Fidel, siempre con nosotros

22/02/2008
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“Un Fidel que brilla en la montaña, un rubí, cinco franjas y una estrella”. ¿De qué otra forma sentirte?, indisolublemente unido a esa Patria Grande que aprendimos a querer con la profundidad de aquellas cosas que están en el sentimiento y la conciencia, al mismo tiempo.
Sentir la historia marcada por tu figura vigorosa, en la entrada triunfal a La Habana, con el Che y con Camilo.

Recordar la guerra contra el analfabetismo y la victoria sobre los mercenarios en Playa Girón.

Revivir tus combates contra los huracanes y la marca indeleble de la Revolución naciente en la Declaración de La Habana.

Verte haciendo patria en el corte de la caña y en la respuesta soberana y socialista ante el bloqueo que no ha podido mellar la dignidad del pueblo cubano.

Conocerte en la generosa solidaridad con los pueblos de América Latina.

Recordarte en el rescate de los pescadores, de manos de la contra y en el relato minucioso de tu participación en el “bogotazo”.

En mi conciencia, y en la de millones de hombres y mujeres de este tiempo, cada hecho histórico contó con tu acción, con tu voz, con tu contribución siempre grande y decisiva.
Vivimos la ilusión en aquellos años ’50. La ilusión de un mundo sin dictadores ni asesinos. La ilusión de una humanidad honesta y transparente. La ilusión de una sociedad de iguales. Es cierto que, en el camino, muchos desmayaron. Grandes edificaciones, construidas sobre bases forzadas, se destruyeron. La Perla del Caribe, como aprendió a cimbrarse ante los huracanes, salió airosa de ese embate y retomó las banderas de la soberanía y de la libertad.
En lo alto de la escena, siempre estuviste presente, como seguirás estando en cada combate que emprendan los pueblos por un mañana mejor.

Fue entonces que nos enseñaste la reciedumbre, como antes nos habías mostrado la voluntad, la constancia y la sensibilidad, en todas las acciones de ese incesante batallar por la felicidad del pueblo.

Conducidos por ti, hombres y mujeres de tu patria, sortearon el difícil periodo especial, en el que la escasez pudo haber sido más grave, si hubiese faltado la conducción de esa vanguardia que tú encabezas.

Pero tu pueblo no sólo estaba en la Isla. Era todo este continente con el que compartes necesidades y posibilidades.

Nos mostraste que la educación es para todos; que mientras el saber no se comparte, se marchita. Aprendimos contigo que una persona es sana, sólo cuando todos pueden serlo y que el milagro de la vista no es un negocio.

Y si todo eso y más, aprendimos viéndote desde lejos, ¡cuánto aprendieron los que te acompañaron tantos años y los que hoy están contigo!

“Me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y apreciar los peligros y los principios”. Así te decía el Che en esa extraordinaria carta que es modelo de honestidad revolucionaria. De la misma forma, Aleidita te confirmaba que el Che y sus combatientes regresaban a la Patria, treinta años después, para ponerse a tu disposición y librar nuevas batallas junto a ti. ¡De esa dimensión es el respeto, el cariño, el profundo sentimiento que has cultivado en cada uno de los hombres y de las mujeres que estuvieron y siguen a tu lado!

Tantos años contigo, de lejos y de cerca. Tantas compañeras y tantos compañeros que hicieron suya la utopía que, pese a tantos trabajos, puede construirse. Tantos fueron los que quisieron derrotar la ilusión y no pudieron. Solos, en medio del cálido Mar Caribe, hasta que comenzaron a darse los frutos; hasta que comenzó a encontrarse la luz.

Medio siglo después, los pueblos van encontrando su propia senda y las sendas van uniéndose para construir las grandes avenidas de la libertad, de la solidaridad, de la igualdad. Cada uno con sus características, con sus problemas y sus propias soluciones. Así ha sido en Venezuela y en el Brasil, en Ecuador y Uruguay, en la Argentina y en Chile. No importa que haya diferencias, las habrá siempre. Nadie reclama que cierto modelo es el correcto y los demás están equivocados. Mañana, formaremos una comunidad de naciones que buscan el objetivo real: el reencuentro consigo mismo.

Es lo que también hemos comenzado en Bolivia. Vivir bien, es el objetivo. Porque no se trata de ser cada vez más ricos, pues las riquezas de nuestras patrias deben ser para todos. Porque las mujeres y los hombres que estamos empeñados en abrir nuestro propio sendero, en este corazón sudamericano, sabemos que podemos hacerlo, porque Cuba y tú, Fidel, nos enseñaron que es posible, que un pueblo vigoroso y saludable, que un pueblo instruido y conocedor de la realidad puede salvar escollos y puede construir una patria para todos. Lo estamos haciendo con la solidaridad cubana, con el apoyo venezolano, con la ayuda brasileña y argentina, con la cooperación de los pueblos sudamericanos.

Sabemos que el camino no es llano; es un camino que iremos abriendo con paciencia y con sabiduría, venciendo obstáculos. Desde el primer momento, nos enfrentan las fuerzas retrógradas, pero aprendimos contigo que no van a vencernos, si estamos en medio de un pueblo decidido a construir su futuro. Porque podrán engañar un tiempo a todo el pueblo o podrán engañar todo el tiempo a una fracción del pueblo, pero no podrán engañar todo el tiempo a todo el pueblo.

Desde esta dimensión te admiramos siempre. Desde esta dimensión aprendimos a quererte, con la firmeza del Che, con la emoción de Camilo, con la convicción de Raúl, con la conciencia de cada uno de nosotros.
Hoy día, te agigantas más aún. Desde tus padecimientos, te yergues para decirnos: “seguimos adelante. No pueden vencernos”. Y cuando suena tu voz profunda, todas las alegrías marchitas de quienes creen que volverán a sus privilegios en la Perla del Caribe, silencian su algarabía y reprimen sus apetitos.

Porque nunca te irás, estarás presente en cada nuevo combate, en todos los momentos difíciles, en todas las victorias. Estarás con tu voz convincente, con tu acción decidida, con tu guía firme. Te quedarás con nosotros con la voluntad y el amor con el que has hecho posible que alcancemos esta dimensión, pequeña todavía, pero que abre la ruta grande que transitaremos mañana todos los pueblos. Y cada día leeremos tus reflexiones luchando a nuestro lado, compartiendo nuestras fatigas, gozando con nuestras alegrías, alentándonos para seguir adelante.

Estamos contigo, camarada. Como hasta hoy, sigue siempre con nosotros, Fidel.

- Antonio Peredo Leige es Periodista y profesor universitario boliviano. Fue director del semanario ’Aquí’ y candidato vicepresidencial del MAS en las elecciones de 2002. En la actualidad es Senador de Bolivia.
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