29 años fuera del clóset: Orgullosos y en la calle

27/06/2007
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A finales de la década de los setenta, en medio de la Guerra Fría , cuando el mundo estaba dividido entre socialismo real y capitalismo, la comunidad homosexual en México sufre un cambio radical, por primera vez decide salir a las calles y darse a conocer, como grupo, ante la sociedad mexicana.

Es 2 de octubre de 1978, conmemoración de la masacre de Tlatelolco, cuando un contingente de menos de 300 personas cooperó a la feria de consignas: ¡Socialismo sin sexismo! Eran gays y lesbianas de la Coordinadora de Grupos Homosexuales, agrupación adherida a un Partido Comunista Mexicano en agonía. La demanda, más bien dirigida a los grupos de izquierda, es tomar en cuenta a la comunidad homosexual como un actor más de la lucha social y dejar atrás el prejuicio militante que veía en el homoerotismo una “desviación burguesa, incompatible con la transformación revolucionaria”.

Tan estaban decididos a dejarse ver, que el año siguiente el incipiente movimiento homosexual decide realizar su propia marcha. La fecha elegida es reflejo de la influencia internacional. Será el último jueves de junio para conmemorar a los ataques policiacos sufridos por la comunidad gay de Nueva York en junio de 1969.

En esa I Marcha por el Orgullo Homosexual en la ciudad de México los gritos del contingente son ¡Durazo, fascista, te tenemos en la lista! ¡No hay libertad política si no hay libertad sexual! ¡Sin liberación sexual no habrá liberación social! ¡Gobierno de chacales que mata homosexuales! Consignas clásicas que se repetirán año con año en una provocación que con el tiempo se hace visible y hasta tradicional. Por lo pronto, para 1982, el movimiento homosexual organizado se suma a la campaña presidencial del PRT con Rosario Ibarra de Piedra a la cabeza.

Ese “raro” virus llamado VIH/sida


La década de los ochenta marca un punto de inflexión. La visibilidad se multiplica, pero el precio en sufrimiento y estigma es muy alto. Comienza a ser reportada la aparición del síndrome de inmunodeficiencia humana (las siglas SIDA que a fuerza de uso se convirtieron en la palabra sida), que provoca que el individuo no ofrezca una respuesta inmune contra infecciones.

Desde principios de la década, en EU se comienzan a reportar enfermedades inusuales, sobre todo variedades de neumonía, no vistas anteriormente. Muchos de los casos reportados corresponden a gays de Nueva York o de California, provocando la confusión y el prejuicio de la comunidad científica —en 1981 James Curran, miembro del Centro de Control de Enfermedades de EU declara que la mejor evidencia contra el contagio es que no ha habido casos reportados en mujeres o fuera de la comunidad homosexual.

Las marchas del orgullo homosexual resienten el acoso social y las demandas traducen el sentimiento. Desde 1984 hasta la década de los noventa la proclama es ¡El sida no nos hará volver al clóset! y la demanda central se dirige a los medios, centro de la desinformación discriminadora, y al gobierno por llevar adelante políticas de “erradicar homosexuales para erradicar el sida”.

A principios de los noventa, la movilización homosexual comienza a crear organizaciones y redes de apoyo a personas viviendo con la infección y de presión política para obligar a las instituciones de salud a actuar contra el sida. El movimiento homosexual gana en simpatizantes y el lenguaje acusa los nuevos tiempos, las menciones al socialismo se abandonan y se comienza a hablar de la diversidad sexual.

Lésbico, gay, transexual, transgénero

Ni enfermos, ni criminales, simplemente homosexuales! A mitad de los noventa con el VIH/sida como escenario tristemente común, las marchas de gays y lesbianas (que ya incluyen a transexuales y transgéneros) hacen de las leyes discriminadoras el objetivo de su lucha. Piden a las autoridades eliminar del Código Penal la condición de homosexual como agravante de delitos.

El nombre de la marcha por el orgullo se modifica por el de Marcha por el Orgullo Lésbico, Gay, Bisexual y Transgénero, gritando por las calles y en el corazón de la ciudad de México, el Zócalo: ¡Lésbico, gay, transexual y genérico!, apelando así a una mayor diversidad sexual. A los gritos de batalla les corresponde un nuevo carácter en la movilización: masiva, abierta y merecedora de la cobertura del conjunto de los medios de comunicación —televisión incluida.

Los políticos, con tibieza y decisión variable, comienzan a voltear los ojos al tema. El Partido de la Revolución Democrática organiza en 1998 un Foro sobre la Diversidad Sexual , promovido por Patria Jiménez, primera diputada abiertamente lesbiana, electa en 1997.

Nuevo siglo, nuevo matrimonio


El año 2000 le da la bienvenida a un nuevo siglo y el movimiento gay sufre un nuevo giro, las marchas apelan por el derecho a la diversidad sexual pero también por la unión legal entre dos personas de un mismo sexo.

La demanda, de nuevo, posa sus ojos en el resto del mundo. Holanda, Bélgica, Canadá, Sudáfrica, España, entre otros países, van legislando, uno a uno, para dar garantías a las parejas formadas por personas homosexuales.

En México se pugna por una ley similar para la capital, la sede de las marchas del orgullo, que poco a poco se reproducen en otras ciudades del país, aun las conservadoras, como Guadalajara. Durante cinco años —de debates fallidos y de acusaciones de traición por no aprobar la propuesta de Ley de Sociedades de Convivencia— el grito de la marcha chilanga es ¡ALDF: nuestro amor no es ilegal. Legíslalo!, ¡Porque nuestros hogares existen, que la ley los reconozca!

En noviembre de 2006 se aprueba por fin la Ley de Sociedades de Convivencia en el Distrito Federal que entra en vigor en marzo de 2007. Con una centena de parejas unidas desde entonces, gays, lesbianas, bisexuales, travestis, transgénero, transexuales, intersexuales, bugas, diversos todos, se preparan para salir a las calles por vigésima novena ocasión, otra vez, el último sábado del mes.

Fuente: Agencia Notiese
http://www.notiese.org
https://www.alainet.org/es/active/18332
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