Subsidios ¿para quién?

17/07/2007
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Los que manejan el embudo son muy hábiles para tratar de confundir a los comunes mortales y pintar las cosas a su conveniencia: tal sucede con los llamados "subsidios”, antiguo recurso inventado por las sociedades para tratar de nivelar las injusticias que provocan las diferentes posibilidades de acceder a los bienes y servicios que son derechos de los seres humanos: educación, salud, nutrición, recreación, bienestar, etc.

Cuando una sociedad como la ecuatoriana ha generado la brutal injusticia de tener en su seno un 70% de pobres, de ellos, un 30% migrantes y el saldo en el límite de la miseria, ningún subsidio es suficiente para compensar o, al menos, mitigar tan tremenda e injusta desigualdad.

País de contradicciones, donde es usual ver que las aves de rapiña disparen contra las escopetas, en la "larga noche neoliberal" y desde antes, inclusive, se inventaron muchos y sucesivos subsidios que iban en beneficio de los pudientes empresarios: para que no paguen impuestos a la renta, para estimular las exportaciones, para exonerar las importaciones, para propiciar las inversiones nacionales y, con mayor sumisión, las internacionales.

Los dueños de los medios de comunicación, también beneficiarios de esos subsidios, guardaban sospechoso y sepulcral silencio y nada decían en contra de esas políticas.

Está de por medio y latente el tema maléfico y tabú del subsidio al gas de uso doméstico, cuyo intento de eliminación precipitó la caída de Abdalá Bucarám porque, inepto como era, pretendió castigar a los pobres en lugar de perseguir a los contrabandistas, ciertos industriales, a dueños de restaurantes y negocios similares, a piratas taxistas y todos los que dan mal uso a ese subsidio que debe mantenerse porque los pobres lo necesitan. En este caso específico son los corruptos sistemas de control los que distorsionan un subsidio para que permita a la clase media para abajo beneficiarse de un precio en el gas en correspondencia a la riqueza de un país petrolero.

En algún instante de la década robada por los neoliberales, se creó un llamado "bono de la pobreza", una especie de caridad, distribuida entre algunos miles de pobres, mayormente seleccionados a dedo, que en algo mitigaba la miseria imperante en las zonas marginales.

Entonces los silenciosos beneficiarios de los subsidios a la producción pusieron el grito en el cielo porque se estuviese creando un subsidio para el consumo.

Tergiversando la esencia de una antigua frase, chillaban diciendo que "al pobre no hay que regalarle pescado sino que hay que enseñarle a pescar". Bonita aseveración, sólo que la oligarquía dominante y gobernante no se interesó nunca ni en enseñarles a pescar, ni en regalarles la mitad de un pescado.

El gobierno de Correa ha duplicado el bono de la pobreza, ha implementado un subsidio para la vivienda y otro para los créditos pequeños a los campesinos pobres. Y, de paso, ha declarado a varios sectores en emergencia para poder dotarlos de recursos económicos que por los caminos burocráticos nunca van a llegar a su destino.

Claro, se ha gastado dinero, mucho dinero, en atender ésas urgentes necesidades en sectores que ya no soportan más la exclusión, la marginalidad, la miseria.

Ese dinero debía servir para que el gobierno de turno siga sumisamente pagando la deuda externa y eterna.

Razón extremadamente justificada para que los beneficiarios, gringos y cholos, de las políticas económicas anteriores, de subsidio a los ricos y de pago puntual y dadivoso de la deuda externa y eterna, hoy sean los ventrílocuos y titiriteros de la oposición.
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