¿Hacia dónde va el socialismo de Chávez?
14/12/2007
- Opinión
“La Venezuela bolivariana vive un proceso inédito de movilización social. Fue eso lo que volvió no viable los aspectos ultra-centralizadores y retrógrados del proyecto del Presidente”. Diálogo en Caracas con el sociólogo Edgardo Lander, un socialista comprometido con el futuro de la democracia.
Del largo discurso de tres horas, quedó apenas una frase. Los buenos oyentes, con experiencia y callados, inmediatamente identificaron allí la duda, la tenue señal de flaqueza, la pequeña brecha por donde se colaba el malestar oculto en las propias filas chavistas, respecto a la reforma constitucional que el presidente Hugo Chávez estaba convencido que sería aprobada, al día siguiente, mediante referendo popular. Delante de la multitud que cubría de rojo la inmensa Avenida Bolívar, en el evento de cierre de su campaña en Caracas, Chávez advirtió: “que quede bien claro: quien vote NO vota contra Chávez, vota por Bush”. Chávez sabía que allí mismo, en aquella masa compacta que constituía su base de apoyo, había mucha gente que esta vez no quería, ni iría, a decir SI al Presidente –- a pesar del chantaje político implícito en la frase.
El profesor Edgardo Lander es más que un buen oyente, con experiencia y callado. Catedrático del Departamento de Sociología de la Universidad de Venezuela y profesor del programa de pos-doctorado, dueño de una obra respetada en todo el mundo, es un intelectual profundamente comprometido en el proceso histórico de cambio que su país viene experimentando en los últimos años. Pero es también un crítico feroz de la fracasada experiencia socialista del siglo 20, que teme se repita en Venezuela. Un orden autoritario, demoledor de los ideales democráticos, que incorporó a las tendencias más negativas del modelo industrial-capitalista, con patrones de destrucción ambiental todavía más acelerados que los de la sociedad que pretendía combatir. En suma, es un socialista venezolano que votó NO. Y cree que el resultado de las urnas, en las que se rechazó la reforma constitucional con una diferencia de sólo el 1,5 %, fue lo mejor que podría haber sucedido a Venezuela y al gobierno Chávez — que, por la legislación actual, se va a extender hasta el año de 2013.
El impacto más importante de este resultado, según Lander, se dio en el propio chavismo. Comparado con el desempeño de la oposición, en las elecciones presidenciales del año pasado, el NO contabilizó 200 mil votos adicionales, y éstos no fueron sólo de quienes rechazan al Presidente. Al igual que tampoco corresponde a estos últimos la totalidad del índice del 44% de abstención. Lander insiste en resaltar que es todavía prematuro para hacer un análisis numérico más detallado, pero admite que los niveles de abstención en muchas zonas populares fueron elevados. “Son muchas las lecturas que se puede hacer de estos niveles de abstención”, dice él, “pero creo que una proporción significativa de esta falta de disposición de salir a votar por la reforma es una expresión del descontento que ella provocó. Entre asumir el NO y abstenerse, muchos prefirieron quedarse en casa”.
En las semanas anteriores a la votación del día 2, Lander produjo una extensa contribución al debate sobre la propuesta de reforma. Examinó minuciosamente cada uno de los artículos que deberían ser modificados, para concluir que no se trataba de una reforma, sino de una nueva Constitución, llena de lagunas, que debería sustituir la que en 1999 instituyó la República Bolivariana. Es decir: sólo una nueva asamblea constituyente podría, desde el punto de vista constitucional, colaborar a los cambios que Chávez consideraba indispensables en su viaje rumbo al incierto “socialismo del siglo 21”.
"Socialismo del siglo 21": en parte, nunca definido; en parte, vuelta al estatismo y a la ultra-centralización
El Presidente levantó la bandera de este vago concepto en su campaña por la reelección, en el 2006. Un cambio significativo a un discurso político que, en 1999, hablaba tan sólo de un combate sin tregua al capitalismo salvaje y bebía en la fuente de la teoría del desarrollo de Celso Furtado. Pero, como observa Lander, el nuevo discurso navegó a la deriva. Ningún paso concreto fue dado hacia un debate que ayudase a diseñar concretamente el socialismo que se pretendía construir.
“Al ser socialismo del siglo 21, sería lógico suponer que no sería el socialismo del siglo 20. ¿Pero en qué aspectos se distanciaría de él? ¿En la negación del modelo del partido único? ¿En el rechazo a una ideología oficial del Estado? ¿En alternativas al modelo mono-cultural que negaba toda la diferencia? ¿En formas de organización orientadas a no repetir la llamada democracia popular proletaria, que terminó por negar la propia democracia? ¿En un modelo no basado en la planificación burocrática centralizada? ¿En el cuestionamiento radical del productivismo de crecimiento sin límite, como se daba ayer en la Unión Soviética y se da hoy en la China? ¿Socialismo con pluralismo político, compatible con la constitución vigente?”
La reforma dejaba sin respuesta buena parte de las preguntas de Lander y aclaraba otras de forma bastante perturbadora. El artículo 136 de la reforma, por ejemplo, agregaba un poder popular (comunas, consejos comunales, consejos de obreros, campesinos, estudiantes) a la división territorial tradicional del Poder Público (municipal, estatal y nacional). Un “poder”, en verdad, sometido directamente a la lógica del Estado, alternativo, diferente de los otros poderes, que le suena al sociólogo como un contrasentido. “Organizaciones populares convertidas en consejos comunales ligados al Estado no fortalecen la autonomía”, diagnostica él. “Acaban funcionando como mecanismo de cooptación y control que viene de encima.”
En el análisis de Lander, la reforma propuesta conducía de un modo general a un modelo de socialismo estatal, teniendo como centro de poder el Presidente de la República y ampliando sus atribuciones. A él le compete establecer las líneas de un plano general estratégico de desarrollo. A él le compete la administración de las reservas internacionales y de las reservas para la economía nacional. A él están fuertemente ligadas las Fuerzas Armadas. Todos los caminos del nuevo Estado socialista venezolano llevan a Chávez. Como un superhéroe, él tiene la fuerza. “Chávez se rodea de colaboradores incapaces de responderle y de una intelectualidad cortesana”, revela el sociólogo. “Es imposible atravesar nueve años de poder sin críticas y no acabar separándose de la realidad, sin sucumbir a los males de una patología política”.
El otro lado de la moneda: inclusión social, rescate de la ciudadanía, avance de la organización popular
Pero fueron también nueve años de avances indiscutibles en la sociedad venezolana. Lander destaca cambios substanciales en el acceso a la educación y a la salud, en el rescate de la ciudadanía y en el proceso de inclusión social, en el consumo de alimentos de la población con carencias. Relaciona la escasez de productos de primera necesidad no sólo debido al claro boicot de empresarios del ramo que se oponen a Chávez, sino también a la existencia de un gran aumento de la demanda de consumo. Son avances que se chocan con problemas estructurales que la revolución bolivariana de Chávez no fue capaz de solucionar.
Hace 14 trimestres, la economía venezolana presenta los más altos índices de crecimiento de América Latina, alrededor del 10%. El Producto Interno Bruto es hoy exactamente el doble de 1998, auque la aceleración haya caído del 10,3%, en 2006, para el 7%, en 2007. Pero los lucros del gran capital permanecen intocables, estratosféricos. Los de los bancos subieron el 33% en 2006, alcanzando cerca de R$ 12,606 billones en un solo semestre. La inflación está mejor, pero no está controlada: este año va a cerrar en torno del 20%. Las políticas agrícolas son ineficientes: Lander no avizora señales de un combate efectivo a la llamada “enfermedad holandesa” que padece el país — un concepto económico que explica la relación entre la explotación de los recursos naturales y el declive de otros sectores de la economía. La producción interna está atada, casi esclavizada, a las divisas generadas por el petróleo. Venezuela no produce lo que come. Setenta por ciento del consumo de alimentos depende de las importaciones, de la lógica perversa de que comprar afuera sale más barato que sembrar, recoger y distribuir. Son problemas que la grave y contumaz ineficiencia de la gestión pública no ayuda a resolver.
Agréguese a esta mezcla una de las mayores conquistas de la sociedad venezolana en los últimos años, que es la cultura política impulsada por los procesos de organización popular. Venezuela es hoy ciertamente la nación más politizada de América del Sur. Lander evalúa que el éxito de las misiones bolivarianas no habría sido posible sin la sólida movilización de las comunidades en torno a sus propuestas. Es fácil constatar esa evaluación en las calles, en las escuelas, en los mercados y en las oficinas. El pueblo venezolano está bien informado, conoce profundamente sus derechos y alimenta un orgullo patrio que en el Brasil sólo aflora durante la Copa del Mundo.
La esperanza de que esta sociedad movilizada rechace el mesianismo, como hizo en el referendo del día 2
Esta es la mezcla que se volcó sobre las urnas el 2 de diciembre. “El resultado del referendo nos da un cuadro diferente del que los analistas políticos y el mismo Chávez, serían capaces de imaginar”, Lander concluye. “No hay un pueblo pasivo dispuesto a seguir un líder mesiánico, que dicta normas de conducta. Las urnas rebelan que, entre optar por la revolución bolivariana chavista y el fascismo-imperialismo, existen otras opciones para ser pensadas”.
A favor del futuro, Edgardo Lander resalta la comprobación de la absoluta transparencia del sistema electoral venezolano, que considera una de las más importantes conquistas para la legitimidad del proceso político en el país y acalla las voces que en cada elección sembraron la sospecha de manipulación electoral en el país. En ese cuadro, la victoria del NO puede también aislar los sectores golpistas más radicales, abriendo espacio a una oposición más democrática.
Finalmente, en el pronunciamiento de la madrugada del 3 de diciembre, se presentó frente a las cámaras de televisión un Chávez bien diferente de aquel que en la víspera de la votación amenazaba la multitud en los comicios. Reconoció que el SI tuvo 3 millones de votos menos de los que le habían sido dados en las elecciones presidenciales y que era preciso escuchar la voz del pueblo. Lander considera que ahí reside la clave del tesoro: si esto ocurre realmente y se permite la reflexión autocrítica, una nueva vida democrática puede estar en camino en el proceso de cambio en Venezuela.
Traducido por Martha Cecilia Herrera, Profesora titular Universidad Pedagógica Nacional.
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
www.vivalaciudadania.org
Del largo discurso de tres horas, quedó apenas una frase. Los buenos oyentes, con experiencia y callados, inmediatamente identificaron allí la duda, la tenue señal de flaqueza, la pequeña brecha por donde se colaba el malestar oculto en las propias filas chavistas, respecto a la reforma constitucional que el presidente Hugo Chávez estaba convencido que sería aprobada, al día siguiente, mediante referendo popular. Delante de la multitud que cubría de rojo la inmensa Avenida Bolívar, en el evento de cierre de su campaña en Caracas, Chávez advirtió: “que quede bien claro: quien vote NO vota contra Chávez, vota por Bush”. Chávez sabía que allí mismo, en aquella masa compacta que constituía su base de apoyo, había mucha gente que esta vez no quería, ni iría, a decir SI al Presidente –- a pesar del chantaje político implícito en la frase.
El profesor Edgardo Lander es más que un buen oyente, con experiencia y callado. Catedrático del Departamento de Sociología de la Universidad de Venezuela y profesor del programa de pos-doctorado, dueño de una obra respetada en todo el mundo, es un intelectual profundamente comprometido en el proceso histórico de cambio que su país viene experimentando en los últimos años. Pero es también un crítico feroz de la fracasada experiencia socialista del siglo 20, que teme se repita en Venezuela. Un orden autoritario, demoledor de los ideales democráticos, que incorporó a las tendencias más negativas del modelo industrial-capitalista, con patrones de destrucción ambiental todavía más acelerados que los de la sociedad que pretendía combatir. En suma, es un socialista venezolano que votó NO. Y cree que el resultado de las urnas, en las que se rechazó la reforma constitucional con una diferencia de sólo el 1,5 %, fue lo mejor que podría haber sucedido a Venezuela y al gobierno Chávez — que, por la legislación actual, se va a extender hasta el año de 2013.
El impacto más importante de este resultado, según Lander, se dio en el propio chavismo. Comparado con el desempeño de la oposición, en las elecciones presidenciales del año pasado, el NO contabilizó 200 mil votos adicionales, y éstos no fueron sólo de quienes rechazan al Presidente. Al igual que tampoco corresponde a estos últimos la totalidad del índice del 44% de abstención. Lander insiste en resaltar que es todavía prematuro para hacer un análisis numérico más detallado, pero admite que los niveles de abstención en muchas zonas populares fueron elevados. “Son muchas las lecturas que se puede hacer de estos niveles de abstención”, dice él, “pero creo que una proporción significativa de esta falta de disposición de salir a votar por la reforma es una expresión del descontento que ella provocó. Entre asumir el NO y abstenerse, muchos prefirieron quedarse en casa”.
En las semanas anteriores a la votación del día 2, Lander produjo una extensa contribución al debate sobre la propuesta de reforma. Examinó minuciosamente cada uno de los artículos que deberían ser modificados, para concluir que no se trataba de una reforma, sino de una nueva Constitución, llena de lagunas, que debería sustituir la que en 1999 instituyó la República Bolivariana. Es decir: sólo una nueva asamblea constituyente podría, desde el punto de vista constitucional, colaborar a los cambios que Chávez consideraba indispensables en su viaje rumbo al incierto “socialismo del siglo 21”.
"Socialismo del siglo 21": en parte, nunca definido; en parte, vuelta al estatismo y a la ultra-centralización
El Presidente levantó la bandera de este vago concepto en su campaña por la reelección, en el 2006. Un cambio significativo a un discurso político que, en 1999, hablaba tan sólo de un combate sin tregua al capitalismo salvaje y bebía en la fuente de la teoría del desarrollo de Celso Furtado. Pero, como observa Lander, el nuevo discurso navegó a la deriva. Ningún paso concreto fue dado hacia un debate que ayudase a diseñar concretamente el socialismo que se pretendía construir.
“Al ser socialismo del siglo 21, sería lógico suponer que no sería el socialismo del siglo 20. ¿Pero en qué aspectos se distanciaría de él? ¿En la negación del modelo del partido único? ¿En el rechazo a una ideología oficial del Estado? ¿En alternativas al modelo mono-cultural que negaba toda la diferencia? ¿En formas de organización orientadas a no repetir la llamada democracia popular proletaria, que terminó por negar la propia democracia? ¿En un modelo no basado en la planificación burocrática centralizada? ¿En el cuestionamiento radical del productivismo de crecimiento sin límite, como se daba ayer en la Unión Soviética y se da hoy en la China? ¿Socialismo con pluralismo político, compatible con la constitución vigente?”
La reforma dejaba sin respuesta buena parte de las preguntas de Lander y aclaraba otras de forma bastante perturbadora. El artículo 136 de la reforma, por ejemplo, agregaba un poder popular (comunas, consejos comunales, consejos de obreros, campesinos, estudiantes) a la división territorial tradicional del Poder Público (municipal, estatal y nacional). Un “poder”, en verdad, sometido directamente a la lógica del Estado, alternativo, diferente de los otros poderes, que le suena al sociólogo como un contrasentido. “Organizaciones populares convertidas en consejos comunales ligados al Estado no fortalecen la autonomía”, diagnostica él. “Acaban funcionando como mecanismo de cooptación y control que viene de encima.”
En el análisis de Lander, la reforma propuesta conducía de un modo general a un modelo de socialismo estatal, teniendo como centro de poder el Presidente de la República y ampliando sus atribuciones. A él le compete establecer las líneas de un plano general estratégico de desarrollo. A él le compete la administración de las reservas internacionales y de las reservas para la economía nacional. A él están fuertemente ligadas las Fuerzas Armadas. Todos los caminos del nuevo Estado socialista venezolano llevan a Chávez. Como un superhéroe, él tiene la fuerza. “Chávez se rodea de colaboradores incapaces de responderle y de una intelectualidad cortesana”, revela el sociólogo. “Es imposible atravesar nueve años de poder sin críticas y no acabar separándose de la realidad, sin sucumbir a los males de una patología política”.
El otro lado de la moneda: inclusión social, rescate de la ciudadanía, avance de la organización popular
Pero fueron también nueve años de avances indiscutibles en la sociedad venezolana. Lander destaca cambios substanciales en el acceso a la educación y a la salud, en el rescate de la ciudadanía y en el proceso de inclusión social, en el consumo de alimentos de la población con carencias. Relaciona la escasez de productos de primera necesidad no sólo debido al claro boicot de empresarios del ramo que se oponen a Chávez, sino también a la existencia de un gran aumento de la demanda de consumo. Son avances que se chocan con problemas estructurales que la revolución bolivariana de Chávez no fue capaz de solucionar.
Hace 14 trimestres, la economía venezolana presenta los más altos índices de crecimiento de América Latina, alrededor del 10%. El Producto Interno Bruto es hoy exactamente el doble de 1998, auque la aceleración haya caído del 10,3%, en 2006, para el 7%, en 2007. Pero los lucros del gran capital permanecen intocables, estratosféricos. Los de los bancos subieron el 33% en 2006, alcanzando cerca de R$ 12,606 billones en un solo semestre. La inflación está mejor, pero no está controlada: este año va a cerrar en torno del 20%. Las políticas agrícolas son ineficientes: Lander no avizora señales de un combate efectivo a la llamada “enfermedad holandesa” que padece el país — un concepto económico que explica la relación entre la explotación de los recursos naturales y el declive de otros sectores de la economía. La producción interna está atada, casi esclavizada, a las divisas generadas por el petróleo. Venezuela no produce lo que come. Setenta por ciento del consumo de alimentos depende de las importaciones, de la lógica perversa de que comprar afuera sale más barato que sembrar, recoger y distribuir. Son problemas que la grave y contumaz ineficiencia de la gestión pública no ayuda a resolver.
Agréguese a esta mezcla una de las mayores conquistas de la sociedad venezolana en los últimos años, que es la cultura política impulsada por los procesos de organización popular. Venezuela es hoy ciertamente la nación más politizada de América del Sur. Lander evalúa que el éxito de las misiones bolivarianas no habría sido posible sin la sólida movilización de las comunidades en torno a sus propuestas. Es fácil constatar esa evaluación en las calles, en las escuelas, en los mercados y en las oficinas. El pueblo venezolano está bien informado, conoce profundamente sus derechos y alimenta un orgullo patrio que en el Brasil sólo aflora durante la Copa del Mundo.
La esperanza de que esta sociedad movilizada rechace el mesianismo, como hizo en el referendo del día 2
Esta es la mezcla que se volcó sobre las urnas el 2 de diciembre. “El resultado del referendo nos da un cuadro diferente del que los analistas políticos y el mismo Chávez, serían capaces de imaginar”, Lander concluye. “No hay un pueblo pasivo dispuesto a seguir un líder mesiánico, que dicta normas de conducta. Las urnas rebelan que, entre optar por la revolución bolivariana chavista y el fascismo-imperialismo, existen otras opciones para ser pensadas”.
A favor del futuro, Edgardo Lander resalta la comprobación de la absoluta transparencia del sistema electoral venezolano, que considera una de las más importantes conquistas para la legitimidad del proceso político en el país y acalla las voces que en cada elección sembraron la sospecha de manipulación electoral en el país. En ese cuadro, la victoria del NO puede también aislar los sectores golpistas más radicales, abriendo espacio a una oposición más democrática.
Finalmente, en el pronunciamiento de la madrugada del 3 de diciembre, se presentó frente a las cámaras de televisión un Chávez bien diferente de aquel que en la víspera de la votación amenazaba la multitud en los comicios. Reconoció que el SI tuvo 3 millones de votos menos de los que le habían sido dados en las elecciones presidenciales y que era preciso escuchar la voz del pueblo. Lander considera que ahí reside la clave del tesoro: si esto ocurre realmente y se permite la reflexión autocrítica, una nueva vida democrática puede estar en camino en el proceso de cambio en Venezuela.
Traducido por Martha Cecilia Herrera, Profesora titular Universidad Pedagógica Nacional.
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
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