Los límites de la euforia
16/10/2007
- Opinión
Quienes celebran la aprobación para crear la provincia 24 del Ecuador, deben entender que su euforia tiene límites en un hecho evidente: “la regionalización, más allá de las percepciones de los ciudadanos comunes- y remontando lo que hasta ahora han dicho los gestores de las propuestas autonómicas- es una formula política que, como tal, interesa a ciertas élites, independientemente de sus efectos en la mejoría de los servicios. A las élites les interesan las autonomías como instancia de gobierno. Les interesa como opción electoral”, o que: “Paradójicamente, no son las masas desposeídas y excluidas, posiblemente con las excepciones de los indígenas organizados, las que reclaman urgentes procesos de descentralización: son, más bien, algunas cúpulas económicas las que pretenden feudalizar el Estado para retornar a los viejos moldes del caciquismo o al ejercicio del poder en niveles casi prepolíticos por parte de los pomposamente auto denominados ‘notables’, cabezas visibles de redes de influencia, de poder, corrupción y clientelismo en el ámbito local”, como lo sostenían en 1999, los hoy ideólogos de la derecha ecuatoriana: Fabián Corral[1] y Paco Moncayo[2].
Su euforia debe igualmente limitarse, si consideran que el apoyo de la democracia cristiana a este emprendimiento no tiene otro objetivo que entregar una “papa caliente” a la Asamblea Constituyente, puesto que éste crear nuevas provincias, propiciará la embestida de otras élites locales en el mismo propósito, con lo cual se obstaculizará el propósito de aprobar la regionalización del país, como lo anuncia Alberto Acosta y el futuro del país lo exige. Puesto que la sustentabilidad de los recursos naturales, el manejo de las cuencas hidrográficas, la necesaria integración de las tres regiones del país: Costa, Sierra y Oriente, el rompimiento de regionalismos, localismos y caciquismos, el respeto a los circuitos comerciales consolidados en el espacio nacional, por citar algunos elementos, implica un replanteo de la actual estructura político-administrativa sobre la base de regiones, como lo aconsejan innumerables estudios técnicos realizados en el país, por técnicos ecuatorianos, desde hace más de 30 años.
Desde la perspectiva ideológica la euforia debe limitarse si se considera que: “El principal elemento ontológico del neoliberalismo es que la única y última verdad de la vida social es el individuo”, y que: “El mejor ejemplo del uso y explotación del individualismo de los grupos sociales ubicados en el espacio, es la utilización aberrante del regionalismo como elemento ideológico-político para impulsar el proceso autonómico”, como lo expresáramos años ha.
La euforia igualmente debe restringirse, por el recuerdo de que el imperio, en sus afanes de dominio y control global, a través del FMI y el BM, diseña e impone políticas tendientes a debilitar los Estado Nacional, con medidas como la descentralización y las autonomías. Por lo que la construcción de cualquier resquicio a favor de individualidades sobre el todo consolida la lógica del mercado, en tanto afecta a las posibilidades de un manejo planificado de la cosa pública, en tanto robustece la política apetecida por la globalización neoliberal: la descentralización y las autonomías.
La euforia, entonces, debe limitarse al reconocimiento de los efectos que la decisión genera en contra del desmantelamiento del denominado “Plan Hong Kong”, elaborado por la élite del poder económico de Guayaquil, el cual, para su materialización, exigía dos procesos, uno económico: el desarrollo de una economía casi autárquica respecto al resto del país, y, avanzar en la propuesta política de autonomía política y administrativa. Líneas de acción en las cuales el poder económico y oligárquico de Guayaquil venía trabajando, simultáneamente, desde años atrás.
La euforia debe sólo responder, entonces, a que el poder económico de Guayaquil ha sido debilitado y derrotado en su propósito de llevar adelante el Plan Hong Kong. A que la creación de la Provincia de Santa Elena derrumba el proyecto autonómico de la oligarquía guayaquileña, que hubiese desmembrado al Estado ecuatoriano.
En consecuencia, la euforia desmedida, la celebración con fuertes abrazos y destemplados gritos -parecido al paroxismo que es propio de los triunfos revolucionarios-, de algunos diputados de izquierda, es excesiva, imprudente, demagógica, inconsecuente, puesto que envía señales equívocas. Cuanto más que no tuvieron reparo en hacerlo junto a los demócratas cristianos, de vieja y nueva cepa, desde siempre cómplices de los afanes de la oligarquía guayaquileña.
Quito 17 de Octubre del 2007.
Notas
[1] Editorialista del Diario El Comercio de la ciudad de Quito.
[2] A la fecha, Alcalde la ciudad de Quito, miembro del partido socialdemócrata denominado Izquierda Democrática.
Su euforia debe igualmente limitarse, si consideran que el apoyo de la democracia cristiana a este emprendimiento no tiene otro objetivo que entregar una “papa caliente” a la Asamblea Constituyente, puesto que éste crear nuevas provincias, propiciará la embestida de otras élites locales en el mismo propósito, con lo cual se obstaculizará el propósito de aprobar la regionalización del país, como lo anuncia Alberto Acosta y el futuro del país lo exige. Puesto que la sustentabilidad de los recursos naturales, el manejo de las cuencas hidrográficas, la necesaria integración de las tres regiones del país: Costa, Sierra y Oriente, el rompimiento de regionalismos, localismos y caciquismos, el respeto a los circuitos comerciales consolidados en el espacio nacional, por citar algunos elementos, implica un replanteo de la actual estructura político-administrativa sobre la base de regiones, como lo aconsejan innumerables estudios técnicos realizados en el país, por técnicos ecuatorianos, desde hace más de 30 años.
Desde la perspectiva ideológica la euforia debe limitarse si se considera que: “El principal elemento ontológico del neoliberalismo es que la única y última verdad de la vida social es el individuo”, y que: “El mejor ejemplo del uso y explotación del individualismo de los grupos sociales ubicados en el espacio, es la utilización aberrante del regionalismo como elemento ideológico-político para impulsar el proceso autonómico”, como lo expresáramos años ha.
La euforia igualmente debe restringirse, por el recuerdo de que el imperio, en sus afanes de dominio y control global, a través del FMI y el BM, diseña e impone políticas tendientes a debilitar los Estado Nacional, con medidas como la descentralización y las autonomías. Por lo que la construcción de cualquier resquicio a favor de individualidades sobre el todo consolida la lógica del mercado, en tanto afecta a las posibilidades de un manejo planificado de la cosa pública, en tanto robustece la política apetecida por la globalización neoliberal: la descentralización y las autonomías.
La euforia, entonces, debe limitarse al reconocimiento de los efectos que la decisión genera en contra del desmantelamiento del denominado “Plan Hong Kong”, elaborado por la élite del poder económico de Guayaquil, el cual, para su materialización, exigía dos procesos, uno económico: el desarrollo de una economía casi autárquica respecto al resto del país, y, avanzar en la propuesta política de autonomía política y administrativa. Líneas de acción en las cuales el poder económico y oligárquico de Guayaquil venía trabajando, simultáneamente, desde años atrás.
La euforia debe sólo responder, entonces, a que el poder económico de Guayaquil ha sido debilitado y derrotado en su propósito de llevar adelante el Plan Hong Kong. A que la creación de la Provincia de Santa Elena derrumba el proyecto autonómico de la oligarquía guayaquileña, que hubiese desmembrado al Estado ecuatoriano.
En consecuencia, la euforia desmedida, la celebración con fuertes abrazos y destemplados gritos -parecido al paroxismo que es propio de los triunfos revolucionarios-, de algunos diputados de izquierda, es excesiva, imprudente, demagógica, inconsecuente, puesto que envía señales equívocas. Cuanto más que no tuvieron reparo en hacerlo junto a los demócratas cristianos, de vieja y nueva cepa, desde siempre cómplices de los afanes de la oligarquía guayaquileña.
Quito 17 de Octubre del 2007.
Notas
[1] Editorialista del Diario El Comercio de la ciudad de Quito.
[2] A la fecha, Alcalde la ciudad de Quito, miembro del partido socialdemócrata denominado Izquierda Democrática.
https://www.alainet.org/es/active/20256?language=en
Del mismo autor
- ¿Dónde está la izquierda? 23/01/2018
- ¡Basta ya! de convertir a la política en un estercolero 31/10/2016
- A propósito de las declaraciones de Guillermo Lasso sobre el SENESCYT y el acceso a los centros académicos de nivel superior 03/07/2016
- La “imparcialidad” de Almagro 03/06/2016
- Acción política y verdad histórica 19/05/2016
- Lógica perversa 08/04/2016
- ¿Derrotados? 18/03/2016
- Noveleros y novedades 19/09/2015
- A propósito de las generalizaciones y sus consecuencias 23/02/2015
- ¿Dilema griego? 23/01/2015
