Pertenencia e integración
- Opinión
Sumario: Introducción. 1. La integración en América Latina; 2. Pertenencia e integración; 3. Pertenencia y globalización; 4. Tratamiento interdisciplinario de la pertenencia; 5. La pertenencia como componente de la integración; 6 Pertenencia y cohesión social; Reflexiones finales.
Introducción
Los procesos de integración latinoamericanos le han restado particular atención a la “pertenencia” como elemento indispensable en un proceso integrativo, sin tener en cuenta la contribución que puede brindar al progreso de la integración regional. Asimismo, proporciona una barrera defensiva ante los embates negativos de la globalización/mundialización, y es un componente necesario de la cohesión social.
Precisamente el carácter subsidiario o nulo que se la ha dado a este componente ha sido una de las causas de la historia de fracasos que muestra la integración de América Latina. Este trabajo sólo pretende acercarse a nuestro objeto de estudio a través del aporte de diversos autores y de distintas disciplinas como la sociología, el derecho y la ciencia política
Nuestro análisis se realiza desde una perspectiva multidimensional, tratando de superar la visión reduccionista y economicista con la que se suele analizar la integración regional y sus componentes.
La integración en América Latina
Si bien existe un origen común en los procesos latinoamericanos que arrancan en febrero de 1960 con
Actualmente
Sin embargo, las negociaciones en
Desde la perspectiva económica y desde un punto de vista extremo se diferencian dos propuestas teóricas: la del liberalismo económico o comercialista y la direccional o estructural.
La primera sujetó la teoría de la integración a la del comercio internacional, que surgió con la escuela clásica, continuó con los neoclásicos y se proyectó al presente a través de la anglosajona –Jacob Viner, James Meade, Jean Tinbergen, entre otros–.
La propuesta direccional –André Philip, Maurice Byé– se diferencia de la anterior por predicar, por un lado, la coordinación de planes económicos a través de técnicas administrativas y, por otro, por la intervención estatal en la vida económica[1]. Esta teoría responde a una visión crítica de la teoría anterior y, es recreada por Francois Perroux y André Marchal.
En América Latina, a partir del pensamiento de Raúl Prebisch y desde una perspectiva crítica, se construyó una teoría alternativa en lo social, lo político, lo económico y las relaciones internacionales, sobre la base de la realidad de los países de la región. Esta construcción teórica, conforme a Furtado[2] se desarrolló en dos vertientes: una implicó la visión de conjunto de la estructura de la economía mundial a partir de la dicotomía entre centro y periferia, y otra que explicó el sistema de poder subyacente tras la economía mundial y la tendencia al deterioro de los términos del intercambio en los mercados mundiales. La perspectiva estructuralista latinoamericana propone una visión sistémica del mundo que permite distinguir regiones subdesarrolladas y desarrolladas con grandes desigualdades y funciones diferentes, poniendo al descubierto el carácter estratificado del sistema económico internacional. Las relaciones internacionales tratan, en consecuencia, las causas del subdesarrollo y las condiciones para su superación[3].
En 1994 la CEPAL[4] publica su tesis sobre el regionalismo abierto, entendiendo por tal al “proceso de creciente interdependencia económica a nivel regional, impulsado tanto por acuerdos preferenciales de integración como por otras políticas en un contexto de apertura y desreglamentación, con el objeto de aumentar la competitividad de los países de la región y de constituir en lo posible un cimiento para una economía internacional más abierta y transparente”, incorporándose al debate teórico latinoamericano. Se lo define como un proceso que surge de conciliar la interdependencia surgida de los acuerdos de carácter preferencial y aquella impulsada por el mercado resultante de la liberalización comercial. La integración se convierte en un complemento de las políticas aperturistas tendiente a promover una mejor inserción en la economía mundial y los actores privados pasan a formar parte de esta estrategia, con el fin de otorgar legitimidad a los procesos en un contexto de globalización, liberalización y desregulación.
Nuestro análisis se realizará desde la perspectiva estructuralista y a partir de un concepto multidimensional de la integración.[5]
2. Pertenencia e integración
El MERCOSUR,
Pa
En el MERCOSUR, entre los países que lo integran “…existe un proyecto compartido y, consecuentemente, la solidaridad se expande. Se advierten redefiniciones en la identidad y una ampliación en los dominios individuales de la pertenencia y las lealtades”.[6]
El sentimiento de pertenencia regional es una materia que, por el aporte a la estabilidad y el desarrollo de los procesos de integración, debería ser considerada con más interés y con la mayor consideración de la que demuestra la práctica de las políticas públicas. Algunos, apresuradamente y con una visión puramente economicista, podrían ningunearla, pensando que en las cuestiones económicas no tienen cabida conceptos tales como pertenencia, identidad latinoamericana, cultura, o cohesión social, obviando que ellos “preexisten, coexisten y subsisten a las personas y a los subsistemas sociales”.[7] Considera que la pertenencia a un espacio cultural común permite cambiar estructuras arcaicas y sirve de amparo ante el colonialismo de la cultura del consumismo, en consecuencia es necesaria para:
la concientización de la necesidad de integración;
el análisis y la evaluación de los factores favorables y de los obstáculos existentes para la integración; y
la promoción del desarrollo integral y de la democratización cultural, afirmada en la participación efectiva de cada persona en la creación de los bienes y los valores culturales.
Un claro ejemplo nos lo da el largo proceso de construcción de
Asimismo, la realidad se presenta con una mayor complejidad y fragmentación de los actores sociales, lo que dificulta la confluencia de aspiraciones comunes; los medios de comunicación contribuyen a la corrosión del orden simbólico lo que afecta la clara adhesión ciudadana a un marco normativo de reciprocidad y de respeto a la legalidad. Esta situación nos impone una mayor atención al tratamiento del sentido de pertenencia regional.
No se trata de impulsar un nacionalismo xenófobo y fundamentalista, se trata de reconocer la identidad, ser conscientes del destino común, de las ventajas que esto supone, y a partir de estas bases, ser abiertos y nutrirse de lo que nos es útil. Según Stanley Hoffman el nacionalismo es la ideología de ciertas elites, que afirman valores positivos con respecto a la propia nación y menos positivos con respecto a naciones extrañas. A esta función del nacionalismo, contrapone lo que el denomina “conciencia nacional”, o sea el sentimiento de los habitantes de un Estado de “pertenecer” a la comunidad de personas que viven bajo un mismo gobierno, o que desean hacerlo. La conciencia nacional abarca los sentimientos de identidad y lealtad experimentados por los miembros de una nación.[9]
El reforzamiento del sentido de pertenencia regional no sólo es importante como impulso para la participación social, la legitimación de los procesos de integración y el empuje a la economía y el comercio, sino también como una barrera de protección identitaria ante la marea arrolladora de la globalización/mundialización.
3. Pertenencia y globalización
Para Bernal Meza la globalización es más que el proceso de mundialización del capitalismo, tiene un componente ideológico desde que “lo más importante es que difunde ideas acerca del mercado; valores e ideas sobre la sociedad, la familia, el trabajo, el tiempo libre, las formas de divertimiento, las políticas ‘convenientes’ para el crecimiento y el desarrollo…” “…Transmite ideas acerca de aquello que está en su funcionalidad y los valores de un público occidental…”[10] Es un proceso direccionado, intencionalmente ideologizado.
Huntington[11] destaca la nueva naturaleza de los conflictos asegurando que dejarán de ser económicos o ideológicos, para ser culturales, entre grupos de civilizaciones diferentes. Opiniones como ésta fueron utilizadas para fundamentar la política externa de Bush. Funcionaron más como profecías de autocumplimiento, que como razonamientos fruto del análisis de un intelectual objetivo. Aun así, lo que deja en claro, es que la protección de la identidad cultural, el afianzamiento de la percepción de pertenencia a un bloque puede funcionar como un reaseguro contra augurios de este tipo de fundamentalismos. Esta es la visión que tienen los mentores de la integración estratégica.
La integración estratégica, considera que “…desde sus orígenes el MERCOSUR tiene un fuerte componente estratégico, como parte de la política liderada por Brasil, para enfrentar de forma conjunta con sus vecinos sudamericanos, las transformaciones del mundo de la posguerra fría. Ciertamente, en los años de hegemonía neoliberal, especialmente cuando Menem y Collor de Mello dirigían a Argentina y Brasil, el MERCOSUR tuvo un sesgo marcadamente comercial. Sin embargo, ni aún ese periodo el MERCOSUR constituyó sólo un bloque comercial. Ya en esos años, este proceso de integración era concebido como una respuesta estratégica a los cambios globales y hemisféricos que estaban teniendo lugar desde mediados de los años ochenta del siglo XX…” En este sentido, resalta que para Argentina el MERCOSUR también tuvo carácter estratégico al formar “parte de su estrategia de inserción competitiva de su economía en los mercados internacionales…”.[12]
Sostiene que el bloque se proponía funcionar como una herramienta de posicionamiento estratégico de los países miembros en oposición al proyecto de Washington de conformar un ambiente favorable a sus empresas transnacionales. Luego, la política de las relaciones carnales de los 90, más el giro hacia el regionalismo abierto –el cual si bien era una política impulsada por
En efecto, en junio de 1990, Estados Unidos lanzó el proyecto estratégico de
Este es el prototipo del acuerdo “mercadista”, que sólo responde a la racionalidad instrumental del capitalismo, y no pretende una integración económica institucionalmente profunda (expresada en instrumentos tales como una aduana común, una moneda única, o en políticas económicas, fiscales, monetarias y de comercio exterior convergentes) entre Estados Unidos y las naciones latinoamericanas. Tampoco se plantea una integración política creciente (compartir soberanías), ni social (creación gradual de “ciudadanías” en el espacio integrado), solamente aspira a una integración de los mercados que sea compatible con la libertad de maniobra que requiere la más poderosa potencia mundial de comienzos del siglo XXI.
Con relación al paradigma de integración latinoamericana, Briceño Ruiz sostiene que más allá de que durante más de una década dominó el neoliberalismo en cuanto a la praxis política y a avances institucionales, a través de la ventana abierta por la teoría del regionalismo abierto, la cual concibe a la integración como una herramienta útil para enfrentar la globalización y la apertura de los mercados, actualmente, y con el proyecto de
4. Tratamiento interdisciplinario de la pertenencia
El tratamiento de la pertenencia, si bien a través del abordaje de la identidad cultural, revela su importancia en cuestiones como la integración, y consecuentemente el peso de la misma en materia económica, viene desde lejos en la doctrina jurídico-económica. Ya en 1969, se destacaba la importancia de la integración cultural, reclamando su necesidad, vinculándola directamente con la integración política y social. Así se dice “…los fenómenos internacionales que no arraigan en la opinión pública a la cual se dirigen, a lo más se mantienen artificialmente, por no contar con el apoyo de los pueblos. En un proceso de integración esto determina simplemente su ineficacia.” Se considera que se establece una relación circular virtuosa, en la cual el sentimiento de pertenencia y la profundización del proceso integrativo se refuerzan mutuamente, así “…la integración permite la formación paulatina de una conciencia continental, que es el mejor antídoto contra los nacionalismos estrechos y mal entendidos”.[13]
Partimos de la definición de integración que sostuvo Errandonea, “…como el cohesionamiento estructural resultante de la densidad interaccional prevalentemente solidaria y estable entre actores conscientemente pertenecientes y multidimensionalmente participantes en el colectivo que constituyen”.[14]
Deustch[15] destaca “El tipo de sentido de comunidad importante para la integración, y por consiguiente para nuestro estudio, es más bien una cuestión de simpatías y lealtades; de sentimientos solidarios, confianza y consideración mutua; de identificación parcial en términos de ideas acerca de sí mismos y de intereses”.
Haas[16] dice: “…Integración política es el proceso por el cual los actores políticos de varios ordenamientos nacionales distintos son persuadidos a desplazar sus lealtades, expectativas y actividades políticas hacia un nuevo centro cuyas instituciones poseen o reclaman jurisdicción sobre los Estados nacionales persistentes”.
Merton[17] contribuye al desarrollo del concepto, distinguiendo entre “grupos de pertenencia” y “grupos de referencia”, en base a precisar la pertenencia real al grupo y la consideración subjetiva de perteneciente.
Smith define al grupo social como una unidad que consiste en un número plural de organismos (agentes) que tienen una percepción colectiva de su unidad y que tienen el poder de actuar, o están actuando, de un modo unitario hacia el ambiente. [18]
Schaposnik también nos habla de la pertenencia y dice: “…homogeneizar un ideal, crear un sistema de lealtades común, es una empresa propia de la integración de los pueblos…” “…debe haber coincidencia en los objetivos fundamentales…”.[19]
Galtung, al hacer una enumeración de condiciones para la integración, incluye como quinta condición el modelo de lealtad: sólo puede existir la integración si está sostenida por las partes componentes. Es el caso de los individuos dentro de una nación.[20]
Recorriendo diferentes publicaciones, vemos que la cuestión de la pertenencia es abordada de manera elíptica, generalmente, cuando se estudian cuestiones relacionadas con la identidad, ya sea cultural, social, o política.
Así, Aranda y Salinas opinan que “Mediante la política de identidades se reivindica el poder desde la especificidad cultural de un discurso que enfatiza la partencia a un grupo nacional, un clan o incluso una religión”.[21]
Peña al tratar la cuestión de la ciudadanía, establece una relación directa entre ésta y la pertenencia. Dice: “A mi juicio, las notas más destacadas del concepto de ciudadanía son participación, derechos y pertenencia. Un ciudadano es alguien que pertenece plenamente a la comunidad (no es un extranjero, ni un mero residente), que tiene en virtud de ello ciertos derechos (y los deberes correspondientes), y que de algún modo toma parte en la vida pública”. [22]
Ruiz Alonso[23] enfatiza la importancia que reviste el tema en
En el ámbito latinoamericano, Ricardo Avila[24] se cuestiona acerca de la problemática identitaria ante los embates de la globalización: “Independientemente del carácter de los mensajes e imágenes mediáticos, globales pero efímeros, ¿cómo crear identidades e imaginarios comunes para los países de América en las condiciones tan extremas de pobreza y marginación, y con el estigma de la devastación realizada por intereses transnacionales y de elites locales?”
5. La pertenencia como componente de la integración
En este apartado haremos un acercamiento a la definición de pertenencia, en un intento por dilucidar el aporte de este componente ineludible de una integración más allá de los mercados. La pertenencia, si bien es un elemento que podríamos considerar “interno” o de conciencia personal, figura entre los más importantes en un proceso de integración.
Como un acercamiento, lo podríamos definir como un sentimiento comunitario de identificación de ideales, de solidaridad mutua y de conciencia de sí mismos (en términos individuales y colectivos). O, como dice Deutsch[25] “es un perpetuo proceso dinámico de atención mutua, comunicación, percepción de necesidades y de correspondencia en el proceso de adopción de decisiones”.
Errandonea al definir lo procesos de integración, e intentar una definición operacional del mismo (distingue entre acepciones sociológicas tradicionales, definiciones accidentales o descriptivas) incluye a la pertenencia como elemento constitutivo. Sitúa en la base del fenómeno de integración a la densificación interaccional, la participación conjunta del grupo. Sostiene que la interacción debe ser prevalentemente solidaria, debe tener un carácter cooperativo. Funciona como factor cohesivo, el cemento que mantiene unida a una comunidad que en su funcionamiento normal genera tensiones conflictivas, las cuales hacen a la identidad y mantienen la dinámica vital de la sociedad.
Así llegamos a la pertenencia; el autor requiere aquí, que los “actores interactuantes y prevalentemente solidarios, sean conscientes de su memberazgo común, que exista un sentimiento de pertenencia que defina con claridad un relativamente alto grado de integración”. Es este ingrediente clave el que va a asegurar que los individuos diseminados en los lugares más remotos de la comunidad compartan algo en común, que se sientan parte de un proyecto superior a las partes que lo componen. Es esta conciencia de pertenencia comunitaria y el conocimiento del carácter integrativo de sus comportamientos (acompañada de la voluntad política de los dirigentes de los países miembros), la que impulsará de una manera segura y definitiva hacia una unión que funcione de manera sinérgica, aumentando las potencialidades individuales de sus componentes.
En la sociología, el sentimiento de pertenencia nace con las nociones de “endogrupo” y “exogrupo” que formula Sumner, aplicándolas a las sociedades globales, tratadas como unidades grupales. Este autor del análisis de sociedades “primitivas” identificó el “grupo de nos-otros” o “endogrupo”, y “grupos-de-otros” o “exogrupo”. Entre los primeros reina la “paz, derecho, gobierno, laboriosidad” y para con el exogrupo la “guerra y el pillaje.”[26] Merton contribuye al desarrollo del concepto, distinguiendo entre “grupos de pertenencia” y “grupos de referencia”, sobre la base de precisar la pertenencia real al grupo y la consideración subjetiva de perteneciente.[27]
Este sentimiento de pertenencia es el que está presente en las definiciones de integración supranacional que hacen foco en la lealtad. Un sujeto o grupo pueden tener lealtades múltiples, aunque ellas deben estar orientadas hacia aspectos distintos, no superponerse entre sí. La pertenencia y el sentimiento correspondiente a distintos colectivos compatibles, conllevan una asimetría; el otorgamiento de lealtades múltiples implica el retaceo en otro u otros. No hay procesos de integración supranacionales sin la participación en la gestión de los Estados nacionales, en este contexto es que la idea de grupo, el sentimiento de pertenencia comunitario supranacional debe ser compatible con las lealtades depositadas por los actores en sus respectivos países. Es esta eventual diferencia de “calidad” en la identificación de los sujetos, lo que lleva a Errandonea a distinguir entre “altas integraciones” y “bajas integraciones”. Concluye[28] que la “densificación interaccional prevalentemente solidaria en que consiste la integración, en ciertos grados, requiere también la conciencia de tal relacionamiento y el sentimiento de pertenencia relativamente exclusivo”. En definitiva, pertenencia es la identificación de ideales y sentimiento de destino común, lo cual amplía el espectro de lealtades, más allá de la nacional, y permite al sujeto identificarse e involucrarse, o por lo menos sentirse parte de los procesos de integración.
6. Pertenencia y cohesión social
Si bien los procesos de integración latinoamericanos aspiran a ser más que un vínculo comercial según se establece en sus propias intenciones, hay múltiples razones que provocan desencuentros, pero se destaca entre ellas el endeble asidero material de la pertenencia.
Al comparar Haas[29] la integración europea y la latinoamericana sostiene que los planificadores y dirigentes latinoamericanos no deberían desconocer que una integración exitosa, como la europea, necesita de una semejanza de sentimientos y expectativas que sea experimentada por los grupos dirigentes a las que agregamos los individuos, como ciudadanos interesados y partícipes primarios de estos procesos. Afirma que “Un proceso político que se edifica y se planea a partir de intereses pragmáticos está condenado a ser un proceso endeble, susceptible de ser invertido.” Los intereses pragmáticos no tienen el refuerzo de profundas adhesiones ideológicas o filosóficas, adolecen de la falta del “sentimiento de pertenencia”, son efímeros, y por ser sostenidos débilmente, pueden ser descartados con facilidad.
Advierte como dificultad en los procesos de integración latinoamericana, la inclinación recurrente al caudillismo de los gobernantes. En ausencia de un estadista, que pueda unir a pueblos dispares, como podrían ser Bolívar, o De Gaulle en Europa, “no queda otra alternativa si se desea integrar una región, que recurrir a procesos graduales e indirectos, al funcionalismo”.[30] Un proceso incrementalista no conducirá a una integración si los dirigentes adoptan medidas espectaculares. Cuanto más plural es la sociedad, tanto mayor es el número de los grupos que requieren satisfacción y tanto más desarticulado e incremental debe ser el proceso de adopción de decisiones. Los fundamentos sobre los cuales descansaría la adhesión política a la integración por parte de los estadistas y de las elites serían muy endebles si los intereses son principalmente económicos. Como se puede apreciar fácilmente, la descripción que hace Haas de los líderes carismáticos que pretenden hacer anuncios espectaculares y dar saltos enormes hacia la integración total, se aplica perfectamente a la realidad de la integración de nuestra región y explica en parte sus fracasos.
Una razón más por la cual la pertenencia es imprescindible: el compromiso de los actores es un impulso necesario, legitima las decisiones oficiales. La participación de los individuos y actores sociales, el goce efectivo de la ciudadanía, la identidad cultural, el desarrollo económico y la cohesión social, necesitan para su conformación de la concurrencia de este elemento.
Si bien la pertenencia tiene un carácter subjetivo compuesto por valoraciones y disposiciones, es evidente que influye y moldea las percepciones y conductas de los individuos ante una sociedad o comunidad en particular. Con su presencia, la construcción de la integración se potencia con el empuje que requieren de la comunidad, resaltando los beneficios del hecho de ser parte de un bloque regional y minimizando los sacrificios necesarios para llevar adelante el proceso, sin respaldarse únicamente en las voluntades de los gobernantes de turno.
Si consideramos un región, vemos que pueden coexistir un arraigado sentido de pertenencia nacional, micro, con una situación macro, a nivel comunitario, crítica. Este fenómeno es denominado por algunos como “polarización”. Se designa como polarizada una población, cuando grupos sociales de tamaño considerable sienten algún grado importante de identificación con miembros de su propio conjunto y distancia respecto a otros.[31]
Desde el punto de vista sociológico, la cohesión social se puede definir como el grado de consenso de los miembros de un grupo social sobre la percepción de pertenencia a un proyecto o situación común. En esta definición, al resaltar la pertenencia, se enfatiza la percepción y no los mecanismos para lograr la cohesión social[32]. El régimen de pertenencia a la sociedad, incluye también la solidaridad. Visto no sólo como un valor ético, sino también práctico, en la medida en que los individuos consideran que lo que beneficia al conjunto beneficia también a los individuos, en una dialéctica positiva, refuerzo mutuo, de mayor progreso, como reserva de identidad cultural ante el bombardeo de la poderosa industria extranjera del entretenimiento, y de protección ante el avasallamiento que puede significar la globalización/mundialización.
Aun dentro de procesos integrativos cuyos países cuenten con identidades nacionales fuertes, una ciudadanía regional bien construida, como sentido de pertenencia, se traduce también en mecanismos propios de la sociedad civil que puedan favorecer relaciones de solidaridad tanto dentro de los grupos cuanto entre los grupos; con la difusión de una cultura pluralista que permite mejorar los niveles de convivencia y comunicación, llevando la percepción de que todos los participantes del proceso obtienen ventajas, más allá de los sacrificios necesarios.
Es central el papel que juegan los derechos sociales, económicos y culturales en el sentido de pertenencia. Si estos derechos tienen un carácter universal y normativo, si la institucionalidad del bloque los promueve y garantiza, ellos confieren a las políticas de los órganos regionales, de los Estados miembros (cuando apunten a la integración), tanto un piso mínimo como una orientación progresiva. Lo cual no significa anteponer el desarrollo centrado en derechos a las opciones que privilegian la economía. Supone buscar un punto de sinergia para que el crecimiento económico tenga como marco políticas que al promover la ciudadanía regional aporten a la estabilidad política, reduciendo las diferencias, promoviendo la participación, legitimando el proceso integrativo.
La agenda de
Reflexiones finales
Enrolados en el estructuralismo desde una perspectiva multidimensional, tratamos de ampliar la visión puramente economicista con la que se suele analizar la integración regional y sus componentes.
A partir de allí definimos al sentido de pertenencia como “la identificación de ideales y sentimiento de destino común, lo cual amplía el espectro de lealtades, más allá de la nacional, y permite al sujeto identificarse e involucrarse, o por lo menos ver positivamente los procesos de integración.”
Así se estableció la relación entre el sentido de pertenencia y la cohesión social, para comprender los fracasos recurrentes de los proyectos de integración regional que no contemplan la cultura, la identidad y la pertenencia como materias centrales e influyentes en el desarrollo económico, foco de atención de esos procesos.
Ante la disparidad de los pueblos participantes no queda otra alternativa si se desea integrar una región, que recurrir, a procesos graduales e indirectos. Cuanto más plural es la sociedad, tanto mayor es el número de los grupos que requieren satisfacción y tanto más articulado e incremental debe ser el proceso de adopción de decisiones. Los fundamentos sobre los cuales descansaría la adhesión política a la integración por parte de los decisores y de los ciudadanos serían muy endebles si los intereses son principalmente económicos. Es necesaria la participación impulsada por el sentido de pertenencia y por la percepción de compartir un destino común con miras a un proyecto de largo aliento pero que incentive a sus destinatarios: los pueblos.
Podemos concluir con la aspiración de que en la puesta en práctica de procesos de integración sea la visión multidisciplinaria la que prime, dándole el lugar que merece el reforzamiento del sentido de pertenencia. Ser parte de bloques regionales es capital para una integración estratégica, y en consecuencia, las políticas públicas deben ser respaldadas por esta percepción para alcanzar sus metas y lograr una sustentabilidad en el tiempo.
En una coyuntura histórica con profundos y veloces cambios, empujados por la globalización y por el paradigma de la sociedad de la información, recrear y garantizar el sentido de pertenencia es un fin en sí mismo. El exacerbado individualismo nacional que se impone a la solidaridad colectiva regional, precipitados por la economía y la cultura mediática, debilitaría las utopías y los proyectos comunes.
La participación de los individuos y actores sociales, el goce efectivo de la ciudadanía, la identidad cultural, el desarrollo económico y la cohesión social, necesitan para su conformación de la concurrencia de la pertenencia.
- Juan Ignacio Miranda es Integrante del equipo de investigación del Instituto de Integración Latinoamericana y secretario de dicho Instituto, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Nacional de
Informe Integrar, Nº 45 – Octubre de 2007
Instituto de Integración Latinoamericana
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Universidad Nacional de
República
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[2] FURTADO, Celso, El capitalismo global, Fondo de cultura Económica, Colección popular 559, Traducción de Jorge Eduardo Navarrete, 1999, México.
[3] MELLADO Noemí B. Integración Regional. Insuficiencias de las perspectivas teóricas en Anales, año 3 nº 36, 2005 Revista de
[4] CEPAL, El regionalismo abierto en América Latina y el Caribe, Naciones Unidas, CEPAL, 13 de enero, LC/G 1801, Revista 1-P, septiembre, 1994, Santiago, Chile, p. 8.
[5] Se define a la integración como “el proceso de creación de un espacio económico, político y social por la interpenetración estructural, voluntaria y solidaria de los Estados-Parte, a partir de intereses comunes que tienen como objetivo el desarrollo...” Mellado y Gajate,“La inclusión de las regiones en el MERCOSUR”, en Aportes para
[6] RECONDO, Gregorio, El Mercosur y la cultura, en Aportes para
[7] Ibid. pág. 37.
[8] BLUM, León, citado por Eduardo Schaposnik, Teoría de la integración económica. Un modelo para la integración latinoamericana, versión preliminar, Instituto de Integración Latinoamericana,
[9] HOFFMAN, Stanley, citado por Haas, Partidos políticos y grupos de presión en la integración europea, INTAL-BID, Argentina, 1966, pp. 10-11.
[10] BERNAL MEZA Raúl, Sistema mundial y MERCOSUR. Globalización, regionalismo y políticas exteriores comparadas, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 2000.
[11] Citado por RECONDO, Gregorio, ob. cit.
[12] BRICEÑO RUIZ, José, Regionalismo estratégico e interregionalismo en las relaciones externas del MERCOSUR, Aportes para
[13] AA.VV., Derecho de la integración latinoamericana, Instituto Interamericano de Estudios Jurídicos, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1969, p. 35.
[14] ERRANDONEA, Alfredo (h), Hacia una definición operacional del concepto de integración, en Revista Argentina de Relaciones Internacionales, año 3, Nº 9, CEINAR, Buenos Aires, Argentina, 1977, p. 95.
[15] DEUTSCH, Karl W. y otros, Political Community and the North Atlantic Area, Princeton University Press, 1957, citado por ERRANDONEA, p. 92.
[16] HAAS, Ernst, ob. cit., p. 70.
[17] MERTON, Robert, Teoría y estructura social, FCE, México, 1964, citado por Errandonea ob. cit., p. 92.
[18] SMITH, citado por Errandonea, ob. cit. p. 91.
[19] SCHAPOSNIK, Eduardo, ob.cit., cap. III, p. 10.
[20] GALTUNG, Johan, Una teoría estructural de la integración, en Revista de
[21] ARANDA, Gilberto y SALINAS, Sergio, Identidad y nuevos conflictos, en Estudios Internacionales, Nº 149, año XXXVIII, abril – junio de 2005.
[22] PEÑA, Javier, citado por BERMUDO, José Manuel, Ciudadanía e inmigración en Scripta Nova Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Nº 94, agosto de 2001.
[23] RUIZ ALONSO, Felipe, Nueva identificación ciudadana, en Educación y Futuro Digital, marzo de 2006.
[24] AVILA, Ricardo, ¿Es posible una ‘identidad americana’ en el contexto de la integración económica?”, publicado por Groupe de recherche sur l\'intégration continentale, Université du Québec à Montreal -Département de science politique.
[25] DEUTSCH, Karl, citado por Errandonea, ob. cit., p. 97.
[26] SUMNER, William G., Folkways, Dover Publications, Nueva York, 1959, citado por Errandonea, ob. cit.,p. 92.
[27] MERTON, Robert, Teoría y estructura social, FCE, México, 1964, citado por Errandonea, ob. cit., p. 92.
[28] ERRANDONEA, ob. cit.., p. 92.
[29] HAAS, ob. cit., p. 24.
[30] HAAS, ob. cit., p. 24.
[31] GASPARINI, Leonardo y MOLINA, Ezequiel, Income Distribution, Institutions and Conflicts: An Exploratory Analysis for Latin America and the Caribbean, en Documento de Trabajo Nro. 41, CEDLAS,
[32] CEPAL, Cohesión social: inclusión y sentido de pertenencia en América Latina y el Caribe, Naciones Unidas 2007.
Del mismo autor
- Constitucionalidad de los derechos de exportación 02/09/2008
- Pertenencia e integración 25/09/2007
Clasificado en
Clasificado en:
Integración
- Facundo Escobar 14/01/2022
- Eduardo Paz Rada 03/01/2022
- Francisco Eduardo de Oliveira Cunha 03/01/2022
- Adalid Contreras Baspineiro 13/10/2021
- Juan J. Paz-y-Miño Cepeda 21/09/2021
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