Robo de cerebros… y de músculos
09/08/2007
- Opinión
Regresaron a Cuba Guillermo Rigondeax y Erislandy Lara, dos boxeadores del grupo que participó en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro. Vivieron una aventura que parece fantástica, pero que bien vista puede inscribirse en los permanentes intentos de robar a la Revolución Cubana lo mismo intelectuales que científicos y deportistas, maniobras algunas fracasadas, otras consumadas, pero todas con un triple propósito: exhibir la supuesta falta de libertad en la Isla, mostrar la atracción del “mundo libre” y explotar comercialmente los valores de los que se apropian.
Rigondeax y Lara desaparecieron del campamento donde estaban concentrados en la delegación cubana. La historia que refieren se antojaría insólita: encontraron en la calle a un personaje de origen cubano, quien los acompañó de compras a una tienda; les pre-sentó luego a un alemán, al parecer agente de Ahmet Olmer, dueño de la empresa Arena Box Promotions, quien los invitó a una isla donde bebieron, se hartaron de comida y se divirtieron con unas prostitutas contratadas para la ocasión. Los pugilistas sospechan que en las bebidas había alguna sustancia que aceleraba la ebriedad, pero aún así de pronto cobraron conciencia de la situación: no podían regresar al campamento porque estaban en una isla; si lo hubieran hecho, serían acreedores a una sanción y no podrían subir al cuadrilátero al día siguiente, pues al romper la rigurosa dieta de los deportistas estarían excedidos del peso antes del combate.
Como en la fábula de Pinocho, el zorro y el perro los inducían al mal camino, al que en un momento de debilidad ambos cedieron. El cubano y el agente de la empresa insistían en su ofrecimiento de llevarlos a Alemania, convertirlos en profesionales y darles opor-tunidad de ganar mucho dinero, como lo habían hecho con tres boxeadores cubanos que desertaron de una competencia en Venezuela. Olmert, el empresario alemán, declararía luego a la prensa que, en efecto, la intención era ofrecer 500 euros a cada uno para lue-go llevarlos a Europa. Los cubanos, dijo, estaban muy nerviosos y el dinero no se entre-gó. Abandonados en la isla, Rigondeaux y Lara lograron que un pescador les facilitara la comunicación con la Policía de Brasil, en cuyas instalaciones permanecieron varios días antes de ser deportados a su país. En tanto, algunos despachos de la prensa interna-cional daban cuenta de la “fuga” de dos boxeadores que huían de su país y se encontra-ban ya en Alemania. No fue así. Arrepentidos, los púgiles están ya en La Habana, donde sin duda se les aplicará una sanción por su acto de indisciplina.
El boxeo cubano ha tenido, desde siempre, altos exponentes. En un reciente artículo sobre el tema, el Presidente Fidel Castro recordó las hazañas en los encordados del le-gendario Kid Chocolate, a las que podrían agregarse las de Kid Gavilán, Mantequilla Nápoles, Ultiminio Ramos y tantos otros. El boxeo cubano brilla ahora en el amateu-rismo, como sucede con el atletismo, el beisbol y también en el arte, la ciencia y otras disciplinas, gracias a la preparación en un régimen que impulsa esos valores al margen del mercantilismo. Fidel Castro, el dirigente de la Revolución que se interesa y vibra por todo lo que a su pueblo atañe, lamentó la pérdida de dos medallas de oro que en los puños de Rigondeaux y Lara se tenía aseguradas. Apropiarse de ellos con el señuelo de los millones a ganar, minar así la firmeza de un régimen al que se acusa de amenazar al sacrosanto capitalismo, es una de las estrategias de los grandes intereses transnacionales y políticos que codician todo, hasta el talento y el vigor físico.
- Salvador del Río es periodista y escritor mexicano.
Rigondeax y Lara desaparecieron del campamento donde estaban concentrados en la delegación cubana. La historia que refieren se antojaría insólita: encontraron en la calle a un personaje de origen cubano, quien los acompañó de compras a una tienda; les pre-sentó luego a un alemán, al parecer agente de Ahmet Olmer, dueño de la empresa Arena Box Promotions, quien los invitó a una isla donde bebieron, se hartaron de comida y se divirtieron con unas prostitutas contratadas para la ocasión. Los pugilistas sospechan que en las bebidas había alguna sustancia que aceleraba la ebriedad, pero aún así de pronto cobraron conciencia de la situación: no podían regresar al campamento porque estaban en una isla; si lo hubieran hecho, serían acreedores a una sanción y no podrían subir al cuadrilátero al día siguiente, pues al romper la rigurosa dieta de los deportistas estarían excedidos del peso antes del combate.
Como en la fábula de Pinocho, el zorro y el perro los inducían al mal camino, al que en un momento de debilidad ambos cedieron. El cubano y el agente de la empresa insistían en su ofrecimiento de llevarlos a Alemania, convertirlos en profesionales y darles opor-tunidad de ganar mucho dinero, como lo habían hecho con tres boxeadores cubanos que desertaron de una competencia en Venezuela. Olmert, el empresario alemán, declararía luego a la prensa que, en efecto, la intención era ofrecer 500 euros a cada uno para lue-go llevarlos a Europa. Los cubanos, dijo, estaban muy nerviosos y el dinero no se entre-gó. Abandonados en la isla, Rigondeaux y Lara lograron que un pescador les facilitara la comunicación con la Policía de Brasil, en cuyas instalaciones permanecieron varios días antes de ser deportados a su país. En tanto, algunos despachos de la prensa interna-cional daban cuenta de la “fuga” de dos boxeadores que huían de su país y se encontra-ban ya en Alemania. No fue así. Arrepentidos, los púgiles están ya en La Habana, donde sin duda se les aplicará una sanción por su acto de indisciplina.
El boxeo cubano ha tenido, desde siempre, altos exponentes. En un reciente artículo sobre el tema, el Presidente Fidel Castro recordó las hazañas en los encordados del le-gendario Kid Chocolate, a las que podrían agregarse las de Kid Gavilán, Mantequilla Nápoles, Ultiminio Ramos y tantos otros. El boxeo cubano brilla ahora en el amateu-rismo, como sucede con el atletismo, el beisbol y también en el arte, la ciencia y otras disciplinas, gracias a la preparación en un régimen que impulsa esos valores al margen del mercantilismo. Fidel Castro, el dirigente de la Revolución que se interesa y vibra por todo lo que a su pueblo atañe, lamentó la pérdida de dos medallas de oro que en los puños de Rigondeaux y Lara se tenía aseguradas. Apropiarse de ellos con el señuelo de los millones a ganar, minar así la firmeza de un régimen al que se acusa de amenazar al sacrosanto capitalismo, es una de las estrategias de los grandes intereses transnacionales y políticos que codician todo, hasta el talento y el vigor físico.
- Salvador del Río es periodista y escritor mexicano.
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