Morazán resucitado
13/10/2007
- Opinión
El pasado domingo, 7 de octubre de 2007, el general Francisco Morazán y su lugarteniente, Vicente Villaseñor, fueron resucitados en Costa Rica, 165 años después de haber sido fusilados en el Parque Central de San José.
Tras un extraordinario y muy costoso acto de magia negra, volvieron a la vida estos dos tiranos centroamericanos que en 1842, tras sólo cinco meses de ejercer el poder de facto, le trastocaron la vida a los costarricenses de tal manera, que terminaron fusilados.
En 1842, como el domingo pasado, los tiranos fueron evocados por los sectores empresariales más reaccionarios de la sociedad costarricense. Entonces, como el pasado domingo, interfirieron intereses foráneos, impulsados por el deseo de forzar la unidad centroamericana y de tomar al pueblo de Costa Rica como mula de tiro.
Pero el día 11 de setiembre de 1842, el pueblo de Costa Rica, con Alajuela y San José al frente, inició su rebelión contra el abuso, reuniendo macanas, machetes, lanzas y unos cuantos fusiles, para poner fin a aquella arbitrariedad.
Para el 14 de setiembre, el pueblo había logrado capturar un cargamento de municiones y pólvora que Morazán había despachado a Guanacaste, y, ese mismo día, ya eran 5.000 costarricenses, entre hombres, mujeres y niños, que tendían un cerco alrededor del Cuartel General de San José, donde se encontraba el general hondureño con los 300 hombres que le quedaban, después de haber perdido otro tanto en los tres días anteriores.
¿Qué despertó tanto odio y tanta solidaridad entre el pacífico pueblo costarricense como para arriesgar la vida contra un enemigo militarmente superior?
El pueblo costarricense tenía el presentimiento de que bajo Morazán iba a perder la paz social y las leyes que le permitieron empezar a edificar una sociedad estable: los indigentes y campesinos pobres llevaban ya 22 años pudiendo reclamar como suyos pequeños pedazos de terrenos baldíos y levantar sobre esas tierras, propias, el cultivo del café, para beneficio de su familia y en armonía con los terratenientes, que finalmente también decidieron sembrar y procesar este grano.
En el resto de América Central, en cambio, los grandes terratenientes que resolvieron sembrar café, echaron a los indígenas y a los campesinos pobres de sus tierras, los convirtieron en peones y los explotaron descaradamente en la expansión del cultivo.
Por lo tanto, en setiembre de 1842, el pueblo costarricense presentía que con Morazán tenía mucho que perder y, a pesar –o, ¿a causa?- de la severa represión, prefirió levantarse y defender los valores de solidaridad y el modelo económico que recién había empezado a poner en práctica.
En setiembre de 1842, como el pasado domingo, un elevado porcentaje de mujeres encabezó la iniciativa popular, porque ellas presentían que había mucho que perder. Se sabe que las bajas entre los sublevados –entre ellas muchas mujeres- fueron bastante superiores a las 300 que Morazán había perdido en sólo tres días de lucha.
Cuando finalmente las tropas rebeldes costarricenses, al mando de Antonio "Tata" Pinto, lograron capturar a Morazán y a Villaseñor, el pueblo no dio tregua y exigió su fusilamiento. "Tata" Pinto actuó con prudencia y, antes de arriesgar la anarquía y un linchamiento, acató la voluntad popular: firmó la orden de ejecución.
El pasado domingo 7 de octubre, el espíritu del general Francisco Morazán fue resucitado.
Con engaños, terror y compra de votos, empresarios criollos neoliberales y los principales medios de comunicación lograron finalmente "convencer" al pueblo costarricense de las supuestas ventajas del proyecto neo-morazanista: a) integrarnos, a la fuerza, a América Central, b) renunciar a nuestra identidad política, económica y social, y c) adoptar las reglas de explotación –laboral y ambiental- dictadas indistintamente a toda la región por las empresas transnacionales y sus intermediarios políticos.
Recordemos que cuando Morazán ingresó a Costa Rica, lo hizo por medio de la traición y el engaño: el general Villaseñor, despachado por Braulio Carrillo al frente del ejército costarricense para detener a los invasores, desacató sus órdenes y acordó unir sus hombres a los de Morazán para luego expulsar conjuntamente a Braulio Carrillo del país.
A pesar de esta traición, conocida como el Pacto de El Jocote, la oligarquía y la mayoría del pueblo costarricenses recibieron a Morazán y Villaseñor con honores el 13 de abril; el día 15 de julio, la nueva Asamblea proclamó a Morazán Jefe de Estado y, exactamente dos meses más tarde, el 15 de setiembre de 1842, terminaron fusilados Morazán y Villaseñor, por reclamo popular.
Habrá que esperar y ver, hasta qué extremo se atreverá el Gobierno y la Asamblea Legislativa llevar esta vez la enajenación de los valores costarricenses y de su tradicional modelo económico y social.
¡Ojalá imperen la prudencia y el espíritu de solidaridad!
San José, 12 de octubre de 2007
- Ingo Niehaus Siebe es cineasta y periodista.
Tras un extraordinario y muy costoso acto de magia negra, volvieron a la vida estos dos tiranos centroamericanos que en 1842, tras sólo cinco meses de ejercer el poder de facto, le trastocaron la vida a los costarricenses de tal manera, que terminaron fusilados.
En 1842, como el domingo pasado, los tiranos fueron evocados por los sectores empresariales más reaccionarios de la sociedad costarricense. Entonces, como el pasado domingo, interfirieron intereses foráneos, impulsados por el deseo de forzar la unidad centroamericana y de tomar al pueblo de Costa Rica como mula de tiro.
Pero el día 11 de setiembre de 1842, el pueblo de Costa Rica, con Alajuela y San José al frente, inició su rebelión contra el abuso, reuniendo macanas, machetes, lanzas y unos cuantos fusiles, para poner fin a aquella arbitrariedad.
Para el 14 de setiembre, el pueblo había logrado capturar un cargamento de municiones y pólvora que Morazán había despachado a Guanacaste, y, ese mismo día, ya eran 5.000 costarricenses, entre hombres, mujeres y niños, que tendían un cerco alrededor del Cuartel General de San José, donde se encontraba el general hondureño con los 300 hombres que le quedaban, después de haber perdido otro tanto en los tres días anteriores.
¿Qué despertó tanto odio y tanta solidaridad entre el pacífico pueblo costarricense como para arriesgar la vida contra un enemigo militarmente superior?
El pueblo costarricense tenía el presentimiento de que bajo Morazán iba a perder la paz social y las leyes que le permitieron empezar a edificar una sociedad estable: los indigentes y campesinos pobres llevaban ya 22 años pudiendo reclamar como suyos pequeños pedazos de terrenos baldíos y levantar sobre esas tierras, propias, el cultivo del café, para beneficio de su familia y en armonía con los terratenientes, que finalmente también decidieron sembrar y procesar este grano.
En el resto de América Central, en cambio, los grandes terratenientes que resolvieron sembrar café, echaron a los indígenas y a los campesinos pobres de sus tierras, los convirtieron en peones y los explotaron descaradamente en la expansión del cultivo.
Por lo tanto, en setiembre de 1842, el pueblo costarricense presentía que con Morazán tenía mucho que perder y, a pesar –o, ¿a causa?- de la severa represión, prefirió levantarse y defender los valores de solidaridad y el modelo económico que recién había empezado a poner en práctica.
En setiembre de 1842, como el pasado domingo, un elevado porcentaje de mujeres encabezó la iniciativa popular, porque ellas presentían que había mucho que perder. Se sabe que las bajas entre los sublevados –entre ellas muchas mujeres- fueron bastante superiores a las 300 que Morazán había perdido en sólo tres días de lucha.
Cuando finalmente las tropas rebeldes costarricenses, al mando de Antonio "Tata" Pinto, lograron capturar a Morazán y a Villaseñor, el pueblo no dio tregua y exigió su fusilamiento. "Tata" Pinto actuó con prudencia y, antes de arriesgar la anarquía y un linchamiento, acató la voluntad popular: firmó la orden de ejecución.
El pasado domingo 7 de octubre, el espíritu del general Francisco Morazán fue resucitado.
Con engaños, terror y compra de votos, empresarios criollos neoliberales y los principales medios de comunicación lograron finalmente "convencer" al pueblo costarricense de las supuestas ventajas del proyecto neo-morazanista: a) integrarnos, a la fuerza, a América Central, b) renunciar a nuestra identidad política, económica y social, y c) adoptar las reglas de explotación –laboral y ambiental- dictadas indistintamente a toda la región por las empresas transnacionales y sus intermediarios políticos.
Recordemos que cuando Morazán ingresó a Costa Rica, lo hizo por medio de la traición y el engaño: el general Villaseñor, despachado por Braulio Carrillo al frente del ejército costarricense para detener a los invasores, desacató sus órdenes y acordó unir sus hombres a los de Morazán para luego expulsar conjuntamente a Braulio Carrillo del país.
A pesar de esta traición, conocida como el Pacto de El Jocote, la oligarquía y la mayoría del pueblo costarricenses recibieron a Morazán y Villaseñor con honores el 13 de abril; el día 15 de julio, la nueva Asamblea proclamó a Morazán Jefe de Estado y, exactamente dos meses más tarde, el 15 de setiembre de 1842, terminaron fusilados Morazán y Villaseñor, por reclamo popular.
Habrá que esperar y ver, hasta qué extremo se atreverá el Gobierno y la Asamblea Legislativa llevar esta vez la enajenación de los valores costarricenses y de su tradicional modelo económico y social.
¡Ojalá imperen la prudencia y el espíritu de solidaridad!
San José, 12 de octubre de 2007
- Ingo Niehaus Siebe es cineasta y periodista.
https://www.alainet.org/es/active/20191?language=en
Del mismo autor
- Morazán resucitado 13/10/2007