigan creciendo y madurando en su fe, para ser luz del mundo y testigos de Jesucristo con su propia vida”[16]. Como pastores de
17. Nuestra alegría, pues, se basa en el amor del Padre, en la participación en el misterio pascual de Jesucristo quien, por el Espíritu Santo, nos hace pasar de la muerte a la vida, de la tristeza al gozo, del absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento a la esperanza que no defrauda. Esta alegría no es un sentimiento artificialmente provocado ni un estado de ánimo pasajero. El amor del Padre nos ha sido revelado en Cristo que nos ha invitado a entrar en su reino. El nos ha enseñado a orar diciendo “Abba, Padre” (Rm 8, 15; cf. Mt 6, 9).
18. Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y trasmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado. Con los ojos iluminados por la luz de Jesucristo resucitado podemos y queremos contemplar al mundo, a la historia, a nuestros pueblos de América Latina y de El Caribe, y a cada una de sus personas.
PRIMERA PARTE
19. Este documento continúa la práctica del método “ver, juzgar y actuar”, utilizado en anteriores Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano. Muchas voces venidas de todo el Continente ofrecieron aportes y sugerencias en tal sentido, afirmando que este método ha colaborado a vivir más intensamente nuestra vocación y misión en
CAPÍTULO 1
LOS DISCÍPULOS MISIONEROS
20. Nuestra reflexión acerca del camino de las Iglesias de América Latina y del Caribe tiene lugar en medio de luces y sombras de nuestro tiempo. No nos afligen ni desconciertan los grandes cambios que experimentamos. Hemos recibido dones inapreciables, que nos ayudan a mirar la realidad como discípulos misioneros de Jesucristo.
21. La presencia cotidiana y esperanzada de incontables peregrinos nos ha recordado a los primeros seguidores de Jesucristo que fueron al Jordán, donde Juan bautizaba, con la esperanza de encontrar al Mesías (cf. Mc 1, 5). Quienes se sintieron atraídos por la sabiduría de sus palabras, por la bondad de su trato y por el poder de sus milagros, por el asombro inusitado que despertaba su persona llegaron a ser discípulos de Jesús. Al salir de las tinieblas y de las sombras de muerte (cf. Lc 1, 79) su vida adquirió una plenitud extraordinaria: la de haber sido enriquecida con el don del Padre. Vivieron la historia de su pueblo y de su tiempo y pasaron por los caminos del Imperio Romano, sin olvidar nunca el encuentro más importante y decisivo de su vida que los había llenado de luz, de fuerza y de esperanza: el encuentro con Jesús, su roca, su paz, su vida.
22. Así nos ocurre también a nosotros al mirar la realidad de nuestros pueblos y de nuestra Iglesia, con sus valores, sus limitaciones, sus angustias y esperanzas. Mientras sufrimos y nos alegramos, permanecemos en el amor de Cristo viendo nuestro mundo, tratamos de discernir sus caminos con la gozosa esperanza y la indecible gratitud de creer en Jesucristo. El es el Hijo de Dios verdadero, el único Salvador de la humanidad. La importancia única e insustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad, consiste en que Cristo es el Camino,
23. En este encuentro queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga sino un don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo.
1.1 Acción de gracias a Dios
24. Bendito sea Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones en la persona de Cristo (cf. Ef 1, 3). El Dios de
25. Bendecimos a Dios con ánimo agradecido, porque nos ha llamado a ser instrumentos de su Reino de amor y de vida, de justicia y de paz, por el cual tantos se sacrificaron. El mismo nos ha encomendado la obra de sus manos para que la cuidemos y la pongamos al servicio de todos. Agradecemos a Dios por habernos hecho sus colaboradores para que seamos solidarios con su creación con responsabilidad ecológica. Bendecimos a Dios que nos ha dado la naturaleza creada que es su primer libro para poder conocerlo y vivir nosotros en ella como en nuestra casa.
26. Damos gracias a Dios que nos ha dado el don de la palabra, con la cual nos podemos comunicar entre nosotros y con El por medio de su Hijo, que se ha hecho Palabra para nosotros. Damos gracias a El que por su gran amor nos ha hablado como amigos (cf. Jn 15, 14-15). Bendecimos a Dios que se nos da en la celebración de la fe, especialmente en
1.2 La alegría de ser discípulos y misioneros de Jesucristo
27. Iluminados por Cristo, el sufrimiento, la injusticia y la cruz nos interpelan a vivir como Iglesia samaritana (cf. Lc 10, 25-37) recordando que “la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana”[19]. Damos gracias a Dios y nos alegramos por la fe, la solidaridad y la alegría características de nuestros pueblos trasmitidas a lo largo del tiempo por las abuelas y los abuelos, las madres y los padres, los catequistas, los rezadores y tantas personas anónimas cuya caridad ha mantenido viva la esperanza en medio de las injusticias y adversidades.
28.
1.3 La misión de la Iglesia es evangelizar
29. La historia de la humanidad transcurre bajo la mirada compasiva de Dios a la que nunca abandona. También a este mundo nuestro, Dios ha amado tanto que nos ha enviado a su Hijo. El anuncia la buena noticia del Reino a los pobres y a los pecadores. Por esto nosotros como discípulos de Jesús y misioneros queremos y debemos proclamar el Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra esperanza en medio de todas las pruebas. Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras.
30.
31. En el rostro de Jesucristo, muerto y resucitado, maltratado por nuestros pecados y glorificado por el Padre, en ese rostro doliente y glorioso[20], podemos ver, con la mirada de la fe el rostro humillado de tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos y al mismo tiempo su vocación a la libertad de los hijos de Dios, a la plena realización de su dignidad personal y a la fraternidad entre todos.
32. La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría de la buena noticia del Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte, llegue a todos cuantos yacen al borde del camino pidiendo limosna y compasión (cf. Lc 10, 29-37; 18, 25-43). La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio. La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo.
CAPÍTULO 2
MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS SOBRE
2.1 La realidad que nos interpela como discípulos y misioneros
33. Los pueblos de América Latina y de El Caribe viven hoy una realidad marcada por grandes cambios que afectan profundamente sus vidas y que, como discípulos de Jesucristo, nos sentimos interpelados a discernir los “signos de los tiempos”, a la luz del Espíritu Santo, para ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y “para que la tengan en plenitud” (Jn 10, 10).
34. La novedad de estos cambios, a diferencia de los ocurridos en otras épocas, es que tienen un alcance global que, con diferencias y matices, afectan al mundo entero. Habitualmente se los caracteriza como el fenómeno de la globalización. Factor determinante de estos cambios es la ciencia y la tecnología, con su capacidad de manipular genéticamente la vida misma de los seres vivos, y con su capacidad de crear una red de comunicaciones de alcance mundial, tanto pública como privada, para interactuar en tiempo real, es decir, con simultaneidad, no obstante las distancias geográficas. Como suele decirse, la historia se ha acelerado y los cambios mismos se vuelven vertiginosos, puesto que se comunican con gran velocidad a todos los rincones del planeta.
35. Esta nueva escala mundial del fenómeno humano trae consecuencias para todos los ámbitos de la vida social, impactando la cultura, la economía, la política, las ciencias, la educación, el deporte, las artes y también, naturalmente, la religión. No nos corresponde, como pastores de
36. En este nuevo contexto social, la realidad se ha vuelto para el ser humano cada vez más opaca y compleja. Esto quiere decir, que cualquier persona individual necesita siempre más información de la que dispone, si quiere ejercer sobre la realidad el señorío al que por vocación está llamada a realizar. Este hecho no es por sí mismo negativo. Nos ha enseñado a mirar la realidad cada vez con más humildad, sabiendo que ella es más grande y compleja que las simplificaciones ideológicas con que solíamos verla en un pasado aún no demasiado lejano y que, en muchos casos, introdujeron conflictos dentro de la sociedad que dejaron muchas heridas que aún no logran cicatrizar. Pero también ha introducido la dificultad de que a la conciencia humana le cuesta percibir la unidad de todos los fragmentos dispersos que resultan de la información que recolectamos. Es frecuente que algunos quieran mirar la realidad unilateralmente desde la información económica, otros desde la información política o científica, otros desde el entretenimiento y el espectáculo. Sin embargo, ninguno de estos criterios parciales logra proponernos un significado coherente para todo lo que existe. Cuando las personas perciben esta fragmentación y limitación, suelen sentirse frustradas, ansiosas, angustiadas. La realidad social resulta demasiado grande para una conciencia que, teniendo en cuenta su falta de saber e información, fácilmente se cree insignificante, sin injerencia alguna en los acontecimientos, aun cuando sume su voz a otras voces que buscan ayudarse recíprocamente.
37. Esta es la razón por la cual muchos estudiosos de nuestra época han sostenido que la realidad ha traído aparejada una crisis del sentido. Ellos no se refieren a los múltiples sentidos parciales que cada uno puede encontrar en las acciones cotidianas que realiza, sino al sentido que da unidad a todo lo que existe y nos sucede en la experiencia, y que los creyentes llamamos el sentido religioso. Habitualmente, este sentido se pone a nuestra disposición a través de nuestras tradiciones culturales que representan la hipótesis de realidad con la que cada ser humano pueda mirar el mundo en que vive. Conocemos, en nuestra cultura latinoamericana, el papel tan noble y orientador que ha jugado la religiosidad popular, especialmente la devoción mariana, que ha logrado persuadirnos de nuestra común condición de hijos de Dios y de nuestra común dignidad ante sus ojos, no obstante las diferencias sociales, étnicas o de cualquier otro tipo.
38. Sin embargo, debemos admitir que esta preciosa tradición comienza también a erosionarse. La mayoría de los medios masivos de comunicación nos presentan ahora nuevas imágenes, atractivas y llenas de fantasía, que aunque todos saben que no pueden mostrar el sentido unitario de todos los factores de la realidad, ofrecen al menos el consuelo de ser transmitidas en tiempo real, en vivo y en directo, con actualidad. Lejos de llenar el vacío que en nuestra conciencia se produce por la falta de un sentido unitario de la vida, en muchas ocasiones la información transmitida por los medios sólo nos distrae. La falta de información sólo se subsana con más información, retroalimentando la ansiedad de quien percibe que está en un mundo opaco y que no comprende.
39. Este fenómeno explica tal vez uno de los hechos más desconcertantes y novedosos que vivimos en el presente. Nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado. Ello afecta, incluso, a ese núcleo más profundo de cada cultura, constituido por la experiencia religiosa, que resulta ahora igualmente difícil de transmitir a través de la educación y de la belleza de las expresiones culturales, alcanzando aún hasta la misma familia que, como lugar del diálogo y de la solidaridad intergeneracional, había sido uno de los vehículos más importantes de la transmisión de la fe. Los medios de comunicación han invadido todos los espacios y todas las conversaciones, introduciéndose también en la intimidad del hogar. Al lado de la sabiduría de las tradiciones se ubica ahora, en competencia, la información de último minuto, la distracción, el entretenimiento, las imágenes de los exitosos que han sabido aprovechar en su favor las herramientas tecnológicas y las expectativas de prestigio y estima social. Ello hace que las personas busquen denodadamente una experiencia de sentido que llene las exigencias de su vocación allí donde no podrán jamás encontrarla.
40. Entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familiar encontramos la ideología de género, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la identidad de la familia.
41. Por ello los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la vocación humana y de su sentido. Necesitamos hacernos discípulos dóciles, para aprender de Él, en su seguimiento, la dignidad y plenitud de la vida. Y necesitamos, al mismo tiempo, que nos consuma el celo misionero para llevar al corazón de la cultura de nuestro tiempo, aquel sentido unitario y completo de la vida humana que ni la ciencia, ni la política, ni la economía ni los medios de comunicación podrán proporcionarle. En Cristo Palabra, Sabiduría de Dios (cf. 1 Cor 1, 30), la cultura puede volver a encontrar su centro y su profundidad, desde donde se puede mirar la realidad en el conjunto de todos sus factores, discerniéndolos a la luz del Evangelio y dando a cado uno su sitio y su dimensión adecuada.
42. Como nos dijo el Papa en su discurso inaugural: “sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano”[21]. La sociedad que coordina sus actividades nada más que con información, cree que puede operar de hecho como si Dios no existiese. Pero la eficacia de los procedimientos lograda mediante información, aún con las tecnologías más desarrolladas, no logra satisfacer el anhelo de dignidad inscrito en lo más profundo de la vocación humana. Por ello, no basta suponer que la mera diversidad de puntos de vista, de opciones y, finalmente, de informaciones, que suele recibir el nombre de pluri o multiculturalidad, resolverá la ausencia de un significado unitario para todo lo que existe. La persona humana es, en su misma esencia, aquel lugar de la naturaleza donde converge la variedad de los significados en una única vocación de sentido. A las personas no les asusta la diversidad. Lo que les asusta más bien es no lograr reunir el conjunto de todos estos significados de la realidad en una comprensión unitaria que le permita ejercer su libertad con discernimiento y responsabilidad. La persona busca siempre la verdad de su ser, puesto que es esta verdad la que ilumina la realidad de tal modo que pueda desenvolverse en ella con libertad y alegría, con gozo y esperanza.
2.1.1 Situación Sociocultural
43. La realidad social que describimos en su dinámica actual con la palabra globalización, impacta, por tanto, antes que cualquier otra dimensión, la realidad de nuestra cultura y del modo como nos insertamos y apropiamos de ella. La variedad y riqueza de las culturas latinoamericanas, desde aquellas más originarias hasta aquellas que con el paso de la historia y el mestizaje de sus pueblos se han ido sedimentado en las naciones, las familias, los grupos sociales, las instituciones educativas y la convivencia cívica, constituye un dato bastante evidente para nosotros y que valoramos como una singular riqueza. Lo que hoy día está en juego no es esa diversidad, que los medios de información tienen la capacidad de individualizar y registrar. Lo que se echa de menos es más bien la posibilidad de que esta diversidad pueda converger en una síntesis, que envolviendo la variedad del sentido, sea capaz de proyectarla en un destino histórico común. En esto reside el valor incomparable del talante mariano de nuestra religiosidad popular, que bajo distintas advocaciones, ha sido capaz de fundir las historias latinoamericanas diversas en una historia compartida: aquella que conduce hacia Cristo, Señor de la vida, en quien se realiza la más alta dignidad de nuestra vocación humana.
44. Vivimos un cambio de época cuyo nivel más profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios; “aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo… Quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de la realidad y sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas[22]. Surge hoy con gran fuerza una sobrevaloración de la subjetividad individual. Independientemente de su forma, la libertad y la dignidad de la persona son reconocidas. La individuación debilita los vínculos comunitarios y propone una radical transformación del tiempo y del espacio, dando un papel primordial a la imaginación. Los fenómenos sociales, económicos y tecnológicos están en la base de la profunda vivencia del tiempo, al que se le concibe fijado en el propio presente, trayendo concepciones de inconsistencia e inestabilidad. Se deja de lado la preocupación por el bien común para dar paso a la realización inmediata de los deseos de los individuos, a la creación de nuevos y muchas veces arbitrarios de los derechos individuales, a los problemas de la sexualidad, la familia, las enfermedades y la muerte.
45. La ciencia y la técnica cuando son puestas al servicio del mercado, con los valores de la eficacia, la rentabilidad y lo funcional, ha creado una lógica que invade las prácticas sociales, las mentes y las cosmovisiones. Se han ido introduciendo, por la utilización de los medios de comunicación de masas, un sentido estético, una visión acerca de la felicidad, una percepción de la realidad y hasta un lenguaje, que se quiere imponer como una auténtica cultura. Sin embargo, su superficialidad termina por destruir lo que de verdaderamente humano hay en los procesos de construcción cultural, que nacen del intercambio personal y colectivo.
46. Se verifica, a nivel masivo, una especie de nueva colonización cultural por la imposición de culturas artificiales, despreciando las culturas locales y tendiendo a imponer una cultura homogeneizada en todos los sectores. Esta cultura se caracteriza por la autorreferencia del individuo, que conduce a la indiferencia por el otro, a quien no necesita ni del que se siente responsable. Se prefiere vivir día a día, sin programas a largo plazo ni apegos personales, familiares y comunitarios. Las relaciones humanas se consideran objetos de consumo, llevando a relaciones afectivas sin compromiso responsable y definitivo.
47. También se verifica una tendencia hacia la afirmación exasperada de derechos individuales y subjetivos. Esta búsqueda es pragmática e inmediatista, sin preocupación por criterios éticos. La afirmación de los derechos individuales y subjetivos, sin un esfuerzo semejante para garantizar los derechos sociales culturales y solidarios, resulta en perjuicio de la dignidad de todos, especialmente de quienes son más pobres y vulnerables.
48. En esta hora de América Latina y El Caribe urge tomar conciencia de la situación precaria que afecta la dignidad de muchas mujeres. Algunas desde niñas y adolescentes, son sometidas a múltiples formas de violencia dentro y fuera de casa: tráfico, violación, servidumbre y acoso sexual; desigualdades en la esfera del trabajo, de la política y de la economía; explotación publicitaria por parte de muchos medios de comunicación social que las tratan como objeto de lucro.
49. Los cambios culturales han modificado los roles tradicionales de varones y mujeres, quienes buscan desarrollar nuevas actitudes y estilos de sus respectivas identidades, potenciando todas sus dimensiones humanas en la convivencia cotidiana, en la familia y en la sociedad.
50. La avidez del mercado descontrola el deseo de niños, jóvenes y adultos. La publicidad conduce ilusoriamente a mundos lejanos y maravillosos, donde todo deseo puede ser satisfecho por los productos que tienen un carácter eficaz, efímero y hasta mesiánico. Se legitima que los deseos se vuelvan felicidad. Como sólo se necesita lo inmediato, la felicidad se pretende alcanzar con bienestar económico y satisfacción hedonista.
51. Las nuevas generaciones son las más afectadas por esta cultura del consumo en sus aspiraciones personales profundas. Crecen en la lógica del individualismo pragmático y narcisista, que suscita en ellos imaginarios especiales de libertad e igualdad. Afirman el presente porque el pasado perdió relevancia ante tantas exclusiones sociales, políticas y económicas. Para ellos el futuro es incierto. Asimismo participan de la lógica de la vida como espectáculo, considerando el cuerpo como punto de referencia de su realidad presente. Tienen una nueva adicción por las sensaciones y crecen en una gran mayoría sin referencia a los valores e instancias religiosas. En medio de la realidad de cambio cultural emergen nuevos sujetos, con nuevos estilos de vida, maneras de pensar, de sentir, de percibir y con nuevas formas de relacionarse. Son productores y actores de la nueva cultura.
52. Entre los aspectos positivos de este cambio cultural aparece el valor fundamental de la persona, de su subjetividad y experiencia, la búsqueda del sentido de la vida y la trascendencia. El fracaso de las ideologías dominantes para dar respuesta a la búsqueda más profunda del significado de la vida, ha permitido que emerja como valor la sencillez y el reconocimiento en lo débil y lo pequeño de la existencia, con una gran capacidad y potencial que no puede ser minusvalorado. Este énfasis en el aprecio de la persona abre nuevos horizontes, en donde la tradición cristiana adquiere un renovado valor, sobre todo cuando se reconoce en un Dios que se encarna y nace en un pesebre, asumiendo una condición humilde y pobre.
53. La necesidad de construir el propio destino y el anhelo de encontrar razones para la existencia, puede poner en movimiento el deseo de encontrarse con otros y compartir lo vivido, como una manera de darse una respuesta. Se trata de una afirmación de la libertad personal y, por ello, de la necesidad de cuestionarse en profundidad las propias convicciones y opciones.
54. Pero junto con el énfasis en la responsabilidad individual en medio de sociedades que promueven a través de los medios el acceso a bienes, se niega paradójicamente el acceso de los mismos a las grandes mayorías, bienes que constituyen elementos básicos y esenciales para vivir como personas.
55. El énfasis en la experiencia personal y lo vivencial nos lleva a considerar el testimonio como un componente clave en la vivencia de la fe. Los hechos son valorados en cuanto que son significativos, es decir, en cuanto decisivos para la persona. En el lenguaje testimonial podemos encontrar un punto de contacto con las personas que componen la sociedad y de ellas entre sí.
56. Por otra parte la riqueza y la diversidad cultural de los pueblos de América Latina y el Caribe resultan evidentes. Existen en nuestra región diversas culturas indígenas, afro descendientes, mestizas, campesinas, urbanas y suburbanas. Las culturas indígenas se caracterizan sobretodo por su apego profundo a la tierra y por la vida comunitaria. Los afro descendientes se caracterizan, entre otros elementos, por la expresividad corporal, el arraigo familiar y el sentido de Dios. La cultura campesina está referida al ciclo agrario. La cultura mestiza, que es la más extendida entre muchos pueblos de la región, ha buscado en medio de contradicciones sintetizar a lo largo de la historia estas múltiples fuentes culturales originarias, facilitando el diálogo de las respectivas cosmovisiones y permitiendo su convergencia en una historia compartida. A esta complejidad cultural habría que añadir también la de tantos inmigrantes europeos que se establecieron en los países de nuestra región.
57. Estas culturas coexisten en condiciones desiguales con la llamada cultura globalizada. Ellas exigen reconocimiento y ofrecen valores que constituyen una respuesta a los antivalores de la cultura que se impone a través de los medios de comunicación de masas: comunitarismo, valoración de la familia, apertura a la trascendencia y solidaridad. Estas culturas son dinámicas y están en interacción permanente entre sí y con las diferentes propuestas culturales.
58. La cultura urbana es híbrida, dinámica y cambiante, pues amalgama múltiples formas, valores y estilos de vida, y afecta a todas las colectividades. La cultura suburbana es fruto de grandes migraciones de población en su mayoría pobre, que se estableció alrededor de las ciudades en los cinturones de miseria. En estas culturas los problemas de identidad y pertenencia, relación, espacio vital y hogar son cada vez más complejos.
59. Existen también comunidades de migrantes que han aportado las culturas y tradiciones traídas de sus tierras de origen, sean cristianas o de otras religiones. Por su parte, esta diversidad incluye a comunidades que se han ido formando por la llegada de distintas denominaciones cristianas y otros grupos religiosos. Asumir la diversidad cultural, que es un imperativo del momento, implica superar los discursos que pretenden uniformar la cultura, con enfoques basados en modelos únicos.
2.1.2 Situación económica
60. En su discurso inaugural el Papa ve en la globalización un fenómeno “de relaciones de nivel planetario”, siendo “un logro de la familia humana”, porque favorece el acceso a nuevas tecnologías, mercados y finanzas. Las altas tasas de crecimiento de nuestra economía regional y, particularmente, su desarrollo urbano, no serían posibles sin la apertura al comercio internacional, sin acceso a las tecnologías de última generación, sin la participación de nuestros científicos y técnicos en el desarrollo internacional del conocimiento y sin la alta inversión registrada en los medios electrónicos de comunicación. Todo ello lleva también aparejado el surgimiento de una clase media tecnológicamente letrada. Al mismo tiempo la globalización se manifiesta como la profunda aspiración del género humano a la unidad. No obstante estos avances, el Papa también señala que la globalización “comporta el riesgo de los grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo”. Por ello, Benedicto XVI enfatiza que “como en todos los campos de la actividad humana, la globalización debe regirse también por la ética, poniendo todo al servicio de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios”[23].
61. La globalización es un fenómeno complejo que posee diversas dimensiones (económicas, políticas, culturales, comunicacionales, etc). Para una justa valoración de ella, es necesaria una comprensión analítica y diferenciada que permita detectar tanto sus aspectos positivos como negativos. Lamentablemente, la cara más extendida y exitosa de la globalización es su dimensión económica, que se sobrepone y condiciona las otras dimensiones de la vida humana. En la globalización la dinámica del mercado absolutiza con facilidad la eficacia y la productividad como valores reguladores de todas las relaciones humanas. Este peculiar carácter hace de la globalización un proceso promotor de inequidades e injusticias múltiples. La globalización tal y como está configurada actualmente, no es capaz de interpretar y reaccionar en función de valores objetivos que se encuentran más allá del mercado y que constituyen lo más importante de la vida humana: la verdad, la justicia, el amor, y muy especialmente, la dignidad y los derechos de todos, aún de aquellos que viven al margen del propio mercado.
62. Conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, la globalización sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos de pocos, no sólo de los recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y de los recursos humanos, lo que produce la exclusión de todos aquellos no suficientemente capacitados e informados, aumentando las desigualdades que marcan tristemente nuestro continente y que mantiene en la pobreza a una multitud de personas. La pobreza hoy es de conocimiento y del uso y acceso a nuevas tecnologías, por eso es necesario que los empresarios asuman su responsabilidad de crear más fuentes de trabajo y de invertir en las regiones más pobres para contribuir al desarrollo.
63. No se puede negar que el predominio de esta tendencia no elimina la posibilidad de formar pequeñas y medianas empresas, que se asocian al dinamismo exportador de la economía, le prestan servicios colaterales o bien aprovechan nichos específicos del mercado interno. Sin embargo, su fragilidad económica y financiera y la pequeña escala en que se desenvuelven, las hacen extremadamente vulnerables frente a las tasas de interés, el riego cambiario, los costos previsionales y la variación en los precios de sus insumos. La debilidad de estas empresas se asocia a la precariedad del empleo que están en condiciones de ofrecer. Sin una política de protección específica de los Estados frente a ellas, se corre el riesgo de que las economías de escala de los grandes consorcios termine por imponerse como única forma determinante del dinamismo económico.
64. Es por ello que, frente a esta forma de globalización, sentimos un fuerte llamado para promover una globalización diferente, que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos, haciendo de América Latina y El Caribe no solo el continente de la esperanza, sino también el continente del amor, como lo propuso SS. Benedicto XVI en el Discurso Inaugural de esta Conferencia.
65. Esto nos debería llevar a contemplar los rostros de quienes sufren. Entre ellos están las comunidades indígenas y afro-descendientes, que en muchas ocasiones no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones; muchas mujeres que son excluidas, en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica; jóvenes que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil ligada muchas veces al turismo sexual; también los niños víctimas del aborto. Millones de personas y familias viven en la miseria e incluso pasan hambre. Nos preocupan también quienes dependen de las drogas, las personas con discapacidad, los portadores de VIH y los enfermos del SIDA que sufren de soledad y se ven excluidos de la convivencia familiar y social. No olvidamos tampoco a los secuestrados y a los que son víctimas de la violencia, del terrorismo, de conflictos armados y de la inseguridad ciudadana. También los ancianos, que además de sentirse excluidos del sistema productivo, se ven muchas veces rechazados por su familia como personas incómodas e inútiles. Nos duele, en fin, la situación inhumana en que vive la gran mayoría de los presos, que también necesitan de nuestra presencia solidaria y de nuestra ayuda fraterna. Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente “explotados” sino “sobrantes” y “desechables”.
66. Las instituciones financieras y las empresas transnacionales se fortalecen al punto de subordinar las economías locales, sobre todo, debilitando a los Estados, que aparecen cada vez más impotentes para llevar adelante proyectos de desarrollo al servicio de sus poblaciones, especialmente cuando se trata de inversiones de largo plazo y sin retorno inmediato. Las industrias extractivas internacionales y la agroindustria muchas veces no respetan los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de las poblaciones locales y no asumen sus responsabilidades. Con mucha frecuencia se subordina la destrucción de la naturaleza al desarrollo económico, con daños a la biodiversidad, con el agotamiento de las reservas de agua y de otros recursos naturales, con la contaminación del aire y el cambio climático. Una nueva tendencia con múltiples implicaciones en la región es la creciente producción de agro combustibles, que no debe hacerse a costa de la necesaria producción de alimentos para la sobrevivencia humana. América Latina posee los acuíferos más abundantes del planeta, junto con grandes extensiones de territorio selvático, que son pulmones de la humanidad. Así se dan gratuitamente al mundo servicios ambientales que no son reconocidos económicamente. La región se ve afectada por el recalentamiento de la tierra y el cambio climático provocado principalmente por el estilo de vida no sostenible de los países industrializados.
67. La globalización ha vuelto frecuente la celebración de Tratados de Libre Comercio entre países con economías asimétricas, que no siempre benefician a los países más pobres, al mismo tiempo se presiona a los países de la región con exigencias desmedidas en materia de propiedad intelectual, a tal punto que se permite derechos de patente sobre la vida en todas sus formas. Además, la utilización de organismos genéticamente manipulados muestra que no siempre contribuye ni al combate contra el hambre ni al desarrollo rural sostenible.
68. Aunque se ha progresado muchísimo en el control de la inflación y en la estabilidad macroeconómica de los países de la región, muchos gobiernos se encuentran severamente limitados para el financiamiento de sus presupuestos públicos por los elevados servicios de la deuda externa[24] e interna, mientras, por otro lado, no cuentan con sistemas tributarios verdaderamente eficientes, progresivos y equitativos.
69. La actual concentración de renta y riqueza se da principalmente por los mecanismos del sistema financiero. La libertad concedida a las inversiones financieras favorecen al capital especulativo, que no tiene incentivos para hacer inversiones productivas de largo plazo, sino que busca el lucro inmediato en los negocios con títulos públicos, monedas y derivados. Sin embargo, según
70. Es también alarmante el nivel de la corrupción en las economías que involucra tanto al sector público como al sector privado, a lo que se suma una notable falta de transparencia y rendición de cuentas a la ciudadanía. En muchas ocasiones la corrupción está vinculada al flagelo del narcotráfico o del narconegocio y por otra parte viene destruyendo el tejido social y económico en regiones enteras.
71. La población económicamente activa de la región está afectada por el subempleo (42%) y el desempleo (9%). El trabajo informal afecta casi la mitad de ella. El trabajo formal, por su parte, se ve sometido a la precariedad de las condiciones de empleo y a la presión constante de subcontratación, lo que trae consigo salarios más bajos y desprotección en el campo de seguridad social, no permitiendo a muchos el desarrollo de una vida digna. En este contexto, los sindicatos pierden la posibilidad de defender los derechos de los trabajadores. Por otro lado, se pueden destacar fenómenos positivos y creativos para enfrentar esta situación de parte de los afectados, quienes vienen impulsando diversas experiencias, como por ejemplo, micro finanzas, economía local y solidaria y comercio justo.
72. Los campesinos, en su mayoría, sufren a causa de la pobreza, agravada por no tener acceso a tierra propia. Sin embargo existen grandes latifundios en manos de unos pocos. En algunos países esta situación ha llevado a la población a demandar una Reforma Agraria, estando atentos a los males que puedan ocasionarles los Tratados de Libre Comercio, la manipulación de la droga y otros factores.
73. Uno de los fenómenos más importantes en nuestros países es el proceso de movilidad humana en que millones de personas migran o se ven forzadas a migrar dentro y fuera de sus respectivos países. Las causas son diversas y están relacionadas con la situación económica, la violencia en sus diversas formas, la pobreza que afecta a las personas y la falta de oportunidades para la investigación y el desarrollo profesional. Las consecuencias son en muchos casos de enorme gravedad a nivel personal, familiar y cultural. La pérdida del capital humano de millones de personas, profesionales calificados, investigadores y amplios sectores campesinos, nos va empobreciendo cada vez más. La explotación laboral llega, en algunos casos, a generar condiciones de verdadera esclavitud. Se da también un vergonzoso tráfico de personas, que incluye la prostitución, aún de menores. Especial mención merece la situación de los refugiados, que cuestiona la capacidad de acogida de la sociedad y de las iglesias. Por otra parte, sin embargo, la remesa de divisas de los emigrados a sus países de origen se ha vuelto una importante y, a veces, insustituible fuente de recursos para los países de la región, ayudando al bienestar y a la movilidad social ascendente de quienes logran participar exitosamente de este proceso.
2.1.3 Dimensión socio-política
74. Constatamos como hecho positivo el fortalecimiento de los regímenes democráticos en muchos países de América Latina y El Caribe según demuestran los últimos procesos electorales. Sin embargo, vemos con preocupación el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática que derivan en ocasiones en regímenes de corte neo populista. Esto indica que no basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Una democracia sin valores como los mencionados, se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando al pueblo.
75. Con la presencia más protagónica de
76. Después de una época de debilitamiento de los Estados por la aplicación de ajustes estructurales en la economía, recomendados por organismos financieros internacionales, se aprecia actualmente un esfuerzo de los Estados por definir y aplicar políticas públicas en los campos de la salud, educación, seguridad alimentaría, previsión social, acceso a la tierra y a la vivienda, promoción eficaz de la economía para la creación de empleos y leyes que favorecen las organizaciones solidarias. Todo esto refleja que no puede haber democracia verdadera y estable sin justicia social, sin división real de poderes y sin la vigencia del Estado de derecho[25].
77. Cabe señalar como un gran factor negativo en buena parte de la región, el recrudecimiento de la corrupción en la sociedad y en el Estado, que involucra a los poderes legislativos y ejecutivos en todos sus niveles, y alcanza también al sistema judicial que a menudo inclina su juicio a favor de los poderosos y genera impunidad, lo que pone en serio riesgo la credibilidad de las instituciones públicas y aumenta la desconfianza del pueblo, fenómeno que se une a un profundo desprecio de la legalidad. En amplios sectores de la población y particularmente entre los jóvenes crece el desencanto por la política y particularmente por la democracia, pues las promesas de una vida mejor y más justa no se cumplieron o se cumplieron sólo a medias. En este sentido, se olvida que la democracia y la participación política es fruto de la formación que se hace realidad solamente cuando los ciudadanos son conscientes de sus derechos fundamentales y de sus deberes correspondientes.
78. La vida social en convivencia armónica y pacífica se está deteriorando gravemente en muchos países de América Latina y El Caribe por el crecimiento de la violencia, que se manifiesta en robos, asaltos, secuestros, y lo que es más grave, en asesinatos que cada día destruyen más vidas humanas y llenan de dolor a las familias y a la sociedad entera. La violencia reviste diversas formas y tiene diversos agentes: el crimen organizado y el narcotráfico, grupos paramilitares, violencia común sobre todo en la periferia de las grandes ciudades, violencia de grupos juveniles, creciente violencia intrafamiliar. Sus causas son múltiples: la idolatría del dinero, el avance de una ideología individualista y utilitarista, el irrespeto a la dignidad de cada persona, el deterioro del tejido social, la corrupción incluso en las fuerzas del orden y la falta de políticas públicas de equidad social.
79. Algunos parlamentos o congresos legislativos aprueban leyes injustas por encima de los derechos humanos y de la voluntad popular, precisamente por no estar cerca de sus representados ni saber escuchar y dialogar con los ciudadanos, pero también por ignorancia, por falta de acompañamiento, y porque muchos ciudadanos abdican de su deber de participar en la vida pública.
80. En algunos Estados ha aumentado la represión, la violación de los derechos humanos, incluso el derecho a la libertad religiosa, la libertad de expresión y la libertad de enseñanza, así como el desprecio a la objeción de conciencia.
81. Si bien en algunos países se han logrado acuerdos de paz superando así conflictos de vieja data, en otros continúa la lucha armada con todas sus secuelas (muertes violentas, violaciones a los Derechos Humanos, amenazas, niños en la guerra, secuestros etc.), sin avizorar soluciones a corto plazo. La influencia del narconegocio en estos grupos dificulta aún más las posibles soluciones.
82. En América Latina y El Caribe se aprecia una creciente voluntad de integración regional con acuerdos multilaterales involucrando un número creciente de países que generan sus propias reglas en el campo del comercio, los servicios y las patentes. Al origen común se une la cultura, la lengua y la religión que pueden contribuir a que la integración no sea sólo de mercados, sino de instituciones civiles y sobre todo sobre todo de personas. También es positiva la globalización de la justicia, en el campo de los derechos humanos y de los crímenes contra la humanidad que permitirá progresivamente que los seres humanos vivan bajo iguales normas llamadas a proteger su dignidad, su integridad, y su vida.
2.1.4 Biodiversidad, ecología, Amazonia y Antártida
83. América Latina es el continente que posee una de las mayores biodiversidades del planeta y una rica socio diversidad representada por sus pueblos y culturas. Éstos poseen un gran acervo de conocimientos tradicionales sobre la utilización sostenible de los recursos naturales, así como sobre el valor medicinal de plantas y otros organismos vivos, muchos de los cuales forman la base de su economía. Tales conocimientos son actualmente objeto de apropiación intelectual ilícita siendo patentados por industrias farmacéuticas y de biogenética, generando vulnerabilidad de los agricultores familiares que dependen de esos recursos para su sobrevivencia.
84. En las decisiones sobre las riquezas de la biodiversidad y de la naturaleza las poblaciones tradicionales han sido prácticamente excluidas. La naturaleza ha sido y continúa siendo agredida. La tierra fue depredada. Las aguas están siendo tratadas como si fueran una mercancía negociable por las empresas, además de haber sido transformadas en un bien disputado por las grandes potencias. Un ejemplo muy importante en esta situación es la Amazonia[26].
85. En su discurso a los jóvenes, en el Estadio de Pacaembu, en San Pablo, el Papa Benedicto XVI llamó la atención sobre la “devastación ambiental de
86. La creciente agresión al medioambiente puede servir de pretexto para propuestas de internacionalización de
87. Además constatamos el retroceso de los hielos en todo el mundo: el deshielo del Ártico cuyo impacto ya se está viendo en la flora y fauna de ese ecosistema; también el calentamiento global se hace sentir en el estruendoso crepitar de los bloques de hielo antártico que reducen la cobertura glacial del continente y que regula el clima del mundo. Juan Pablo II proféticamente hace 20 años desde el confín de las Américas señaló: “Desde el Cono Sur del Continente Americano y frente a los ilimitados espacios de
2.1.5 Presencia de los pueblos indígenas y afroamericanos en
88. Los indígenas constituyen la población más antigua del continente. Están en la raíz primera de la identidad latinoamericana y caribeña. Los afroamericanos constituyen otra raíz que fue arrancada de África y traída aquí como gente esclavizada. La tercera raíz es la población pobre que migró de Europa desde el siglo XVI, en búsqueda de mejores condiciones de vida y el gran flujo de inmigrantes de todo el mundo desde mediados del siglo XIX. De todos estos grupos y de sus correspondientes culturas se formó el mestizaje que es la base social y cultural de nuestros pueblos latinoamericanos, como lo reconoció ya
89. Los indígenas y afroamericanos son, sobre todo, “otros” diferentes que exigen respeto y reconocimiento. La sociedad tiende a menospreciarlos, desconociendo su diferencia. Su situación social está marcada por la exclusión y la pobreza.
90. Hoy, los pueblos indígenas y afros están amenazados en su existencia física, cultural y espiritual; en sus modos de vida; en sus identidades; en su diversidad; en sus territorios y proyectos. Algunas comunidades indígenas se encuentran fuera de sus tierras porque éstas han sido invadidas y degradadas, o no tienen tierras suficientes para desarrollar sus culturas. Sufren graves ataques a su identidad y supervivencia, pues la globalización económica y cultural pone en peligro su propia existencia como pueblos diferentes. Su progresiva transformación cultural provoca la rápida desaparición de algunas lenguas y culturas. La migración, forzada por la pobreza, está influyendo profundamente en el cambio de costumbres, de relaciones e incluso de religión.
91. Los indígenas y afroamericanos emergen ahora en la sociedad y en
92. Ya en Santo Domingo los pastores reconocíamos que “los pueblos indígenas cultivan valores humanos de gran significación”[29]; valores que “
93. Entre ellos podemos señalar: “apertura a la acción de Dios por los frutos de la tierra, el carácter sagrado de la vida humana, la valoración de la familia, el sentido de solidaridad y la corresponsabilidad en el trabajo común, la importancia de lo cultual, la creencia en una vida ultra terrena”[33]. Actualmente, estos valores el pueblo los ha enriquecido ampliamente por
94. Como Iglesia que asume la causa de los pobres alentamos la participación de los indígenas y afroamericanos en la vida eclesial. Vemos con esperanza el proceso de inculturación discernido a la luz del Magisterio. Es prioritario hacer traducciones católicas de
95. Nuestro servicio pastoral a la vida plena de los pueblos indígenas exige anunciar a Jesucristo y
96. La historia de los afroamericanos ha sido atravesada por una exclusión social, económica, política y, sobre todo, racial, donde la identidad étnica es factor de subordinación social. Actualmente, son discriminados en la inserción laboral, en la calidad y contenido de la formación escolar, en las relaciones cotidianas y, además, existe un proceso de ocultamiento sistemático de sus valores, historia, cultura y expresiones religiosas. Permanece aún en los imaginarios colectivos una mentalidad y mirada colonial con respecto a los pueblos originarios y afroamericanos. De modo que, descolonizar las mentes, el conocimiento, recuperar la memoria histórica, fortalecer espacios y relaciones interculturales, son condiciones para la afirmación de la plena ciudadanía de estos pueblos.
97. La realidad latinoamericana cuenta con comunidades afroamericanas muy vivas que aportan y participan activa y creativamente de la construcción de este continente. Los movimientos por la recuperación de las identidades, de los derechos ciudadanos y contra el racismo, los grupos alternativos de economías solidarias, hacen de las mujeres y hombres negros sujetos constructores de su historia y de una nueva historia que se va dibujando en la actualidad latinoamericana y caribeña. Esta nueva realidad se basa en relaciones interculturales donde la diversidad no significa amenaza, no justifica jerarquías de poder de unos sobre otros, sino diálogo desde visiones culturales diferentes de celebración, de interrelación, de reavivamiento de la esperanza.
2.2 Situación de nuestra Iglesia en esta hora histórica de desafíos
98.
99. Los esfuerzos pastorales orientados hacia el encuentro con Jesucristo vivo han dado y siguen dando frutos. Entre otros, destacamos los siguientes:
100. Debido a la animación bíblica de la pastoral, aumenta el conocimiento de
101. La renovación litúrgica acentuó la dimensión celebrativa y festiva de la fe cristiana centrada en el misterio pascual, en particular en
102. Nuestro pueblo tiene gran aprecio a los sacerdotes. Reconoce la santidad de muchos de ellos, como también su testimonio de vida, su trabajo misionero, y la creatividad pastoral, particularmente de aquellos que están en lugares lejanos o en contextos de mayor dificultad. Muchas de nuestras Iglesias cuentan con una pastoral sacerdotal y con experiencias concretas de vida en común y de una más justa retribución del clero. En algunas Iglesias se ha desarrollado el diaconado permanente. También los ministerios laicales y otros servicios pastorales, como delegados de la palabra, animadores de asamblea y de pequeñas comunidades, entre ellas, las comunidades eclesiales de base y un gran número de pastorales específicas. Se hace un gran esfuerzo por la formación en nuestros Seminarios, en las casas de formación para la vida consagrada y en las escuelas para el diaconado permanente. Es significativo el testimonio de la vida consagrada, su aporte en la acción pastoral y su presencia en situaciones de pobreza, de riesgo y de frontera. Alienta la esperanza el incremento de vocaciones para la vida contemplativa masculina y femenina.
103. Resalta la abnegada entrega de tantos misioneros y misioneras que, hasta el día de hoy, desarrollan una valiosa obra evangelizadora y de promoción humana en todos nuestros pueblos, con multiplicidad de obras y servicios. Se reconoce, asimismo, a numerosos sacerdotes, consagradas y consagrados, laicas y laicos que, desde nuestro Continente, participan de la misión ad gentes.
104. Crecen los esfuerzos de renovación pastoral en las parroquias, favoreciendo un encuentro con Cristo vivo mediante diversos métodos de nueva evangelización, transformándose en comunidad de comunidades evangelizadas y misioneras. Se constata en muchos lugares un florecimiento de comunidades eclesiales de base, en comunión con los Obispos y fieles al Magisterio de
105.
106. La diversificación de la organización eclesial, con la creación de muchas comunidades, nuevas jurisdicciones y organismos pastorales, ha permitido que muchas Iglesias Particulares hayan avanzado en la estructuración de una Pastoral Orgánica, para servir mejor a las necesidades de los fieles. No con la misma intensidad en todas las Iglesias se ha desarrollado el diálogo ecuménico e interreligioso, enriqueciendo a todos los participantes. En otros lugares se han creado escuelas de ecumenismo o colaboración ecuménica en asuntos sociales y otras iniciativas. Se manifiesta, como reacción al materialismo, una búsqueda de espiritualidad, de oración y de mística que expresa el hambre y sed de Dios. Por otro lado, la valoración de la ética es un signo de los tiempos que indica la necesidad de superar el hedonismo, la corrupción y el vacío de valores. Nos alegra además el profundo sentimiento de solidaridad que caracteriza a nuestros pueblos y la práctica del compartir y ayuda mutua.
107. A pesar de los aspectos positivos que nos alegran en la esperanza, notamos sombras, entre las cuales mencionamos las siguientes:
108. Para
109. Lamentamos cierto clericalismo, algunos intentos de volver a una eclesiología y espiritualidad anteriores al Concilio Vaticano II, algunas lecturas y aplicaciones reduccionistas de la renovación conciliar, la ausencia de un sentido de autocrítica, de una auténtica obediencia y de ejercicio evangélico de la autoridad, los moralismos que debilitan la centralidad de Jesucristo, las infidelidades a la doctrina, a la moral y a la comunión, nuestras débiles vivencias de la opción preferencial por los pobres, no pocas recaídas secularizantes en la vida consagrada, la discriminación de la mujer y su ausencia frecuente en los organismos pastorales. Tal como lo manifestó el Santo Padre en el Discurso Inaugural de nuestra Conferencia, “se percibe un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia Católica”[35].
110. Constatamos el escaso acompañamiento dado a los fieles laicos en sus tareas de servicio a la sociedad, particularmente cuando asumen responsabilidades en las diversas estructuras del orden temporal. Percibimos una evangelización con poco ardor y sin nuevos métodos y expresiones, un énfasis en el sacramentalismo sin el conveniente itinerario formativo, descuidando otras tareas pastorales. De igual forma nos preocupa una espiritualidad individualista. Verificamos asimismo una mentalidad relativista en lo ético y religioso, la falta de aplicación creativa del rico patrimonio que constituye
111. En la evangelización, en la catequesis y, en general, en la pastoral, persisten también lenguajes poco significativos para la cultura actual y en particular, para los jóvenes. Muchas veces los lenguajes utilizados parecieran no tener en cuenta la mutación de los códigos existencialmente relevantes en las sociedades inoculadas por la postmodernidad, y marcadas por un amplio pluralismo social y cultural. Los cambios culturales dificultan la transmisión de
112. El insuficiente número de sacerdotes y su no equitativa distribución imposibilitan que muchísimas comunidades puedan participar en la celebración de
113. En las últimas décadas vemos con preocupación, por un lado, que numerosas personas pierden el sentido trascendental de sus vidas y abandonan las prácticas religiosas, y, por otro lado, que un número significativo de católicos están abandonando
114. Dentro del nuevo pluralismo religioso en nuestro continente, no se ha diferenciado suficientemente a los creyentes que pertenecen a otras iglesias o comunidades eclesiales, tanto por su doctrina como por sus actitudes, de los que forman parte de la gran diversidad de grupos cristianos (incluso pseudocristianos) que se han instalado entre nosotros, ya que no es adecuado englobar a todos en una sola categoría de análisis, ni llamarlas simplemente “sectas”. Muchas veces no es fácil el diálogo ecuménico con grupos cristianos que atacan a
115. Reconocemos que muchas veces los católicos nos hemos apartado del Evangelio, que requiere un estilo de vida más fiel a la verdad y a la caridad, más sencillo, austero y solidario, como también nos ha faltado valentía, persistencia y docilidad a la gracia para proseguir la renovación iniciada por el Concilio Vaticano II, impulsada por las anteriores Conferencias Generales, y para asegurar el rostro latinoamericano y caribeño de nuestra Iglesia. Nos reconocemos como comunidad de pobres pecadores, mendicantes de la misericordia de Dios, congregada, reconciliada, unida y enviada por la fuerza de
SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO 3
116. En este momento, con incertidumbres en el corazón, nos preguntamos con Tomás: “¿Cómo vamos a saber el camino?” (Jn 14, 5). Jesús nos responde con una propuesta provocadora: “Yo soy el Camino,
117. Jesús es el hijo de Dios,
118. Los discípulos de Jesús reconocemos que Él es el primer y más grande evangelizador enviado por Dios (cf. Lc 4, 44) y, al mismo tiempo, el Evangelio de Dios (cf. Rm 1, 3). Creemos y anunciamos “la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios” (Mc 1, 1). Como hijos obedientes a la voz del Padre queremos escuchar a Jesús (cf. Lc 9, 35) porque Él es el único Maestro (cf. Mt 23, 8). Como discípulos suyos sabemos que sus palabras son Espíritu y Vida (cf. Jn 6, 63. 68). Con la alegría de la fe somos misioneros para proclamar el Evangelio de Jesucristo y, en él, la buena nueva de la dignidad humana, de la vida, de la familia, del trabajo, de la ciencia y de la solidaridad con la creación.
3.1 La buena nueva de la dignidad humana
119. Bendecimos a Dios por la dignidad de la persona humana, creada a su imagen y semejanza. Nos ha creado libres y nos ha hecho sujetos de derechos y deberes en medio de la creación. Le agradecemos por asociarnos al perfeccionamiento del mundo, dándonos inteligencia y capacidad para amar; por la dignidad, que recibimos también como tarea que debemos proteger, cultivar y promover. Lo bendecimos por el don de la fe que nos permite vivir en alianza con El hasta compartir la vida eterna. Lo bendecimos por hacernos hijas e hijos suyos en Cristo, por habernos redimido con el precio de su sangre y por la relación permanente que establece con nosotros, que es fuente de nuestra dignidad absoluta, innegociable e inviolable. Si el pecado ha deteriorado la imagen de Dios en el hombre y ha herido su condición, la buena nueva, que es Cristo lo ha redimido y restablecido en la gracia (cf. Rm 5, 12-21).
120. Alabamos a Dios por los hombres y mujeres de América Latina y El Caribe que, movidos por su fe, han trabajado incansablemente en defensa de la dignidad de la persona humana, especialmente de los pobres y marginados. En su testimonio llevado hasta la entrega total resplandece la dignidad del ser humano.
3.2 La buena nueva de la vida
121. Alabamos a Dios por el don maravilloso de la vida y por quienes la honran y la dignifican al ponerla al servicio de los demás; por el espíritu alegre de nuestros pueblos que aman la música, la danza, la poesía, el arte, el deporte y cultivan una firme esperanza en medio de problemas y luchas. Alabamos a Dios porque siendo nosotros pecadores, nos mostró su amor reconciliándonos consigo por la muerte de su Hijo en la cruz. Lo alabamos porque ahora continúa derramando su amor en nosotros por el Espíritu Santo y alimentándonos con
122. Bendecimos al Padre por el don de su Hijo Jesucristo “rostro humano de Dios y rostro divino del hombre”[36]. “En realidad, tan sólo en el misterio del Verbo encarnado se aclara verdaderamente el misterio del hombre. Cristo, en la revelación misma del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre su altísima vocación”[37].
123. Bendecimos al Padre porque todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien aún entre dificultades e incertidumbres, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm 2, 14-15), el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el reconocimiento de este derecho se fundamenta “la convivencia humana y la misma comunidad política” (EV, 2).
124. Ante una vida sin sentido, nos revela la vida íntima de Dios en su misterio más elevado, la comunión trinitaria. Es tal el amor de Dios, que hace del hombre, peregrino en este mundo, su morada: “Vendremos a él y viviremos en él” (Jn 14, 23). Ante la desesperanza de un mundo sin Dios, que sólo ve en la muerte el término definitivo de la existencia, Jesús nos ofrece la resurrección y la vida eterna en la que Dios será da todo en todos (cf 1 Cor 15, 28). Ante la idolatría de los bienes terrenales, Jesús presenta la vida en Dios como valor supremo: “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo, si pierde su vida?” (Mc 8, 36)[38].
125. Ante el subjetivismo hedonista, Jesús propone entregar la vida para ganarla, porque “quien aprecie su vida terrena, la perderá” (Jn 12, 25). Es propio del discípulo de Cristo gastar su vida como sal de la tierra y luz del mundo. Ante el individualismo, Jesús convoca a vivir y caminar juntos. La vida cristiana sólo se profundiza y se desarrolla en la comunión fraterna. Jesús nos dice “uno es su maestro, y todos ustedes son hermanos” (Mt 23, 8). Ante la despersonalización, Jesús ayuda a construir identidades integradas.
126. La propia vocación, la propia libertad y la propia originalidad como dones de Dios para la plenitud y el servicio del mundo.
127. Ante la exclusión, Jesús defiende los derechos de los débiles y la vida digna de todo ser humano. De su Maestro, el discípulo ha aprendido a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de explotación de la persona humana[39]. Sólo el Señor es autor y dueño de la vida. El ser humano, su imagen viviente, es siempre sagrado, desde su concepción hasta su muerte natural; en todas las circunstancias y condiciones de su vida. Ante las estructuras de muerte, Jesús hace presente la vida plena. “Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud” (Jn 10, 10). Por ello sana a los enfermos, expulsa los demonios y compromete a los discípulos en la promoción de la dignidad humana y de relaciones sociales fundadas en la justicia.
128. Ante la naturaleza amenazada, Jesús, que conocía el cuidado del Padre por las criaturas que Él alimenta y embellece, (cf. Lc 12, 28), nos convoca a cuidar la tierra para que brinde abrigo y sustento a todos los hombres (cf. Gn 1, 29; 2, 15).
3.3 La buena nueva de la familia
129. Proclamamos la alegría del valor de nuestras familias en América Latina. Afirma el Papa Benedicto XVI que la familia es “patrimonio de la humanidad, constituye uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y de El Caribe. Ella ha sido y es escuela de la fe, palestra de valores humanos y cívicos, hogar en que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente… La familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de sus hijos”[40].
130. Agradecemos a Cristo que nos revela que “Dios es amor y vive en sí mismo un misterio personal de amor”[41] y optando por vivir en familia en medio de nosotros, la eleva a la dignidad de ‘Iglesia Doméstica’.
131. Bendecimos a Dios por haber creado al ser humano varón y mujer, aunque hoy se quiera confundir esta verdad: “Creó Dios a los seres humanos a su imagen; a imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó” (Gn 1, 27). Pertenece a la naturaleza humana el que el varón y la mujer busquen el uno en el otro su reciprocidad y complementariedad.
132. El ser amados por Dios nos llena de alegría. El amor humano encuentra su plenitud cuando participa del amor divino, del amor de Jesús que se entrega solidariamente por nosotros en su amor pleno hasta el fin (cf. Jn 13, 1; 15,9). El amor conyugal es la donación recíproca entre un varón y una mujer, los esposos: es fecundo, fiel y exclusivo hasta la muerte, abierto a la vida y a la educación de los hijos, asemejándose al amor fecundo de la Santísima Trinidad[42]. El amor conyugal es asumido en el Sacramento del Matrimonio para significar la unión de Cristo con su Iglesia, por eso en la gracia de Jesucristo encuentra su purificación, alimento y plenitud (Cf. Ef 5, 25-33).
133. En el seno de una familia la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios. De ella recibimos la vida, la primera experiencia del amor y de la fe. El gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la trasmite y testimonia. Los padres deben tomar nueva conciencia de su gozosa e irrenunciable responsabilidad en la formación integral de sus hijos.
134. Dios ama nuestras familias, a pesar de tantas heridas y divisiones. La presencia invocada de Cristo a través de la oración en familia nos ayuda a superar los problemas, a sanar las heridas y abre caminos de esperanza. Muchos vacíos de hogar pueden ser atenuados por servicios que presta la comunidad eclesial, familia de familias.
3.4 La buena nueva de la actividad humana
3.4.1 El trabajo
135. Alabamos a Dios porque en la belleza de la creación, que es obra de sus manos, resplandece el sentido del trabajo como participación de su tarea creadora y como servicio a los hermanos y hermanas. Jesús, el carpintero (cf. Mc 6, 3), dignificó el trabajo y al trabajador y recuerda que el trabajo no es un mero apéndice de la vida, sino que “constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra”[43], por la cual el hombre y la mujer se realizan a sí mismos como seres humanos[44]. El trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es probablemente “la clave esencial de toda ‘la cuestión social’”[45].
136. Damos gracias a Dios porque su palabra nos enseña que, a pesar de la fatiga que muchas veces acompaña al trabajo, el cristiano sabe que éste, unido a la oración, sirve no sólo al progreso terreno, sino también a la santificación personal y a la construcción del Reino de Dios[46]. El desempleo, la injusta remuneración del trabajo y el vivir sin querer trabajar son contrarios al designio de Dios. El discípulo y el misionero, respondiendo a este designio, promueven la dignidad del trabajador y del trabajo, el justo reconocimiento de sus derechos y de sus deberes, y desarrollan la cultura del trabajo y denuncian toda injusticia. La salvaguardia del domingo, como día de descanso, de familia y culto al Señor, garantiza el equilibrio entre trabajo y reposo. Corresponde a la comunidad crear estructuras que ofrezcan un trabajo a las personas minusválidas según sus posibilidades[47].
137. Alabamos a Dios por los talentos, el estudio y la decisión de hombres y mujeres para iniciar emprendimientos generadores de trabajo y producción, que elevan la condición humana y el bienestar de la sociedad. La actividad empresarial es buena y necesaria cuando respeta la dignidad del trabajador, el cuidado del medio ambiente y se ordena al bien común. Se pervierte cuando, buscando solo el lucro, atenta contra los derechos de los trabajadores y la justicia.
3.4.2 La ciencia y la tecnología
138. Alabamos a Dios por quienes cultivan las ciencias y la tecnología ofreciendo una inmensa cantidad de bienes y valores culturales que han contribuido, entre otras cosas, a prolongar la expectativa de vida y su calidad. Sin embargo, la ciencia y la tecnología no tienen las respuestas a los grandes interrogantes de la vida humana. La respuesta última a las cuestiones fundamentales del hombre sólo puede venir de una razón y ética integrales iluminadas por la revelación de Dios. Cuando la verdad, el bien y la belleza se separan; cuando la persona humana y sus exigencias fundamentales no constituyen el criterio ético, la ciencia y la tecnología se vuelven contra el hombre que las ha creado.
139. Hoy día las fronteras trazadas entre las ciencias se desvanecen. Con este modo de comprender el diálogo, se sugiere la idea de que ningún conocimiento es completamente autónomo. Esta situación le abre un terreno de oportunidades a la teología para interactuar con las ciencias sociales.
3.5 La buena nueva del destino universal de los bienes y ecología
140. Con los pueblos originarios de América, alabamos al Señor que creó el universo como espacio para la vida y la convivencia de todos sus hijos e hijas y nos los dejó como signo de su bondad y de su belleza. También la creación es caridad, manifestación del amor providente de Dios; nos ha sido entregada para que la cuidemos y la transformemos en fuente de vida digna para todos. Aunque hoy se ha generalizado una mayor valoración de la naturaleza, percibimos claramente de cuantas maneras el hombre amenaza y aun destruye su ‘habitat’. “La hermana nuestra madre tierra” es nuestra casa común[48] y el lugar de la alianza de Dios con los seres humanos y con toda la creación. Desatender las mutuas relaciones y el equilibrio que Dios mismo estableció entre las realidades creadas, es una ofensa al Creador, un atentado contra la biodiversidad y, en definitiva, contra la vida. El discípulo y misionero, a quien Dios le encargó la creación, debe contemplarla, cuidarla y utilizarla, respetando siempre el orden que le dio el Creador.
141. La mejor forma de respetar la naturaleza es promover una ecología humana abierta a la trascendencia que respetando la persona y la familia, los ambientes y las ciudades, sigue la indicación paulina de recapitular todas las cosas en Cristo y de alabar con Él al Padre (cf. 1 Cor 3, 21-23). El Señor ha entregado el mundo para todos, para los de las generaciones presentes y futuras. El destino universal de los bienes exige la solidaridad con la generación presente y las futuras. Ya que los recursos son cada vez más limitados, su uso debe estar regulado según un principio de justicia distributiva respetando el desarrollo sostenible.
3.6 El continente de la esperanza y del amor
142. Agradecemos a Dios como discípulos y misioneros porque la mayoría de los Latino americanos y Caribeños están bautizados. La providencia de Dios nos ha confiado el precioso patrimonio de la pertenencia a
143. Reconocemos el don de la vitalidad de
CAPÍTULO 4
4.1 Llamados al seguimiento de Jesucristo
144. Dios Padre sale de sí, por así decirlo, para llamarnos a participar de su vida y de su gloria. Mediante Israel, pueblo que hace suyo, Dios nos revela su proyecto de vida. Cada vez que Israel buscó y necesitó a su Dios, sobre todo en las desgracias nacionales, tuvo una singular experiencia de comunión con Él, quien lo hacía partícipe de su verdad, su vida y su santidad. Por ello, no demoró en testimoniar que su Dios -a diferencia de los ídolos- es el “Dios vivo” (Dt 5, 26) que lo libera de los opresores (cf. Ex 3, 7-10), que perdona incansablemente (cf. Ex 34, 6; Eclo 2, 11) y que restituye la salvación perdida cuando el pueblo, envuelto “en las redes de la muerte” (Sal 116, 3), se dirige a Él suplicante (cf. Is 38, 16). De este Dios –que es su Padre– Jesús afirmará que “no es un Dios de muertos, sino de vivos” (Mc 12, 27).
145. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de Jesús su Hijo (Hb 1, 1ss), con quien llega la plenitud de los tiempos (cf. Gal 4, 4). Dios, que es Santo y nos ama, nos llama por medio de Jesús a ser santos (cf. Ef 1, 4-5).
146. El llamamiento que hace Jesús, el Maestro, conlleva una gran novedad. En la antigüedad los maestros invitaban a sus discípulos a vincularse con algo trascendente, y los maestros de
147. Con la parábola de
148. Jesús los hace familiares suyos, porque comparte la misma vida que viene del Padre y les pide, como a discípulos, una unión íntima con Él, obediencia a
149. Como discípulos y misioneros estamos llamados a intensificar nuestra respuesta de fe y a anunciar que Cristo ha redimido todos los pecados y males de la humanidad, “en el aspecto más paradójico de su misterio, la hora de la cruz. El grito de Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34) no delata la angustia de un desesperado, sino la oración del Hijo que ofrece su vida al Padre en el amor para la salvación de todos”[51].
150. La respuesta a su llamada exige entrar en la dinámica del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 29-37), que nos da el imperativo de hacernos prójimos, especialmente con el que sufre, y generar una sociedad sin excluidos siguiendo la practica de Jesús que come con publicanos y pecadores (cf. Lc 5, 29-32) que acoge a los pequeños y a los niños (cf. Mc 10, 13-16), que sana a los leprosos (cf. Mc 1, 40-45) que perdona y libera a la mujer pecadora (cf. Lc 7, 36-49; Jn 8, 1-11), que habla con
4.2 Configurados con el Maestro
151. La admiración por la persona de Jesús, su llamada y su mirada de amor buscan suscitar una respuesta consciente y libre desde lo más íntimo del corazón del discípulo, una adhesión de toda su persona al saber que Cristo lo llama por su nombre (cf. Jn 10, 3). Es un “sí” que compromete radicalmente la libertad del discípulo a entregarse a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14, 6). Es una respuesta de amor a quien lo amó primero “hasta el extremo” (cf. Jn 13, 1). En este amor de Jesús madura la respuesta del discípulo: “Te seguiré adondequiera que vayas” (Lc 9, 57).
152. El Espíritu Santo que el Padre nos regala nos identifica con Jesús-Camino, abriéndonos a su misterio de salvación para que seamos hijos suyos y hermanos unos de otros; nos identifica con Jesús-Verdad, enseñándonos a renunciar a nuestras mentiras y propias ambiciones, y nos identifica con Jesús-Vida, permitiéndonos abrazar su plan de amor y entregarnos para que otros “tengan vida en Él”.
153. Para configurarse verdaderamente con el Maestro es necesario asumir la centralidad del Mandamiento del amor, que Él quiso llamar suyo y nuevo: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn 15, 12). Este amor, con la medida de Jesús, de total don de sí, además de ser el distintivo de cada cristiano no puede dejar de ser la característica de su Iglesia, comunidad discípula de Cristo, cuyo testimonio de caridad fraterna será el primero y principal anuncio, “reconocerán todos que son discípulos míos” (Jn 13, 35).
154. En el seguimiento de Jesucristo, aprendemos y practicamos las bienaventuranzas del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a los pobres y a los pequeños, su fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida. Hoy contemplamos a Jesucristo tal como nos lo transmiten los Evangelios para conocer lo que Él hizo y para discernir lo que nosotros debemos hacer en las actuales circunstancias.
155. Identificarse con Jesucristo es también compartir su destino: “Donde yo esté estará también el que me sirve” (Jn 12, 26). El cristiano corre la misma suerte del Señor, incluso hasta la cruz: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga” (Mc 8, 34). Nos alienta el testimonio de tantos misioneros y mártires de ayer y de hoy en nuestros pueblos que han llegado a compartir la cruz de Cristo hasta la entrega de su vida.
156. Imagen espléndida de configuración al proyecto trinitario que se cumple en Cristo, es
157. En América Latina y El Caribe innumerables cristianos buscan configurarse con el Señor al encontrarlo en la escucha orante de
4.3 Enviados a anunciar el Evangelio del Reino de vida
158. Jesús con palabras y acciones, con su muerte y resurrección inaugura en medio de nosotros el Reino de vida del Padre, que alcanzará su plenitud allí donde no habrá más “muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido” (Ap 21, 4). Durante su vida y con su muerte en cruz, Jesús permanece fiel a su Padre y a su voluntad (cf. Lc 22, 42). Durante su ministerio, los discípulos no fueron capaces de comprender que en un hombre como Él, radicalmente coherente (cf. Mc 12, 14), el sentido de su vida sellaba el sentido de su muerte. Mucho menos podían comprender que, según el designio del Padre, la muerte del Hijo era fuente de vida fecunda para todos (cf. Jn 12, 23-24). El misterio pascual de Jesús es el acto de obediencia y amor al Padre y de entrega por todos sus hermanos mediante el cual el Mesías dona plenamente aquella vida que ofrecía en caminos y aldeas de Palestina. Por su sacrificio voluntario, el Cordero de Dios pone su vida ofrecida en las manos del Padre (cf. Lc 23, 46), quien lo hace salvación “para nosotros” (1 Cor 1, 30). Por el misterio pascual, el Padre sella la nueva alianza y genera un nuevo pueblo que tiene por fundamento su amor gratuito de Padre que salva.
159. Al llamar a los suyos para que lo sigan, les da un encargo muy preciso: anunciar el evangelio del Reino a todas las naciones (cf. Mt 28, 19; Lc 24, 46-48). Por esto, todo discípulo es misionero, pues Jesús lo hace partícipe de su misión al mismo tiempo que lo vincula a él como amigo y hermano. De esta manera, como él es testigo del misterio del Padre, así los discípulos son testigos de la muerte y resurrección del Señor hasta que él vuelva. Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la vocación misma.
160. Cuando crece la conciencia de pertenencia a Cristo, en razón de la gratitud y alegría que produce, crece también el ímpetu de comunicar a todos el don de ese encuentro. La misión no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de
161. Benedicto XVI nos recuerda que: “el discípulo, fundamentado así en la roca de
162. Jesús salió al encuentro de personas en situaciones muy diversas: hombres y mujeres, pobres y ricos, judíos y extranjeros, justos y pecadores…, invitándolos a todos a su seguimiento. Hoy sigue invitando a encontrar en Él el amor del Padre. Por esto mismo el discípulo misionero ha de ser un hombre o una mujer que hace visible el amor misericordioso del Padre, especialmente a los pobres y pecadores.
163. Al participar de esta misión, el discípulo camina hacia la santidad. Vivirla en la misión lo lleva al corazón del mundo. Por eso la santidad “no es una fuga hacia el intimismo o hacia el individualismo religioso, tampoco un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos de América Latina y del mundo y, mucho menos, una fuga de la realidad hacia un mundo exclusivamente espiritual”[53].
4.4 Animados por el Espíritu Santo
164. Jesús, al comienzo de su vida pública, después de su bautismo, fue conducido por el Espíritu Santo al desierto para prepararse a su misión (cf. Mc 1, 12-13) y, con la oración y el ayuno, discernió la voluntad del Padre y venció las tentaciones de seguir otros caminos. Ese mismo Espíritu acompañó a Jesús durante toda su vida (cf. Hch 10, 38). Una vez resucitado, comunicó su Espíritu vivificador a los suyos (cf. Hch 2, 33).
165. A partir de Pentecostés,
166.
167. Jesús nos transmitió las palabras de su Padre y es el Espíritu quien recuerda a
168. Esta realidad se hace presente en nuestra vida por obra del Espíritu Santo que también, a través de los sacramentos, nos ilumina y vivifica. En virtud del Bautismo y
CAPÍTULO 5
5.1 Llamados a vivir en comunión
169. Jesús al inicio de su ministerio elige a los doce para vivir en comunión con Él (cf. Mc 3, 14). Para favorecer la comunión y evaluar la misión, Jesús les pide: “Vengan ustedes solos a un lugar deshabitado, para descansar un poco” (Mc 6, 31-32). En otras oportunidades se entretendrá con ellos para explicarles el misterio del Reino (cf. Mc. 4, 11.33-34). De la misma manera se comporta con el grupo de los setenta y dos discípulos (cf. Lc 10, 17-20). Al parecer, el encuentro a solas indica que Jesús quiere hablarles al corazón (cf. Os 2, 14). Hoy también el encuentro de los discípulos con Jesús en la intimidad es indispensable para alimentar la vida comunitaria y la actividad misionera.
170. Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con el Padre (1 Jn 1, 3) y con su Hijo muerto y resucitado, en “la comunión en el Espíritu Santo” (2 Cor 13, 13). El misterio de
171. La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión. Ante la tentación, muy presente en la cultura actual de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella “nos da una familia, la familia universal de Dios en
172. Al recibir la fe y el bautismo, los cristianos acogemos la acción del Espíritu Santo que lleva a confesar a Jesús como Hijo de Dios y a llamar a Dios “Abba”. Todos los bautizados y bautizadas de América Latina y El Caribe “a través del sacerdocio común del Pueblo de Dios”[57], estamos llamados a vivir y trasmitir la comunión con
173. Al igual que las primeras comunidades de cristianos, hoy nos reunimos asiduamente para “escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivir unidos y participar en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2, 42). La comunión de
174.
175.
176.
177. La diversidad de carismas, ministerios y servicios abre el horizonte para el ejercicio cotidiano de la comunión a través de la cual los dones del Espíritu son puestos a disposición de los demás para que circule la caridad (cf. 1 Cor 12, 4-12). Cada bautizado, en efecto, es portador de dones que debe desarrollar en unidad y complementariedad con los de los otros, a fin de formar el único Cuerpo de Cristo, entregado para la vida del mundo. El reconocimiento práctico de la unidad orgánica y la diversidad de funciones asegurará mayor vitalidad misionera y será signo e instrumento de reconciliación y paz para nuestros pueblos. Cada comunidad está llamada a descubrir e integrar los talentos escondidos y silenciosos que el Espíritu regala a los fieles.
178. En el pueblo de Dios “la comunión y la misión están profundamente unidas entre sí… La comunión es misionera y la misión es para la comunión”[66]. En las iglesias particulares todos los miembros del pueblo de Dios, según sus vocaciones específicas, estamos convocados a la santidad en la comunión y la misión.
5.2 Lugares eclesiales para la comunión
5.2.1 La diócesis, lugar privilegiado de la comunión
179. La vida en comunidad es esencial a la vocación cristiana. El discipulado y la misión siempre suponen la pertenencia a una comunidad. Dios no quiso salvarnos aisladamente, sino formando un Pueblo[67]. Este es un aspecto que distingue la vivencia de la vocación cristiana de un simple sentimiento religioso individual. Por eso la experiencia de fe siempre se vive en una Iglesia Particular.
180. Reunida y alimentada por
181.
182. La maduración en el seguimiento de Jesús y la pasión por anunciarlo requieren que
183.
184.
5.2.2
185. Entre las comunidades eclesiales en las que viven y se forman los discípulos misioneros de Jesucristo sobresalen las Parroquias. Ellas son células vivas de la Iglesia[71] y el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial[72]. Uno de los anhelos más grandes que se ha expresado en las Iglesias de América Latina con motivo de la preparación de
186. Todos los miembros de la comunidad parroquial son responsables de la evangelización de los hombres y mujeres en cada ambiente. El Espíritu Santo que actúa en Jesucristo es también enviado a todos en cuanto miembros de la comunidad, porque su acción no se limita al ámbito individual, sino que abre siempre a las comunidades a la tarea misionera, así como ocurrió en Pentecostés (cf. Hch 2, 1-13).
187. La renovación de las parroquias al inicio del tercer milenio exige reformular sus estructuras, para que sea una red de comunidades y grupos capaz de articularse logrando que los participantes se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión. Desde la parroquia hay que anunciar lo que Jesucristo “hizo y enseñó” (Hch 1, 1) mientras estuvo con nosotros. Su Persona y su obra son la buena noticia de salvación anunciada por los ministros y testigos de
188.
189. Los mejores esfuerzos de las parroquias en este inicio del tercer milenio deben estar en la convocatoria y en la formación de laicos misioneros. Solamente a través de la multiplicación de ellos podremos llegar a responder a las exigencias misioneras del momento actual. También es importante recordar que el campo especifico de la actividad evangelizadora laical es el complejo mundo del trabajo, la cultura, las ciencias y las artes, la política, los medios de comunicación y la economía, así como los ámbitos de la familia, la educación, la vida profesional, sobre todo en los contextos donde
190. Siguiendo el ejemplo de la primera comunidad cristiana (cf. Hch 2, 46-47), la comunidad parroquial se reúne para partir el pan de
a)
b) En el Bautismo: la incorporación de un nuevo miembro.
c) En
d) En
e) En
f) En el sacramento del Orden: la opción de algunos cristianos de ponerse definitivamente al servicio pastoral de sus hermanos, una vez llamados por el Obispo.
g) En el Matrimonio: el amor esponsal que como gracia de Dios germina y crece hasta la madurez y la donación total.
h) Recordando que
191.
192. SS. Benedicto XVI nos recuerda que “el amor a
5.2.3 Comunidades Eclesiales de Base y Pequeñas comunidades
193. En la experiencia eclesial de América Latina y El Caribe, las Comunidades Eclesiales de Base con frecuencia han sido verdaderas escuelas que forman discípulos y misioneros del Señor, como testimonia la entrega generosa, hasta derramar su sangre, de tantos miembros suyos. Ellas recogen la experiencia de las primeras comunidades, como están descritas en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 2,42-47). Medellín reconoció en ellas una célula inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización. Arraigadas en el corazón del mundo, son espacios privilegiados para la vivencia comunitaria de la fe, manantiales de fraternidad y de solidaridad, alternativa a la sociedad actual fundada en el egoísmo y en la competencia despiadada.
194. Queremos decididamente reafirmar y dar nuevo impulso a la vida y misión profética y santificadora de las CEBs, en el seguimiento misionero de Jesús. Ellas han sido una de las grandes manifestaciones del Espíritu en
195. Las Comunidades Eclesiales de Base, en comunión con su obispo y el proyecto de pastoral diocesana, son un signo de vitalidad en
196. Junto a las CEBs, hay otras variadas formas de pequeñas comunidades eclesiales, grupos de vida, de oración y de reflexión de
5.2.4 Las Conferencias Episcopales y la comunión entre las Iglesias
197. Los obispos, además del servicio a la comunión que prestan en sus Iglesias particulares, ejercen este oficio junto con las otras iglesias diocesanas. De este modo realizan y manifiestan el vínculo de comunión que las une entre sí. Esta experiencia de comunión episcopal, sobre todo después del Concilio Vaticano II, debe entenderse como un encuentro con Cristo vivo, presente en los hermanos que están reunidos en su nombre”[78]. Para crecer en esa fraternidad y en la corresponsabilidad pastoral, los obispos deben cultivar la espiritualidad de la comunión en orden a acrecentar los vínculos de colegialidad que los unen a los demás obispos de su propia Conferencia, pero también a todo el Colegio Episcopal y a
198. El Pueblo de Dios se construye como una comunión de Iglesias particulares y, a través de ellas, como un intercambio entre las culturas. En este marco, los obispos y las Iglesias locales expresan su solicitud por todas las Iglesias, especialmente por las más cercanas, reunidas en las provincias eclesiásticas, las conferencias regionales, y otras formas de asociación interdiocesana en el interior de cada Nación o entre países de una misma Región o Continente. Estas variadas formas de comunión estimulan con vigor las “relaciones de hermandad entre las diócesis y las parroquias”[79] y fomentan “una mayor cooperación entre las iglesias hermanas”[80].
199. El CELAM es un organismo eclesial de fraterna colegialidad episcopal, cuya preocupación fundamental es colaborar para la evangelización del Continente. A lo largo de sus 50 años ha brindado servicios muy importantes a las Conferencias Episcopales y a nuestras Iglesias Particulares, entre los que destacamos las Conferencias Generales, los Encuentros Regionales, los Seminarios de estudio, el ITEPAL y el CEBIPAL. El resultado de todo este esfuerzo es una sentida fraternidad entre los Obispos del Continente y una reflexión teológica y un lenguaje pastoral común que favorece la comunión y el intercambio entre las Iglesias.
5.3 Discípulos misioneros con vocaciones específicas
200. La condición del discípulo brota de Jesucristo como de su fuente por la fe y el bautismo y crece en
201. En el fiel cumplimiento de su vocación bautismal el discípulo ha de tener en cuenta los desafíos que el mundo de hoy le presenta a
5.3.1 Los obispos, discípulos misioneros de Jesús Sumo Sacerdote
202. Los obispos, como sucesores de los apóstoles junto con el Sumo Pontífice y bajo su autoridad[81], con fe y esperanza hemos aceptado la vocación de servir al Pueblo de Dios conforme al corazón de Cristo Buen Pastor. Junto con todos los fieles y en virtud del bautismo somos, ante todo, discípulos y miembros del Pueblo de Dios. Como todos los bautizados, y junto con ellos, queremos seguir a Jesús, Maestro de vida y de verdad, en la comunión de
203. El Señor nos llama a promover por todos los medios la caridad y la santidad de los fieles. Nos empeñamos para que el pueblo de Dios crezca en la gracia mediante los sacramentos presididos por nosotros mismos y por los demás ministros ordenados. Estamos llamados a ser maestros de la fe y, por tanto, a anunciar
204. Los Obispos, como pastores, estamos llamados a “hacer de
205. Para crecer en estas actitudes, los obispos hemos de procurar la unión constante con el Señor, cultivar la espiritualidad de la comunión con todos los que creen en Cristo y promover los vínculos de colegialidad que los unen al Colegio Episcopal, particularmente con su cabeza, el Obispo de Roma. No podemos olvidar que el obispo es principio y constructor de la unidad de su Iglesia particular y santificador de su pueblo, testigo de esperanza y padre de los fieles, especialmente de los pobres, y que su principal tarea es ser anunciador de
206. Todo el pueblo de Dios debe agradecer a los Obispos eméritos que como pastores han entregado su vida al servicio del Reino, siendo discípulos y misioneros. A ellos los acogemos con cariño y aprovechamos su vasta experiencia apostólica que todavía puede producir muchos frutos. Ellos mantienen profundos vínculos con las diócesis que les fueron confiadas a las que están unidas por su caridad y su oración.
5.3.2 Los presbíteros, discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor
5.3.2.1 Identidad y misión de los presbíteros
207. Valoramos y agradecemos con gozo que la inmensa mayoría de los presbíteros vivan su ministerio con fidelidad y sean modelo para los demás, que saquen tiempo para su formación permanente, que cultiven una vida espiritual que estimula a los demás presbíteros, centrada en la escucha de
208. Una mirada a nuestro momento actual nos muestra situaciones que afectan y desafían la vida y el ministerio de nuestros presbíteros. Entre otras, la identidad teológica del ministerio presbiteral, su inserción en la cultura actual y situaciones que inciden en su existencia.
209. El primero dice relación con la identidad teológica del ministerio presbiteral. El Concilio Vaticano II establece el sacerdocio ministerial al servicio del sacerdocio común de los fieles, y cada uno a su manera participan del único sacerdocio de Cristo[84]. Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, nos ha redimido y nos ha participado su vida divina. En Él, somos todos hijos del mismo Padre y hermanos entre nosotros, también los presbíteros. Antes que padre el presbítero es un hermano. Esta dimensión fraterna debe transparentarse en el ejercicio pastoral y superar la tentación del autoritarismo que lo aísla de la comunidad y de la colaboración con los demás miembros de
210. El segundo desafío se refiere al ministerio del presbítero inserto en la cultura actual. El presbítero está llamado a conocerla para sembrar en ella la semilla del Evangelio, es decir, para que el mensaje de Jesús llegue a ser una interpelación válida, comprensible, esperanzadora y relevante para la vida del hombre y de la mujer de hoy, especialmente para los jóvenes. Este desafío incluye la necesidad de potenciar adecuadamente la formación inicial y permanente de los presbíteros, en las sus cuatro dimensiones humana, espiritual, intelectual y pastoral[85].
211. El tercer desafío se refiere a los aspectos vitales y afectivos, al celibato y a una vida espiritual intensa fundada en la experiencia de Dios; asimismo al cultivo de relaciones fraternas con los demás presbíteros, con el obispo y con los laicos. Para que el ministerio del presbítero sea coherente y testimonial, éste debe amar y realizar su tarea pastoral en comunión con el obispo y con sus pares. El ministerio sacerdotal que brota del Orden Sagrado tiene una “radical forma comunitaria” y sólo puede ser desarrollado como una “tarea colectiva”[86].
212. En particular el presbítero es invitado a valorar, como un don de Dios, el celibato que le posibilita una especial configuración con el estilo de vida del propio Cristo y lo hace signo de su caridad pastoral en la entrega a Dios y a los hombres con corazón pleno e indiviso. “En efecto, esta opción del sacerdote es una expresión peculiar de la entrega que lo configura con Cristo y de la entrega de sí mismo por el Reino de Dios”[87]. El celibato pide asumir con madurez la propia afectividad y sexualidad, viviéndolas con serenidad y alegría en un camino comunitario[88].
213. Otros desafíos son de carácter estructural, como por ejemplo la existencia de parroquias demasiado grandes que dificultan el ejercicio de una pastoral adecuada, parroquias muy pobres que hacen que los pastores se dediquen a otras tareas para poder subsistir, parroquias situadas en sectores de extrema violencia e inseguridad y la falta y mala distribución de presbíteros en las Iglesias del continente.
214. El presbítero, a imagen del Buen Pastor, está llamado a ser hombre de la misericordia y la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particularmente de los que sufren grandes necesidades. La caridad pastoral, fuente de la espiritualidad sacerdotal, anima y unifica su vida y ministerio. Consciente de sus limitaciones valora la pastoral orgánica y se inserta con gusto en su presbiterio.
215. El Pueblo de Dios siente la necesidad de presbíteros-discípulos: que tengan una profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del Buen Pastor, dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de
216. Todo esto requiere que en las diócesis y las Conferencias Episcopales desarrollen una pastoral presbiteral que privilegie la espiritualidad específica y la formación permanente e integral de los sacerdotes. Es oportuno señalar la complementariedad entre la formación iniciada en el Seminario y el proceso formativo que abarca las diversas etapas de vida del presbítero.
5.3.2.2 Los párrocos, animadores de una comunidad de discípulos misioneros
217. La renovación de la parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos y en los sacerdotes que están al servicio de ella. La primera exigencia es que el párroco sea un auténtico discípulo de Jesucristo, porque sólo un sacerdote enamorado del Señor puede renovar una parroquia. Pero al mismo tiempo, debe ser un ardoroso misionero que vive el constante anhelo de buscar a los alejados y no se contenta con la simple administración.
218. Pero, sin duda, no basta la entrega generosa del sacerdote y de las comunidades de religiosos. Se requiere que todos los laicos se sientan corresponsables en la formación de los discípulos y en la misión. Esto supone que los párrocos sean promotores y animadores de la diversidad misionera y que dediquen tiempo generosamente al sacramento de la reconciliación. Una parroquia renovada multiplica las personas que prestan servicios y acrecienta los ministerios. Igualmente en este campo se requiere imaginación para encontrar respuesta a los muchos y siempre cambiantes desafíos que plantea la realidad, exigiendo nuevos servicios y ministerios. La integración de todos ellos en la unidad de un único proyecto evangelizador es esencial para asegurar una comunión misionera.
219. Una parroquia, comunidad de discípulos misioneros, requiere organismos que superen cualquier clase de burocracia. Los Consejos Pastorales Parroquiales tendrán que estar formados por discípulos misioneros constantemente preocupados por llegar a todos. El Consejo de Asuntos Económicos junto a toda la comunidad parroquial, trabajará para obtener los recursos necesarios, de manera que la misión avance y se haga realidad en todos los ambientes. Estos y todos los organismos han de estar animados por una espiritualidad de comunión misionera: “Sin este camino espiritual de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento”[90].
220. Dentro del territorio parroquial, la familia cristiana es la primera y más básica comunidad eclesial. En ella se viven y se transmiten los valores fundamentales de la vida cristiana. Se la llama “Iglesia Doméstica”[91]. Allí los padres son los primeros transmisores de la fe a sus hijos, enseñándoles a través del ejemplo y la palabra, a ser verdaderos discípulos misioneros. Al mismo tiempo, cuando esta experiencia de discipulado misionero es auténtica, “una familia se hace evangelizadora de muchas otras familias y del ambiente en que ella vive”[92]. Esto opera en la vida diaria “dentro y a través de los hechos, las dificultades, los acontecimientos de la existencia de cada día”[93]. El Espíritu que todo lo hace nuevo actúa aun dentro de situaciones irregulares en las que se realiza un proceso de transmisión de la fe, pero hemos de reconocer que, en las actuales circunstancias, a veces este proceso se encuentra dificultado.
5.3.3 Los diáconos permanentes, discípulos misioneros de Jesús Servidor
221. Algunos discípulos y misioneros del Señor son llamados a servir a
222. Cada diácono permanente debe cultivar esmeradamente su inserción en el cuerpo diaconal y una estrecha relación con su obispo, los presbíteros y demás miembros del pueblo de Dios. Cuando están al servicio de una parroquia, es necesario que los diáconos y presbíteros busquen el diálogo y trabajen en comunión.
223. Ellos deben recibir una adecuada formación humana, espiritual, doctrinal y pastoral con programas adecuados, que tengan en cuenta -en el caso de los que están casados- a la esposa y su familia. Su formación los habilitará a ejercer con fruto su ministerio en los campos de la evangelización, de la vida de las comunidades, de la liturgia y de la acción social, especialmente con los más necesitados, dando testimonio así de Cristo servidor al lado de los enfermos, de los que sufren, de los migrantes y refugiados, de los excluidos y de las víctimas de la violencia y encarcelados.
224. La presencia numérica de los diáconos permanentes ha crecido significativamente en nuestras iglesias, aunque con desigual desarrollo y valoración.
5.3.4 Los fieles laicos y laicas, discípulos y misioneros de Jesús Luz del mundo
225. Los fieles laicos son “los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en el Iglesia y en el mundo”[94]. Son “hombres de
226. Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que con su testimonio y su actividad contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio. “El ámbito propio de su actividad evangelizadora es el mismo mundo vasto y complejo de la política, de realidad social y de la economía, como también el de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los ‘mass media’, y otras realidades abiertas a la evangelización, como son el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional y el sufrimiento”[96]. Además, tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan mostrando autenticidad y coherencia en su conducta.
227. Los laicos también están llamados a participar en la acción pastoral de
228. Para cumplir su misión con responsabilidad personal, los laicos necesitan una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo y de los valores del Reino en el ámbito de la vida social, económica, política y cultural.
229. Hoy toda
230. En este contexto, el fortalecimiento de variadas asociaciones laicales, movimientos apostólicos eclesiales e itinerarios de formación cristiana y comunidades eclesiales y nuevas comunidades, que deben ser apoyados por los pastores, son un signo esperanzador. Ellos ayudan a que muchos bautizados y muchos grupos misioneros asuman con mayor responsabilidad su identidad cristiana y colaboren más activamente en la misión evangelizadora. En las últimas décadas, varias asociaciones y movimientos apostólicos laicales han desarrollado un fuerte protagonismo. Es por ello que un adecuado discernimiento, animación, coordinación y conducción pastoral, sobre todo de parte de los sucesores de los Apóstoles, contribuirá a ordenar este don para la edificación de la única Iglesia[100].
231. Reconocemos el valor y la eficacia de los Consejos parroquiales, Consejos diocesanos y nacionales de fieles Laicos, porque incentivan la comunión y la participación en
5.3.5 Los consagrados y consagradas, discípulos misioneros de Jesús Testigo del Padre
232. La vida consagrada es un don del Padre por medio del Espíritu a su Iglesia[101], y constituye un elemento decisivo para su misión[102]. Se expresa en la vida monástica, contemplativa y activa, los institutos seculares, las sociedades de vida apostólica y otras nuevas formas. Es un camino de especial seguimiento de Cristo, para dedicarse a él con un corazón indiviso, y ponerse, como Él, al servicio de Dios y de la humanidad, asumiendo la forma de vida que Cristo escogió para venir a este mundo: una vida virginal, pobre y obediente[103].
233. En comunión con los Pastores, los consagrados y consagradas son llamados a hacer de sus lugares de presencia, de su vida comunitaria y de sus obras, espacios de anuncio explícito del Evangelio, principalmente a los más pobres, como lo han hecho en nuestro continente desde el inicio de la evangelización. De este modo colaboran, según sus carismas fundacionales con la gestación de una nueva generación de cristianos discípulos y misioneros y de una sociedad en la que se respete la justicia y la dignidad de la persona humana.
234. Desde su ser, la vida consagrada está llamada a ser experta en comunión, tanto al interior de
235. En un continente en el cual se manifiestan serias tendencias de secularización, la vida consagrada está llamada a dar testimonio de la absoluta primacía de Dios y de su Reino. Ella se convierte en testigo del Dios de la vida en una realidad que relativiza su valor (obediencia), es testigo de libertad frente al mercado y a las riquezas que valoran a las personas por el tener (pobreza), y es testigo de una entrega en el amor radical y libre a Dios y a la humanidad frente a la erotización y banalización de las relaciones (castidad).
236. En la actualidad de América Latina y El Caribe, la vida consagrada está llamada a ser una vida discipular, apasionada por Jesús-camino al Padre misericordioso, por lo mismo, de carácter profundamente mística y comunitaria. Está llamada a ser una vida misionera, apasionada por el anuncio de Jesús-verdad del Padre, por lo mismo, radicalmente profética, capaz de mostrar a la luz de Cristo las sombras del mundo actual y los senderos de vida nueva, para lo que se requiere un profetismo que aspire hasta la entrega de la vida en continuidad con la tradición de santidad y martirio de tantas y tantos consagrados a lo largo de la historia del continente. Y al servicio del mundo, apasionada por Jesús-vida del Padre, que se hace presente en los más pequeños y en los últimos a quienes sirve desde el propio carisma y espiritualidad.
237. De manera especial, América Latina y El Caribe necesitan de la vida contemplativa, testigo de que sólo Dios basta para llenar la vida de sentido y de gozo. “En un mundo que va perdiendo el sentido de lo divino, ante la supervaloración de lo material, ustedes queridas religiosas, comprometidas desde sus claustros en ser testigos de unos valores por los que viven, sean testigos del Señor para el mundo de hoy, infundan con su oración un nuevo soplo de vida en
238. El Espíritu Santo sigue suscitando nuevas formas de vida consagrada en
239. Las Confederaciones de Institutos Seculares (CISAL) y de religiosas y religiosos (CLAR) y sus Conferencias Nacionales son estructuras de servicio y de animación que, en mutua relación con los Pastores, en comunión y diálogo fecundo y amistoso[105], están llamadas a estimular a sus miembros a realizar la misión como discípulos y misioneros al servicio de Reino de Dios.
240. Los pueblos latinoamericanos y caribeños esperan mucho de la vida consagrada, especialmente del testimonio y aporte de las religiosas contemplativas y de vida apostólica que, junto a los demás hermanos religiosos, miembros de Institutos Seculares y Sociedades de Vida Apostólica, muestran el rostro materno de
5.4 Los que han dejado
241. Según nuestra experiencia pastoral muchas veces la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos “no católicos” creen, sino fundamentalmente por lo que ellos viven; no por razones doctrinales sino vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por problemas teológicos sino metodológicos de nuestra Iglesia. En verdad, mucha gente que pasa a otros grupos religiosos no está buscando salirse de nuestra Iglesia sino que está buscando sinceramente a Dios.
242. Hemos de reforzar en nuestra Iglesia cuatro ejes:
a) La experiencia religiosa. En nuestra Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros fieles un “encuentro personal con Jesucristo”, una experiencia religiosa profunda e intensa, un anuncio kerigmático y el testimonio personal de los evangelizadores, que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida integral.
b)
c) La formación bíblico-doctrinal. Junto con una fuerte experiencia religiosa y una destacada convivencia comunitaria, nuestros fieles necesitan profundizar el conocimiento de
d) El compromiso misionero de toda la comunidad. Ella sale al encuentro de los alejados, se interesa de su situación, a reencantarlos con
5.5 Diálogo ecuménico e interreligioso
5.5.1 Diálogo ecuménico para que el mundo crea
243. La comprensión y la práctica de la eclesiología de comunión nos conduce al dialogo ecuménico. La relación con los hermanos y hermanas bautizados de otras iglesias y comunidades eclesiales es un camino irrenunciable para el discípulo y misionero[107], pues la falta de unidad representa un escándalo, un pecado y un atraso del cumplimiento del deseo de Cristo: “Que todos sean uno, lo mismo que lo somos tu y yo, Padre y que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17, 21).
244. El ecumenismo no se justifica por una exigencia simplemente sociológica sino evangélica, trinitaria y bautismal: “expresa la comunión real, aunque imperfecta” que ya existe entre “los que fueron regenerados por el bautismo” y el testimonio concreto de fraternidad[108]. El magisterio insiste en el carácter trinitario y bautismal del esfuerzo ecuménico, donde el diálogo emerge como actitud espiritual y práctica, en un camino de conversión y reconciliación. Solo así llegará “el día en que podremos celebrar, junto con todos los que creen en Cristo, la divina Eucaristía”[109]. Una vía fecunda para avanzar hacia la comunión es recuperar en nuestras comunidades el sentido del compromiso del Bautismo.
245. Hoy se hace necesario rehabilitar la auténtica apologética que hacían los padres de
246. A veces olvidamos que la unidad es ante todo un don del Espíritu Santo, y oramos poco por esta intención. “Esta conversión del corazón y esta santidad de vida, juntamente con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, han de considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico y con razón puede llamarse ecumenismo espiritual”[110].
247. Hace más de cuarenta años el Concilio Vaticano II reconoció la acción del Espíritu Santo en el movimiento por la unidad de los cristianos. Desde entonces hemos recogido muchos frutos. En este campo necesitamos más agentes de diálogo y mejor calificados. Es bueno hacer más conocidas las declaraciones que la propia Iglesia Católica ha suscrito en el campo del ecumenismo desde el Concilio. Los diálogos bilaterales y multilaterales han producido buenos frutos. También es oportuno estudiar el Directorio ecuménico y sus consecuencias para la catequesis, la liturgia, la formación presbiteral y la pastoral[111]. La movilidad humana, característica del mundo de hoy, puede ser ocasión propicia del dialogo ecuménico de la vida[112].
248. En nuestro contexto, el surgimiento de nuevos grupos religiosos, más la tendencia a confundir el ecumenismo con el diálogo interreligioso, han obstaculizado el logro de mayores frutos en el diálogo ecuménico, Por lo mismo alentamos a los ministros ordenados, a los laicos y a la vida consagrada a participar de organismos ecuménicos y realizar acciones conjuntas en los diversos campos de la vida eclesial, pastoral y social. En efecto, el contacto ecuménico favorece la estima recíproca, convoca a la escucha común de la palabra de Dios y llama a la conversión a los que se declaran discípulos y misioneros de Jesucristo. Esperamos que la promoción de la unidad de los cristianos, asumida por las Conferencias Episcopales, se consolide y fructifique bajo la luz del Espíritu Santo.
249. En esta nueva etapa evangelizadora, queremos que el diálogo y la cooperación ecuménica se encaminen a suscitar nuevas formas de discipulado y misión en comunión. Cabe observar que donde se establece el diálogo diminuye el proselitismo, crece el conocimiento recíproco, el respeto y se abren posibilidades de testimonio común. Un paso en esta dirección es el encuentro con interlocutores pentecostales responsables y fraternos que comparten la estima, la oración y el estudio.
250. Como respuesta generosa a la oración del Señor “que todos sean uno” (Jn 17, 21), los Papas nos han animado a avanzar pacientemente en el camino de la unidad. Juan Pablo II nos exhorta: “En el valiente camino hacia la unidad, la claridad y prudencia de la fe nos llevan a evitar el falso irenismo y el desinterés por las normas de
5.5.2 Relación con el judaísmo y diálogo interreligioso
251. Reconocemos con gratitud los lazos que nos relacionan con el pueblo judío, con el cual nos une la fe en el único Dios y su Palabra revelada en el Antiguo Testamento[115]. Son nuestros “hermanos mayores” en la fe de Abraham, Isaac y Jacob. Nos duele la historia de desencuentros que han sufrido, también en nuestros países. Son muchas las causas comunes que en la actualidad reclaman mayor colaboración y aprecio mutuo.
252. Por el soplo del Espíritu Santo y otros medios de Dios conocidos, la gracia de Cristo puede alcanzar a todos los que Él redimió, más allá de la comunidad eclesial, todavía de modos diferentes[116]. Explicitar y promover esta salvación ya operante en el mundo es una de las tareas de
253. El diálogo interreligioso, en especial con las religiones monoteístas, se fundamenta justamente en la misión que Cristo nos confió, solicitando la sabia articulación entre el anuncio y el diálogo como elementos constitutivos de la evangelización[117]. Con tal actitud,
254. Aún cuando el subjetivismo y la identidad poco definida de ciertas propuestas dificulten los contactos, eso no nos permite abandonar el compromiso y la gracia del diálogo[120]. En lugar de desistir, hay que invertir en el conocimiento de las religiones, en el discernimiento teológico-pastoral y en la formación de agentes competentes para el diálogo interreligioso, atendiendo a las diferentes visiones religiosas presentes en las culturas de nuestro continente. El diálogo interreligioso no significa que se deje de anunciar
255. El diálogo interreligioso, además de su carácter teológico, tiene un especial significado en la construcción de la nueva humanidad: abre caminos inéditos de testimonio cristiano, promueve la libertad y dignidad de los pueblos, estimula la colaboración por el bien común, supera la violencia motivada por actitudes religiosas fundamentalistas, educa a la paz y a la convivencia ciudadana: es un campo de bienaventuranzas en la huella de
CAPÍTULO 6
EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS
6.1 Una espiritualidad trinitaria del encuentro con Jesucristo
256. Una auténtica propuesta de encuentro con Jesucristo debe establecerse sobre el sólido fundamento de
257. Es Dios Padre quien nos atrae por medio de la entrega eucarística de su Hijo (cf. Jn 6, 44), don de amor con el que salió al encuentro de sus hijos, para que, renovados por la fuerza del Espíritu, lo podamos llamar Padre: “Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo el dominio de la ley, para liberarnos del dominio de la ley y hacer que recibiéramos la condición de hijos adoptivos de Dios. Y porque ya somos sus hijos, Dios mandó el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, y el Espíritu clama: ¡Abbá! ¡Padre!” (Gál 4, 4-5). Se trata de una nueva creación, donde el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, renueva la vida de las criaturas.
258. En la historia de amor trinitario, Jesús de Nazaret, hombre como nosotros y Dios con nosotros, muerto y resucitado, nos es dado como Camino, Verdad y Vida. En el encuentro de fe con el inaudito realismo de su Encarnación, hemos podido oír, ver con nuestros ojos, contemplar y palpar con nuestras manos
6.1.1 El encuentro con Jesucristo
259. El acontecimiento de Cristo es, por lo tanto, el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”[122]. Esto es justamente lo que, con presentaciones diferentes, nos han conservado todos los evangelios como el inicio del cristianismo: un encuentro de fe con la persona de Jesús (cf. Jn. 1, 35-39).
260. La naturaleza misma del cristianismo consiste, por lo tanto, en reconocer la presencia de Jesucristo y seguirlo. Esa fue la hermosa experiencia de aquellos primeros discípulos que, encontrando a Jesús, quedaron fascinados y llenos de estupor ante la excepcionalidad de quien les hablaba, ante el modo cómo los trataba, correspondiendo al hambre y sed de vida que había en sus corazones. El evangelista Juan nos ha dejado plasmado el impacto que produjo la persona de Jesús en los dos primeros discípulos que lo encontraron, Juan y Andrés. Todo comienza con una pregunta: “¿qué buscan?” (Jn 1, 38). A esa pregunta siguió la invitación a vivir una experiencia: “vengan y lo verán” (Jn 1, 39). Esta narración permanecerá en la historia como síntesis única del método cristiano.
261. En el hoy de nuestro continente latinoamericano, se levanta la misma pregunta llena de expectativa: “Maestro, ¿dónde vives?” (Jn 1, 38), ¿dónde te encontramos de manera adecuada para “abrir un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad?”[123] ¿Cuáles son los lugares, las personas, los dones que nos hablan de ti, nos ponen en comunión contigo y nos permiten ser discípulos y misioneros tuyos?
6.1.2 Lugares de encuentro con Jesucristo
262. El encuentro con Cristo, gracias a la acción invisible del Espíritu Santo, se realiza en la fe recibida y vivida en
263. Encontramos a Jesús en
264. Se hace, pues, necesario proponer a los fieles
265. Entre las muchas formas de acercarse a
266.
267. Encontramos Jesucristo, de modo admirable, en
268. Se entiende así la gran importancia del precepto dominical, del “vivir según el domingo”, como una necesidad interior del creyente, de la familia cristiana, de la comunidad parroquial. Sin una participación activa en la celebración eucarística dominical y en las fiestas de precepto no habrá un discípulo misionero maduro. Cada gran reforma en
269. A las miles de comunidades con sus millones de miembros que no tienen la oportunidad de participar de
270. La oración personal y comunitaria es el lugar donde el discípulo, alimentado por
271. Jesús está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno. Allí Él cumple su promesa: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Está en todos los discípulos que procuran hacer suya la existencia de Jesús, vida escondida en la suya (cf. Col 3, 3), que experimentan la fuerza de su resurrección hasta identificarse profundamente con Él: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20). Está en los Pastores, que representan a Cristo mismo (cf. Mt 10, 40; Lc 10, 16). Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y por el bien común, algunas veces llegando a entregar la propia vida. Está en todos los acontecimientos de la vida de nuestros pueblos, que nos invitan a buscar un mundo más justo y más fraterno. Está en toda realidad humana, cuyos límites a veces nos duelen y agobian.
272. También lo encontramos de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos (cf. Mt 25, 37-40), que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo. ¡Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan! En el reconocimiento de esta presencia y cercanía, y en la defensa de los derechos de los excluidos se juega la fidelidad de
6.1.3 Una espiritualidad de la acción misionera
273. Cuando hablamos de “espiritualidad” nos referimos concretamente al impulso del Espíritu, a su potencia de vida que moviliza y transfigura todas las dimensiones de la existencia. No es una experiencia que se limita a los espacios privados de la devoción, sino que busca penetrarlo todo con su fuego y su vida. La acción del discípulo misionero necesita de ese impulso y de ese ardor que proviene del Espíritu y se expresa en el trabajo, en el diálogo, en el servicio, en la misión cotidiana.
274. Si el impulso del Espíritu impregna y motiva todas las áreas de la existencia, entonces también debe penetrar y configurar la vocación específica de cada uno. Así se desarrolla la espiritualidad propia de presbíteros, de religiosos y religiosas, de padres de familia, de empresarios, de catequistas, etc. Cada una de las vocaciones tiene un modo concreto y distintivo de vivir la espiritualidad, que da profundidad y entusiasmo al ejercicio concreto de sus tareas. Así, la vida en el Espíritu no nos encierra en una intimidad cómoda y cerrada, sino que nos convierte en personas generosas y creativas, felices en el servicio. Nos vuelve comprometidos con los reclamos de la realidad y capaces de encontrarle un profundo significado a todo lo que nos toca hacer por
6.1.4 La piedad popular como espacio de encuentro con Cristo
275. El Santo Padre destacó la “rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos”, y la presentó como “el precioso tesoro de
276. Entre las expresiones de esta espiritualidad se cuentan: las fiestas patronales, las novenas, los rosarios y via crucis, las procesiones, las danzas y los cánticos del folclore religioso, el cariño a los santos y a los ángeles, las promesas, las oraciones en familia. Destacamos las peregrinaciones, donde se puede reconocer al Pueblo de Dios en camino. Allí el creyente celebra el gozo de sentirse inmerso en medio de tantos hermanos, caminando juntos hacia Dios que los espera. Cristo mismo se hace peregrino, y camina resucitado entre los pobres. La decisión de partir hacia el santuario ya es una confesión de fe, el caminar es un verdadero canto de esperanza, y la llegada es un encuentro de amor. La mirada del peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la ternura y la cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla el misterio, lo disfruta en silencio. También se conmueve, derramando toda la carga de su dolor y de sus sueños. La súplica sincera, que fluye confiadamente, es la mejor expresión de un corazón que ha renunciado a la autosuficiencia, reconociendo que solo nada puede. Un breve instante condensa una viva experiencia espiritual.
277. Allí, el peregrino vive la experiencia de un misterio que lo supera, no sólo de la trascendencia de Dios, sino también de
278. La piedad popular penetra delicadamente la existencia personal de cada fiel y aunque también se vive en una multitud, no es una “espiritualidad de masas”. En distintos momentos de la lucha cotidiana, muchos recurren a algún pequeño signo del amor de Dios: un crucifijo, un rosario, una vela que se enciende para acompañar a un hijo en su enfermedad, un Padrenuestro musitado entre lágrimas, una mirada entrañable a una imagen querida de María, una sonrisa dirigida al Cielo en medio de una sencilla alegría.
279. Es verdad que la fe que se encarnó en la cultura puede ser profundizada y penetrar cada vez mejor la forma de vivir de nuestros pueblos. Pero eso sólo puede suceder si valoramos positivamente lo que el Espíritu Santo ya ha sembrado. La piedad popular es un “imprescindible punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más fecunda”[137]. Por eso, el discípulo misionero tiene que ser “sensible a ella, saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables”[138]. Cuando afirmamos que hay que evangelizarla o purificarla, no queremos decir que esté privada de riqueza evangélica. Simplemente deseamos que todos los miembros del pueblo fiel, reconociendo el testimonio de María, traten de imitarla cada día más. Así procurarán un contacto más directo con
280. No podemos devaluar la espiritualidad popular, o considerarla un modo secundario de la vida cristiana, porque sería olvidar el primado de la acción del Espíritu y la iniciativa gratuita del amor de Dios. En la piedad popular se contiene y expresa un intenso sentido de la trascendencia, una capacidad espontánea de apoyarse en Dios y una verdadera experiencia de amor teologal. Es también una expresión de sabiduría sobrenatural, porque la sabiduría del amor no depende directamente de la ilustración de la mente sino de la acción interna de la gracia. Por eso, la llamamos espiritualidad popular. Es decir, una espiritualidad cristiana que, siendo un encuentro personal con el Señor, integra mucho lo corpóreo, lo sensible, lo simbólico, y las necesidades más concretas de las personas. Es una espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos, que no por eso es menos espiritual, sino que lo es de otra manera.
281. La piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de
282. Nuestros pueblos se identifican particularmente con el Cristo sufriente, lo miran, lo besan o tocan sus pies lastimados como diciendo: Este es el “que me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20). Muchos de ellos golpeados, ignorados, despojados, no bajan los brazos. Con su religiosidad característica se aferran al inmenso amor que Dios les tiene y que les recuerda permanentemente su propia dignidad. También encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de María. En ella ven reflejado el mensaje esencial del Evangelio. Nuestra Madre querida, desde el santuario de Guadalupe, hace sentir a sus hijos más pequeños que ellos están en el hueco de su manto. Ahora, desde Aparecida, los invita a echar las redes en el mundo, para sacar del anonimato a los que están sumergidos en el olvido y acercarlos a la luz de la fe. Ella, reuniendo a los hijos, integra a nuestros pueblos en torno a Jesucristo.
6.1.5 María, discípula y misionera
283. La máxima realización de la existencia cristiana como un vivir trinitario de “hijos en el Hijo” nos es dada en
284. Con ella, providencialmente unida a la plenitud de los tiempos (cf. Gal 4, 4) llega a cumplimiento la esperanza de los pobres y el deseo de salvación.
285. Como en la familia humana,
286. María es la gran misionera, continuadora de la misión de su Hijo y formadora de misioneros. Ella, así como dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra América. En el acontecimiento guadalupano, presidió junto al humilde Juan Diego el Pentecostés que nos abrió a los dones del Espíritu. Desde entonces son incontables las comunidades que han encontrado en ella la inspiración más cercana para aprender cómo ser discípulos y misioneros de Jesús. Con gozo constatamos que se ha hecho parte del caminar de cada uno de nuestros pueblos, entrando profundamente en el tejido de su historia y acogiendo los rasgos más nobles y significativos de su gente. Las diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho del Continente testimonian la presencia cercana de María a la gente y, al mismo tiempo, manifiestan la fe y la confianza que los devotos sienten por ella. Ella les pertenece y ellos la sienten como madre y hermana.
287. Hoy, cuando en nuestro Continente latinoamericano y caribeño se quiere enfatizar el discipulado y la misión, es ella quien brilla ante nuestros ojos como imagen acabada y fidelísima del seguimiento de Cristo. Esta es la hora de la seguidora más radical de Cristo, de su magisterio discipular y misionero al que nos envía el Papa Benedicto XVI: “Maria Santísima,
288. Ella, que “conservaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón” (Lc 2, 19; cf. 2, 51), nos enseña el primado de la escucha de
289. Con los ojos puestos en sus hijos y en sus necesidades, como en Caná de Galilea, María ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, de servicio, de entrega y de gratuidad que deben distinguir a los discípulos de su Hijo. Indica, además, cuál es la pedagogía para que los pobres, en cada comunidad cristiana, “se sientan como en su casa”[146]. Crea comunión y educa a un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida del otro, especialmente si es pobre o necesitado. En nuestras comunidades, su fuerte presencia ha enriquecido y seguirá enriqueciendo la dimensión materna de
6.1.6 Los apóstoles y los santos
290. También los apóstoles de Jesús y los santos han marcado la espiritualidad y el estilo de vida de nuestras Iglesias. Su testimonio se mantiene vigente y sus enseñanzas inspiran el ser y la acción de las comunidades cristianas del Continente. Entre ellos, Pedro el apóstol, a quien Jesús confió la misión de confirmar la fe de sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), les ayuda a estrechar el vínculo de comunión con el Papa, su sucesor, y a buscar en Jesús las palabras de vida eterna. Pablo, el evangelizador incansable, les ha indicado el camino de la audacia misionera y la voluntad de acercarse a cada realidad cultural con
291. Nuestros pueblos nutren un cariño y especial devoción a José, esposo de María, hombre justo, fiel y generoso que sabe perderse para hallarse en el misterio del Hijo. San José, el silencioso maestro, fascina, atrae y enseña, no con palabras sino con el resplandeciente testimonio de sus virtudes y de su firme sencillez.
292. Nuestras comunidades llevan el sello de los apóstoles y, además, reconocen el testimonio cristiano de tantos hombres y mujeres que esparcieron en nuestra geografía las semillas del Evangelio, viviendo valientemente su fe, incluso derramando su sangre como mártires. Su ejemplo de vida y santidad constituye un regalo precioso para el camino creyente de los latinoamericanos y, a la vez, un estímulo para imitar sus virtudes en las nuevas expresiones culturales de la historia. Con la pasión de su amor a Jesucristo, han sido miembros activos y misioneros en su comunidad eclesial. Con valentía, han perseverado en la promoción de los derechos de las personas, fueron agudos en el discernimiento crítico de la realidad a la luz de la enseñanza social de
6.2 El proceso de formación de los discípulos misioneros
293. La vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo en América Latina y El Caribe, requieren una clara y decidida opción por la formación de los miembros de nuestras comunidades, para todos los bautizados, cualquiera sea la función que desarrollen en
294. El itinerario formativo del seguidor de Jesús hunde sus raíces en la naturaleza dinámica de la persona y en la invitación personal de Jesucristo, que llama a los suyos por su nombre, y estos lo siguen porque conocen su voz. El Señor despertaba las aspiraciones profundas de sus discípulos y los atraía a sí, llenos de maravilla. El seguimiento es fruto de una fascinación que responde al deseo de realización humana, al deseo de vida plena. El discípulo es alguien apasionado por Cristo a quien reconoce como el maestro que lo conduce y acompaña.
6.2.1 Aspectos del proceso
295. En el proceso de formación de discípulos misioneros destacamos cinco aspectos fundamentales que aparecen de diversa manera en cada etapa del camino, pero que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí:
a) El Encuentro con Jesucristo: Es el Señor quien llama (Mc 1, 14; Mt 9, 9: “Sígueme”). Se ha de propiciar este encuentro que da origen a la iniciación cristiana, pero que debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del kerygma y la acción misionera de la comunidad. El kerygma no sólo es una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez del discípulo de Jesucristo. Sin el kerygma, los demás aspectos de este proceso están condenados a la esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos al Señor. Sólo desde el kerygma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera. Por eso
b)
c) El Discipulado: La persona madura constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús maestro, profundizar en el misterio de su persona, su ejemplo y su doctrina. Para ello son de fundamental importancia la catequesis permanente y la vida sacramental, que fortalecen la conversión inicial y permiten que los discípulos misioneros puedan perseverar en la vida cristiana y en la misión en medio del mundo que los desafía.
d)
e)
6.2.2 Criterios generales
6.2.2.1 Una formación integral, kerygmática y permanente
296. Misión principal de la formación es ayudar a los miembros de
6.2.2.2 Una formación atenta a dimensiones diversas
297. La formación abarca diversas dimensiones que deberán ser integradas armónicamente a lo largo de todo el proceso formativo. Se trata de la dimensión humana, espiritual, intelectual, comunitaria y pastoral-misionera.
a)
b)
c)
d)
6.2.2.3 Una formación respetuosa de los procesos
298. Llegar a la estatura de la vida nueva en Cristo, identificándose profundamente con Él[148] y su misión, es un camino largo, que requiere itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales. El eje central deberá ser un proyecto orgánico de formación, elaborado por los organismos diocesanos competentes, teniendo en cuenta todas las fuerzas vivas de
6.2.2.4 Una formación que contempla el acompañamiento de los discípulos
299. Cada sector del Pueblo de Dios pide ser acompañado y formado de acuerdo con la peculiar vocación y ministerio al que ha sido llamado: el obispo que es el principio de la unidad en la diócesis mediante el triple ministerio de enseñar, santificar y gobernar; los presbíteros, cooperando con el ministerio del obispo, en el cuidado del pueblo de Dios que les es confiado; los diáconos permanentes en el servicio vivificante, humilde y perseverante como ayuda valiosa para obispos y presbíteros; los consagrados y consagradas en el seguimiento radical del Maestro; los laicos y laicas que cumplen su responsabilidad evangelizadora colaborando en la formación de comunidades cristianas y en la construcción del Reino de Dios en el mundo. Se requiere, por tanto, capacitar a quienes puedan acompañar espiritual y pastoralmente a otros.
300. Destacamos que la formación de los laicos y laicas debe contribuir ante todo a una actuación como discípulos misioneros en el mundo, en la perspectiva del diálogo y de la transformación de la sociedad. Es urgente una formación específica para que puedan tener una incidencia significativa en los diferentes campos, sobre todo “en el mundo vasto de la política, de la realidad social y de la economía, como también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios y de otras realidades abiertas a la evangelización”[149].
6.3 Iniciación a la vida cristiana y catequesis permanente
6.3.1 Iniciación a la vida cristiana
301. Son muchos los creyentes que no participan en
302. Esto constituye todo un desafío que cuestiona a fondo la manera como estamos educando en la fe y como estamos alimentando la vivencia cristiana; un desafío que debemos afrontar con decisión, con valentía y creatividad, ya que en muchas partes la iniciación cristiana ha sido pobre o fragmentada. O educamos en la fe, poniendo realmente en contacto con Jesucristo e invitando a su seguimiento, o no cumpliremos nuestra misión evangelizadora. Se impone la tarea irrenunciable de ofrecer una modalidad operativa de iniciación cristiana que además de marcar el qué, dé también elementos para el quién, el cómo y el dónde se realiza. Así asumiremos el desafío de una nueva evangelización, a la que hemos sido reiteradamente convocados.
303. La iniciación cristiana, que incluye el kerygma, es la manera práctica de poner en contacto con Jesucristo e iniciar en el discipulado. Nos da también la oportunidad de fortalecer la unidad de los tres sacramentos de la iniciación y profundizar en su rico sentido. La iniciación cristiana propiamente hablando, se refiere a la primera iniciación en los misterios de la fe, sea en la forma de catecumenado postbautismal para los bautizados no suficientemente catequizados, sea en la forma de catecumenado bautismal para los no bautizados. Este catecumenado está íntimamente unido a los sacramentos de la iniciación: bautismo, confirmación y eucaristía, celebrados solemnemente en
6.3.2 Propuestas para la iniciación cristiana
304. Sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de iniciación en la vida cristiana que comience por el kerygma y, guiado por
305. Recordamos que el itinerario formativo del cristiano en la tradición más antigua de
306. Ser discípulo es un don destinado a crecer. La iniciación cristiana da la posibilidad de un aprendizaje gradual en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesucristo. Así forja la identidad cristiana con las convicciones fundamentales y acompaña la búsqueda del sentido de la vida. Es necesario asumir el dinamismo de la iniciación cristiana. Una comunidad que asume la iniciación cristiana renueva su vida comunitaria y despierta su carácter misionero. Esto requiere nuevas actitudes pastorales de parte de obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas y agentes de pastoral.
307. Como rasgos del discípulo al que apunta la iniciación cristiana destacamos: que tenga como centro la persona de Jesucristo, nuestro Salvador y plenitud de nuestra humanidad, fuente de toda madurez humana y cristiana. Que tenga espíritu de oración, sea amante de
308. La parroquia ha de ser el lugar donde se asegure la iniciación cristiana y tendrá como tareas irrenunciables: iniciar en la vida cristiana a los adultos bautizados y no suficientemente evangelizados; educar en la fe a los niños bautizados en un proceso que los lleve a completar su iniciación cristiana; iniciar a los no bautizados que habiendo escuchado el kerigma quieren abrazar la fe. En esta tarea, el estudio y la asimilación del Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos es una referencia necesaria y un apoyo seguro.
309. Asumir esta iniciación cristiana exige no sólo una renovación de la catequesis, sino también una reestructuración de toda la vida pastoral de la parroquia. Proponemos que este proceso de iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana y como la catequesis básica y fundamental. Después vendrá la catequesis permanente que continúa el proceso de maduración en la fe, en la que se debe incorporar un discernimiento vocacional y la iluminación para proyectos personales de vida.
6.3.3 Catequesis permanente
310. En cuanto a la situación actual de la catequesis, es evidente que ha habido un gran progreso. Ha crecido el tiempo que se le dedica a la preparación para los sacramentos. Se ha tomado mayor conciencia de su necesidad tanto en las familias como entre los pastores. Se comprende que es imprescindible en toda formación cristiana. Se han constituido ordinariamente comisiones diocesanas y parroquiales de catequesis. Es admirable el gran número de personas que se sienten llamadas a hacerse catequistas, con gran entrega. A ellas esta Asamblea les manifiesta un sincero reconocimiento.
311. Sin embargo, a pesar de la buena voluntad, la formación teológica y pedagógica de los catequistas no suele ser la deseable. Los materiales y subsidios son con frecuencia muy variados y no se integran en una pastoral de conjunto; y no siempre son portadores de métodos pedagógicos actualizados. Los servicios catequísticos de las parroquias carecen con frecuencia de una colaboración cercana de las familias. Los párrocos y demás responsables no asumen con mayor empeño la función que les corresponde como primeros catequistas.
312. Los desafíos que plantea la situación de la sociedad en América Latina y El Caribe requieren una identidad católica más personal y fundamentada. El fortalecimiento de esta identidad pasa por una catequesis adecuada que promueva una adhesión personal y comunitaria a Cristo, sobre todo en los más débiles en la fe[151]. Es una tarea que incumbe a toda la comunidad de discípulos pero de manera especial a quienes, como obispos, hemos sido llamados a servir a
313. La catequesis no debe ser sólo ocasional, reducida a los momentos previos a los sacramentos o a la iniciación cristiana, sino más bien “un itinerario catequético permanente”[152]. Por esto, compete a cada Iglesia particular, con la ayuda de las Conferencias Episcopales, establecer un proceso catequético orgánico y progresivo que se extienda por todo el arco de la vida, desde la infancia hasta la ancianidad, teniendo en cuenta que el Directorio General de Catequesis considera la catequesis de adultos como la forma fundamental de la educación en la fe. Para que, en verdad, el pueblo conozca a fondo a Cristo y lo siga fielmente debe ser conducido especialmente en la lectura y meditación de
314. La catequesis no puede limitarse a una formación meramente doctrinal sino que ha de ser una verdadera escuela de formación integral. Por tanto, se ha de cultivar la amistad con Cristo en la oración, el aprecio por la celebración litúrgica, la vivencia comunitaria, el compromiso apostólico mediante un permanente servicio a los demás. Para ello, resultarían útiles algunos subsidios catequéticos elaborados a partir del Catecismo de
315. Debe darse una catequesis apropiada que acompañe la fe ya presente en la religiosidad popular. Una manera concreta puede ser el ofrecer un proceso de iniciación cristiana en visitas a las familias, donde no sólo se les comunique los contenidos de la fe, sino que se las conduzca a la práctica de la oración familiar, a la lectura orante de
6.4 Lugares de formación para los discípulos misioneros
316. A continuación consideraremos brevemente algunos espacios de formación de discípulos misioneros.
6.4.1
317. La familia, “patrimonio de la humanidad”, constituye uno de los tesoros más valiosos de los pueblos latinoamericanos. Ella ha sido y es espacio y escuela de comunión, fuente de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente. Para que la familia sea “escuela de la fe” y pueda ayudar a los padres a ser los primeros catequistas de sus hijos, la pastoral familiar debe ofrecer espacios formativos, materiales catequéticos, momentos celebrativos, que le permitan cumplir su misión educativa. La familia está llamada a introducir a los hijos en el camino de la iniciación cristiana[155].
318. Es además un deber de los padres, a través especialmente de su ejemplo de vida, la educación de los hijos para el amor como don de sí mismos y a descubrir su vocación de servicio sea en la vida laical como en la consagrada. De este modo, la formación de los hijos como discípulos de Jesucristo, se opera en las experiencias de vida diaria en la familia misma. Los hijos tienen el derecho de poder contar con el padre y la madre para que cuiden de ellos y los acompañen hacia la plenitud de vida. La “catequesis familiar”, implementada de diversas maneras, experimentado ayuda exitosamente a la unidad de las familias y ofrece, además, una posibilidad eficiente de formar a los padres de familia, los jóvenes y los niños, para que sean testigos firmes de la fe en sus respectivas comunidades. La familia, pequeña Iglesia, debe ser junto con
6.4.2 Las Parroquias
319. La dimensión comunitaria es intrínseca al misterio y a la realidad de
320. Las Parroquias son células vivas de la Iglesia[157] y los lugares privilegiados en que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y de su Iglesia[158]. Encierran una inmensa riqueza comunitaria porque en ellas se encuentra una inmensa variedad de situaciones, de edades, de tareas. Sobre todo hoy, cuando la crisis de la vida familiar afecta a tantos niños y jóvenes, las Parroquias brindan un espacio comunitario para formarse en la fe y crecer comunitariamente.
321. Si queremos que las Parroquias sean centros de irradiación misionera en sus propios territorios, deben ser también lugares de formación permanente. Esto requiere que se organicen en ellas variadas instancias formativas que aseguren el acompañamiento y la maduración de todos los agentes pastorales y de los laicos insertos en el mundo. Las Parroquias vecinas también pueden aunar esfuerzos en este sentido, sin desaprovechar las ofertas formativas de
6.4.3 Pequeñas comunidades eclesiales
322. Se constata que en los últimos años ha ido creciendo la espiritualidad de comunión y que, con diversas metodologías, se han hecho no pocos esfuerzos por llevar a los laicos a integrarse en pequeñas comunidades eclesiales, que van mostrando abundantes frutos. Para
323. Ellas son un ámbito propicio para escuchar
324. Si se quieren pequeñas comunidades vivas y dinámicas, es necesario suscitar en ellas una espiritualidad sólida, basada en
325. Señalamos que es preciso reanimar los procesos de formación de pequeñas comunidades en el continente, pues en ellas tenemos una fuente segura de vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa, y a la vida laical con especial dedicación al apostolado. A través de las pequeñas comunidades, podría también lograrse llegar a los alejados, a los indiferentes y a los que alimentan descontento o resentimientos frente a
6.4.4 Los movimientos eclesiales y nuevas comunidades
326. Los nuevos movimientos y comunidades son un don del Espíritu Santo para
327. Los movimientos y nuevas comunidades constituyen un valioso aporte en la realización de
328. Para aprovechar mejor los carismas y servicios de los movimientos eclesiales en el campo de la formación de los laicos deseamos respetar sus carismas y su originalidad, procurando que se integren más plenamente a la estructura originaria que se da en la diócesis. A la vez, es necesario que la comunidad diocesana acoja la riqueza espiritual y apostólica de los movimientos. Es verdad que los movimientos deben mantener su especificidad, pero dentro de una profunda unidad con
6.4.5 Los Seminarios y casas de formación religiosa
329. En lo que se refiere a la formación de los discípulos y misioneros de Cristo ocupa un puesto particular la pastoral vocacional, que acompaña cuidadosamente a todos los que el Señor llama a servirle a
330. Ante la escasez de personas que respondan a la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada en América Latina y El Caribe, es urgente dar un cuidado especial a la promoción vocacional, con la certeza de que Jesús sigue llamando discípulos y misioneros para estar con Él y para enviarlos a predicar el Reino de Dios. Esta V Conferencia hace un llamado urgente a todos los cristianos y especialmente a los jóvenes para que estén abiertos a una posible llamada de Dios al sacerdocio o a la vida consagrada; les recuerda que el Señor les dará la gracia necesaria para responder con decisión y generosidad, a pesar de los problemas generados por una cultura secularizada, centrada en el consumismo y el placer. A las familias las invitamos a reconocer la bendición de un hijo llamado por Dios a esta consagración y a apoyar su decisión y su camino de respuesta vocacional.
331. Un espacio privilegiado, escuela y casa para la formación de discípulos y misioneros, lo constituyen sin duda los Seminarios y las casas de formación de religiosos. Es una etapa donde los futuros presbíteros comparten la vida a ejemplo de la comunidad apostólica en torno a Cristo Resucitado: oran juntos, celebran la liturgia que culmina en
332. Reconocemos el esfuerzo de los formadores de los Seminarios. Su testimonio y preparación son decisivos para el acompañamiento de los seminaristas; en este sentido. Los cursos de formadores que se han implementado son un medio eficaz de ayuda a su misión.
333. La realidad actual nos exige mayor atención a los proyectos formativos de los Seminarios, pues los jóvenes son víctimas de la influencia negativa de la cultura post-moderna, especialmente de los medios de comunicación social, trayendo consigo la fragmentación de la personalidad, la incapacidad de asumir compromisos definitivos, la ausencia de madurez humana, el debilitamiento de la identidad espiritual, entre otros, que dificultan el proceso de formación de auténticos discípulos y misioneros. Por eso, es necesario antes del ingreso al Seminario, que los formadores y responsables hagan una esmerada selección que tenga en cuenta el equilibro psicológico de una sana personalidad, una motivación genuina de amor a Cristo, a
334. Es necesario un proyecto formativo del Seminario que ofrezca a los seminaristas un verdadero proceso integral: humano, espiritual, intelectual y pastoral, centrado en Jesucristo Buen Pastor. Para esto sería una ayuda que los seminaristas se agruparan en pequeñas comunidades de oración y de vida, pero siempre manteniendo la unidad formativa del Seminario y su proyecto. Es fundamental que durante los años de formación, los seminaristas sean auténticos discípulos, llegando a realizar un verdadero encuentro personal con Jesucristo en la oración con
335. Se deberá prestar especial atención al proceso de formación humana hacia la madurez, de tal manera que la vocación al sacerdocio ministerial de los candidatos llegue a ser en cada uno un proyecto de vida estable y definitivo, en medio de una cultura que exalta lo desechable y lo provisorio. Dígase lo mismo de la educación hacia la madurez de la afectividad y la sexualidad. Esta debe llevar a comprender mejor el significado evangélico del celibato consagrado, a acogerlo con firme decisión y a vivirlo con serenidad y con la debida ascesis en un camino personal y comunitario, como entrega a Dios y a los demás con corazón pleno e indiviso.
336. En todo el proceso formativo, el ambiente del Seminario y la pedagogía formativa deberán cuidar un clima de sana libertad y de responsabilidad personal, evitando crear ambientes artificiales o itinerarios impuestos. La opción del candidato por la vida y ministerio sacerdotal debe madurar y apoyarse en motivaciones verdaderas y auténticas, libres y personales. A ello se orienta la disciplina en las casas de formación. Las experiencias pastorales, discernidas y acompañadas en el proceso formativo, son sumamente importantes para corroborar la autenticidad de las motivaciones en el candidato y ayudarle a asumir el ministerio como un verdadero y generoso servicio.
337. Al mismo tiempo, el Seminario deberá ofrecer una formación intelectual seria y profunda, en el campo de la filosofía, de las ciencias humanas y, especialmente de la teología y la misionología, a fin de que el futuro sacerdote aprenda a anunciar la fe en toda su integridad, fiel al Magisterio de
338. Es indispensable confirmar que los candidatos sean capaces de asumir las exigencias de la vida comunitaria, la cual implica diálogo, capacidad de servicio, humildad, valoración de los carismas ajenos, disposición a dejarse interpelar por los demás, obediencia al obispo y apertura para crecer en comunión misionera con los sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos, sirviendo a la unidad en la diversidad.
339. Los jóvenes provenientes de familias pobres o de grupos indígenas, requieren una formación adaptada, para que no pierdan sus raíces y puedan ser evangelizadores cercanos a sus pueblos y culturas.
340. Es oportuno señalar la complementariedad entre la formación iniciada en el Seminario y el proceso formativo que abarca las diversas etapas de vida del presbítero. Hay que despertar la conciencia de que la formación sólo termina con la muerte. La formación permanente “es un deber, ante todo para los sacerdotes jóvenes y ha de tener aquella frecuencia y programación de encuentros que, a la vez que prolongan la seriedad y solidez de la formación recibida en el seminario”[163]. Al respecto, se requieren proyectos diocesanos bien articulados y constantemente evaluados. Se procurará a lo largo de la formación desarrollar un amor tierno y filial a María, de manera que cada formando llegue a tener con ella una espontánea familiaridad, y la “acoja en su casa” como el discípulo amado. Ella brindará a los sacerdotes fortaleza y esperanza en los momentos difíciles y los alentará a ser incesantemente discípulos misioneros para el Pueblo de Dios.
341. Las casas y centros de formación de
6.4.6
342. América Latina y El Caribe viven una particular y delicada emergencia educativa. En efecto, las nuevas reformas educacionales de nuestro continente, impulsadas justamente para adaptarse a las nuevas exigencias que se van creando con el cambio global, aparecen centradas prevalentemente en la adquisición de conocimientos y habilidades, denotan un claro reduccionismo antropológico, ya que conciben la educación en función de la producción, la competitividad y el mercado. Por otra parte, con frecuencia propician la inclusión de factores contrarios a la vida, la familia y una sana sexualidad. De esta forma no despliegan los mejores valores de los jóvenes ni su espíritu religioso; tampoco les enseñan los caminos para superar la violencia y acercarse a la felicidad, ni les ayudan a llevar una vida sobria y adquirir aquellas actitudes, virtudes y costumbres que harán estable el hogar que funden, y que les convertirán en constructores solidarios de la paz y del futuro de la sociedad.
343. Ante esta situación, y pensando en una educación de calidad a la que tienen derecho todos los alumnos y alumnas de nuestros pueblos, sin distinción, recordamos el auténtico fin de la educación. La educación en general, la queremos concebir fundamentalmente como un proceso de formación integral, mediante la asimilación sistemática y crítica de la cultura. Y ésta, entendida como rico patrimonio a asimilar, pero también como un elemento vital y dinámico del cual forma parte. Ello exige confrontar e insertar valores perennes en el contexto actual. De este modo, la cultura se hace educativa.
344. Esto implica poner de relieve la dimensión ética y religiosa de la cultura, precisamente con el fin de activar el dinamismo espiritual del sujeto y ayudarle a alcanzar la libertad ética que presupone y perfecciona a la psicológica. Pero no se da libertad ética sino en la confrontación con los valores absolutos de los cuales depende el sentido y el valor de la vida del ser humano. La educación en definitiva, humaniza y personaliza al ser humano cuando logra que éste desarrolle plenamente su pensamiento y su libertad, haciéndolo fructificar en hábitos de comprensión y de comunión con la totalidad del orden real, por los cuales el mismo ser humano humaniza su mundo, produce cultura, transforma la sociedad y construye la historia[164].
6.4.6.1 Los centros educativos católicos
345. La misión primaria de
346. Cuando hablamos de una educación cristiana, por tanto, entendemos que el maestro educa hacia un proyecto de ser humano en el que habite Jesucristo con el poder transformador de su vida nueva. Hay muchos aspectos en los que se educa y de los que consta el proyecto educativo. Hay muchos valores, pero estos valores nunca están solos, siempre forman una constelación ordenada explícita o implícitamente. Si la ordenación tiene como fundamento y término a Cristo, entonces esta educación está recapitulando todo en Cristo y es una verdadera educación cristiana; si no, puede hablar de Cristo, pero corre el riesgo de no ser cristiana[166].
347. Se produce de este modo una compenetración entre los dos aspectos. Lo cual significa que no se concibe que se pueda anunciar el Evangelio sin que este ilumine, infunda aliento y esperanza, e inspire soluciones adecuadas a los problemas de la existencia; ni tampoco que pueda pensarse en una verdadera promoción del ser humano sin abrirlo a Dios y anunciarle a Jesucristo[167].
348. En sus escuelas
349. De este modo, estamos en condiciones de afirmar que en el proyecto educativo de la escuela católica, Cristo el Hombre perfecto, es el fundamento, en donde todos los valores humanos encuentran su plena realización y, de ahí su unidad: Él revela y promueve el sentido nuevo de la existencia, y la transforma capacitando al hombre y a la mujer para vivir de manera divina; es decir, para pensar, querer y actuar según el Evangelio, haciendo de las bienaventuranzas la norma de su vida. Precisamente por la referencia explícita, y compartida por todos los miembros de la comunidad escolar, a la visión cristiana —aunque sea en grado diverso, y respetando la libertad de conciencia y religiosa de los no cristianos presentes en ella— la educación es “católica”, ya que los principios evangélicos se convierten para ella en normas educativas, motivaciones interiores y al mismo tiempo en metas finales. Este es el carácter específicamente católico de la educación. Jesucristo, pues, eleva y ennoblece a la persona humana, da valor a su existencia y constituye el perfecto ejemplo de vida. Es la mejor noticia, propuesta por los centros de formación católica a los jóvenes[168].
350. Por lo tanto, la meta que la escuela católica se propone respecto de los niños y jóvenes, es la de colaborar en la construcción de su personalidad teniendo a Cristo como referencia en el plano de la mentalidad y de la vida. Tal referencia, al hacerse progresivamente explícita e interiorizada, le ayudará a ver la historia como Cristo la ve, a juzgar la vida como él lo hace, a elegir y amar como él, a cultivar la esperanza como él nos enseña, y a vivir en él la comunión con el Padre y el Espíritu Santo. Por la fecundidad misteriosa de esta referencia, la persona se construye en unidad existencial, o sea, asume sus responsabilidades y busca el significado último de su vida. Situada en
351.
352. Se propone que la educación en la fe en las instituciones católicas sea integral y transversal en todo el currículum, teniendo en cuenta el proceso de formación para vivir como discípulos y misioneros de Jesucristo, e insertando en ella verdaderos procesos de iniciación cristiana. Asimismo se recomienda que la comunidad educativa, (directivos, maestros, personal administrativo, alumnos, padres de familia, etc.) en cuanto auténtica comunidad eclesial y centro de evangelización, asuma su rol de formadora de discípulos y misioneros en todos sus estamentos. También que desde allí, en comunión con la comunidad cristiana del sector que es su matriz, promueva un servicio pastoral en el sector en que se inserta, especialmente de los jóvenes, la familia, la catequesis y promoción humana de los más pobres. Estos objetivos son esenciales en los procesos de admisión de alumnos, sus familias y la contratación de los docentes.
353. Un principio irrenunciable para
354. Este intransferible derecho, que implica una obligación y que expresa la libertad de la familia en el ámbito de la educación, por su significado y alcance, ha de ser decididamente garantizado por el Estado. Por esta razón, el poder público, al que compete la protección y la defensa de las libertades de los ciudadanos, atendiendo a la justicia distributiva, debe distribuir las ayudas públicas –que provienen de los impuestos de todos los ciudadanos- de tal manera, que la totalidad de los padres, al margen de su condición social, puedan escoger, según su conciencia, en medio de una pluralidad de proyectos educativos, las escuelas adecuadas para sus hijos. Ese es el valor fundamental y la naturaleza jurídica que fundamenta la subvención escolar. Por lo tanto, a ningún sector educacional, ni siquiera al propio Estado, se le puede otorgar la facultad de concederse el privilegio y la exclusividad de la educación de los más pobres, sin menoscabar con ello importantes derechos. De este modo se promueven derechos naturales de la persona humana, la convivencia pacífica de los ciudadanos, y el progreso de todos.
6.4.6.2 Las universidades y centros superiores de educación católica
355. Según su propia naturaleza,
356. Las Universidades católicas, por consiguiente, habrán de desarrollar con fidelidad su especificidad cristiana, ya que poseen responsabilidades evangélicas que instituciones de otro tipo no están obligadas a realizar. Entre ellas se encuentra, sobre todo, el diálogo fe y razón, fe y cultura, y la formación de profesores, alumnos y personal administrativo a través de
357. Es necesaria una pastoral universitaria que acompañe la vida y el caminar de todos los miembros de la comunidad universitaria, promoviendo un encuentro personal y comprometido con Jesucristo, y múltiples iniciativas solidarias y misioneras. También debe procurarse una presencia cercana y dialogante con miembros de otras universidades públicas y centros de estudio.
358. En las últimas décadas en América Latina y El Caribe observamos el surgimiento de diversos Institutos de Teología y Pastoral orientados a la formación y actualización de agentes de pastoral. En este camino se ha logrado crear espacios de diálogo, discusión y búsqueda de respuestas adecuadas a los enormes desafíos que enfrenta la evangelización en el Continente. Asimismo se han podido formar innumerables líderes al servicio de las Iglesias particulares.
359. Invitamos a valorar la rica reflexión postconciliar de
360. Esta V Conferencia agradece el invaluable servicio que las diversas instituciones de educación católica prestan en la promoción humana y de evangelización de las nuevas generaciones, como su aporte a la cultura de nuestros pueblos, y alienta a las Diócesis, congregaciones religiosas y organizaciones de laicos católicos que mantienen escuelas, universidades, institutos de educación superior y de capacitación no formal, a proseguir incansablemente en su abnegada e insustituible misión apostólica.
TERCERA PARTE
CAPÍTULO 7
361. “
7.1 Vivir y comunicar la vida nueva en Cristo a nuestros pueblos
362. La gran novedad que
363. El llamado de Jesús en el Espíritu y el anuncio de
364. Nuestros pueblos no quieren andar por sombras de muerte; tienen sed de vida y felicidad en Cristo. Lo buscan como fuente de vida. Anhelan esa vida nueva en Dios, a la cual el discípulo del Señor nace por el bautismo y renace por el sacramento de la reconciliación. Buscan esa vida que se fortalece, cuando es confirmada por el Espíritu de Jesús y cuando el discípulo renueva su alianza de amor en Cristo, con el Padre y con los hermanos, en cada celebración eucarística. Acogiendo
365. Sin embargo, en el ejercicio de nuestra libertad, a veces rechazamos esa vida nueva (cf. Jn 5, 40) o no perseveramos en el camino (cf. Heb 3, 12-14). Con el pecado, optamos por un camino de muerte. Por eso, el anuncio de Jesucristo siempre llama a la conversión, que nos hace participar del triunfo del Resucitado e inicia un camino de transformación.
366. De los que viven en Cristo se espera un testimonio muy creíble de santidad y compromiso. Deseando y procurando esa santidad no vivimos menos, sino mejor, porque cuando Dios pide más es porque está ofreciendo mucho más: “¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo”[171].
7.1.1 Jesús al servicio de la vida
367. Jesús, el buen pastor, quiere comunicarnos su vida y ponerse al servicio de la vida. Lo vemos cuando se acerca al ciego del camino (cf. Mc 10, 46-52), cuando dignifica a la samaritana (cf. Jn 4, 7-26), cuando sana a los enfermos (cf. Mt 11, 2-6), cuando alimenta al pueblo hambriento (cf. Mc 6, 30-44), cuando libera a los endemoniados (cf. Mc 5, 1-20). En su Reino de vida Jesús incluye a todos: come y bebe con los pecadores (cf. Mc 2, 16), sin importarle que lo traten de comilón y borracho (cf. Mt 11, 19); toca leprosos (cf. Lc 5, 13), deja que una mujer prostituta unja sus pies (cf. Lc 7, 36-50) y de noche recibe a Nicodemo para invitarlo a nacer de nuevo (cf. Jn 3, 1-15). Igualmente invita a sus discípulos a la reconciliación (cf. Mt 5, 24), al amor a los enemigos (cf. Mt 5, 44), a optar por los más pobres (cf. Lc 14, 15-24).
368. En su Palabra y en todos los sacramentos Jesús nos ofrece un alimento para el camino.
7.1.2 Variadas dimensiones de la vida en Cristo
369. Jesucristo es plenitud de vida que eleva la condición humana a condición divina para su gloria. “Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud” (Jn 10, 10). Su amistad no nos exige que renunciemos a todos nuestros anhelos de intensidad vital, porque él ama nuestra felicidad también en esta tierra. Dice el Señor que Él creó todo “para que lo disfrutemos” (1 Tim 6, 17).
370. La vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana “en su dimensión personal, familiar, social y cultural”[174]. Para ello hace falta entrar en un proceso de cambio que transfigure los variados aspectos de la propia vida. Sólo así se hará posible percibir que Jesucristo es nuestro salvador en todos los sentidos de la palabra. Sólo así manifestaremos que la vida en Cristo sana, fortalece y humaniza. Porque “Él es el Viviente, que camina a nuestro lado, descubriéndonos el sentido de los acontecimientos, del dolor y de la muerte, de la alegría y de la fiesta”[175]. La vida en Cristo incluye la alegría de comer juntos, el entusiasmo por progresar, el gusto de trabajar y de aprender, el gozo de servir a quien nos necesite, el contacto con la naturaleza, el entusiasmo de los proyectos comunitarios, el placer de una sexualidad vivida según el Evangelio, y todas las cosas que el Padre nos regala como signos de su amor sincero. Podemos encontrar al Señor en medio de las alegrías de nuestra limitada existencia, y así brota una gratitud sincera.
371. Pero el consumismo hedonista e individualista, que pone la vida humana en función de un placer inmediato y sin límites, oscurece el sentido de la vida y la degrada. La vitalidad que Cristo ofrece nos invita a ampliar nuestros horizontes, y a reconocer que abrazando la cruz cotidiana entramos en las dimensiones más profundas de la existencia. El Señor que nos invita a valorar las cosas y a progresar, también nos previene sobre la obsesión por acumular: “No amontonen tesoros en esta tierra” (Mt 6, 19). “¿De qué le sirve a uno ganar todo el mundo, si pierde su vida?” (Mt 16, 26). Jesucristo nos ofrece mucho, incluso mucho más de lo que esperamos. A la samaritana le da más que el agua del pozo, a la multitud hambrienta le ofrece más que el alivio del hambre. Se entrega Él mismo como la vida en abundancia. La vida nueva en Cristo es participación en la vida de amor del Dios Uno y Trino. Comienza en el bautismo y llega a su plenitud en la resurrección final.
7.1.3 Al servicio de una vida plena para todos
372. Pero las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y su dolor, contradicen este proyecto del Padre e interpelan a los creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida. El Reino de vida que Cristo vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas. Si pretendemos cerrar los ojos antes estas realidades no somos defensores de la vida del Reino y nos situamos en el camino de la muerte: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14). Hay que subrayar “la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo”[176], que “invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes”[177]. Tanto la preocupación por desarrollar estructuras más justas como por transmitir los valores sociales del Evangelio, se sitúan en este contexto de servicio fraterno a la vida digna.
373. Descubrimos así una ley profunda de la realidad: la vida sólo se desarrolla plenamente en la comunión fraterna y justa. Porque “Dios en Cristo no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los seres humanos”[178]. Ante diversas situaciones que manifiestan la ruptura entre hermanos, nos apremia que la fe católica de nuestros pueblos latinoamericanos se manifieste en una vida más digna para todos. El rico Magisterio social de
7.1.4 Una misión para comunicar vida
374. La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás. El Evangelio nos ayuda a descubrir que un cuidado enfermizo de la propia vida atenta contra la calidad humana y cristiana de esa misma vida. Se vive mucho mejor cuando tenemos libertad interior para darlo todo: “Quien aprecie su vida terrena, la perderá” (Jn 12, 25). Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión.
375. El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre. Por eso pide a sus discípulos: “¡Proclamen que está llegando el Reino de los cielos!” (Mt 10, 7). Se trata del Reino de la vida. Porque la propuesta de Jesucristo a nuestros pueblos, el contenido fundamental de esta misión, es la oferta de una vida plena para todos. Por eso la doctrina, las normas, las orientaciones éticas, y toda la actividad misionera de
376. Asumimos el compromiso de una gran misión en todo el continente, que nos exigirá profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero. Necesitamos desarrollar la dimensión misionera de la vida en Cristo.
377. La fuerza de este anuncio de vida será fecunda si lo hacemos con el estilo adecuado, con las actitudes del Maestro, teniendo siempre a
378. Detenemos la mirada en María y reconocemos en ella una imagen perfecta de la discípula misionera. Ella nos exhorta a hacer lo que Jesús nos diga (cf. Jn 2, 5) para que él pueda derramar su vida en América Latina. Junto con ella queremos estar atentos una vez más a la escucha del Maestro, y en torno a ella volvemos a recibir con estremecimiento el mandato misionero de su hijo: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28, 19). Lo escuchamos como comunidad de discípulos misioneros que hemos experimentado el encuentro vivo con Él y queremos compartir todos los días con los demás esa alegría incomparable.
7.2 Conversión pastoral y renovación misionera de las comunidades
379. Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos, y de cualquier institución de
380. La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos, sacerdotes, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos, y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta.
381. La pastoral de
382. La conversión de los pastores nos lleva también a vivir y promover una espiritualidad de comunión y participación, “proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades”[179]. La conversión pastoral requiere que
383. Encontramos el modelo paradigmático de esta renovación comunitaria en las primitivas comunidades cristianas (cf. Hch 2, 42-47), que supieron ir buscando nuevas formas para evangelizar de acuerdo con las culturas y las circunstancias. Asimismo, nos motiva la eclesiología de comunión del Concilio Vaticano II, el camino sinodal en el postconcilio y las anteriores Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe. No olvidamos que como nos asegura Jesús, “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20).
384. La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que “el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial”[181] (NMI 12) con nuevo ardor misionero, haciendo que
385. El proyecto pastoral de
386. Teniendo en cuenta las dimensiones de nuestras parroquias es aconsejable la sectorización en unidades territoriales más pequeñas, con equipos propios de animación y coordinación que permitan una mayor proximidad a las personas y grupos que viven en el territorio. Es recomendable que los agentes misioneros promuevan la creación de comunidades de familias que fomenten la puesta en común de su fe cristiana y las respuestas a los problemas. Reconocemos como un fenómeno importante de nuestro tiempo la aparición y difusión de diversas formas de voluntariado misionero que se ocupan de una pluralidad de servicios.
7.3 Nuestro compromiso con la misión ad gentes
387. Conscientes y agradecidos porque el Padre amó tanto al mundo que envió a su Hijo para salvarlo (cf. Jn 3, 16), queremos ser continuadores de su misión, ya que ésta es la razón de ser de
388. Como discípulos misioneros, queremos que el influjo de Cristo llegue hasta los confines de la tierra. Descubrimos la presencia del Espíritu Santo en tierras de misión mediante signos:
(1) La presencia de los valores del Reino de Dios en las culturas, recreándolas desde dentro para transformar las situaciones antievangélicas.
(2) Los esfuerzos de hombres y mujeres que encuentran en sus creencias religiosas el impulso para su compromiso histórico.
(3) El nacimiento de la comunidad eclesial.
(4) El testimonio de personas y comunidades que anuncian a Jesucristo con la santidad de sus vidas.
389. Su Santidad Benedicto XVI ha confirmado que la misión “ad gentes” se abre a nuevas dimensiones: “El campo de
390. Al mismo tiempo, el mundo espera de nuestra Iglesia latinoamericana y caribeña un compromiso más significativo con la misión universal en todos los continentes. Para no caer en la trampa de encerrarnos en nosotros mismos, debemos formarnos como discípulos misioneros sin fronteras, dispuestos a ir “a la otra orilla”, aquélla en la que Cristo no es aún reconocido como Dios y Señor, y
391. Los discípulos, quienes por esencia somos también misioneros por el Bautismo, nos formamos con un corazón universal, abierto a todas las culturas y a todas las verdades, cultivando nuestra capacidad de contacto humano y de diálogo. Estamos dispuestos con la valentía que nos da el Espíritu, a anunciar a Cristo donde no es aceptado, con nuestra vida, con nuestra acción, con nuestra profesión de fe y con su Palabra. Los emigrantes son igualmente discípulos y misioneros, y están llamados a ser una nueva una semilla de evangelización, a ejemplo de tantos emigrantes y misioneros que trajeron la fe cristiana a nuestra América.
392. Queremos estimular a las iglesias locales para que apoyen y organicen los centros misioneros nacionales y actúen en estrecha colaboración con las Obras Misionales Pontificias y otras instancias eclesiales cooperantes, cuya importancia y dinamismo para la animación y la cooperación misionera reconocemos y agradecemos de corazón. Con ocasión de los cincuenta años de la encíclica Fidei Donum, agradecemos a Dios por los misioneros y misioneras que vinieron al Continente y a quienes hoy están presentes en él, dando testimonio del espíritu misionero de sus Iglesias locales al ser enviados por ellas.
393. Nuestro anhelo es que esta V Conferencia sea un estímulo para que muchos discípulos de nuestras Iglesias vayan y evangelicen en la “otra orilla”. La fe se fortifica dándola y es preciso que entremos en nuestro continente en una nueva primavera de la misión “ad gentes”. Somos Iglesias pobres, pero “debemos dar desde nuestra pobreza y desde la alegría de nuestra fe”[186] y esto sin descargar en unos pocos enviados el compromiso que es de toda la comunidad cristiana. Nuestra capacidad de compartir nuestros dones espirituales, humanos y materiales con otras Iglesias, confirmará la autenticidad de nuestra nueva apertura misionera. Por ello, alentamos la participación en la celebración de los congresos misioneros.
CAPÍTULO 8
REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN DE
394. La misión del anuncio de
395. Procurando acercar la vida de Jesucristo como respuesta a los anhelos de nuestros pueblos, destacamos a continuación algunos grandes ámbitos, prioridades y tareas para la misión de los discípulos de Jesucristo en el hoy de América Latina
8.1 Reino de Dios, justicia social y caridad cristiana
396. “El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15). La voz del Señor nos sigue llamando como discípulos misioneros y nos interpela a orientar toda nuestra vida desde la realidad transformadora del Reino de Dios que se hace presente en Jesús. Acogemos con mucha alegría esta buena noticia. Dios amor es Padre de todos los hombres y mujeres de todos los pueblos y razas. Jesucristo es el Reino de Dios que procura desplegar toda su fuerza transformadora en nuestras Iglesia y en nuestras sociedades. En Él, Dios nos ha elegido para que seamos sus hijos con el mismo origen y destino, con la misma dignidad, con los mismos derechos y deberes vividos en el mandamiento supremo del amor. El Espíritu ha puesto este germen del Reino en nuestro Bautismo y lo hace crecer por la gracia de la conversión permanente gracias a
397. Señales evidentes de la presencia del Reino son: la vivencia personal y comunitaria de las bienaventuranzas, la evangelización de los pobres, el conocimiento y cumplimiento de la voluntad del Padre, el martirio por la fe, el acceso de todos a los bienes de la creación, el perdón mutuo, sincero y fraterno, aceptando y respetando la riqueza de la pluralidad, y la lucha para no sucumbir a la tentación y no ser esclavos del mal.
398. Ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida, nos lleva a asumir evangélicamente y desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano. El amor de misericordia para con todos los que ven vulnerada su vida en cualquiera de sus dimensiones, como bien nos muestra el Señor en todos sus gestos de misericordia, requiere que socorramos las necesidades urgentes, al mismo tiempo que colaboremos con otros organismos o instituciones para organizar estructuras más justas en los órdenes nacionales e internacionales. Urge crear estructuras que consoliden un orden social, económico y político en el que no haya inequidad y donde haya posibilidades para todos. Igualmente, se requieren nuevas estructuras que promuevan una auténtica convivencia humana, que impidan la prepotencia de algunos y faciliten el diálogo constructivo para los necesarios consensos sociales.
399. La misericordia siempre será necesaria, pero no debe contribuir a crear círculos viciosos que sean funcionales a un sistema económico inicuo. Se requiere que las obras de misericordia estén acompañas por la búsqueda de una verdadera justicia social, que vaya elevando el nivel de vida de los ciudadanos, promoviéndolos comos sujetos de su propio desarrollo. En su Encíclica Deus Caritas est, el Papa Benedicto ha tratado con claridad inspiradora la compleja relación entre justicia y caridad. Allí nos dice que “el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política” y no de
400.
8.2 La dignidad humana
401. La cultura actual tiende a proponer estilos de ser y de vivir contrarios a la naturaleza y dignidad del ser humano. El impacto dominante de los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero se han transformado, por encima del valor de la persona, en la norma máxima de funcionamiento y el criterio decisivo en la organización social. Ante esta realidad anunciamos una vez más el valor supremo de cada hombre y de cada mujer. El Creador, en efecto, al poner todo lo creado al servicio del ser humano, manifiesta la dignidad de la persona humana e invita al cuidado exquisito por cada uno (cf. Gn 1, 26-30).
402. Proclamamos que todo humano existe pura y simplemente por el amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva a cada instante. La creación del varón y la mujer a su imagen y semejanza es un acontecimiento divino de vida, y su fuente es el amor fiel del Señor. Luego, solo el Señor es el autor y el dueño de la vida, y el ser humano, su imagen viviente, es siempre sagrado, desde su concepción, en todas las etapas de la existencia, hasta su muerte natural y después de la muerte. La mirada cristiana sobre el ser humano permite percibir su valor que trasciende todo el universo: “Dios nos ha mostrado de modo insuperable cómo ama a cada hombre, y con ello le confiere una dignidad infinita”[188].
403. Nuestra misión para que nuestros pueblos en Él tengan vida, manifiesta nuestra convicción de que en el Dios vivo revelado en Jesús se encuentra el sentido, la fecundidad y la dignidad de la vida humana. Nos urge la misión de entregar a nuestros pueblos la vida plena y feliz que Jesús nos trae, para que cada persona humana alcance viva de acuerdo con la dignidad que Dios le ha dado. Lo hacemos con la conciencia de que esa dignidad alcanzará su plenitud cuando Dios sea todo en todos. Él es el Señor de la vida y de la historia, vencedor del misterio del mal, y acontecimiento salvífico que nos hace capaces de emitir un juicio verdadero sobre la realidad, que salvaguarde la dignidad de las personas y de los pueblos.
404. Nuestra fidelidad al Evangelio, nos exige proclamar en todos los areópagos públicos y privados del mundo de hoy, y desde todas las instancias de la vida y misión de
8.3 La opción preferencial por los pobres y excluidos
405. Dentro de esta amplia preocupación por la dignidad humana, se sitúa nuestra angustia por los millones de latinoamericanos y latinoamericanas que no pueden llevar una vida que responda a esa dignidad. La opción preferencial por los pobres es uno de los rasgos que marca la fisonomía de
406. Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre”[190]. Por eso “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza[191]. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (cf. Hb 2, 11-12).
407. Si esta opción está implícita en la fe cristológica, los cristianos como discípulos y misioneros estamos llamados a contemplar en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo”[192]. Ellos interpelan el núcleo del obrar de
408. De nuestra fe en Cristo brota también la solidaridad como actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio, que ha de manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la defensa de la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos, y en el permanente acompañamiento en sus esfuerzos por ser sujetos de cambio y transformación de su situación. El servicio de caridad de
409. El Santo Padre nos ha recordado que
410. Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia Latinoamericana y Caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio. Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del amor preferencial por los pobres hecha en las Conferencias anteriores[199]. Que sea preferencial implica que debe atravesar todas nuestras estructuras y prioridades pastorales.
411. En esta época suele suceder que defendemos demasiado nuestros espacios de privacidad y disfrute, y nos dejamos contagiar fácilmente por el consumismo individualista. Por eso nuestra opción por los pobres corre el riesgo de quedarse en un plano teórico o meramente emotivo, sin verdadera incidencia en nuestros comportamientos y en nuestras decisiones. Es necesaria una actitud permanente que se manifieste en opciones y gestos concretos[200], y evite toda actitud paternalista. Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atención, escucharlos con interés, acompañarlos en los momentos más difíciles, eligiéndolos para compartir horas, semanas o años de nuestra vida, y buscando, desde ellos, la transformación de su situación. No podemos olvidar que el mismo Jesús lo propuso con su modo de actuar y con sus palabras: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos” (Lc 14, 13).
412. Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente los valores de los pobres de hoy, sus legítimos anhelos y su modo propio de vivir la fe. La opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres. Día a día los pobres se hacen sujetos de la evangelización y de la promoción humana integral: educan a sus hijos en la fe, viven una constante solidaridad entre parientes y vecinos, buscan constantemente a Dios y dan vida al peregrinar de
8.4 Una renovada pastoral social para la promoción humana integral
413. Asumiendo con nueva fuerza esta opción por los pobres, ponemos de manifiesto que todo proceso evangelizador implica la promoción humana y la auténtica liberación “sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad”[201]. Entendemos además que la verdadera promoción humana no puede reducirse a aspectos particulares: “Debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre”[202], desde la vida nueva en Cristo que transforma a la persona de tal manera que “la hace sujeto de su propio desarrollo”[203]. Para
414. Queremos, por tanto, desde nuestra condición de discípulos y misioneros impulsar en nuestros planes pastorales, a la luz de
415. Las Conferencias episcopales y las Iglesias locales tienen la misión de promover renovados esfuerzos para fortalecer una Pastoral Social estructurada, orgánica e integral que con la asistencia, la promoción humana[206], se haga presente en las nuevas realidades de exclusión y marginación que viven los grupos más vulnerables, donde la vida está más amenazada. En el centro de esta acción está cada persona, que es acogida y servida con calidez cristiana. En esta actividad a favor de la vida de nuestros pueblos,
416. La globalización hace emerger en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres. Con especial atención y en continuidad con las Conferencias Generales anteriores, fijamos nuestra mirada en los rostros de los nuevos excluidos: los migrantes, las víctimas de la violencia, desplazados y refugiados, víctimas del tráfico de personas y secuestros, desaparecidos, enfermos de HIV y de enfermedades endémicas, tóxicodependientes, adultos mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y violencia o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la violencia, de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual, personas con capacidades diferentes, grandes grupos de desempleados/as, los excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle de las grandes urbes, los indígenas y afro-descendientes, campesinos sin tierra y los mineros.
417. En esta tarea y con creatividad pastoral, se deben diseñar acciones concretas que tengan incidencia en los Estados para la aprobación de políticas sociales y económicas que atiendan las variadas necesidades de la población y que conduzcan hacia un desarrollo sostenible. Con la ayuda de distintas instancias y organizaciones,
418. Alentamos a los empresarios que dirigen las grandes y medianas empresas y a los microempresarios, a los agentes económicos de la gestión productiva y comercial, tanto del orden privado como comunitario, por ser creadores de riqueza en nuestras naciones, cuando se esfuerzan en generar empleo digno, en facilitar la democracia, y en promover la aspiración as una sociedad justa y a una convivencia ciudadana con bienestar y en paz. Igualmente a los que no invierten su capital en acciones especulativas sino en crear fuentes de trabajo preocupándose de los trabajadores, considerándolos ‘a ellos y a sus familias’ la mayor riqueza de la empresa, que viven modestamente por haber hecho como cristianos de la austeridad un valor inestimable, que colaboran con los gobiernos en la preocupación y el logro del bien común y se prodigan en obras de solidaridad y misericordia.
419. En fin, no podemos olvidar que la mayor pobreza es la de no reconocer la presencia del misterio de Dios en la vida del hombre y su amor, que es lo único que verdaderamente salva y libera. En efecto, “quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de realidad y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas[207]. La verdad de esta tesis resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis.
8.5 Globalización de la solidaridad y justicia internacional
420.
421. Apoyar la participación de la sociedad civil para la reorientación y consiguiente rehabilitación ética de la política. Por ello son muy importantes los espacios de participación de la sociedad civil para la vigencia de la democracia, una verdadera economía solidaria y un desarrollo integral, solidario y sustentable.
422. Formar en la ética cristiana que pone como desafío el logro del bien común, la creación de oportunidades para todos, la lucha contra la corrupción, la vigencia de los derechos laborales y sindicales; hay que colocar como prioridad la creación de oportunidades económicas para sectores de la población tradicionalmente marginados, como las mujeres y los jóvenes, desde el reconocimiento de su dignidad. Por ello hay que trabajar por una cultura de la responsabilidad a todo nivel que involucre a personas, empresas, gobiernos y al mismo sistema internacional.
423. Trabajar por el bien común global es promover una justa regulación de la economía, finanzas y comercio mundial. Es urgente proseguir en el des-endeudamiento externo para favorecer las inversiones en desarrollo y gasto social[208], prever regulaciones globales para prevenir y controlar los movimientos especulativos de capitales, para la promoción de un comercio justo y la disminución de las barreras proteccionistas de los poderosos, para asegurar precios adecuados de las materias primas que producen los países empobrecidos y normas justas para atraer y regular las inversiones y servicios entre otros.
424. Examinar atentamente los Tratados inter-gubernamentales y otras negociaciones respecto del libre comercio.
425. Llamar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a poner en práctica principios fundamentales como el bien común (la casa es de todos), la subsidiaridad, la solidaridad intergeneracional e intrageneracional.
8.6 Algunos rostros sufrientes que nos duelen
8.6.1 Personas que viven en la calle en las grandes urbes
426. En las grandes urbes es cada vez mayor el número de las personas en situación de calle, que requieren especial cuidado, atención y trabajo promocional por parte de
427. Queremos llamar la atención de los gobiernos locales y nacionales para que diseñen políticas que favorezcan la atención de estos seres humanos, al igual que atiendan las causas que producen este flagelo que afecta a millones de personas en toda nuestra América Latina y el Caribe.
428. La opción preferencial por los pobres nos impulsa, como discípulos y misioneros de Jesús, a buscar caminos nuevos y creativos a fin de responder a la realidad creciente de pobres. La situación precaria y la violencia familiar con frecuencia obliga a muchos niños y niñas a buscar recursos económicos en la calle para su sobre vivencia personal y familiar exponiéndose también a graves riesgos morales y humanos.
429. Es deber social del Estado crear una política inclusiva de la problemática de las personas de la calle. Nunca se aceptará como solución a esta grave problemática social la violencia e incluso el asesinato de los niños y jóvenes de la calle, como ha sucedido lamentablemente en algunos países de nuestro Continente.
8.6.2 Enfermos
430.
431. Desde el inicio de la evangelización se ha cumplido este doble mandato. El combate a la enfermedad tiene como finalidad lograr la armonía física, psíquica, social y espiritual para el cumplimiento de la misión recibida.
432. La salud es un tema que mueve grandes intereses en el mundo, pero no proporciona una finalidad que la trascienda. En la cultura actual no cabe la muerte y, ante su realidad, se trata de ocultarla. Abriéndola a su dimensión espiritual y trascendente,
433. En las visitas a los enfermos en los centros de salud, en la compañía silenciosa al enfermo, en el cariñoso trato, en la delicada atención a los requerimientos de la enfermedad se manifiesta, a través de los profesionales y voluntarios discípulos del Señor, la maternidad de
434. Se debe, por tanto, alentar en las Iglesias particulares la pastoral de la salud que incluya distintos campos de atención. Consideramos de gran prioridad fomentar una pastoral del Sida, en su amplio contexto y en sus significaciones pastorales: que promueva el acompañamiento comprensivo, misericordioso y la defensa de los derechos de las personas infectadas; que implemente la información, promueva la educación y la prevención, con criterios éticos, principalmente entre las nuevas generaciones para que despierte la conciencia de todos a contener esta pandemia. Desde esta V Conferencia pedimos a los gobiernos el acceso gratuito y universal de los medicamentos para el Sida y las dosis oportunas.
8.6.3 Adictos dependientes
435. Es muy dolorosa la situación de tantas personas y, en su mayoría jóvenes, que son víctimas de la vorágine insaciable de intereses económicos de quienes comercializan con la droga.
436. En América Latina y El Caribe,
437. Denunciamos que la comercialización de la droga se ha hecho algo cotidiano en algunos de nuestros países debido a los enormes intereses económicos en torna a ella. Consecuencia de ello es el gran número de personas, en su mayoría niños y jóvenes, que ahora se encuentran esclavizados y viviendo en situaciones muy precarias, teniendo que drogarse para calmar su hambre o para escapar de la cruel y desesperanzadora realidad que viven[209].
438. Es responsabilidad del Estado combatir, con firmeza y con base legal, la comercialización indiscriminada de la droga y el consumo ilegal de la misma. Lamentablemente, la corrupción también se hace presente en este ámbito, y quienes deberían estar a la defensa de una vida más digna, a veces hacen un uso ilegítimo de sus funciones para beneficiarse económicamente.
439. Alentamos todos los esfuerzos que se realizan desde el Estado, la sociedad civil y las Iglesias por acompañar a estas personas.
8.6.4 Migrantes
440. Es expresión de caridad, también eclesial, el acompañamiento pastoral de los migrantes. Hay millones de personas concretas que por distintos motivos están en constante movilidad. En América Latina y El Caribe constituyen un hecho nuevo y dramático los emigrantes, desplazados y refugiados sobre todo por causas económicas, políticas y de violencia.
441.
442. Para lograr este objetivo se hace necesario reforzar el diálogo y la cooperación entre las Iglesias de salida y de acogida, en orden a dar una atención humanitaria y pastoral a los que se han movilizado, apoyándolos en su religiosidad y valorando sus expresiones culturales en todo aquello que se refiera al Evangelio. Es necesario que en los Seminarios y casas de formación se tome conciencia sobre la realidad de la movilidad humana, para darle una respuesta pastoral. También se requiere promover la preparación de laicos que con sentido cristiano, profesionalismo y capacidad de comprensión, puedan acompañar a quienes llegan, como también en los lugares de salida a las familias que dejan[210]. Creemos que “la realidad de las migraciones no se ha de ver nunca solo como un problema, sino también y sobre todo, como un gran recurso para el camino de la humanidad”[211].
443. Entre las tareas de
444. Los migrantes deben ser acompañados pastoralmente por sus Iglesias de origen y estimulados a hacerse discípulos y misioneros en las tierras y comunidades que los acogen, compartiendo con ellos las riquezas de su fe y de sus tradiciones religiosas. Los migrantes que parten de nuestras comunidades pueden ofrecer un valioso aporte misionero a las comunidades que los acogen.
445. Las generosas remeses enviadas desde Estados Unidos, Canadá, países europeos y otros, por los inmigrantes latinoamericanos, evidencia la capacidad de sacrificio y amor solidario a favor de las propias familias y patrias de origen. Es, por lo general, ayuda de los pobres a los pobres.
8.6.5 Presos
446. Una realidad que golpea a todos los sectores de la población, pero principalmente al más pobre, es la violencia producto de las injusticias y otros males que durante largos años se ha sembrado en las comunidades. Esto induce a una mayor criminalidad y, por ende, a que sean muchas las personas que tienen que cumplir penas en recintos penitenciarios inhumanos, caracterizados por el comercio de armas, drogas, hacinamiento, torturas, ausencia de programas de rehabilitación, crimen organizado que impide un proceso de reeducación y de inserción en la vida productiva de la sociedad. Hoy por hoy, las cárceles son con frecuencia, lamentablemente, escuelas para aprender a delinquir.
447. Es necesario que los Estados se planteen con seriedad y verdad la situación del sistema de justicia y la realidad carcelaria. Se necesita una mayor agilidad en los procedimientos judiciales, así como el reforzamiento de la ética y valores en el personal civil y militar que laboran en los recintos penitenciarios.
448.
449. Se recomienda a las Conferencias Episcopales y Diócesis fomentar las comisiones de pastoral penitenciaria, que sensibilicen a la sociedad sobre la grave problemática carcelaria, estimulen procesos de reconciliación dentro del recinto penitenciario e incidan en las políticas locales y nacionales en lo referente a la seguridad ciudadana y la problemática penitenciaria.
CAPÍTULO 9
FAMILIA, PERSONAS Y VIDA
450. No podemos detenernos aquí a analizar todas las cuestiones que integran la actividad pastoral de
9.1 El matrimonio y la familia
451. La familia es uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y es patrimonio de la humanidad entera. En nuestros países, una parte importante de la población está afectada por difíciles condiciones de vida que amenazan directamente la institución familiar. En nuestra condición de discípulos y misioneros de Jesucristo estamos llamados a trabajar para que esta situación sea transformada y que la familia asuma su ser y su misión[212] en el ámbito de la sociedad y de
452. La familia está fundada en el sacramento del matrimonio entre una mujer y un varón signo del amor de Dios por la humanidad y de la entrega de Cristo por su esposa,
453. Creemos que “la familia es imagen de Dios que, en su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia”[213]. En la comunión de amor de las tres Personas divinas, nuestras familias tienen su origen, su modelo perfecto, su motivación más bella y su último destino.
454. Dado que la familia es el valor más querido por nuestros pueblos, creemos que debe asumirse la preocupación por ella como uno de los ejes transversales de toda la acción evangelizadora de
455. Esperamos que los legisladores, gobernantes y profesionales de la salud, concientes de la dignidad de la vida humana y del arraigo de la familia en nuestros pueblos, la defiendan y protejan de los crímenes abominables del aborto y de la eutanasia; esta es su responsabilidad. Por ello, ante leyes y disposiciones gubernamentales que son injustas según la luz de la fe, se debe favorecer la objeción de consciencia. Debemos atenernos a la “coherencia eucarística”, es decir, ser conscientes que no podemos recibir la sagrada comunión y al mismo tiempo actuar con hechos o palabras contra los mandamientos, en particular cuando se propicia el aborto, la eutanasia y otros delitos graves contra la vida y la familia. Esta responsabilidad pesa de manera particular sobre los legisladores, gobernantes, y los profesionales de la salud[215].
456. Para tutelar y apoyar a la familia,
a) Comprometer de una manera integral y orgánica a las otras pastorales, los movimientos y asociaciones matrimoniales y familiares a favor de las familias.
b) Impulsar proyectos que promuevan familias evangelizadas y evangelizadoras.
c) Renovar la preparación remota y próxima para el sacramento del matrimonio y la vida familiar con itinerarios pedagógicos de fe.
d) Promover, en diálogo con los gobiernos y la sociedad, políticas y leyes a favor de la vida, del matrimonio y la familia.
e) Impulsar y promover en la educación integral de los miembros de la familia, integrando la dimensión del amor y la sexualidad.
f) Impulsar centros parroquiales y diocesanos con una pastoral de atención integral a la familia, especialmente a aquellas que están en situaciones difíciles: madres adolescentes y solteras, viudas y viudos, personas de la tercera edad, niños abandonados, etc.
g) Establecer programas de formación, atención y acompañamiento para la paternidad y la maternidad responsables.
h) Estudiar las causas de las crisis familiares para afrontarlas en todos sus factores.
i) Ofrecer formación permanente, doctrinal y pedagógica para los agentes de pastoral familiar.
j) Acompañar con cuidado, prudencia y amor compasivo a los matrimonios que viven en situación irregular[216], siguiendo las orientaciones del Magisterio[217]. Se requieren mediaciones que hagan posible les llegue el mensaje de salvación para todos. Urge impulsar acciones eclesiales, en un trabajo interdisciplinario de teología y ciencias humanas, que ilumine la pastoral y la preparación de agentes especializados para el acompañamiento de estos hermanos.
k) Ante las peticiones de nulidad matrimonial, procurar que los Tribunales eclesiásticos sean accesibles y tengan una correcta y pronta actuación[218].
l) Ayudar a crear posibilidades para que los niñas y niños huérfanos y abandonados logren, por la caridad cristiana, condiciones de acogida y adopción y puedan vivir en familia.
m) Organizar casas de acogidas y un acompañamiento específico para acudir con compasión y solidaridad a las niñas y adolescentes embarazadas, a las madres “solteras”, a los hogares incompletos.
n) Tener presente que
9.2 Los niños
457. La niñez hoy en día debe ser sujeto de una acción prioritaria de
458. Vemos con dolor la situación de pobreza, de violencia intra-familiar (sobre todo en familias irregulares o desintegradas), de abuso sexual, por la que atraviesa un buen número de nuestra niñez, así como los sectores de niñez trabajadora, niños de la calle, niños portadores de HIV, huérfanos, niños soldados, y niños engañados y expuestos a la pornografía y prostitución forzada, tanto virtual como real. La primera infancia (
459. Por otro lado la niñez, al ser la primera etapa de la vida del ya nacido, constituye una ocasión maravillosa para la transmisión de la fe. Vemos con gratitud la valiosa acción de tantas instituciones al servicio de la niñez.
460. Proponemos al respecto algunas orientaciones pastorales:
a) Inspirarse en la actitud de Jesús para con los niños, de respeto y acogida como los predilectos del Reino, atendiendo a su formación integral.
b) Establecer, donde no existan, el Departamento o Sección de Niñez para desarrollar acciones puntuales y orgánicas a favor de los niños y las niñas.
c) Promover procesos de reconocimiento de la niñez como un sector decisivo de especial cuidado por parte de
d) Tutelar la dignidad y derechos naturales inalienables de los niños, sin perjuicio de los legítimos derechos de los padres.
e) Apoyar las experiencias pastorales de atención a la primera infancia.
f) Estudiar y considerar las pedagogías adecuadas para la educación en la fe de los niños, especialmente en todo lo relacionado a la iniciación cristiana, privilegiando el momento de la primera comunión, como también la formación en la afectividad y sexualidad humana.
g) Valorar la capacidad misionera de los niños, que no solo evangelizan a sus propios compañeros, sino que también pueden ser evangelizadores de sus propios padres.
h) Promover y difundir procesos permanentes de investigación sobre la niñez, que hagan sostenible, tanto el reconocimiento de su cuidado, como las iniciativas a favor de la defensa y de su promoción integral.
i) Fomentar la institución de la infancia misionera.
461. Los adolescentes no son niños ni son jóvenes, sino están en la edad de la búsqueda de su propia identidad, de independencia frente a sus padres, de descubrimiento del grupo. En esta edad, fácilmente pueden ser víctimas de falsos líderes constituyendo pandillas. Es necesario impulsar la pastoral de los adolescentes, con sus propias características, que garantizan su perseverancia en la fe. El adolescente busca una experiencia de amistad con Jesús.
9.3 Los jóvenes
462. Los jóvenes y adolescentes constituyen la gran mayoría de la población de América Latina y de El Caribe, por ello representan un enorme potencial para el presente y futuro de
463. Por otro lado constatamos con preocupación que la juventud de nuestro Continente atraviesa por situaciones que la afectan significativamente: los efectos de la pobreza, que limitan el crecimiento armónico de sus vidas y genera exclusión; la socialización que con su transmisión de valores ya no se da prioritariamente en las instituciones tradicionales sino en nuevos ambientes no exentos de una fuerte carga de alienación; su permeabilidad a las formas nuevas de expresiones culturales, producto de la globalización, lo cual afecta su propia identidad personal y social. Son presa fácil de las nuevas propuestas religiosas y pseudo religiosas. Las crisis por la que atraviesa la familia hoy en día, les produce profundas carencias afectivas y conflictos emocionales.
464. Están muy afectados por una educación de baja calidad, que los deja por debajo de los niveles necesarios de competitividad sumado a los enfoques antropológicos reduccionistas, que limitan sus horizontes de vida y dificultan la toma de decisiones duraderas. Se ve una ausencia de los jóvenes en lo político debido a la desconfianza que generan las situaciones de corrupción, el desprestigio de los políticos y la búsqueda de intereses personales frente al bien común. Se constata con preocupación suicidios de jóvenes. Otros no tienen posibilidades de estudiar o trabajar y muchos dejan sus países por no encontrar en ellos un futuro, dando a los fenómenos de la movilidad humana y la migración un rostro juvenil. Preocupa también el uso indiscriminado y abusivo que muchos jóvenes pueden hacer del mundo de la comunicación virtual.
465. Ante estos desafíos y retos sugerimos algunas líneas de acción:
a) Renovar de manera eficaz y realista una opción preferencial por los jóvenes, en continuidad con las Conferencias Episcopales anteriores, dando nuevo impulso a
b) Alentar los Movimientos eclesiales que tienen una pedagogía orientada a la evangelización de los jóvenes e invitarlos a poner más generosamente al servicio de las Iglesias locales sus riquezas carismáticas, educativas y misioneras.
c) Proponer a los jóvenes el seguimiento de Cristo en
d) Privilegiar en
e)
f) Urgir la capacitación de los jóvenes para que tengan oportunidades en el mundo del trabajo y evitar que caigan en la droga y la violencia.
g) En las metodologías pastorales procurar una mayor sintonía entre el mundo adulto y el mundo juvenil.
h) Asegurar la participación en peregrinaciones de jóvenes, en las Jornadas nacionales y mundiales de Juventud, con la debida preparación espiritual y misionera y con la compañía de Pastores.
9.4 El bien de los adultos mayores
466. El acontecimiento de la presentación en el templo (cf. Lc 2, 41-50) nos pone delante del encuentro de las generaciones: los niños y los ancianos. El niño que se asoma a la vida, asumiendo y cumpliendo
467.
468. Muchos de nuestros mayores han gastado su vida por el bien de su familia, y de la comunidad, desde su lugar y vocación. Muchos son verdaderos discípulos misioneros de Jesús, por su testimonio y sus obras. Merecen ser reconocidos como hijos e hijas de Dios, llamados a compartir la plenitud del amor, y a ser queridos en particular por la cruz de sus dolencias, la capacidad disminuida o la soledad. La familia no debe mirar sólo las dificultades que trae el convivir con ellos o el atenderlos. La sociedad no puede considerarlos como un peso o una carga. Es lamentable que en algunos países no haya políticas sociales que se ocupen suficientemente de los mayores ya jubilados, pensionados, enfermos o abandonados. Por tanto exhortamos el diseño de políticas sociales justas y solidarias, que atiendan a estas necesidades.
469.
9.5 La dignidad y participación de las mujeres
470. Desde la antropología cristiana, se resalta la igual dignidad entre varón y mujer en razón de ser creados a imagen y semejanza de Dios. El misterio de
471. La relación entre la mujer y el varón es de reciprocidad y colaboración mutua. Se trata de armonizar, complementar y trabajar sumando esfuerzos. La mujer es corresponsable, junto con el hombre, ante el presente y el futuro de nuestra sociedad humana.
472. Lamentamos que innumerables mujeres de toda condición no son valoradas en su dignidad, quedan con frecuencia solas y abandonadas, no se les reconoce suficientemente su abnegado sacrificio e incluso heroica generosidad en el cuidado y educación de los hijos ni en la transmisión de la fe en la familia, no se valora ni promueve adecuadamente su indispensable y peculiar participación en la construcción de una vida social más humana y en la edificación de
473. En esta hora de América Latina urge escuchar el clamor muchas veces silenciado de las mujeres que son sometidas a muchas formas de exclusión y de violencia en todas sus formas y en todas las etapas de su vida. Entre ellas, las mujeres pobres, indígenas y afrodescendientes han sufrido una doble marginación. Urge que todas las mujeres puedan participar plenamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social y económica, creando espacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusión.
474. Las mujeres constituyen, en general, la mayoría de nuestras comunidades, son las primeras transmisoras de la fe y colaboradoras de los pastores, quienes deben atenderlas, valorarlas y respetarlas.
475. Urge valorar la maternidad como misión excelente de las mujeres. Esto no se opone a su desarrollo profesional y al ejercicio de todas sus dimensiones, lo cual nos permite ser fieles al plan originario de Dios que da a la pareja humana de forma conjunta la misión de mejorar la tierra. La mujer es insustituible en el hogar, la educación de los hijos y la transmisión de la fe. Pero esto no excluye la necesidad de su participación activa en la construcción de la sociedad. Para ello se requiere propiciar una formación integral de manera que las mujeres puedan cumplir su misión en la familia y en la sociedad.
476. La sabiduría del plan de Dios nos exige favorecer el desarrollo de su identidad femenina en reciprocidad y complementariedad a la identidad del varón. Por eso
477. Proponemos algunas acciones pastorales:
a) Impulsar la organización de la pastoral de manera que ayude a descubrir y desarrollar en cada mujer y en ámbitos eclesiales y sociales el “genio femenino” y promueva el más amplio protagonismo de las mujeres.
b) Garantizar la efectiva presencia de la mujer en los ministerios que en
c) Acompañar a asociaciones femeninas que luchan por superar situaciones difíciles, de vulnerabilidad o de exclusión.
d) Promover el diálogo con autoridades para la elaboración de programas, leyes y políticas públicas que permitan armonizar la vida laboral de la mujer con sus deberes de madre de familia.
9.6 La responsabilidad del varón y padre de familia
478. El varón, desde su especificidad, está llamado por el Dios de la vida a ocupar un lugar original y necesario en la construcción de la sociedad, en la generación de cultura y en la realización de la historia. Profundamente motivado por la hermosa realidad del amor que tiene su fuente en Jesucristo, muchos se siente fuertemente invitados a formar una familia. Allí, en una esencial disposición de reciprocidad y complementariedad, vive y valoriza para la plenitud de su vida, la activa e insustituible riqueza del aporte de la mujer, que le permite reconocer más nítidamente su propia identidad.
479. En todos y cada uno de los ámbitos que constituyen su vocación y misión debe, en cuanto bautizado, sentirse enviado por
480. Tradicionalmente, debemos reconocer que un porcentaje significativo de ellos en América Latina y El Caribe, se han mantenido más bien al margen de
481. Por otra parte, un gran porcentaje de ellos se siente exigidos familiar, laboral y socialmente. Faltos de mayor comprensión, acogida y afecto de parte de los suyos, valorizados de acuerdo a lo que aportan materialmente, y sin espacios vitales en donde compartir sus sentimientos mas profundos con toda libertad, se los expone a una situación de profunda insatisfacción que los deja a merced del poder desintegrador de la cultura actual. Ante esta situación, y en consideración a las consecuencias que lo anterior trae para la vida matrimonial y para los hijos, se hace necesario impulsar en todas nuestras Iglesias Particulares una pastoral para el padre de familia.
482. Se proponen las algunas acciones pastorales:
a) Revisar los contenidos de las diversas catequesis preparatorias a los sacramentos, como las actividades y movimientos eclesiales relacionados con la pastoral familiar, para favorecer el anuncio y la reflexión en torno a la vocación que el varón está llamado a vivir en el matrimonio, la familia,
b) Profundizar en las instancias pastorales pertinentes, el rol específico que le cabe al varón en la construcción de la familia en cuanto Iglesia Doméstica, especialmente como discípulo y misionero evangelizador de su hogar e hijos.
c) Promover en todos los ámbitos de la educación católica y de la pastoral juvenil, el anuncio y el desarrollo de los valores y actitudes que faciliten a los y las jóvenes generar competencias que les permitan favorecer el papel del varón en la vida matrimonial, en el ejercicio de la paternidad, y en la educación de la fe de sus hijos.
d) Desarrollar al interior de las Universidades católicas, a la luz de la antropología y moral cristiana, la investigación y reflexión necesarias que permitan conocer la situación actual del mundo de los varones, las consecuencias del impacto de los actuales modelos culturales en su identidad y rol, y pistas que puedan colaborar en el diseño de orientaciones pastorales al respecto.
e) Denunciar una mentalidad neoliberal que no descubre en el padre de familia más que un instrumento de producción y ganancia, relegándole incluso en la familia a un papel de mero proveedor. La creciente práctica de políticas públicas e iniciativas privadas de promover incluso el domingo como día laboral, es una medida profundamente destructiva de la familia y del padre.
f) Favorecer en la vida de
9.7 La cultura de la vida y su defensa
483. El ser humano creado a imagen y semejanza de Dios también posee una altísima dignidad que no podemos pisotear y que estamos llamados a respetar y a promover. La vida es regalo gratuito de Dios, don y tarea y debemos cuidar con sagrada atención desde la concepción, en todas sus etapas, y hasta la muerte natural, sin relativismos.
484. La globalización también ha irrumpido en las ciencias, en sus métodos y en sus límites, y nosotros, los discípulos de Jesús, tenemos que llevar el Evangelio al gran escenario de las mismas, en un diálogo entre ciencia y fe que nos permita presentar la defensa de la vida en el concierto de las ciencias. La bioética trabaja con esta base epistemológica, de manera interdisciplinar, en dónde cada ciencia aporta sus conclusiones.
485. No podemos escapar de este reto de diálogo entre la fe, la razón y las ciencias. Nuestra prioridad por la vida y la familia, cargadas de problemáticas que se debaten en la bioética, nos urge a iluminar con el Evangelio y el Magisterio de
486. Asistimos hoy a retos nuevos que nos piden ser voz de los que no tienen voz. El niño que está creciendo en el seno materno y las personas que se encuentran en el ocaso, son un reclamo de vida digna que grita al cielo y que no puede dejar de estremecernos. La liberalización y banalización de las prácticas abortivas son crímenes abominables, al igual que la eutanasia, la manipulación genética y embrionaria, ensayos médicos en seres humanos, pena capital y tantas otras maneras de atentar contra la dignidad y la vida. Si queremos sostener un fundamento sólido e inviolable para los derechos humanos, es indispensable reconocer que la vida humana debe ser defendida siempre, desde el momento mismo de la fecundación. De otra manera, las circunstancias y conveniencias de los poderosos siempre encontrarán excusas para maltratar a las personas.
487. Los anhelos de vida, de paz, de fraternidad y de felicidad que no encuentran respuesta en medio de los ídolos del lucro y la eficacia, la insensibilidad ante el sufrimiento ajeno, los ataques a la vida intrauterina, la mortalidad infantil, el deterioro de algunos hospitales, y todas las modalidades de violencia sobre niños, jóvenes, hombres y mujeres, indican la importancia de la lucha por la vida y por la dignidad y la integridad de la persona humana.
488. Para que los discípulos y misioneros alaben a Dios dando gracias por la vida y sirviendo a la misma, proponemos las siguientes acciones:
a) Promover y planear en las diócesis cursos de bioética para los agentes pastorales que puedan ayudar a fundamentar con solidez los diálogos acerca de los problemas y situaciones particulares sobre la vida.
b) Procurar que sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos accedan a estudios universitarios de bioética.
c) Promover foros, paneles, seminarios y congresos que estudien, reflexionen y analicen temas concretos de actualidad acerca de la vida en sus diversas manifestaciones y sobre todo en el ser humano, especialmente en lo referente al respeto a la vida desde la concepción hasta su muerte natural.
d) Convocar a las Universidades católicas a que organicen programas de bioética accesibles a todos y tomen posición pública ante los grandes temas de la bioética.
e) Crear a nivel nacional un comité de bioética, con personas preparadas en el tema, que garanticen fidelidad y respeto a la doctrina del Magisterio de
f) Ofrecer a los matrimonios programas de formación en paternidad responsable y sobre el uso de los métodos naturales de regulación de la natalidad.
g) Apoyar y acompañar pastoralmente y con misericordia a las mujeres que han decidido no abortar y acoger con misericordia a quienes han abortado para ayudarlas a sanar sus graves heridas e invitarlas a ser defensoras de la vida. El aborto hace dos víctimas: por cierto, el niño, pero también la madre.
h) Promover la formación y acción de laicos competentes que se organicen para defender la vida y la familia y que participen en organismos nacionales e internacionales.
i) Asegurar que se integre la objeción de conciencia en las legislaciones y que se respeto por las administraciones públicas.
9.8 El cuidado del medio ambiente
489. Como discípulos de Jesús nos sentimos invitados a dar gracias por el don de la creación, reflejo de la sabiduría y belleza del Logos creador. En el designio maravilloso de Dios, el hombre y la mujer están llamados a vivir en comunión con Él, en comunión entre ellos y con toda la creación. El Dios de la vida encomendó al ser humano su obra creadora para que “la cultivara y la guardara” (Gn 2, 15). Jesús conocía bien la preocupación del Padre por las criaturas que él alimenta (cf. Lc 12, 24) y embellece (cf. Lc 12, 27). Y mientras andaba por los caminos de su tierra no sólo se detenía a contemplar la hermosura de la naturaleza, sino que invitaba a sus discípulos a reconocer el mensaje escondido en las cosas (cf. Lc 12, 24-27; Jn 4, 35). Las criaturas del Padre le dan gloria “con su sola existencia”[220], y por eso el ser humano debe hacer uso de ellas con cuidado y delicadeza[221].
490. América Latina está tomando conciencia de la naturaleza como una herencia gratuita que recibimos para proteger, como espacio precioso de la convivencia humana y como responsabilidad cuidadosa del señorío del hombre para bien de todos. Esta herencia muchas veces se manifiesta frágil e indefensa ante los poderes económicos y tecnológicos. Por eso, como profetas de vida, queremos insistir que en las intervenciones humanas en los recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida, en perjuicio de naciones enteras y de la misma humanidad. Las generaciones que nos sucedan tienen derecho a recibir un mundo habitable, y no un planeta con aire contaminado, con aguas envenenadas y con recursos naturales agotados.
491.
492. La riqueza natural de América Latina experimenta hoy una explotación irracional que va dejando una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región. En todo ese proceso tiene una enorme responsabilidad el actual modelo económico que privilegia el desmedido afán por la riqueza, por encima de la vida de las personas y los pueblos y del respeto racional de la naturaleza. La devastación de nuestros bosques y de la biodiversidad mediante una actitud depredatoria y egoísta, involucra la responsabilidad moral de quienes la promueven, porque pone en peligro la vida de millones de personas y en especial el hábitat de los campesinos e indígenas, quienes son expulsados hacia las tierras de ladera y a las grandes ciudades para vivir hacinados en las cinturones de miserias. América Latina tiene necesidad de progresar en su desarrollo agro-industrial para valorizar las riquezas de sus tierras y sus capacidades humanas al servicio del bien común, pero no podemos dejar de mencionar los problemas que causa una industrialización salvaje y descontrolada de nuestras ciudades y del campo que va contaminando el ambiente con toda clase de desechos orgánicos y químicos. Lo mismo hay que alertar respecto a las industrias extractivas de recursos que, cuando no proceden a controlar y contrarrestar sus efectos dañinos sobre el ambiente circundante, producen la eliminación de los bosques, la contaminación del agua y convierten las zonas explotadas en inmensos desiertos.
493. Ante esta situación ofrecemos algunas propuestas y orientaciones:
a) Evangelizar a nuestros pueblos para descubrir el don de la creación, sabiéndola contemplar y cuidar como casa de todos los seres vivos y matriz de la vida del planeta, a fin de ejercitar responsablemente el señorío humano sobre la tierra y los recursos para que pueda rendir todos sus frutos en su destinación universal, educando para un estilo de vida de sobriedad y austeridad solidarias.
b) Profundizar la presencia pastoral en las poblaciones más frágiles y amenazadas por el desarrollo depredatorio y apoyarlas en sus esfuerzos para lograr una equitativa distribución de la tierra, del agua y de los espacios urbanos.
c) Buscar un modelo de desarrollo alternativo[222], integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supere la lógica utilitarista e individualista, que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos. Por tanto, alentar a nuestros campesinos a que se organicen de tal manera que puedan lograr su justo reclamo.
d) Empeñar nuestros esfuerzos en la promulgación de políticas públicas y participaciones ciudadanas que garanticen la protección, conservación y restauración de la naturaleza.
e) Determinar medidas de monitoreo y control social sobre la aplicación en los países de los estándares ambientales internacionales.
494. Crear conciencia en las Américas sobre la importancia de
CAPÍTULO 10
NUESTROS PUEBLOS Y
10.1 La cultura y su evangelización
495. La cultura en su comprensión más extensa representa el modo particular con el cual los hombres y los pueblos cultivan su relación con la naturaleza y con sus hermanos, con ellos mismos y con Dios, a fin de lograr una existencia plenamente humana[223]. En cuanto tal es patrimonio común de los pueblos, también de América Latina.
496.
497. Con el Santo Padre damos gracias por el hecho de que
498. Con la inculturación de la fe
499. Muchos católicos se encuentran desorientados frente a este cambio cultural. Compete a
10.2 La educación como bien público
500. Anteriormente nos referimos a la educación católica, pero como pastores no podemos ignorar la misión del Estado en el campo educativo, velando de un modo particular por la educación de los niños y jóvenes. Estos centros educativos no deberían ignorar que la apertura a la trascendencia es una dimensión de la vida humana, por lo cual la formación integral de las personas reclama la inclusión de contenidos religiosos.
501.
502. Ante las dificultades al respecto que encontramos en varios países, queremos empeñarnos en la formación religiosa de los fieles que asisten a las escuelas públicas de gestión estatal, procurando acompañarlos también a través de otras instancias formativas en nuestras parroquias y Diócesis. Al mismo tiempo, agradecemos la dedicación de los profesores de religión en las escuelas públicas y los animamos en esta tarea. Los estimulamos para que procuren una capacitación doctrinal y pedagógica. Agradecemos también a quienes, por la oración y la vida comunitaria, procuran ser testimonio de fe y de coherencia en estas escuelas.
10.3 Pastoral de
503. La revolución tecnológica y los procesos de globalización configuran el mundo actual como una gran cultura mediática. Esto implica una capacidad para reconocer los nuevos lenguajes, que pueden ayudar a una mayor humanización global. Estos nuevos lenguajes configuran un elemento articulador de los cambios en la sociedad.
504. “En nuestro siglo tan influenciado por los medios de comunicación social, el primer anuncio, la catequesis o el ulterior ahondamiento de la fe, no pueden prescindir de esos medios”. “Puestos al servicio del Evangelio, ellos ofrecen la posibilidad de extender casi sin límites el campo de audición de
505. A fin de formar discípulos y misioneros en este campo, nosotros, los obispos reunidos en
a) Conocer y valorar esta nueva cultura de la comunicación;
b) Promover la formación profesional en la cultura de la comunicación de todos los agentes y creyentes;
c) Apoyar y optimizar, por parte de
d) Estar presente en los MCS: prensa, radio y tv, sitios de internet, foros y tantos otros sistemas para introducir en ellos el misterio de Cristo.
e) Educar en la formación critica en el uso de los medios de comunicación desde la primera edad.
f) Animar las iniciativas existentes o por crear en este campo, con espíritu de comunión.
g) Formar comunicadores profesionales competentes y comprometidos con los valores humano-cristianos en la transformación evangélica de la sociedad.
h) Promover leyes para crear nueva cultura que protejan a los niños, jóvenes y más vulnerables para que la comunicación no conculque los valores y, en cambio, creen criterios válidos de discernimiento.
i) Desarrollar una política de comunicación capaz de ayudar tanto las pastorales de comunicación como los medios de comunicación de inspiración católicos a encontrar su lugar en la misión evangelizadora de
506.
507. “
508. Los medios de comunicación en general no sustituyen las relaciones personales ni la vida comunitaria local. Sin embargo, los sitios pueden reforzar y estimular el intercambio de experiencias y de informaciones que intensifiquen la práctica religiosa a través de acompañamientos y orientaciones. También en la familia, les cabe a los padres alertar a sus hijos para un uso conciente de los contenidos disponibles en
509. Dado que la exclusión digital es evidente, las parroquias, comunidades, centros culturales e instituciones educacionales católicas podrían ser estimuladoras de la creación de puntos de red y salas digitales para promover la inclusión, desarrollando nuevas iniciativas y aprovechando, con una mirada positiva, aquellas que ya existen. En América Latina y El Caribe existen revistas, periódicos, sitios, portales y servicios on line que llevan contenidos informativos y formativos, además de orientaciones religiosas y sociales diversas, tales como “sacerdote”, “orientador espiritual”, “orientador vocacional”, “profesor”, “médico”, entre otros. Hay innumerables escuelas e instituciones católicas que ofrecen cursos a distancia de Teología y cultura bíblica.
10.4 Nuevos areópagos y centros de decisión
510. Queremos felicitar e incentivar a tantos discípulos y misioneros de Jesucristo que, con su presencia ética coherente, siguen sembrando los valores evangélicos en los ambientes donde tradicionalmente se hace cultura y en los nuevos areópagos: el mundo de las comunicaciones, la construcción de la paz, el desarrollo y la liberación de los pueblos, sobretodo de las minorías, la promoción de la mujer y de los niños, la ecología y la protección de la naturaleza. Y “el vastísimo areópago de la cultura, de la experimentación científica, de las relaciones internacionales”[233]. Evangelizar la cultura, lejos de abandonar la opción preferencial por los pobres y el compromiso con la realidad, nace del amor apasionado a Cristo, que acompaña al Pueblo de Dios en la misión de inculturar el Evangelio en la historia, ardiente e infatigable en su caridad samaritana.
511. Una tarea de gran importancia es la formación de pensadores y personas que estén en los niveles de decisión. Para eso, debemos emplear esfuerzo y creatividad en la evangelización de empresarios, políticos y formadores de opinión, el mundo del trabajo, dirigentes sindicales, cooperativos y comunitarios.
512. En la cultura actual, surgen nuevos campos misioneros y pastorales que se abren. Uno de ellos es, sin duda, la pastoral del turismo y del entretenimiento, que tiene un campo inmenso de realización en los clubes, en los deportes, salas de cine, centros comerciales y otras opciones que a diario llaman la atención y piden ser evangelizadas.
513. Ante la falsa visión, tan difundida en nuestros días, de una incompatibilidad entre fe y ciencia,
514. Queremos valorar siempre más los espacios de diálogo entre fe y ciencia, incluso en los medios de comunicación. Una forma de hacerlo es a través de la difusión de la reflexión y la obra de los grandes pensadores católicos, especialmente del siglo XX, como referencias para la justa comprensión de la ciencia.
515. Dios no es sólo la suma Verdad. Él es también la suma Bondad y la suprema Belleza. Por eso, “la sociedad tiene necesidad de artistas, de la misma manera como necesita de científicos, técnicos, trabajadores, especialistas, testigos de la fe, profesores, padres y madres, que garanticen el crecimiento de la persona y el progreso de la comunidad, a través de aquella forma sublime de arte que es el ‘arte de educar’”[235].
516. Es necesario comunicar los valores evangélicos de manera positiva y propositiva. Son muchos los que se dicen descontentos, no tanto con el contenido de la doctrina de
a) Favorecer la formación de un laicado capaz de actuar como verdadero sujeto eclesial y competente interlocutor entre
b) Optimizar el uso de los medios de comunicación católicos, haciéndolos más actuantes y eficaces, sea para la comunicación de la fe, sea para el diálogo entre
c) Actuar con los artistas, deportistas, profesionales de la moda, periodistas, comunicadores y presentadores, así como con los productores de información en los medios de comunicación, con los intelectuales, profesores, líderes comunitarios y religiosos;
d) Rescatar el papel del sacerdote como formador de opinión.
517. Aprovechando las experiencias de los Centros de Fe y Cultura o Centros Culturales Católicos, trataremos de crear o dinamizar los grupos de diálogo entre
518. Les cabe también a las Iglesias de América Latina y de El Caribe crear oportunidades para la utilización del arte en la catequesis de niños, adolescentes y adultos, así como en las diferentes pastorales de
519. Es fundamental que las celebraciones litúrgicas incorporen en sus manifestaciones elementos artísticos que puedan transformar y preparar a la asamblea para el encuentro con Cristo. La valorización de los espacios de cultura existente, donde se incluyen los propios templos, es una tarea esencial para la evangelización por la cultura. En esa línea, también se debe incentivar la creación de centros culturales católicos, necesarios especialmente en las áreas más carentes, donde el acceso a la cultura es más urgente y mejora el sentido de lo humano.
10.5 Discípulos y misioneros en la vida pública
520. Los discípulos y misioneros de Cristo deben iluminar con la luz del Evangelio todos los ámbitos de la vida social. La opción preferencial por los pobres, de raíz evangélica, exige una atención pastoral atenta a los constructores de la sociedad. Si muchas de las estructuras actuales generan pobreza, en parte se ha debido a la falta de fidelidad a sus compromisos evangélicos de muchos cristianos con especiales responsabilidades políticas, económicas y culturales.
521. La realidad actual de nuestro continente pone de manifiesto que hay “una notable ausencia en el ámbito político, comunicativo y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas”[236].
522. Entre las señales de preocupación, se destaca, como una de las más relevantes, la concepción del ser humano, hombre y mujer, que se ha ido plasmando. Agresiones a la vida, en todas sus instancias, en especial contra los más inocentes y desvalidos, pobreza aguda y exclusión social, corrupción y relativismo ético, entre otros aspectos, tienen como referencia un ser humano, en la práctica, cerrado a Dios y al otro.
523. Sea un viejo laicismo exacerbado, sea un relativismo ético que se propone como fundamento de la democracia, animan a fuertes poderes que pretenden rechazar toda presencia y contribución de
524. Son los laicos de nuestro continente, concientes de su llamada a la santidad en virtud de su vocación bautismal, que tienen que actuar a manera de fermento en la masa para construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios. La coherencia entre fe y vida en el ámbito político, económico y social exige la formación de la conciencia, que se traduce en un conocimiento de
525. El discípulo y misionero de Cristo que se desempeña en los ámbitos de la política, de la economía y en los centros de decisiones sufre el influjo de una cultura frecuentemente dominada por el materialismo, los intereses egoístas y una concepción del hombre contraria a la visión cristiana. Por eso es imprescindible que el discípulo se cimente en su seguimiento del Señor que le dé la fuerza necesaria no sólo para no sucumbir ante las insidias del materialismo y del egoísmo, sino para construir en torno a él un consenso moral sobre los valores fundamentales que hacen posible la construcción de una sociedad justa.
526. Pensemos cuan necesario sería la integridad moral en los políticos. Muchos de los países latinoamericanos, pero también en otros continentes viven en la miseria, por problemas endémicos de corrupción. Cuanta disciplina de integridad moral necesitamos, entendiendo por ella en el sentido cristiano del autodominio para hacer el bien, para ser servidor de la verdad y del desarrollo de nuestras tareas sin dejarnos corromper por favores, intereses y ventajas. Se necesita mucha fuerza y mucha perseverancia para conservar esta honestidad que debe surgir de una nueva educación que rompa el círculo vicioso de esta tradición de corrupción imperante. Realmente necesitamos mucho esfuerzo para avanzar en la creación de una verdadera riqueza moral que nos permita pre-ver nuestro propio futuro.
527. Los obispos reunidos en
10.6
528. El cristiano de hoy no se encuentra más en la línea de frente de la producción cultural, sino que recibe su influencia y sus impactos. Las grandes ciudades son laboratorios de esa cultura contemporánea compleja y plural.
529. La ciudad se ha convertido en el lugar propio de las nuevas culturas que se están gestando e imponiendo, con un nuevo lenguaje y una nueva simbología. Esta mentalidad urbana se extiende, también, al mismo mundo rural. En definitiva la ciudad trata de armonizar la necesidad del desarrollo con el desarrollo de las necesidades, fracasando normalmente en este propósito.
530. En el mundo urbano acontecen complejas transformaciones socio-económicas, culturales, políticas y religiosas que hacen impacto en todas las dimensiones de la vida. Está compuesto de ciudades satélites, de barrios periféricos.
531. En la ciudad conviven diferentes categorías sociales tales como las élites económicas, sociales y políticas; la clase media con sus diferentes niveles y la gran multitud de los pobres. En ella coexisten binomios que la desafían cotidianamente: tradición-modernidad; globalidad-particularidad, inclusión-exclusión, personalización-despersonalización, lenguaje secular-lenguaje religioso, homogeneidad-pluralidad, cultura urbana-pluriculturalismo.
532.
533. La fe nos enseña que Dios vive en la ciudad, en medio de sus alegrías, anhelos y esperanzas, como también en sus dolores y sufrimientos. Las sombras que marcan el cotidiano de las ciudades, como por ejemplo, violencia, pobreza, individualismo y exclusión, no pueden impedirnos buscar y contemplar al Dios de la vida también en los ambientes urbanos. Las ciudades son lugares de libertad y oportunidad. En ellas las personas tienen la posibilidad de conocer a más personas, interactuar y convivir con ellas. En las ciudades es posible experimentar vínculos de fraternidad, solidaridad y universalidad. En ellas el ser humano es constantemente llamado a caminar siempre más al encuentro del otro, convivir con el diferente, aceptarlo y ser aceptado por él.
534. El proyecto de Dios es “
535.
536. Reconociendo y agradeciendo el trabajo renovador que ya se realiza en muchos centros urbanos,
a) Responda a los grandes desafíos de la creciente urbanización;
b) Sea capaz de atender a las variadas y complejas categorías sociales, económicas, políticas y culturales: élites, clase media, pobres;
c) Desarrolle una espiritualidad de la gratitud, de la misericordia, de la solidaridad fraterna, actitudes propias de quien ama desinteresadamente y sin pedir recompensa;
d) Se abra a nuevas experiencias, estilos, lenguajes que puedan encarnar el Evangelio en la ciudad;
e) Transforme a las parroquias cada vez más en comunidades de comunidades;
f) Apueste más intensamente a la experiencia de comunidades ambientales, integradas en nivel supraparroquial y diocesano;
g) Integre los elementos propios de la vida cristiana:
h) Difunda
i) Fomente
j) Brinde atención especial al mundo del sufrimiento urbano, es decir, que cuide de los caídos a lo largo del camino y que se encuentran en los hospitales, encarcelados, excluidos, adictos a las drogas, habitantes de la nuevas periferias, en las nuevas urbanizaciones, y a las familias que, desintegradas, conviven de hecho.
k) Procure la presencia de
537. Para que los habitantes de los centros urbanos y sus periferias, creyentes o no creyentes, puedan encontrar en Cristo la plenitud de vida, sentimos la urgencia de que los agentes de pastoral en cuanto discípulos y misioneros se esfuercen en desarrollar:
a) Un estilo pastoral adecuado a la realidad urbana con atención especial al lenguaje, a las estructuras y prácticas pastorales así como a los horarios.
b) Un plan de pastoral orgánico y articulado que integre en un proyecto común a las Parroquias, comunidades de vida consagrada, pequeñas comunidades, movimientos e instituciones que inciden en la ciudad y que su objetivo sea llegar al conjunto de la ciudad. En los casos de grandes ciudades en las que existen varias Diócesis se hace necesario un plan interdiocesano.
c) Una sectorización de las Parroquias en unidades más pequeñas que permitan la cercanía y un servicio más eficaz.
d) Un proceso de iniciación cristiana y de formación permanente que retroalimente la fe de los discípulos del Señor integrando el conocimiento, el sentimiento y el comportamiento.
e) Servicios de atención, acogida personal, dirección espiritual y del sacramento de la reconciliación, respondiendo a la soledad, a las grandes heridas sicológicas que sufren muchos en las ciudades, teniendo en cuenta las relaciones interpersonales.
f) Una atención especializada a los laicos en sus diferentes categorías profesionales, empresariales y trabajadores.
g) Procesos graduales de formación cristiana con la realización de grandes eventos de multitudes, que movilicen la ciudad, que hagan sentir que la ciudad es un conjunto, es un todo, que sepan responder a la afectividad de sus ciudadanos y en un lenguaje simbólico sepan transmitir el Evangelio a todos y a todas los que viven en la ciudad.
h) Estrategias para llegar a los lugares cerrados de las ciudades como urbanizaciones, condominios, torres residenciales o aquellos ubicados en los así llamados tugurios y favelas.
i) La presencia profética que sepa levantar la voz en relación a cuestiones de valores y principios del Reino de Dios, aunque contradiga todas las opiniones, provoque ataques y se quede sola en su anuncio. Es decir, que sea farol de luz, ciudad colocada en lo alto para iluminar.
j) Una mayor presencia en los centros de decisión de la ciudad tanto en las estructuras administrativas como en las organizaciones comunitarias, profesionales y de todo tipo de asociación para velar por el bien común y promover los valores del Reino.
k) La formación y acompañamiento de laicos y laicas que, influyendo en los centros de opinión, se organicen entre sí y puedan ser asesores para toda la acción eclesial.
l) Una pastoral que tenga en cuenta la belleza en el anuncio de
m) Servicios especiales que respondan a las diferentes actividades propias de la ciudad: trabajo, ocio, deportes, turismo, arte…
n) Una descentralización de los servicios eclesiales de modo que sean muchos más los agentes de pastoral que se integren a esta misión, teniendo en cuenta las categorías profesionales
o) Una formación pastoral de los futuros presbíteros y agentes de pastoral capaz de responder a los nuevos retos de la cultura urbana.
538. Todo lo anteriormente dicho no quita importancia, sin embargo, a una renovada pastoral rural que fortalezca a los habitantes del campo y su desarrollo económico y social, contrarrestando las migraciones. A ellos se les debe anunciar
10.7 Al servicio de la unidad y de la fraternidad de nuestros pueblos
539. En la nueva situación cultural afirmamos que el proyecto del Reino está presente y es posible, y por ello aspiramos a una América Latina y Caribeña unida, reconciliada e integrada. Esta casa común está habitada por un complejo mestizaje y una pluralidad étnica y cultural, “en el que el Evangelio se ha transformado (..) en el elemento clave de una síntesis dinámica que, con matices diversos según las naciones, expresa de todas formas la identidad de los pueblos latinoamericanos”[240].
540. Los desafíos que enfrentamos hoy en América Latina y el mundo tienen una característica peculiar. Ellos no sólo afectan a todos nuestros pueblos de manera similar sino que, para ser enfrentados, requieren una comprensión global y una acción conjunta. Creemos que “un factor que puede contribuir notablemente a superar los apremiantes problemas que hoy afectan a este continente es la integración latinoamericana”[241].
541. De una parte, se va configurando una realidad global que hace posible nuevos modos de conocer, aprender y comunicarse, que nos coloca en contacto diario con la diversidad de nuestro mundo y crea posibilidades para una unión y solidaridad más estrechas a niveles regionales y a nivel mundial. De otra parte, se generan nuevas formas de empobrecimiento, exclusión e injusticia. El continente de la esperanza debe lograr su integración sobre los cimientos de la vida, el amor y la paz.
542. Reconocemos una profunda vocación a la unidad en el “corazón” de cada hombre, por tener todos el mismo origen y Padre, y por llevar en sí la imagen y semejanza del mismo Dios en su comunión trinitaria (cf. Gen.1, 26).
543.
544. La dignidad de reconocernos como una familia de latinoamericanos y caribeños implica una experiencia singular de proximidad, fraternidad y solidaridad. No somos un mero continente, apenas un hecho geográfico con un mosaico incomponible de contenidos. Tampoco somos una suma de pueblos y de etnias que se yuxtaponen. Una y plural, América Latina es la casa común, la gran patria de hermanos “de unos pueblos - como afirmó S.S. Juan Pablo II en Santo Domingo[242] – a quienes la misma geografía, la fe cristiana, la lengua y la cultura han unido definitivamente en el camino de la historia”. Es, pues, una unidad que está muy lejos de reducirse a uniformidad, sino que se enriquece con muchas diversidades locales, nacionales y culturales.
545. Ya
546. No hay por cierto otra región que cuente con tantos factores de unidad como América Latina - de los que la vigencia de la tradición católica es cimiento fundamental de su construcción -, pero se trata de una unidad desgarrada porque atravesada por profundas dominaciones y contradicciones, todavía incapaz de incorporar a sí “todas las sangres” y de superar la brecha de estridentes desigualdades y marginaciones. Es nuestra patria grande pero lo será realmente “grande” cuando lo sea para todos, con mayor justicia. En efecto, es una contradicción dolorosa que el continente del mayor número de católicos sea también el de mayor inequidad social.
547. Apreciamos en los últimos 20 años avances significativos y promisorios en los procesos y sistemas de integración de nuestros países. Se han intensificado las relaciones comerciales y las políticas. Es nueva la más estrecha comunicación y solidaridad entre el Brasil y los países hispanoamericanos y los caribeños. Hay muy graves bloqueos que empantanan esos procesos. Es frágil y ambigua una mera integración comercial. Lo es también cuando se reduce a cuestión de cúpulas políticas y económicas y no arraiga en la vida y participación de los pueblos. Los retrasos en la integración tienden a profundizar la pobreza y las desigualdades, mientras las redes del narcotráfico se integran más allá de toda frontera. No obstante que el lenguaje político abunde sobre la integración, la dialéctica de la contraposición parece prevalecer sobre el dinamismo de la solidaridad y amistad. La unidad no se construye por contraposición a enemigos comunes sino por realización de una identidad común.
10.8 La integración de los indígenas y afrodescendientes
548. Como discípulos de Jesucristo, encarnado en la vida de todos los pueblos descubrimos y reconocemos desde la fe las “semillas del Verbo”[244] presentes en las tradiciones y culturas de los pueblos indígenas de América Latina. De ellos valoramos su profundo aprecio comunitario por la vida, presente en toda la creación, en la existencia cotidiana y en la milenaria experiencia religiosa, que dinamiza sus culturas, la que llega a su plenitud en la revelación del verdadero rostro de Dios por Jesucristo.
549. Como discípulos y misioneros al servicio de la vida, acompañamos a los pueblos indígenas y originarios en el fortalecimiento de sus identidades y organizaciones propias, la defensa del territorio, una educación intercultural bilingüe y la defensa de sus derechos. Nos comprometemos también a crear conciencia en la sociedad acerca de la realidad indígena y sus valores, a través de los medios de comunicación social y otros espacios de opinión. A partir de los principios del Evangelio apoyamos la denuncia de actitudes contrarias a la vida plena en nuestros pueblos originarios, y nos comprometemos a proseguir la obra de evangelización de los indígenas, así como a procurar los aprendizajes educativos y laborales con las transformaciones culturales que ello implica.
550.
551. El seguimiento de Jesús en el Continente pasa también por el reconocimiento de los afrodescendientes como un reto que nos interpela para vivir el verdadero amor a Dios y al prójimo. Ser discípulos y misioneros significa asumir la actitud de compasión y cuidado del Padre, que se manifiestan en la acción liberadora de Jesús. “
552. Por esto,
10.9 Caminos de reconciliación y solidaridad
553.
554. Es necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y caminos de reconciliación y amistad social, de cooperación e integración. La comunión alcanzada en la sangre reconciliadora de Cristo nos da la fuerza para ser constructores de puentes, anunciadores de verdad, bálsamo para las heridas. La reconciliación está en el corazón de la vida cristiana., Es iniciativa propia de Dios en busca de nuestra amistad, que comporta consigo la necesaria reconciliación con el hermano. Se trata de una reconciliación que necesitamos en los diversos ámbitos y en todos y entre todos nuestros países. Esta reconciliación fraterna presupone la reconciliación con Dios, fuente única de gracia y de perdón, que alcanza su expresión y realización en el sacramento de la penitencia que Dios nos regala a través de
555. En el corazón y la vida de nuestros pueblos late un fuerte sentido de esperanza, no obstante condiciones de vida que parecen ofuscar toda esperanza. Ella se experimenta y alimenta en el presente, gracias a los dones y signos de vida nueva que se comparte; compromete en la construcción de un futuro de mayor dignidad y justicia y ansía “los cielos nuevos y la tierra nueva” que Dios nos ha prometido en su morada eterna.
556. América Latina y El Caribe deben ser no sólo el continente de la esperanza sino que además deben abrir caminos hacia la civilización del amor. Así se expresó el Papa Benedicto XVI en el santuario mariano de Aparecida[246]: para que nuestra casa común sea un continente de la esperanza y del amor hay que ir, como buenos samaritanos al encuentro de las necesidades de los pobres y los que sufren y crear “las estructuras justas que son una condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad…”. Estas estructuras, sigue el Papa, “no nacen ni funcionan sin un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal”, y “donde Dios está ausente (…) estos valores no se muestran con toda su fuerza ni se produce un consenso sobre ellos”[247]. Importan este consenso moral y cambio de estructuras para disminuir la hiriente inequidad que hoy existe en nuestro continente, entre otras cosas a través de políticas públicas y gastos sociales bien orientados así como del control de lucros desproporcionados de grandes empresas.
557. Todas las auténticas transformaciones se fraguan y forjan en el corazón de las personas e irradian en todas las dimensiones de su existencia y convivencia. No hay nuevas estructuras si no hay hombres nuevos y mujeres nuevas que movilicen y hagan converger en los pueblos ideales y poderosas energías morales y religiosas. Formando discípulos y misioneros,
558.
559. Los discípulos y misioneros de Cristo promueven una cultura del compartir en todos los niveles en contraposición de la cultura dominante de acumulación egoísta, asumiendo con seriedad la virtud de la pobreza como estilo de vida sobrio para ir al encuentro y ayudar a las necesidades de los hermanos que viven en la indigencia.
560. Compete también a
561. La paz es un bien preciado pero precario que debemos todos cuidar, educar y promover en nuestro continente. Como sabemos, la paz no se reduce a la ausencia de guerras ni a la exclusión de armas nucleares en nuestro espacio común, logros ya significativos, sino a la generación de una “cultura de paz” que sea fruto de un desarrollo sustentable, equitativo y respetuoso de la creación (“el desarrollo es el nuevo nombre de la paz” decía Paulo VI) y que nos permita enfrentar conjuntamente los ataques del narcotráfico y consumo de drogas, del terrorismo y de las muchas formas de violencia que hoy imperan en nuestra sociedad.
562. Una auténtica evangelización de nuestros pueblos implica asumir plenamente la radicalidad del amor cristiano, que se concreta en el seguimiento de Cristo en
563. Reafirmamos la importancia del CELAM y reconocemos que ha sido una instancia profética por la unidad de los pueblos latinoamericanos y del Caribe y ha demostrado la viabilidad de su cooperación y solidaridad desde la comunión eclesial. Por eso nos comprometemos a seguir fortaleciendo su servicio en la colaboración colegial de los Obispos y en el camino de realización de la identidad eclesial latinoamericana. Invitamos a los Episcopados de países implicados en los distintos sistemas de integración subregionales, incluido el de
564. Conscientes de que la misión evangelizadora no puede ir separada de la solidaridad con los pobres y su promoción integral, y sabiendo que hay comunidades eclesiales que carecen de los medios necesarios, es imperativo ayudarlas a imitación de las primeras comunidades cristianas, para que de verdad se sientan amadas. Urge, pues, la creación de un fondo de solidaridad entre las iglesias de América Latina y El Caribe que esté al servicio de las iniciativas pastorales propias.
565. Al enfrentar tan graves desafíos nos alientan las palabras del Santo Padre: “No hay duda de que las condiciones para establecer una paz verdadera son la restauración de la justicia, la reconciliación y el perdón. De esta toma de conciencia, nace la voluntad de transformar también las estructuras injustas para establecer respeto de la dignidad del hombre creado a imagen y semejanza de Dios… Como he tenido ocasión de afirmar,
CONCLUSIÓN
566. “Pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros…” (Hch. 15, 28). La experiencia de la comunidad apostólica de los comienzos muestra la naturaleza misma de
567. Esta V Conferencia, recordando el mandato de ir y de hacer discípulos (cf. Mt 28, 20), desea despertar
568. Para convertirnos en una Iglesia llena de ímpetu y audacia evangelizadora, tenemos que ser de nuevo evangelizados y fieles discípulos. Concientes de nuestra responsabilidad por los bautizados que han dejado esa gracia de participación en el misterio pascual y de incorporación en el Cuerpo de Cristo bajo una capa de indiferencia y olvido, se necesita cuidar el tesoro de la piedad católica de nuestros pueblos para que resplandezca cada vez más en ella “la perla preciosa” que es Jesucristo y sea siempre nuevamente evangelizada en la fe de
569. Es el mismo Papa Benedicto XVI, quien nos ha invitado a “una misión evangelizadora que convoque todas las fuerzas vivas de este inmenso rebaño” que es pueblo de Dios en América Latina: “sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que se prodigan, muchas veces con inmensas dificultades, para la difusión de la verdad evangélica”. Es un afán y anuncio misioneros que tiene que pasar de persona a persona, de casa en casa, de comunidad a comunidad. “En este esfuerzo evangelizador – prosigue el Santo Padre -, la comunidad eclesial se destaca por las iniciativas pastorales, al enviar, sobre todo entre las casas de las periferias urbanas y del interior, sus misioneros, laicos o religiosos, buscando dialogar con todos en espíritu de comprensión y de delicada caridad”. Esa misión evangelizadora abraza con el amor de Dios a todos y especialmente a los pobres y los que sufren. Por eso, no puede separarse de la solidaridad con los necesitados y de su promoción humana integral: “Pero si las personas encontradas están en una situación de pobreza – nos dice aún el Papa -, es necesario ayudarlas, como hacían las primeras comunidades cristianas, practicando la solidaridad, para que se sientan amadas de verdad. El pueblo pobre de las periferias urbanas o del campo necesita sentir la proximidad de
570. Este despertar misionero, en forma de una Misión Continental, cuyas líneas fundamentales han sido examinadas por nuestra Conferencia y que esperamos sea portadora de su riqueza de enseñanzas, orientaciones y prioridades, será aún más concretamente considerada durante la próxima Asamblea Plenaria del CELAM en
571. Recobremos, pues, “el fervor espiritual. Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo – como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de
572. Nos ayude la compañía siempre cercana, llena de comprensión y ternura, de María Santísima. Que nos muestre el fruto bendito de su vientre y nos enseñe a responder como ella lo hizo en el misterio de la anunciación y encarnación. Que nos enseñe a salir de nosotros mismos en camino de sacrificio, amor y servicio, como lo hizo en la visitación a su prima Isabel, para que, peregrinos en el camino, cantemos las maravillas que Dios ha hecho en nosotros conforme a su promesa.
573. Guiados por María, fijamos los ojos en Jesucristo, autor y consumador de la fe, y le decimos:
“Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado” (Lc 24, 29).
Quédate con nosotros, Señor, acompáñanos aunque no siempre hayamos sabido reconocerte. Quédate con nosotros, porque en torno a nosotros se van haciendo más densas las sombras, y tú eres
Quédate con nosotros, Señor, cuando en torno a nuestra fe católica surgen las nieblas de la duda, del cansancio o de la dificultad: tú, que eres
Quédate en nuestras familias, ilumínalas en sus dudas, sostenlas en sus dificultades, consuélalas en sus sufrimientos y en la fatiga de cada día, cuando en torno a ellas se acumulan sombras que amenazan su unidad y su naturaleza. Tú que eres
Quédate, Señor, con aquéllos que en nuestras sociedades son más vulnerables; quédate con los pobres y humildes, con los indígenas y afroamericanos, que no siempre han encontrado espacios y apoyo para expresar la riqueza de su cultura y la sabiduría de su identidad. Quédate, Señor, con nuestros niños y con nuestros jóvenes, que son la esperanza y la riqueza de nuestro Continente, protégelos de tantas insidias que atentan contra su inocencia y contra sus legítimas esperanzas. ¡Oh buen Pastor, quédate con nuestros ancianos y con nuestros enfermos. ¡Fortalece a todos en su fe para que sean tus discípulos y misioneros!
[1] Cf. Puebla nº 401.
[2] Benedicto XVI, Discurso Inaugural de
[3] SD15.
[4] Benedicto XVI, Catequesis, miércoles 23 de mayo de 2007. "Ciertamente el recuerdo de un pasado glorioso no puede ignorar las sombras que acompañaron la obra de evangelización del continente latinoamericano, (...) los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a la población indígena, pisoteadas a menudo en sus derechos fundamentales. Pero el deber de mencionar aquellos crímenes injustificables, condenados ya entonces por misioneros como Bartolomé de las Casas y teólogos como Francisco de Vitoria, (...) no debe impedir reconocer con gratitud la maravillosa obra que ha llevado a cabo la gracia divina entre esas poblaciones a lo largo de estos siglos".
[5] DI 3.
[6] DI 3
[7] RATZINGER, J. a los Obispos latinoamericanos responsables de las comisiones de Doctrina de
[8] Cf. NMI 28-29.
[9] DCE 1.
[10] Benedicto XVI, Homilía en
[11] cf. Dt 30,15
[12] DI 4
[13] Benedicto XVI, Homilía en
[14] Cf. EN 1
[15] Cf. Benedicto XVI, Homilía de inicio del Pontificado.
[16] DI 2.
[17] Ibid.
[18] Cf. DI 3.
[19] DI 3
[20] Cf. NMI 25 y 28
[21] DI 3
[22] Ibid.
[23] DI 2.
[24] Juan Pablo II, TMA 51; Benedicto XVI., 16.12.06.
[25] Cf. EAm 56.
[26]
[27] Benedicto XVI a los jóvenes en Pacaembu 2; Brasil, 10 de mayo de 2007.
[28] Juan Pablo II, Homilía en
[29] SD 245
[30] SD 243
[31] Mensaje 34
[32] SD 245
[33] SD, 17
[34] Mientras en el periodo
[35] DI 2.
[36] Benedicto XVI. Oración por
[37] G Sp 22
[38] Cf. EN 8.
[39] Cf. Benedicto XVI, Mensaje de Cuaresma 2007
[40] DI 5.
[41] Cf. FC 11.
[42] HV 9.
[43] LE 4.
[44] Cf. LE 9.
[45] Cf. LE 3.
[46] Cf LE 27.
[47] LE 22.
[48] Francisco de Asís. Cántico de las Criaturas 9.
[49] DI 1.
[50] DI 4.
[51] NMI, 25-26.
[52] DI 3.
[53] Cf. DI 3.
[54] SC 17.
[55] LG 1.
[56] DI 3.
[57] Ibid. 5
[58] DP 218
[59] cf. LG 11
[60] NMI 43
[61] DCE 19
[62] Benedicto XVI, Homilía 13/5/07
[63] Cf. Ibid
[64] cf. LG 49
[65] DI 3
[66] ChL 32
[67] LG 9
[68] ChL 85
[69] ChD 11
[70] Cf. ChL 32
[71] AA 10; SD 55
[72] EA 41
[73] Ibid.
[74] LG.31, 33; GS.43; AA.2
[75] Benedicto XVI, Audiencia 23 de mayo de 2007
[76] NMI 50
[77] SC 20
[78] EAm 37
[79] EAm 33
[80] EAm 74
[81] cf. ChD 2
[82] NMI 43
[83] HURTADO, Alberto. Un fuego que enciende otros fuegos, pp 69-70.
[84] Cf. LG 10
[85] cf. PDV 72
[86] Ibid. 17
[87] SCa 24
[88] cf. PDV 44
[89] PDV 76
[90] NMI 43
[91] LG 11
[92] FC 52; CCE 1655-1658, 2204-2206,2685
[93] FC 51
[94] cf. LG 31
[95] DP 786
[96] EN 70
[97] cf. LG 31.33; GS 43; AA 2
[98] cf. EAm 44
[99] cf. PG 11
[100] cf. S.S. Benedicto XVI, A los movimientos, Vísperas de Pentecostés de 2006
[101] VC 1
[102] Ibid. 3
[103] Ibid. 14, 16 y 18
[104] Juan Pablo II, Discurso a las religiosas contemplativas en México, enero 1979
[105] Cf. PC 23 y CIC 708
[106] Cf. DI 5
[107] cf. UUS 3
[108] Ibid. 96
[109] SC 56
[110] UR 8
[111] Cf. Pontificio Consejo para
[112] Cf. Pontifício Consejo para
[113] UUS 79
[114] Benedicto XVI. Primer mensaje de su santidad al final de la concelebración eucarística con los cardenales electores en
[115] cf. NA 4
[116] cf. Diálogo y anuncio 29
[117] cf. NMI 55
[118] LG 1
[119] cf. Diálogo y anuncio 40
[120] Ibid. 89
[121] DCE 12
[122] Ibid. 1
[123] EAm 8
[124] Benedicto XVI. Alocución en el Santo Rosario el 13/05/2007
[125] DV 9
[126] DI 3
[127] EAm 12
[128] cf. SC 7
[129] cf. SC 6
[130] DI 4
[131] NMI 33
[132] Ibid. 49
[133] cf. Ibid. 25
[134] DI 1
[135] EN 48
[136] DP 444
[137] Congregación para el Culto Divino y
[138] EN 48
[139] DP 448
[140] DI 1
[141] cf. LG 53
[142] cf. DP 295
[143] S.S. Benedicto XVI, Alocución durante el Santo Rosario el 13/05/2007
[144] DCE 41
[145] RVM 1
[146] NMI 50
[147] Ibid. 43
[148] cf. EN 19
[149] EN 70
[150] SC 64
[151] cf. S.S. Benedicto XVI, Discurso a los Obispos Brasileños 11 mayo 2007
[152] DI 3
[153] Ibid.
[154] DP 290
[155] SC 19
[156] DI 4
[157] AA 10; SD 55
[158] EAm 41
[159] AA 18ss
[160] Benedicto XVI, Discurso 24/3/07
[161] Cf. DI 4
[162] Cf. Ibid. 5
[163] PDV 76
[164] DP1025
[165] EN 19
[166] SD 265
[167] Cf. Iuventum Patris. Carta Apostólica de Juan Pablo II en el centenario de la muerte de San Juan Bosco, 10
[168] Congregación para
[169] ECE 49
[170] AG 2
[171] S.S. Benedicto XVI, Homilía en la inauguración del Pontificado, 24-04-2005.
[172] DCE 15
[173] San Juan Crisóstomo, Homilías sobre san Mateo, L, 3-4: PG 58, 508-509.
[174] DI 4
[175] Ibid.
[176] DCE 16.
[177] DI 4
[178] CDSI 52.
[179] NMI 43
[180] Cf. NMI 20.
[181] Ibid. 12.
[182] Ibid. 29
[183] Cf. ChL 51.
[184] Benedicto XVI. Discurso a los miembros del Consejo Superior de las Obras Misionales Pontificias, 5 de mayo de 2007.
[185] Cf. AG 6.
[186] DP 368.
[187] DCE 28.
[188] JUAN PABLO II, Mensaje a los discapacitados, en el Angelus del 16/11/1980.
[189] EAm 27.
[190] Ibid. 67.
[191] DI 3.
[192] SD 178.
[193] NMI 49.
[194] Ibid.
[195] DI 4.
[196] TMA 51.
[197] EAm 56a.
[198] PG 67.
[199] Medellín 14, 4-11; DP 1134-1165; SD 178-181.
[200] DCE 28.31.
[201] DI 3.
[202] GS 76.
[203] PP 15
[204] DCE 25
[205] SRS 47
[206] EA 58
[207] DI 3
[208] TMA 51, SD 197
[209] “Brasil posee una estadística, de las más relevantes, en lo que se refiere a la dependencia química de drogas y estupefacientes. Y América Latina no se queda atrás. Por eso, digo a los que comercializan la droga que piensen en el mal que están provocando a una multitud de jóvenes y adultos de todos los sectores de la sociedad: Dios les va a pedir cuentas. La dignidad humana no puede ser pisoteada de esta manera. El mal provocado recibe la misma reprobación dada por Jesús a los que escandalizaban a los pequeños, los preferidos del Señor (cf. Mt 18, 7-10)” (Benedicto XVI, Discurso en
[210] cf. EMCC, 70, 71 y 86-88
[211] Benedicto XVI, Alocución en la jornada mundial del migrante y del refugiado, 2007.
[212] Juan Pablo II encuentro mundial con las familias en Río de Janeiro y Chile.
[213] DP 582
[214] DI 5
[215] cf. SCa, 83
[216] FC 77
[217] FC 84; SCa 29
[218] Cf. SC 29
[219] DI 5
[220] CCE 2416
[221] cf. CCE 2418
[222] Paulo VI. Populorum Progessio # 20 “El paso de condiciones para cada uno y para todos de vida menos humana a condiciones mas humanas.
[223] cf. GS 53
[224] Cf. Juan Pablo II, Discurso a los participantes al Congreso Mundial del Movimiento General de Acción Cultural, 16 de enero de 1982
[225] DI 1
[226] Benedicto XVI, Discurso al Cuerpo Diplomático, 8 de enero de 2007
[227] GS 22
[228] GE 1
[229] EN 45
[230] Decreto Inter Mirifica, 1
[231] Juan Pablo II, Mensaje para la 36º Día Mundial de las Comunicaciones Sociales. “Internet: un nuevo fuero para la proclamación del Evangelio”, n.2, 12 de mayo de 2002
[232] Ibid. 3
[233] RM 37
[234] Fides et Ratio, Preambulo
[235] Juan Pablo II, Carta a los artistas, 4
[236] DI 4
[237] DI 3
[238] DI 4
[239] DI 4
[240] Juan Pablo II, Audiencia General, 23.V.2007
[241] SD 15
[242] DI 12.X.1992
[243] DP 428
[244] cf. SD 245
[245] SD 243
[246] DI 4
[247] Ibid.
[248] SC, n. 89
[249] DI 1
[250] EN 80
Del mismo autor
- Industrias extractivas (minería e hidrocarburos), la problemática de los recursos naturales no renovables y la Misión de la Iglesia 04/07/2011
- Documento Conclusivo 25/06/2007
- V Conferencia: Resumen del Documento Final 30/05/2007
- Mensaje de la V Conferencia a los pueblos de América Latina y el Caribe 30/05/2007