La victoria imposible

16/08/2007
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“Todo el arte de la guerra está basado en el engaño” Así lo constató el estratega chino Sun Tzu hace veinticinco siglos, basándose en experiencias propias y ajenas.

A Sun Tzu pertenecen las siguientes máximas: Cuando seas capaz finge incapacidad. Si estás activo, finje la pasividad. Próximo, haz creer que estás lejos; si estás alejado, finge que estás cerca. Ofrece un señuelo a tu enemigo para hacerle caer en una trampa; simula el desorden y sorpréndele. Cuando se concentre, prepárate a luchar contra él. Donde sea fuerte, evítale. Irrita a su general y desoriéntale. Finge estar en inferioridad de condiciones, estimula su arrogancia. Ponle en aprietos y acósale. Si está unido, divídele. Atácale donde no esté preparado, haz una salida por donde no se lo espere.

El pensamiento militar de Mao Tse Tung que tanto se estudió en nuestras academias militares se nutre con esos principios sencillos. El comandante guerrillero Manuel Marulanda y sus compañeros se los saben de memoria. El problema es cuando las mentiras y el engaño se convierten en razones de Estado. Por ejemplo: aquí no hay guerra sino una amenaza terrorista alimentada con dineros del narcotráfico, según Alvaro Uribe, uno de los once jefes de Estado que se han enfrentado a las FARC. Lo que no obsta que, para acabar con esa amenaza terrorista, se solicite al Congreso Nacional aprobar un presupuesto de 18 billones de pesos, aproximadamente el cinco por ciento del producto bruto interno. Más aviones y helicópteros, mas armas y proyectiles, más munición de boca, más tropas, más carne de cañón, más muertos, más heridos, más inválidos de guerra, más destrucción.

Cuando el costo de la guerra era inferior en dos puntos del PIB, el economista Jorge Garay dijo: “El guerrerismo va a seguir absorbiendo, como lo ha venido haciendo desde finales de los 80, una ingente cantidad de recursos que, dedicados a lo social, hubieran permitido el cambio que no hemos tenido. En los últimos cinco años, tres puntos del PIB se han ido en aumento del gasto militar.

Ese no es un gasto productivo de ninguna manera y va en contra de la posibilidad de tener más gasto social así como de un gasto que ayude a reforzar nuestro aparato productivo” (Alternativa No. 5. Diciembre 1996).

Lo más triste es que los damnificados por la guerra no reciben ninguna atención ni reparación. Los capturados en combate no son tratados como prisioneros de guerra, sino sometidos a la justicia ordinaria. Los desplazados forzosos, despojados de sus bienes, son arrojados a las calles de las ciudades y convertidos en indigentes. Las cárceles se llenan de inocentes capturados masivamente en campos y aldeas, bajo sospecha de colaboración con la guerrilla, y allí permanecen meses y a veces años sin debido proceso. Los periodistas, maestros, juristas, sindicalistas, abogados, miembros de la oposición que tienen que huir del país, quedan, en su gran mayoría, olvidados en tierras extrañas. No hay guerra. Pero hay impuesto de guerra y, desde luego, hay presupuesto de guerra.

Carlos Gaviria, el jefe de la oposición legal, ha dicho en todos los tonos que la guerra no se puede acabar con más guerra, que hay que buscar una solución política y para eso hay que llegar a una mesa de negociaciones. Y en eso coincide con Jorge Garay, quien en la entrevista referida señala: “Creo que hay que trabajar por la paz, pero no con guerra”.

Frustrado por no lograr cumplir su anhelo de facilitar un intercambio humanitario, Alfonso López Michelsen afirmó que Uribe Vélez desdeñaba el acuerdo, porque lo consideraba un obstáculo para su pretendida victoria militar sobre las FARC. En otra ocasión, el mismo personaje, que no dejaba escapar ocasión para destilar su humor ácido, lamentó la pérdida de tiempo y de plata de quienes buscaban una victoria militar imposible.

- Reinaldo Ramírez, Periodista independiente, Manizales

Fuente: Actualidad Colombiana, Boletín Quincenal, Edición 457
http://www.actualidadcolombiana.org/

https://www.alainet.org/es/active/19134?language=en

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