Construyendo alternativas de comunicación

13/11/2007
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Pequeña radiografía de la llamada gran prensa

Los mass media brasileños nunca fueron tan poderosos como ahora.  Los avances tecnológicos y el intenso proceso de concentración y monopolización del sector en las últimas décadas, asociada a la criminal falta de control público, colocan a los media en Brasil como una peligrosa amenaza a la democracia.

Primero, porque la llamada gran media brasileña se comporta como verdadero partido de las elites en defensa de sus intereses neoliberales.  O,  como decía Antonio Gramsci, como verdadero partido del capital.  Es decir, la media asume papeles que normalmente corresponden a los partidos políticos, como por ejemplo: la construcción de la agenda pública; generación y transmisión de informaciones políticas; fiscalización de las acciones del gobierno; ejercicio de la crítica de las políticas públicas, y canalización de las demandas de la población.

Solo para que se tenga una idea, en el latifundio mediático de Brasil, en la década pasada, nueve grupos familiares controlaban el grueso de los media nativos; hoy son solo cinco.  Por otro lado, surgieron algunos grupos regionales, como la Rede Brasil Sul de Comunicação (RBS), que actúa en Río Grande do Sul y en Santa Catarina, pero que sobre todo retransmite a la red O Globo y a los principales medios del país.

Más allá de esa concentración, los media brasileños pasan por un peligroso proceso de internacionalización.  Al final del gobierno de Fernando Enrique Cardoso (FHC), en 2002, el capital extranjero fue autorizado para adquirir hasta el 30% de las acciones de las empresas periodísticas.  Eso ha sido otro agravante.

De hecho, los dueños de los media en Brasil no quieren libertad de prensa, quieren libertad de empresa.  Y cuando se trata de las relaciones entre medios de comunicación y política, lo que está en juego es la democracia.  En Brasil, los media imponen el pensamiento uniformizado, reproductor de las ideas dominantes y diseminadas a partir de los centros del capitalismo global.  Ellos imponen a la sociedad el individualismo, el consumismo y debilitan el papel del Estado, convirtiéndose en matrices ideológicas.

La lucha por la democratización de la comunicación

La actual coyuntura política, económica, social y cultural en nuestro país, ha provocado una profunda reflexión sobre la relación directa de la comunicación con la lucha por la democracia real.  Fortalecer la libertad de expresión de los movimientos populares, defender los derechos humanos, el acceso a las nuevas tecnologías y el control de los medios de difusión, son banderas que hoy se levantan con urgencia.

Todos sabemos que los oligopolios de los medios de difusión son nefastos para la construcción de una sociedad justa, democrática e igualitaria.  Todos sabemos que los medios empresariales defienden los intereses de las clases dominantes y distorsionan sistemáticamente la realidad brasileña.  Todos sabemos que los medios dominantes criminalizan a los movimientos sociales y descalifican las manifestaciones y las luchas del pueblo.  Y, por tanto, todos sabemos que la organización alternativa y popular es vital para el fortalecimiento de las luchas de los trabajadores por la real transformación.

Entonces, ese escenario plantea, cada vez más, a los movimientos sociales y partidos de la izquierda, el desafío de encarar en un nuevo plano la lucha por la democratización de los medios de comunicación y por el fortalecimiento de medios alternativos, contra-hegemónicos, de comunicación.  O sea, sin enfrentar la dictadura mediática, no habrá avances en la democracia.

Es con la concepción de que la democratización de los medios de comunicación es fundamental en la lucha por una sociedad justa e igualitaria, que el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), en consonancia con otros movimientos sociales, como la Vía Campesina, el Movimiento Consulta Popular, las pastorales sociales, crearon el periódico Brasil de Fato.

De hecho, la cuestión de la comunicación siempre estuvo presente en el MST desde los primeros momentos.  Desde las primeras ocupaciones de tierras, una de las preocupaciones fue justamente elaborar un instrumento que permita dialogar con la sociedad.  Y esa visión de comunicación -si bien no de forma sistemática, orgánica ni pensada como política-, siempre fue ganando importancia en la medida en que el movimiento iba también ganando en organización, en el transcurso del tiempo.  Eso se expresó a través de los símbolos, de la música, de la propia identidad Sin Tierra.  Ese conjunto de informaciones transmitido a la sociedad, inicialmente de forma empírica, fue adquiriendo organicidad.

A medida que el movimiento crecía y percibía que no bastaba luchar solo por un pedazo de tierra, sino que era preciso luchar para cambiar el modelo económico, la política social, etc.; para cambiar el país, también se fue clarificando la necesidad de pensar políticas y estrategias de comunicación.

Fue al final del mandato de FHC que el movimiento dio un salto en este sentido.  Fue un período donde los grandes medios de información, junto con el gobierno, impusieron un silencio absoluto sobre las luchas de los movimientos sociales.  Y cuando no podían mantener silencio, buscaron la manera de tergiversar y mentir, y sobre todo de criminalizar a los movimientos sociales.

Justamente en aquel momento (1996-97) pasamos por uno de los peores momentos desde el punto de vista de la represión (con el masacre de Carajas, donde 19 sin tierra fueron ejecutados por la policía del estado de Pará) y al mismo tiempo el cerco mediático, en el sentido de aislar al MST, que se había transformado en un chivo expiatorio para FHC.  Él decía, tanto al interior del país como para afuera, que el MST era un clavo en su zapato, porque era el único movimiento que se mantuvo en la lucha cuando otros sectores se callaron.  Entonces, llamó a media docena de dueños de los medios de información  y les dijo: el Movimiento Sin Tierra es fuerte porque ustedes le están dando espacio; hacia el futuro esto tiene que cambiar.  Y el principal semanario del país que es la revista Veja, publicó en la tapa un fotomontaje de Joao Pedro Stedile, dirigente del MST, con cara de diablo, con un revolver en la mano como James Bond, para proyectar la imagen del movimiento como la del diablo, y con el sentido de criminalizar.  La lógica era: ya que no conseguimos reducir al enemigo físicamente, vamos a doblegarlo moralmente.

Fue en este periodo que concebimos a la comunicación como estratégica.  Y es a partir de entonces que comenzamos a producir ediciones especiales del Jornal Sem Terra, de cuatro páginas, como mecanismo para romper ese cerco y dialogar con la sociedad.  Hacíamos ediciones cada dos o tres meses, con dos millones de ejemplares, que fueron distribuidos en todas las capitales, en jornadas de movilización del MST.  Asimismo, en 1997, teniendo en cuenta la importancia estratégica de la comunicación, creamos nuestra página en Internet (www.mst.org.br).  En el 96 ya estábamos familiarizados con Internet, por lo que la masacre de Carajas se difundió rápidamente a través del mundo, gracias a nuestra agilidad con tal recurso.

Desde aquel momento, comenzamos a organizar nuestra comunicación.  Fortalecimos nuestras instancias internas de comunicación, con la formación de nuestros comunicadores populares, y comenzamos a pensar estratégicamente cómo actuar interna y también externamente, cómo dialogar con la sociedad, y estas ediciones especiales dieron resultados extremamente positivos porque rompimos ese cerco.

Pero solo eso no bastaba, teníamos noción de que precisábamos de un periódico.  Como el MST era el movimiento más activo y con capacidad de aglutinación en el país, sistemáticamente otros sectores le reclamaban en ese sentido de crear un periódico que permita aglutinar a toda la izquierda, para hacer un contrapunto a los llamados grandes medios nacionales.  Esta idea fue madurando, y en el 2002 pasamos a darle forma a la concepción de un periódico político nacional que fuese vendido en quioscos.  En enero 2003, se hace el lanzamiento.

El gran salto del Movimiento Sin Tierra fue comprender que era preciso romper también este latifundio.   Superamos esa visión de hacer tan solo el Jornal Sem Terra, que es un periódico interno de la organización.  Era preciso crear un vehículo que ayudase a elevar el nivel de compromiso y conciencia del pueblo brasileño, que dé visibilidad al Brasil sistemáticamente omitido por los grandes medios, o que cuando no es omitido, es tratado de manera desfigurada.

Nos propusimos editar un periódico político, de circulación nacional, para contribuir al debate de ideas y al análisis de los hechos, desde el punto de vista de la necesidad de cambios sociales en nuestro país.  Por lo tanto, el periódico Brasil de Fato es el resultado de las aspiraciones de miles de luchadores de movimientos populares, intelectuales de izquierda, sindicatos, periodistas y artistas que se unieron para formar una amplia red nacional e internacional de colaboradores.  Así, en enero de 2003, en un esfuerzo colectivo de los movimientos sociales, lanzamos Brasil de Fato.

El desafío de construir medios de comunicación popular

Sin embargo, en un país donde pocas familias detentan el monopolio de los medios de información, hacer un periódico alternativo, popular e independiente es un gran desafío.  Se ilusionan quienes piensan que en el neoliberalismo existe democracia.

Hoy, en Brasil, estamos convencidos de que vivimos una seudo democracia, una dictadura del capital, que nos impone también la dictadura mediática.  El ejemplo que a continuación expongo, además de las razones antes expuestas, sirve para aclarar aún más este señalamiento.

Cuando lanzamos Brasil de Fato, con un tiraje de 100 mil ejemplares, y un coste mensual de alrededor de 100 mil dólares, no imaginábamos que más allá de la cuestión financiera, enfrentaríamos el problema ideológico con los llamados grandes medios.  En las primeras semanas, nos encontramos con los primeros problemas: fuimos boicoteados por las empresas que se ocupan de la distribución.

Brasil es un país de dimensión continental.  Solo para tener una idea, un ejemplar enviado por correo demora de 3 a 7 días laborables para llegar a las regiones del Norte y Noreste del país.  Entonces, para agilizar la entrega, buscamos a las empresas especializadas en este tipo de trabajo.  Pero resulta que, para nuestra sorpresa, las principales empresas pertenecen precisamente a los principales periódicos del país.  Aun así, suscribimos contratos con esas empresas.

Sin embargo, a partir de la segunda o tercera semana, comenzaron los boicots.  Por ejemplo, en el Gran São Paulo –Santos, Campinas–, en las primeras semanas el periódico se agotó en todos los quioscos, inclusive por el clima de euforia, de expectativa de la militancia; pero paulatinamente comenzamos a tener problemas.  La gente nos decía que el periódico no llega más a los quioscos, llamábamos a la distribuidora, la cual decía que está teniendo problemas con sus distribuidores locales, etc.  Así comenzamos a percibir que en todas las ciudades y regiones donde el periódico tenía mayor venta, comenzamos a ser boicoteados.  Este fue nuestro primer desafío, pues cómo hacer para que un periódico nacional pueda romper ese bloqueo.

La entrega del periódico puerta a puerta a los suscriptores, es un problema que ha persistido.  Nos hemos visto obligados a enviar los ejemplares vía correo postal, lo cual, dependiendo de la región, puede significar una demora de hasta 15 días.

Para resolver la entrega en los quioscos, fue necesario entenderse políticamente con una empresa que no estaba vinculada directamente con los grandes medios, pero que hacía ese tipo de trabajo.  Inicialmente, no quería aceptar nuestro periódico, pues, decía, que por ser un periódico semanal no les interesaba financieramente.   Sin embargo, con una articulación política que involucró incluso a un vice-gobernador que era amigo personal del dueño de tal empresa, logramos resolver el problema de la entrega en los quioscos.  Ahora, sucede que a inicios de octubre esta empresa fue comprada por la empresa del grupo Abril, que edita la revista Veja, un verdadero panfleto que miente, omite, manipula y distorsiona las informaciones.

Este grupo Abril ha sido denunciado por su participación en irregularidades cometidas con la venta de la emisora de cable TVA a la empresa española Telefónica.  Anatel, la agencia nacional de Telecomunicaciones, está involucrada en la tramoya.  Y están haciendo de todo para impedir que se someta a una Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI).  Todos los grandes medios no han dicho nada sobre tal CPI ni sobre las irregularidades.  Pero en nuestro periódico, todas las semanas hemos estado denunciando este caso.  ¿Será que su nueva empresa va a distribuir nuestro periódico?  Vemos que tendremos problemas nuevamente, pues desde ya los nuevos gerentes nos están imponiendo una serie de metas, sabiendo que no tendremos cómo cumplir.  O sea, una manera para sacarnos fuera.

¡Pero estamos resistiendo!

Poco a poco, el periódico se consolida como un medio de la izquierda.  Gracias a la red de colaboradores en todo el país, sus páginas reflejan la realidad de cada una de las regiones.  Nos hemos convertido en referencia para sindicalistas, profesores, intelectuales y diversos sectores organizados de la sociedad.  Creamos una página en Internet (www.brasildefato.com.br/), que paulatinamente, va creciendo en accesos.  Ya alcanzamos miles de accesos diarios.  Elaboramos semanalmente un boletín electrónico que llega a 100 mil personas.  Estamos editando ediciones especiales con tirajes que varían de uno a dos millones de ejemplares.  En septiembre pasado hicimos la jornada de educación, que aglutinó 17 entidades estudiantiles, -que son jornadas que justamente movilizan al país entero-, y esas entidades cubren la impresión y distribución de ese material.

Ahora nos acercamos a los cinco años.  Nuestra mayor conquista fue, además de haber logrado resistir a todas esas dificultades, consolidar una red de militantes, periodistas, estudiantes, artistas, intelectuales, fotógrafos etc. alrededor del proyecto del periódico.  Estos militantes comprendieron la importancia de que los movimientos sociales y de la izquierda construyan sus propios medios de comunicación.  Comprendieron que Brasil de Fato es parte de un proyecto político.  Un proyecto popular para Brasil.


Nilton Viana, periodista brasileño, es editor-jefe del periódico Brasil de Fato.

https://www.alainet.org/es/active/23058
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS