Partido Socialista Unido de Venezuela

Partido único o movimiento nacional latinoamericano

05/03/2008
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Si algo tiene de notable el presidente Hugo Chávez es su enorme capacidad para dialogar con su pueblo. Motivado, quizás, por la profesión de su padre –un maestro de provincia- su aparición televisiva, no sólo en Aló Presidente, sino en cualquiera de los programas de noticias y opinión de la televisión pública venezolana, traslucen el objetivo de educar políticamente a su gente, de integrarla a las grandes decisiones políticas, de sacarla de la exclusión política en que ha vivido durante el puntofijismo. Campesinos y citadinos que hasta la revolución bolivariana estaban al margen de la política, participan, se informan y hacen conocer su punto de vista gracias, entre otras cosas, a la enorme y sencilla capacidad de comunicación de su presidente, a su habilidad para hacer sencillo lo difícil.

Este artículo intentará con la misma franqueza con que se expresa Hugo Chávez presentar algunas reflexiones sobre la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela. Es una discusión que ha sido lanzada por el presidente venezolano y que, por su alcance, no puede circunscribirse tan sólo a los venezolanos, ya que la naturaleza latinoamericana de la revolución bolivariana nos convierte de inmediato en protagonistas, en sujetos de esa revolución, con mayor o menor grado de incidencia, pero con el mismo grado de compromiso.

Jefatura personal unificadora

Este es un tema que, en todo lo que he leído alrededor del proceso bolivariano, no ha sido tratado con la dedicación que se merece.

La revolución bolivariana tiene una jefatura personal en la figura del comandante Hugo Chávez. Ha asumido el papel que es típico y propio de los grandes movimientos liberadores hispanoamericanos y, en general, tercermundistas, el del caudillo, el del jefe popular -generalmente, pero no necesariamente, militar o de origen militar- que se pone a la cabeza de las grandes mayorías. El caudillo (la palabra caudillo viene del latín vulgar “capitellus”) expresa en su persona el conjunto de las aspiraciones contradictorias de los distintos sectores y clases sociales, de grupos y tendencias, muchas veces en pugna, que se enfrentan al sistema de dominación oligárquico imperialista.

El enfrentamiento nacional con el imperialismo suma a diversas clases y sectores sociales que van desde los marginados urbanos y los campesinos sin tierra a pequeños y medianos productores agrarios ahogados por los monopolios exportadores, desde los trabajadores -allí donde el proceso industrial ha logrado modernizar la estructura productiva- a importantes sectores de la burguesía nacional que encuentran en la estructura importadora un freno al desarrollo de sus actividades. Diferentes estructuras e instituciones, como las Fuerzas Armadas, sectores de la Iglesia Católica, las cámaras empresariales, los sindicatos industriales o rurales, organizaciones religiosas y partidos y movimientos políticos de distintas tradiciones ideológicas concurren al gran torrente de la revolución nacional antiimperialista. Muchos de estas corrientes y tradiciones, de estos sectores y clases sociales sostienen entre sí una pugna, un enfrentamiento, como resultado de sus intereses contradictorios. Esta pugna necesita ser subsumida y unificada en el gran movimiento revolucionario. La jefatura personal juega, entonces, el papel unificador de este mosaico político y social, se pone por encima de esas contradicciones y expresa al conjunto. Se convierte, no sólo en la resultante, sino en el eje articulador de todo el sistema oprimido por el imperialismo.

Esta conducción personal es muy difícil de institucionalizar bajo las formas tradicionales de los partidos políticos, ya que su elemento constitutivo es, por así decir, el diálogo directo entre el caudillo y su base social. El propio Chávez lo ha expresado:

“Chávez es columna central de este proyecto.
Si Chávez se debilita y cae, se viene abajo todo esto. Ellos lo saben.
Chávez no soy yo en lo individual. Chávez aquí es mucho más que una persona.
Chávez es un pueblo, es una conciencia, es una fuerza colectiva a la que le pusieron el nombre mío”.
(Transcripción de Aló Presidente No. 301, 20 de enero de 2008.)

Revolución y partido


En la perspectiva demoliberal tradicional -que ha regido en Venezuela hasta la llegada al poder de Hugo Chávez y que rige en la mayor parte de América Latina- los partidos son organizaciones políticas que expresan distintas visiones de la vida social, distintos intereses sociales, distintas perspectivas y tradiciones, y cuya finalidad es luchar electoralmente por el poder político del estado, relegando al lugar parlamentario de la oposición a los que no lo alcancen.

En la visión marxista clásica, los partidos son expresiones de distintas clases y sectores sociales. Por esta razón, sostienen, es necesario crear un partido que exprese los intereses de la clase obrera, cuyo objetivo es el socialismo y cuyo dominio será el fin de la sociedad de clases.

Desde la interpretación de Lenin del marxismo, –que abarca a stalinistas y trotskistas- el partido es una organización de revolucionarios profesionales, que actúan en nombre de la clase trabajadora, en la medida en que sostienen lo que se considera la mejor expresión de sus intereses, en el plano político e ideológico, el materialismo dialéctico.

En el caso cubano, a su vez, el partido fue un producto específico nacido de las contingencias propias de la revolución cubana. Como resultado del aislamiento de Cuba y la presión imperialista sobre el resto de los gobiernos latinoamericanos, se estructuró por la integración de la guerrilla y el movimiento político que la expresaba en un partido preexistente, completamente alineado a las necesidades políticas de la Unión Soviética. En el momento dramático en que Fidel Castro lanza su famoso, “soy, he sido y seré marxista leninista” la revolución cubana se aleja cada vez más de la experiencia popular latinoamericana, queda prisionera de la estolidez, el burocratismo y el primitivismo político soviético. El partido Comunista cubano es un partido construido después de la toma del poder por parte de la revolución y es inevitablemente tributario, política e ideológicamente, al tipo de socialismo que cayó en 1990. Sobre esto vuelvo un poco más adelante.
Antes de determinar el carácter del partido político que intentará representar los intereses y objetivos de la revolución bolivariana es fundamental contestar a la pregunta ¿en que etapa se encuentra el proceso revolucionario? ¿Se está al principio o al final de la revolución?

Si la respuesta es, como entiendo, que nos encontramos al comienzo de ese proceso, la organización que la exprese deberá ser flexible, abierta, inclusiva para los nuevos sectores que se integren y con la agilidad necesaria para los avances y retrocesos del curso revolucionario. Deberá ser, además, una organización que reconozca la conducción personal unificadora, el papel de caudillo, al que nos referimos más arriba.

¿Qué es el PSUV?

Ni bien apareció la propuesta, el propio presidente Chávez tuvo que salir a explicar que cosa no era, sin que quedase establecido o claro qué cosa era ese partido.

La unificación en una sola fuerza de todos los sectores que aportan a la revolución bolivariana no puede ser resuelta por decreto. Un partido suele ser el producto de un largo proceso de definiciones políticas, de prédica y de reclutamiento, por un lado, y de lucha por su construcción enfrentando a sus enemigos. El modelo de partido político argentino ha sido sin duda la Unión Cívica Radical, aún cuando su estado actual parezca discutir esta afirmación. Producto de una larga lucha desde el llano por la democratización del sistema político argentino en manos del grupo conservador gobernante, a quien don Hipólito Yrigoyen llamó “el Régimen falaz y descreído” y a la lucha contra el mismo, “la Causa”, el radicalismo se construyó a lo largo de varios levantamientos armados cívico-militares y la incansable intransigencia de su líder para imponer el voto secreto. Esta ha sido la razón fundamental para que, más allá de la modificación a sus banderas originales, haya podido superar los cien años de vida.

El partido Justicialista, por su parte, nunca fue un partido en ese sentido, sino un mero instrumento electoral. La vida interna del peronismo transcurría en lo que se ha llamado “el Movimiento”, es decir el sistema de dirigentes políticos, organizaciones de base, centros de estudios, organizaciones sindicales, agrupaciones estudiantiles y hasta instituciones paraestatales, que reconocían la jefatura del general Perón y de las que Perón recogía las aspiraciones populares. El propio Perón estuvo tentado, según lo ha dicho alguna vez, en denominar socialista o laborista a su partido. Renunció a ello por las implicancias que el socialismo tenía y tiene en la vida política argentina, su larga tradición antinacional, su gorilismo, su liberalismo económico y, por último, su desprecio hacia el pueblo argentino concreto. Ponerle laborista hubiera sonado, por otra parte, con una inflexión inglesa, que el nacionalizador de los ferrocarriles no estaba dispuesto a asumir.

Lo que vemos acerca del PSUV es, más bien, una especie de unificación forzada, que, no obstante, ha permitido que queden afuera otros agrupamientos para los que se piensa la creación de un Polo Patriótico, de un frente.

En lugar de lanzar la propuesta de creación de una gran Movimiento Bolivariano que interpretase cabalmente las tareas y objetivos de la revolución venezolana y que generase la posibilidad de una amplia corriente latinoamericana en ese sentido, se prefiere la creación de un partido del poder -con los riesgos que ello implica, según varias experiencias, entre ellas la cubana y la sandinista-, se le pone el adjetivo polisémico de socialista - que cubre un espectro que va desde Segolene Royal y Tony Blair hasta los grupos trotskistas, es decir no significa nada- y encima se le da un carácter exclusivamente venezolano. Todavía es válida la vieja propuesta del APRA de Víctor Raúl Haya de la Torre que fundó algo que se llamó Acción Popular Revolucionaria Americana, de la cual el partido peruano no era sino una filial local, lo cual, aunque sea en el plano simbólico, dejaba bien en las claras la magnitud de la tarea.

El presidente Chávez se sintió obligado a explicar que no se refería al socialismo del siglo XX, al que criticaba, sino al del nuevo siglo.

El problema de las palabras es que ya tienen un significado y es un trabajo estéril pretender darles otro. La utilización del nombre “socialismo” es profundamente equívoca porque remite a una experiencia histórica ajena a Latinoamérica. Los partidos socialistas europeos nunca entendieron a América Latina y la mayoría de ellos descalificaron a nuestros procesos históricos, desde Bolívar hasta los diversos movimientos populares del siglo XX. Los partidos socialistas de hoy están contra Chávez, adhieren a las tesis neoliberales y apoyan a sus transnacionales. La cuestión de nuestra liberación nacional les es profundamente extraña.

Por otra parte, poner el eje en la construcción del socialismo en un país donde la clase obrera es minoritaria, hay tan sólo 6.000 empresas y la principal actividad es la exportación de petróleo, es, por lo menos un exceso de retórica.

En el cauce de la revolución bolivariana hay un gran componente burgués, al modo de Bismarck, de Lincoln, de Perón, de Sukarno y hasta de Mao y Ho Chi Minh. En el seno de esas revoluciones, en las guerras civiles y lucha contra el extranjero que atravesaron algunas de ellas, sobrevivía, como una necesidad histórica, la revolución burguesa no realizada, las aspiraciones de los campesinos por tierra y propiedad. No se puede pretender hacer una revolución nacional sin elementos burgueses. No se puede pretender que el Ejército venezolano sea el fundamento político más importante del chavismo, sin que se manifiesten y presionen los intereses y objetivos de la burguesía, cualquiera sea la forma que adopten. Como decía el poeta peruano Leoncio Bueno: “Hay muchos buscadores de oro que pretenden encontrarlo amonedado. Pero no es así, el oro, en la naturaleza, viene mezclado con barro, con escoria, con minerales de ínfimo valor. Y es ahí donde el verdadero buscador encuentra su tesoro”.

Ahora bien, sabemos que esto es difícil de resolver porque la propuesta está muy encaminada. Pero temo que todo ello lleve a la revolución a un atolladero. La forma de salir del mismo sería, en mi opinión, el lanzamiento de un gran Polo Patriótico, integrado no sólo por partidos políticos, sino por todo tipo de organizaciones sociales y sindicales, que se convierta en el gran movimiento bolivariano al cual, al final, se subordina el PSUV.

Ello le daría a la revolución nacional, democrática y de proyección latinoamericana, que es la revolución bolivariana, el marco y el instrumento político acorde a sus necesidades y objetivos.

Buenos Aires, 7 de febrero de 2008.

- Julio Fernández Baraibar
http://fernandezbaraibar.blogspot.com
http://jfernandezbaraibar.blogspot.com

Publicado en la edición del mes de marzo de 2008 en Question Latinoamerica, Buenos Aires.

https://www.alainet.org/es/active/22654?language=es
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