La magia de los precios

26/01/2008
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Como por arte de magia cuando precisamos por necesidad real o por obligación de la propaganda un producto cualquiera, este sube de precio o se pone escaso por unos días para aparecer de repente a un costo casi inalcanzable.

No importa que sea algo que la naturaleza regala, si es requerido por un grupo grande de seres humanos, habrá alguien que lo venda, y si este producto por necesidad ineludible tiene que ser comprado, con seguridad aparecerá con su precio elevado. Inmediatamente empiezan también las quejas, al salir de las pulperías, de las tiendas, de los mercados, de los supermercados y otros centros de comercialización de productos.

Algunos se resignan con estoicismo y regresan a sus casas silenciosos o tan indignados que ante la impotencia de hacer que haya justicia en los precios, se desahogan con cualquiera de los miembros de su familia sacando a relucir todo su estrés en la exigencia de necesidad de más trabajo y más ahorro. Con toda seguridad más de una ruptura o desintegración de familias hermosas ha comenzado por la desesperación que provocan los precios altos, fundamentalmente cuando alguno de los cónyuges ha perdido o no encuentra un empleo digno.

Hay otro asunto ligado a esto del alto costo de las cosas que necesitamos, relacionado con lo caro de la vida que todos sufrimos; y son sin duda los salarios miserables que reciben la mayoría de los obreros. Pero el asunto es más grave para los campesinos y pequeños productores agrícolas que, al igual que todos enfrentan los precios altos en tiempos de necesidad, pero también sufren los precios bajísimos que les ofrecen por sus cosechas cuando están en producción. Y que casualidad sólo les terminan de comprar sus cultivitos y en los días que les toca ir al mercado se encuentran que tienen que comprar lo mismo que produjeron a precios inalcanzables.

Algunos otros son empujados por su indignación a marcar desde sus teléfonos los números para comunicarse a los programas radiales y televisivos que dan espacio para la queja y la denuncia a manera de catarsis o desahogo colectivo. Y dicen cosas contra este contra el otro, pero también por arte de magia el día de las elecciones olvidan todos sus sufrimientos y van a votar para darle nuevamente el poder a los que por años han mantenido el estado de las cosas a favor de los verdaderamente poderosos que controlan la economía nacional y que son realmente los que, con la complicidad de los gobiernos, ponen los precios de todo siempre a su favor.

Otros aglutinados en algunas organizaciones para defender al pueblo más pobre, planifican y convocan a acciones de protesta para exigir que los precios bajen, pero que cosa más rara a estas manifestaciones en defensa de los intereses del pueblo llega muy poca gente, pareciera que todo mundo esta conforme. Y lo peor de todo el masoquismo social, las concentraciones políticas que promueven los cómplices de los que controlan la economía y los precios, repletas de gente a multitudes. Miles y miles de hondureños y hondureñas sudando, hambreando, vitoreando a los culpables de su hambre, su pobreza y su miseria.

El gobierno en todas sus esferas y poderes estatales publicitando un país maravilla, un país casi perfecto, un país que vive en permanente circo político, perfecto para el desahogo contra la clase política y para el olvido a favor de los mismos políticos que con su incapacidad y complicidad con los que controlan el mercado son los culpables de esos precios altos que sufrimos.

Es decir, los políticos de los partidos que ejercen el poder en el país son lobos cheles de la misma loma, que se tapan con el mismo sombrero siempre que les conviene. No ha podido ningún gobierno hacer funcional una política de control de precios que verdaderamente proteja a los más pobres, casi siempre las decisiones orientadas en esta perspectiva son irrespetadas o se aprueban cuando ya los precios están por la nubes y se convierten más bien en medidas de control, pero a favor de los empresarios.

Y nos preguntamos todos ¿y esto por qué? Y uno no se explica por qué aquel que tan bonito hablaba de defender a los más pobres, de ser la esperanza o de tener puño firme a favor de los desamparados no hace nada. Pues, bien sencillo, vivimos en un sistema político e ideológico que tiene como lógica la ganancia y para esto el consumo su principal medio de sustento y que se rige por la ley de la oferta y la demanda a favor de los poderosos, un sistema ideológico en el que el ser humano y sobretodo los pobres no son lo más importante, una sociedad en donde los héroes que salvan a los desamparados no salen del televisor y en donde la mentira sostiene a los que usufructúan el poder.

Un sistema diseñado para la explotación de la fuerza de trabajo. Un esquema político en el que desgraciadamente de manera perfecta las víctimas se convierten en seres conformistas con una especial capacidad de olvido de sus sufrimientos y que se divagan con el fútbol, con el televisor o embriagándose con alcohol.

Vivimos en el mundo del sálvese quien pueda, sin llegar a la comprensión de que en esta patria nuestra nos salvamos todos o no se salva nadie, ni los poderosos.
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