Venezuela: Un país dividido

06/05/2002
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Hay bajo el sol un momento para todo,
y un tiempo para hacer cada cosa:
Al final ¿qué provecho saca uno de sus afanes?
Ecl, 3, 1/9

 

Hace tiempo he querido escribir algunas notas para compartir con ustedes y contribuir al espacio de debate que se ha abierto hace tiempo y se ha acentuado en los últimos días. Hemos asistido a una impresionante producción de análisis desde distintas perspectivas, sobretodo concentradas en los últimos acontecimientos políticos, así que no espero concentrarme en las descripciones de los hechos ocurridos la primera quincena de abril, considero que hay autores que han hechos mejores aportes de los podría escribir y con alguno de ellos comparto posiciones; en consecuencia me referiré a aspectos estructurales del contexto venezolano.

 

Un país dividido

 

Asistimos a la develación de un rostro de los venezolanos, profundamente segmentado, los escuálidos y las turbas, la “sociedad civil” y los Círculos Bolivarianos. En Venezuela siempre ha existido la esencia de esta división, solo que estos momentos es exteriorizada por los medios de comunicación masivos; solo existió el mito de que “en Venezuela no hay clases sociales”. Se quiso ocultar del debate público que la clase media, siempre se asumió como beneficiaria privilegiada de la democracia y sus instituciones, que la alimentó y la consolidó, después por supuesto de la clase alta (Empresarios fundamentalmente). Los sectores desfavorecidos solo se reducían en la medida que el estado de bienestar permitía el ascenso social con regularidad y contradictoriamente marginaba a otros. Esta clase media son los hijos de los obreros y obreras que han trabajado toda sus vida por un salario, y de los campesinos que ha migrado a las ciudades después del bum petrolero, son una generación reciente (de treinta años) que se olvidó de sus padres y de sus raíces, para asumirse como los más capaces y estrato superior no solo en calidad de vida sino en coeficiente intelectual, constituían la gerencia media del país, habían salido al exterior y se habían modernizado; habían hecho realidad el sueño de sus padres “que mis hijos, no vivan como viví yo”. Solo que esta democracia que los crió también atentó contra sus intereses y su manera de ver el mundo, diría Lechner “rompió con su certidumbre”.

 

Mientras tanto, cuando la democracia cada vez empezó a funcionar cada vez más para una minoría, el proceso de ascenso social se detuvo generando una ruptura del sistema político y de la legitimidad de sus instituciones (recuérdese los hechos de febrero de 1.989). Y esto se acentuó cuando se presentó un proyecto político “para las mayorías”, “para el pueblo”, este proceso lo encabeza Hugo Chávez, quien en su muy particular estilo para una minoría, no para mayoría, empezó a implementar un discurso que fue descubriendo el rostro de la verdadera Venezuela, la de no todos estamos igual, ni tenemos los mismos intereses. Y movilizó a las mayorías, y sigue movilizando a las mayorías, porque llegó a ellas con un mensaje sencillo y con una práctica diferente. Aquí justamente, sale la otra parte de el país, la clase media, que creyó en Chávez inicialmente, que apostó a él, con una concepción errada: la que ellos seguirían siendo un segmento de la población privilegiado. Hay que destacar que esta decepción, ha llevado a estos sectores a despreciarlo, a conjurarlo y a maldecirlo, no solo a él sino a los sectores a los que el sostiene representa. El recrudecimiento de la violencia del discurso para dirigirse al otro ha sido intenso y promete recrudecerse, es público y notorio el desprecio que se expresan voceros de lado y lado, y a la vez se habla de diálogo, una intención poco probable de llegar a ser realidad, si se sostiene esta situación. Asistimos a un país real, con un sector que se asume moderno y otro que no le interesa saber que es, solo se asume como pueblo y después de esto entramos en el terreno del realismo mágico, en sentido mas hermoso de esta concepción.

 

Sin Estado

 

Cuando nos referimos a Estado, nos referimos a la estructura pública capaz de viabilizar la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en este caso, no nos referimos al gobierno, aunque está claro que están muy vinculados. Tenemos un Estado que no es funcional, no me atrevo a decir que es grande (y congraciarme con la estrategia Neo- Liberal), dado que no ha sido medible; sino que no es operativo, y esto es una limitación fundamental para implementar las políticas públicas de “la revolución” y de cualquier gobierno de otra tendencia, igualmente para hacer realidad las normativas diseñadas por el ente legislativo a todos los niveles; como para impartir justicia, defender al pueblo, garantizar elecciones transparentes y moralmente vigilar el desarrollo de las acciones de cualquier ente público. Es un Estado ineficiente, que atenta contra cualquier intento de modificarlo. Esto último se expresa en el peso que tienen las prácticas de quienes lo conforman (a todos los niveles), un portero de un hospital mata gente al no dejarla pasar, una secretaria limita un sentencia en una corte de justicia, un chofer impide investigar un hecho punible por parte de un fiscal, un médico se roba los equipo de un Hospital, un Ingeniero construye un tramo de carretera por deficiencia, un gerente medio suspende el pago de la nómina. No es un asunto de máquinas, como ocurrió en la Contraloría del Estado Zulia, cuando algunos “Gerentes de nueva era”, decidieron sustituir las viejas máquinas de escribir por modernas computadoras, para mejorar el rendimiento, me cuenta un amigo que cuando hacía seguimiento, se dieron cuenta que los trabajadores estaban más horas de lo acostumbrado en las oficinas, investigaron y se dieron cuenta que las secretarias cuando terminaba la jornada de trabajo y los jefes se iban; bajaban al sótano y hacían su trabajo en las viejas máquinas de escribir. Tenemos un Estado que no es funcional y con intentos que no atinan ni remotamente para mejorarlo. Es quizás esta la dificultad de esta revolución de buenas intenciones, y de cualquier otra. Quizás se ha sido efectivo para generar lealtades políticas, pero no para que esta incida en nuestra manera de hacer las cosas.

 

Sin Partidos

 

Un país sin partidos, con parapetos novedosos, que no llegan a ser una mala imitación de Acción Democrática en sus mejores tiempos. Los partidos tradicionales des-legitimados y en una agonía interminable con leves suspiros, y un Partido de la Revolución, que no logra conciliar, ni ser interlocutor de los intereses en los espacios geográficos más pequeños. El Movimiento Quinta República da vergüenza y más vergüenza dan la mayoría de sus dirigentes, y los que medio se pueden apreciar solo son coherentes con su propia conciencia. Desvinculados a toda vista de entidades organizadas, no le rinden cuenta a nadie. Frente a esta ausencia surge el fenómeno de la llamada “Sociedad Civil”, término que teóricamente tiene un significado mucho más complejo; un grupo de ONGs y ciudadanos que se abogan el derecho (no otorgado por nadie o al menos verificable) de portavoces inequívocos de las sociedad civil, son el rostro de ellos Elías Santana, su cara más reconocida, hablando en cuanto foro aparezca de la voluntad popular, yo le diría Sr. Santana (asumiéndolo ficticiamente representante de la sociedad civil), el no asumir una postura política y disfrazarla es un acto de cobardía, y espero que esto sea extensivo para quienes hemos tenido esta debilidad en algún momento de la vida. Este grupo de personas y organizaciones algunas racistas y segregadoras, solo representan sus intereses y los de algunos de sus seguidores, sino no hubieran dado el espectáculo el 11 y días sucesivos de abril. Digo esto porque quienes hemos hecho una opción social o de cualquier otro tipo “por los pobres”, que no son otros, sino nosotros, también debemos hacer una opción política, y no solo hacerla, sino sustentarla y hacerla viable. Para mi hacer una opción política significa imaginar de manera compartida un país y sus construcción.

 

Para Terminar

 

Un país se construye conflictivamente, porque como individualidades y como colectivos vivimos con nuestra intenciones malas o buenas, y eso es un elemento para reconocer en nosotros, eso ayudaría por lo menos mirarnos en igualdad de condiciones, bien lo decía alguien: “somos iguales porque somos diferentes”. Así que nuestro proyecto siempre tendrá una contraparte diferente, un actor que piense distinto, y el arte de la política es llegar a acuerdos, saber ganar y saber perder, bien lo dice la Biblia “Todo tiene su tiempo bajo el sol”, valdría agregar que de nosotros depende que hacer con él. Para algunos de quienes escribo creo que tenemos principios claros: diversidad, democracia y una opción preferencial por los más desfavorecidos y con los más desfavorecidos, por que este país se construye con una gente sumando y otra restando. Dado que el desafió hoy es y sigue siendo supremo, la construcción de un país a partir de una Venezuela, dividida, sin Estado, sin partidos y con una élite queriendo hablar en nombre de todos y todas.

 

https://www.alainet.org/es/active/1989
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