Sembrando violencia
13/02/2008
- Opinión
Quito
La aseveración bíblica pronosticando que la siembra de vientos provoca tempestades, se ajusta a lo que acontece hoy en Colombia, con serias repercusiones en la Nación hermana, que se pretende extender a los países vecinos, desde que la administración Bush, con la complicidad genuflexa de Uribe, busca involucrarnos en el Plan Colombia para internacionalizar un conflicto que sólo le pertenece a la Patria de Santander.
Todas las referencias histórica informan que el conflicto de guerra colombiana fue desatado por los terratenientes y gamonales, acaparadores de tierras, que utilizan la violencia para ahuyentar y asesinar a los campesinos, por manos de mercenarios y arranca su estallido social con el brutal asesinato en1948 del gran líder popular, liberal de tinte socialista, Jorge Eliécer Gaitán, que provocó el llamado “bogotazo”, rebelión desbordada de protesta ciudadana, aplastada a balazo limpio.
Se entabló la guerra de guerrillas que se irradió por varios sectores campesinos, a través de movimientos que tienen su propio y distinto origen y su propia y distinta historia: desde la extrema izquierda hasta el cristianismo de la Teología de la Liberación, representado por el asesinado sacerdote de sotana, Camilo Torres Restrepo, en 1966
Esta guerra, que ya dura 60 años, ha ido acumulando más violencia, iniquidad, crueldad, injusticia, que se traduce en millares de muertos, heridos, mutilados, desplazados, prisioneros, secuestrados.
Los últimos eventos de divulgación mediática universal, vinculados a la liberación de secuestrados, gracias a la valiente intervención del Presidente Chávez, son apenas una pequeña arista del iceberg en que intervienen las guerrillas por un lado y el Gobierno con sus Fuerzas Armadas, sus Paramilitares y su CIA por el otro, como es evidente, ningunos angelitos.
Encima, como es público y notorio, la presencia en toda la economía colombiana, del lavado de dinero producto del narcotráfico delincuencial, cuya mayor fuente de riqueza proviene de los países del Primer Mundo, que miran impasibles el envenenamiento a su propia juventud.
A raíz del asesinato en 1967, a manos de la CIA, del guerrillero heroico Ché Guevara, se produce un desaliento continental en los movimientos rebeldes insurgentes, ante la desigual correlación de fuerzas por la descarada intervención norteamericana en los asuntos internos de los estados de la región, parte de la cual es, precisamente el Plan Colombia con la acción bushista de penetrar tropas norteamericanas en Colombia al estilo Irak.
El drama es que en Colombia no se atisba hoy la posibilidad de una solución militar y no queda otra alternativa que una paz negociada, que sus promotores llevan años planteando tenga como inicio un Acuerdo Humanitario, que, a su vez, propugne un cese de fuego.
Uribe, vinculado a sus “paracos” y Bush a su CIA, contando con la manipulación de la gran prensa internacional, son herederos de los que históricamente sembraron violencia: hoy se oponen al Acuerdo Humanitario.
Sembradores de violencia, cosechadores de más guerra cruel, a quienes denuncié en mi artículo ciber anterior, como asesinos de la esperanza.
Alfredo Vera
Periodista ecuatoriano.
Ex – Ministro de Educación
La aseveración bíblica pronosticando que la siembra de vientos provoca tempestades, se ajusta a lo que acontece hoy en Colombia, con serias repercusiones en la Nación hermana, que se pretende extender a los países vecinos, desde que la administración Bush, con la complicidad genuflexa de Uribe, busca involucrarnos en el Plan Colombia para internacionalizar un conflicto que sólo le pertenece a la Patria de Santander.
Todas las referencias histórica informan que el conflicto de guerra colombiana fue desatado por los terratenientes y gamonales, acaparadores de tierras, que utilizan la violencia para ahuyentar y asesinar a los campesinos, por manos de mercenarios y arranca su estallido social con el brutal asesinato en1948 del gran líder popular, liberal de tinte socialista, Jorge Eliécer Gaitán, que provocó el llamado “bogotazo”, rebelión desbordada de protesta ciudadana, aplastada a balazo limpio.
Se entabló la guerra de guerrillas que se irradió por varios sectores campesinos, a través de movimientos que tienen su propio y distinto origen y su propia y distinta historia: desde la extrema izquierda hasta el cristianismo de la Teología de la Liberación, representado por el asesinado sacerdote de sotana, Camilo Torres Restrepo, en 1966
Esta guerra, que ya dura 60 años, ha ido acumulando más violencia, iniquidad, crueldad, injusticia, que se traduce en millares de muertos, heridos, mutilados, desplazados, prisioneros, secuestrados.
Los últimos eventos de divulgación mediática universal, vinculados a la liberación de secuestrados, gracias a la valiente intervención del Presidente Chávez, son apenas una pequeña arista del iceberg en que intervienen las guerrillas por un lado y el Gobierno con sus Fuerzas Armadas, sus Paramilitares y su CIA por el otro, como es evidente, ningunos angelitos.
Encima, como es público y notorio, la presencia en toda la economía colombiana, del lavado de dinero producto del narcotráfico delincuencial, cuya mayor fuente de riqueza proviene de los países del Primer Mundo, que miran impasibles el envenenamiento a su propia juventud.
A raíz del asesinato en 1967, a manos de la CIA, del guerrillero heroico Ché Guevara, se produce un desaliento continental en los movimientos rebeldes insurgentes, ante la desigual correlación de fuerzas por la descarada intervención norteamericana en los asuntos internos de los estados de la región, parte de la cual es, precisamente el Plan Colombia con la acción bushista de penetrar tropas norteamericanas en Colombia al estilo Irak.
El drama es que en Colombia no se atisba hoy la posibilidad de una solución militar y no queda otra alternativa que una paz negociada, que sus promotores llevan años planteando tenga como inicio un Acuerdo Humanitario, que, a su vez, propugne un cese de fuego.
Uribe, vinculado a sus “paracos” y Bush a su CIA, contando con la manipulación de la gran prensa internacional, son herederos de los que históricamente sembraron violencia: hoy se oponen al Acuerdo Humanitario.
Sembradores de violencia, cosechadores de más guerra cruel, a quienes denuncié en mi artículo ciber anterior, como asesinos de la esperanza.
Alfredo Vera
Periodista ecuatoriano.
Ex – Ministro de Educación
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