Derecho al desarrollo en peligro

01/04/2002
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Ginebra.- En Monterrey, finalmente, se impuso el viejo principio liberal "Trade not aid" (comercio, no ayuda). El mensaje del polo más rico del mundo es claro: Para superar los males del Tercer Mundo, lo que se requiere es más comercio e inversión privada.

 

Lo demás (desarrollo económico, social y cultural) vendrá por añadidura. Tales argumentos volvieron a repetirse en Ginebra con ocasión del debate sobre el derecho al desarrollo llevado a cabo en la Comisión de Derechos Humanos, que inició sus trabajos el 17 de marzo y concluirá el 26 de abril de 2002.

 

Uno de los mejores defensores de la mundialización neoliberal es Canadá. "Dada la contribución indiscutible que el sistema comercial internacional aporta al desarrollo, Canadá no piensa que el sistema actual influya de manera nefasta sobre la realización del derecho al desarrollo para todos", dijo Susan Gregson, representante de este país en la ONU.

 

Contrariamente a este criterio, la delegación cubana y varios organismos de defensa de los derechos humanos expresaron que la globalización neoliberal es un fenómeno parcial que beneficia solo a una minoría. Demostraron, con cifras, datos y análisis que el derecho al desarrollo, proclamado por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1986, continúa retrocediendo y está a punto de desaparecer. "Según el Informe sobre Desarrollo Mundial 2000/2001 del Banco Mundial, de 6000 millones de habitantes de nuestro planeta, unos 2800 millones, casi la mitad, viven con menos de 2 dólares al día y 1200 millones, una quinta parte, con menos de un dólar al día. En contraste, el ingreso promedio de los 20 países más ricos del planeta es 37 veces mayor que el de las 20 naciones más pobres, relación desigual que se ha duplicado en los últimos 40 años", manifestó Jorge Ferrer Rodríguez, miembro de la delegación cubana en Naciones Unidas.

 

Tales desigualdades se producen cuando la promesa de los países desarrollados de dedicar el 0.7% de su Producto Interno Bruto a la Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD) está muy lejos de cumplirse, pese a las últimas promesas hechas por la Unión Europea.

 

Hoy la AOD llega como promedio al 0.22% del PIB. Solo cinco países de Europa cumplen o sobrepasan la meta prevista. El país más industrializado y más rico del planeta, Estados Unidos, paradójicamente tiene el más bajo índice de ayuda al desarrollo: solo el 0.11% del PIB. La Declaración del Derecho al Desarrollo de 1986 contiene algunos puntos que no son del agrado de los países industrializados y de las transnacionales.

 

 Entre otros, consagra el derecho de los pueblos a ejercer su soberanía plena y completa sobre todos sus recursos y riquezas naturales; habla de establecer un nuevo orden económico internacional; ubica una estrecha relación entre desarme y desarrollo, y plantea que los recursos liberados con las medidas de desarme deben dedicarse al desarrollo económico y social y al bienestar de todos los pueblos, y, en particular de los países en desarrollo. Estas son algunas de las razones por las que los representantes de los países ricos y los actores que empujan la globalización neoliberal (Banco Mundial, FMI y OMC) quisieran enterrar el derecho al desarrollo.

 

De hecho, este último ha sido relegado a un segundo plano y no figura en las agendas y eventos internacionales, en los que más bien se habla de "buena gobernanza", "lucha contra el terrorismo", "países emergentes", etc. Unas ochenta organizaciones civiles de todo el mundo difundieron un comunicado en la que advierten que la "Declaración sobre el Derecho al Desarrollo" se encuentra en peligro y llamaron al Grupo de Trabajo designado por la Comisión de Derechos Humanos para hacer un seguimiento del derecho al desarrollo ajustado al mandato confiado por la Comisión. "El derecho al desarrollo se ha convertido en una utopía reivindicada por la gente en las calles de Seattle, Génova, Porto Alegre o Barcelona, mientras que quienes tienen las riendas del poder a escala mundial reivindican alto y fuerte el derecho a la agresión armada, a la agresión económica y al despojo de los pueblos practicado por las grandes empresas y los bancos transnacionales con la complicidad de muchos gobiernos, tanto del Norte como del Sur", dijo Jairo Sánchez de la Asociación Americana de Juristas.

 

El Centro Europa- Tercer Mundo, CETIM, por su lado, precisó que sería hipócrita hablar de poner en marcha el derecho al desarrollo sin levantar previamente los obstáculos que impiden el desarrollo, entre ellos la deuda externa que constituye un suplicio para la mayoría de países del Sur. La única solución factible es la anulación de la deuda, acotó el CETIM.

 

Mientras el representante de la Unión Europea, el embajador español Joaquín Pérez-Villanueva y Tobar, señaló que son los Estados quienes tienen la responsabilidad principal en el derecho al desarrollo, el representante de Cuba, Jorge Ferrer Rodríguez, recordó que los esfuerzos nacionales que realizan algunos países para poner en ejecución el derecho al desarrollo se han visto afectados por un entorno económico, financiero y comercial internacional crecientemente desfavorable, que escapa a su control.

 

Ferrer agregó que las llamadas reformas estructurales de corte neoliberal que bajo distintos títulos promueven el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional desde hace muchos años, y la liberalización del comercio, en algunos sectores, aplicada por la Organización Mundial de Comercio, afectan seriamente la capacidad de los Estados para cumplir sus responsabilidades nacionales en la realización del derecho al desarrollo.

 

Finalmente, la Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos en Centroamérica (CODEHUCA) advirtió que muchas empresas transnacionales de los países desarrollados, a pesar de que gozan de exenciones y privilegios, no pagan salarios justos, y en las maquilas, sobre todo en la rama de la confección, cierran intempestivamente dejando sin trabajo a miles de trabajadores/as. "Es necesario que los países desarrollados comprendan que, cuanta más miseria haya en nuestros países, mayor cantidad de emigrantes se producirá y este fenómeno debe enfrentarse con seriedad y humanidad. No es posible mantener las relaciones Norte-Sur tan desiguales", concluyó.

 

 

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