Elecciones, el día después
07/11/2007
- Opinión
Los elementos que llevaron al triunfo de Álvaro Colom, cinco puntos arriba de su último contrincante político, son bastante visibles. Se trata de una secuencia de errores que marcaron las últimas semanas de campaña del Partido Patriota, y decisiones acertadas en la estrategia de la UNE.
Lo que salta a la vista de todos es una descomposición en la práctica de la estrategia de Pérez Molina quien vendió por más de un año de campaña electoral la idea de que él brindaría seguridad. Ese ofrecimiento, está claro, constituyó la columna vertebral de su propuesta, pero cuatro semanas antes de las elecciones asesinaron a su amigo y principal asesor en asuntos de seguridad e inteligencia: Giovanni Pacay, una semana más tarde a su ex secretaria y al agente de la Seguridad Presidencial que provenía del antiguo y oscuro Estado Mayor Presidencial y que por decisión del mismo Pérez Molina –cuando fungió como comisionado presidencial- fue incorporado en la SAAS.
De esos tres crímenes se desprenden tres graves errores. El primero fue negar la vinculación Pacay-Pérez Molina; el segundo fue intentar ocultar la relación entre el ex agente del EMP asesinado, Valerio Castañón y el candidato militar. La siguiente equivocación fue tratar de asumir el papel de víctima cuando su campaña lo proyectaba como alguien fuerte. El resultado, dos conclusiones simples a las que pudieron llegar los votantes indecisos: 1.) Si Pérez no es capaz de cuidar a su propia gente, ¿qué pasará con el ciudadano común?, y 2.) Fue difícil creer la versión de que el crimen provenía del partido contrincante, así que en buena parte del electorado reinó la teoría de que el pleito era dentro del Patriota y eso, aunque no determina, sí afecta.
La sangre llegó al Patriota precisamente en el momento que consideramos fue el más álgido de su popularidad. En esos días prevalecía la idea de que el siguiente Gobierno sería dirigido por el militar y el oligarca. El éxito se adelantó en las filas patriotas pese a que el electorado no decidía todavía, realmente. Es posible que no se hayan percatado de los tiempos y se sintieron con el triunfo en el bolsillo, los cegó la ambición y la arrogancia. Acto seguido rechazaron cualquier invitación a foros, debates y los consideraron poco útiles para atraer más votos. Y dos de sus diputadas se vieron envueltas en un escándalo de corrupción.
Peor aún, se pelearon con la prensa. Bloquear la señal del canal de cable Guatevisión, para impedir que los ciudadanos vieran a su contrincante en un programa previsto para ambos candidatos, que el Patriota rechazó en clara soberbia, incomodó a otra parte del electorado. A ello se sumaron las amenazas que denunciaron dos periodistas del Periódico, que investigaban las fuentes de financiamiento de la campaña de Pérez Molina, y en donde supuestamente encontraron vínculos con el narcotráfico. La libertad de prensa, el tesoro más preciado de los comunicadores, estaba en riesgo. Al menos fue la lectura que ciertos generadores de opinión le dieron a los casos y, los resultados quedaron escritos: columnas, editoriales y unas cuantas noticias ya no hablaron bien del candidato Patriota. Grave a pocos días de la elección.
Además de los errores más visibles, podría pensarse en que hubo equivocaciones poco visibles. Especulando podría pensarse que los estrategas tuvieron un análisis de la situación desacertado si en éste solamente consideraron o privilegiaron la urbanidad del voto. Las decisiones tomadas a partir de las encuestas propias, también llevaron a la derrota, porque se confió demasiado en los sondeos que probablemente también se concentraron en las áreas urbanas del país. Finalmente, ni siquiera en todo el departamento central (Guatemala) ganaron a plenitud. Diez de los 17 municipios los ganó Colom.
Una descripción de los hechos también debe contemplar el otro lado de la contienda. Colom no sólo ganó por los errores de su contrincante, también por sus propios aciertos. El más claro fue reducir el peso de su adversario en la ciudad. Modificar su campaña a partir de mostrar anuncios más claros, incluso quitándolo a él como la figura principal, y privilegiando el mensaje que se quería enviar. Resulta curioso que a partir de la salida de su asesor de campaña, José Carlos Marroquín, la crecida de Colom fue constante. Haber tomado las oportunidades de debate y entrevistas que el opositor desperdició también influyó en el votante. A pesar que Colom siempre mantuvo su imagen de tranquilidad y no se le intentó cambiar la apariencia, a su lado se le puso al más controversial de los diputados: Mario Taracena, quien le puso el ingrediente que a Colom le hizo falta en la primera vuelta. Y no porque Taracena sea un estuche de monerías, sino que simplemente, grita más fuerte.
Otros factores que, creemos, contribuyeron a la victoria de la UNE, fue sin duda la solidez organizativa, trabajado durante ocho años, que permitió mantener cohesionados a sus seguidores en el interior del país, cuando en la zona urbana se le daba por perdedor al partido. Más aún, la habilidad para conducir hasta las urnas a los convencidos y a los indecisos. Hubo dinero y mucho. Eso es indiscutible en una campaña en la que ambos partidos recibieron copioso financiamiento hasta el último momento. A tal grado que ya no sabían en donde colocar la propaganda acumulada en bodegas.
El resultado fue lo bastante claro para tranquilidad de todas y todos. Antes de la media noche del domingo la fiesta era en la UNE y el trago amargo en el Patriota. Las y los guatemaltecos finalmente se inclinaron por un gobierno que de palabra puede ahora proyectar la sensación de cambio, pero la realidad del Estado podría hacerlos pensar dos veces las cosas antes de seguir ofreciendo. Habrá una socialdemocracia dice el nuevo gobernante electo. Contrariamente ya dejó bien claro que no habrá más impuestos. La cúpula empresarial le advirtió públicamente que no toque la estructura tributaria.
Plantearse posibles escenarios a medio plazo resulta bastante fácil porque sólo hay dos posibilidades reales. 1.) Conduce bien las cuotas de poder que ahora tiene en función de sus planes, ello implica hacer participes a los alcaldes que lo apoyaron y mantiene la cohesión partidaria dentro del Parlamento, así como a su equipo en el Ejecutivo, o bien 2.) Los diversos grupos que se fueron adhiriendo al proyecto inicial de la UNE, terminan confrontados por cuotas de poder y rompen el caudal de fuerza que consiguieron agrupar a su alrededor en estos últimos meses.
Las demandas inmediatas de la población están plenamente identificadas: seguridad, transparencia en el uso de los recursos y disminución real de la pobreza. Hay más, muchas más necesidades, pero con el gobierno que empezará en enero, creemos, no hay grandes expectativas.
Fuente: Incidencia Democrática (Guatemala)
http://www.i-dem.org
Lo que salta a la vista de todos es una descomposición en la práctica de la estrategia de Pérez Molina quien vendió por más de un año de campaña electoral la idea de que él brindaría seguridad. Ese ofrecimiento, está claro, constituyó la columna vertebral de su propuesta, pero cuatro semanas antes de las elecciones asesinaron a su amigo y principal asesor en asuntos de seguridad e inteligencia: Giovanni Pacay, una semana más tarde a su ex secretaria y al agente de la Seguridad Presidencial que provenía del antiguo y oscuro Estado Mayor Presidencial y que por decisión del mismo Pérez Molina –cuando fungió como comisionado presidencial- fue incorporado en la SAAS.
De esos tres crímenes se desprenden tres graves errores. El primero fue negar la vinculación Pacay-Pérez Molina; el segundo fue intentar ocultar la relación entre el ex agente del EMP asesinado, Valerio Castañón y el candidato militar. La siguiente equivocación fue tratar de asumir el papel de víctima cuando su campaña lo proyectaba como alguien fuerte. El resultado, dos conclusiones simples a las que pudieron llegar los votantes indecisos: 1.) Si Pérez no es capaz de cuidar a su propia gente, ¿qué pasará con el ciudadano común?, y 2.) Fue difícil creer la versión de que el crimen provenía del partido contrincante, así que en buena parte del electorado reinó la teoría de que el pleito era dentro del Patriota y eso, aunque no determina, sí afecta.
La sangre llegó al Patriota precisamente en el momento que consideramos fue el más álgido de su popularidad. En esos días prevalecía la idea de que el siguiente Gobierno sería dirigido por el militar y el oligarca. El éxito se adelantó en las filas patriotas pese a que el electorado no decidía todavía, realmente. Es posible que no se hayan percatado de los tiempos y se sintieron con el triunfo en el bolsillo, los cegó la ambición y la arrogancia. Acto seguido rechazaron cualquier invitación a foros, debates y los consideraron poco útiles para atraer más votos. Y dos de sus diputadas se vieron envueltas en un escándalo de corrupción.
Peor aún, se pelearon con la prensa. Bloquear la señal del canal de cable Guatevisión, para impedir que los ciudadanos vieran a su contrincante en un programa previsto para ambos candidatos, que el Patriota rechazó en clara soberbia, incomodó a otra parte del electorado. A ello se sumaron las amenazas que denunciaron dos periodistas del Periódico, que investigaban las fuentes de financiamiento de la campaña de Pérez Molina, y en donde supuestamente encontraron vínculos con el narcotráfico. La libertad de prensa, el tesoro más preciado de los comunicadores, estaba en riesgo. Al menos fue la lectura que ciertos generadores de opinión le dieron a los casos y, los resultados quedaron escritos: columnas, editoriales y unas cuantas noticias ya no hablaron bien del candidato Patriota. Grave a pocos días de la elección.
Además de los errores más visibles, podría pensarse en que hubo equivocaciones poco visibles. Especulando podría pensarse que los estrategas tuvieron un análisis de la situación desacertado si en éste solamente consideraron o privilegiaron la urbanidad del voto. Las decisiones tomadas a partir de las encuestas propias, también llevaron a la derrota, porque se confió demasiado en los sondeos que probablemente también se concentraron en las áreas urbanas del país. Finalmente, ni siquiera en todo el departamento central (Guatemala) ganaron a plenitud. Diez de los 17 municipios los ganó Colom.
Una descripción de los hechos también debe contemplar el otro lado de la contienda. Colom no sólo ganó por los errores de su contrincante, también por sus propios aciertos. El más claro fue reducir el peso de su adversario en la ciudad. Modificar su campaña a partir de mostrar anuncios más claros, incluso quitándolo a él como la figura principal, y privilegiando el mensaje que se quería enviar. Resulta curioso que a partir de la salida de su asesor de campaña, José Carlos Marroquín, la crecida de Colom fue constante. Haber tomado las oportunidades de debate y entrevistas que el opositor desperdició también influyó en el votante. A pesar que Colom siempre mantuvo su imagen de tranquilidad y no se le intentó cambiar la apariencia, a su lado se le puso al más controversial de los diputados: Mario Taracena, quien le puso el ingrediente que a Colom le hizo falta en la primera vuelta. Y no porque Taracena sea un estuche de monerías, sino que simplemente, grita más fuerte.
Otros factores que, creemos, contribuyeron a la victoria de la UNE, fue sin duda la solidez organizativa, trabajado durante ocho años, que permitió mantener cohesionados a sus seguidores en el interior del país, cuando en la zona urbana se le daba por perdedor al partido. Más aún, la habilidad para conducir hasta las urnas a los convencidos y a los indecisos. Hubo dinero y mucho. Eso es indiscutible en una campaña en la que ambos partidos recibieron copioso financiamiento hasta el último momento. A tal grado que ya no sabían en donde colocar la propaganda acumulada en bodegas.
El resultado fue lo bastante claro para tranquilidad de todas y todos. Antes de la media noche del domingo la fiesta era en la UNE y el trago amargo en el Patriota. Las y los guatemaltecos finalmente se inclinaron por un gobierno que de palabra puede ahora proyectar la sensación de cambio, pero la realidad del Estado podría hacerlos pensar dos veces las cosas antes de seguir ofreciendo. Habrá una socialdemocracia dice el nuevo gobernante electo. Contrariamente ya dejó bien claro que no habrá más impuestos. La cúpula empresarial le advirtió públicamente que no toque la estructura tributaria.
Plantearse posibles escenarios a medio plazo resulta bastante fácil porque sólo hay dos posibilidades reales. 1.) Conduce bien las cuotas de poder que ahora tiene en función de sus planes, ello implica hacer participes a los alcaldes que lo apoyaron y mantiene la cohesión partidaria dentro del Parlamento, así como a su equipo en el Ejecutivo, o bien 2.) Los diversos grupos que se fueron adhiriendo al proyecto inicial de la UNE, terminan confrontados por cuotas de poder y rompen el caudal de fuerza que consiguieron agrupar a su alrededor en estos últimos meses.
Las demandas inmediatas de la población están plenamente identificadas: seguridad, transparencia en el uso de los recursos y disminución real de la pobreza. Hay más, muchas más necesidades, pero con el gobierno que empezará en enero, creemos, no hay grandes expectativas.
Fuente: Incidencia Democrática (Guatemala)
http://www.i-dem.org
https://www.alainet.org/es/active/20546
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