Acerca del Estado y el capitalismo criminal

26/04/2008
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Presentación sumaria

A la fecha conocemos dos ensayos del libro "Capitalismo criminal. Ensayos críticos", una publicación de colegas y estudiantes del Grupo Theseus de Ciencia Política de la Universidad Nacional, escritos por los profesores Oscar Mejía y Jairo Estrada, y los estudiantes Ivonne León y Pablo Reyes.

Oscar Delgado me invitó a escribir al respecto. Me ubico en forma de diálogo en la temática que emparenta a aquellos con el trabajo investigativo que realizamos en el grupo Presidencialismo y participación, para caracterizar el orden político pos-constitucional colombiano en la abrupta transición de la paz a la guerra. La reflexión destaca los periodos presidenciales de Álvaro Uribe Vélez, el “éxito” de la política de la seguridad democrática en la configuración del estado comunitario y el desmonte paralelo que sufre la promesa del estado social de derecho.

Enseguida las consideraciones y los comentarios que me suscitan estas dos importantes pesquisas de los colegas investigadores. Empiezo con lo escrito por el filósofo Oscar Mejía Quintana y sus discípulos, y luego, las del economista político Jairo Estrada.

Consideraciones varias:

La Forma Estado y la Cultura

El primer ensayo nos refiere al estado comunitario uribista como una forma-estado híbrida “afincada” en una cultura tradicional-autoritaria en lo nacional, y neoliberal global. Este estado garantiza la inserción impositiva de la economía nacional en la acumulación global posfordista. Los coautores precisan que dicha cultura política se basa en la eticidad paisa, útil para la imposición neoliberal.

Para ellos la forma estado comunitario consolida el proceso de una cultura mafiosa pre-institucional. Valiéndose de la reflexión de Deleuze- Guattari, en Mil Mesetas, definen al colombiano como un urstatt, una forma primitiva de estado que reterritorializa para desterrritorializar.

Tal estado es, por lo demás, mafioso un híbrido que cruza la cultura mafiosa-premoderna, una modalidad de cultura parroquial-súbdita con la moderna que entroniza al capitalismo global. Esta es, en síntesis, una cultura política lumpenburguesa. Emulando con Weber, su sostén de masa es la ética paisa del rebusque individual, ilegal, violento y delincuencial, a la vez que es indiciaria de la ruptura del tejido social. La posibilidad de una cultura ciudadana la sustituye el primado de la vida personal, la familia, y la adscripción religiosa.

La historia reciente del estado mafioso

El estado mafioso llamado también narco-estado es un estado paria toda vez que fue filtrado por el narcotráfico a través de sucesivos procesos eleccionarios. La fecha clave en este diagnóstico es 1994, cuando los paramilitares incursionan en el sistema electoral. A partir de entonces ellos no sólo extraen rentas, poseen zonas de inmunidad, controlan flujos demográficos, y cumplen otras funciones estatales, eso sí, al servicio del enriquecimiento personal y/o la acumulación privada del poder.

A la luz de la experiencia siciliana, el estado-mafioso de Colombia presenta núcleos urbanos mafiosos ligados a los procesos de urbanización capitalista del campo, que aprovecharon las crisis de las elites regionales para reemplazarlas o pactar movilizando nuevos “liderazgos” de clase media y baja, quienes continúan con el reparto de los recursos del estado sin control del gasto público, y en ausencia del monopolio legítimo de la violencia por el estado central.

Francisco Thoumi sirve a los autores para señalar que los cambios socio económicos acelerados de Colombia en ese periodo deslegitimaron el régimen político y debilitaron el estado colombiano reformado en 1991, cuyo primer indicio fue el desmoronamiento del sistema partidario, y concluir en el estado comunitario uribista.

El estado comunitario

Dicho estado comunitario resultó de la interacción de los núcleos mafiosos, y como tal profundiza el estado mafioso. Ellos citan al sociólogo de la política, Alain Touraine, para quien la forma comunitaria es la más antidemocrática y liberal, y cercana al estado neoliberal transnacional.

El estado comunitario es la obra de Uribe, quien - según Hernando Gómez Buendía – pretende con éste resolver la politiquería, la debilidad y corrupción de las autoridades, porque el presidente reelecto juzga que el problema fundamental de Colombia es el estado. A trabajar, pues, en cambiar el perfil estatal haciéndolo participativo, gerencial y descentralizado mediante un ejercicio neo-populista, autoritario que tiene una legitimidad tradicional-carismática y gobierna mediante una democracia plebiscitaria.

El objetivo es armonizar la trilogía estado, mercado y comunidad mediante una descentralización de la participación acorde con “el terruño”, autóctona, propia, regional. El motor son los consejos comunitarios, el apoyo de los soldados campesinos, la red de informantes, y, claro, la organización paramilitar “desmovilizada” en virtud de la ley de justicia y paz.

El estado comunitario uribista es también un estado de opinión, un aporte de Cristina de la Torre. La interlocución es con la persona del líder, no con las instituciones de la democracia. Así se asegura, según el asesor Gaviria, “la participación ciudadana en los procesos decisorios. Los consejos comunitarios, se afirma, practican una democracia directa”; y son “expresión de democracia representativa y participativa que confluyen a construir transparencia”.

En últimas, el referente clásico del estado comunitario es Rousseau: “cuando el individuo forma parte de una comunidad se transforma en ciudadano, en persona que contribuye con su voto a la formación de la voluntad general…No acepta sino la democracia directa ejercida desde la asociación comunal de ciudadanos razonables, libres e iguales”. En suma, democracia directa se equipara aquí con la democracia plebiscitaria de la cual “hacen gala” las periódicas sesiones de los consejos comunitarios difundidos oficialmente a todo el país.

Un complemento analítico desde la economía política

En el escrito Capitalismo criminal y organización mafiosa, Jairo Estrada toma distancia analítica de la parapolítica como un fenómeno fruto del quehacer de individuos, lo cual permitiría al reelecto presidente Uribe auto-purificar el estado y reconducir la sociedad. Su enfoque propone, en cambio, volver al enfoque de Marx, para quien capitalista y terrateniente en vez de a individuos personifican, en realidad, categorías económicas como “representación de determinados intereses y relaciones de clase”.

Un individuo no es responsable de la existencia de relaciones de las que él es socialmente criatura. Así, nuestra formación socio-económica capitalista la caracterizan no los individuos, sino los rasgos criminales y mafiosos tanto en la acumulación capitalista como en la configuración del régimen político. Al respecto, Moisés Naim es un apoyo “sin tacha”, pues indaga acerca de las Transnacionales del Capitalismo Criminal (ETCC), constituidas por redes ilícitas interrelacionadas con las actividades lícitas privadas, las cuales abarcan tanto el sector público como en el sistema político.[1]

En la misma vena, Estrada comparte con Forgione que “la mafia es siempre una empresa capitalista…una empresa criminal encaminada a la acumulación de capital”. Con tales premisas teórico metodológicas, él concluye que durante la segunda mitad de los años 70, primero ocurre una transición del régimen de acumulación capitalista basado en la industria a la “financiarización” del capital. Este “éxito” colombiano es debido en buena parte a la emergencia de los empresarios de la cocaína, aunque no exista todavía la cuantificación adecuada del monto del tráfico de cocaína. Después, al final de los 80, se producen las contrarreformas estructurales en lo económico que son seguidas por la reestructuración neoliberal del estado.

 Irrumpe el para-estado
 
La realidad del para-estado es la cara política del nuevo régimen de acumulación. Jairo Estrada se auxilia de un escrito pionero de Germán Palacio y Fernando Rojas publicado en 1989. A la fecha, los empresarios de la cocaína no sólo poseían una fracción del capital financiero, sino que empezaron a tener control de “un aparato represivo militar; gastos de bienestar social; control territorial regional y un restringido pero eficaz apoyo popular”.

Palacio y Rojas distinguían en su análisis narcotráfico como dispositivo político y el tráfico de cocaína. Ellos no confundieron tampoco para-estado, su aporte conceptual, con estado paramilitar, ya que tal noción sólo destacaba la dimensión militar de la fracción capitalista vinculada al negocio de la cocaína. El para-estado, en cambio, expresa la configuración del régimen político que garantiza estabilidad para la fracción financiera de los exitosos empresarios de la cocaína combinando los mecanismos democráticos formales con los represivo-autoritarios que utilizan el brazo armado paramilitar como instrumento de orden.

¿La despedida?

Si bien el para-estado se gestó en los años 80, y se profundizó en los 90, nuestro ensayista concluye que ahora, dicho para-estado no es más funcional a la acumulación. Así las cosas, dice Estrada que el bloque en el poder nacional implementa la operación limpieza: “la Colombian Clean” con el irrestricto apoyo del gobierno de Estados Unidos.

Lo anterior nos conduce a una disyuntiva no sólo teórico sino política: el estado comunitario uribista, una de dos, en tanto forma de estado es el para-estado, y tiene los días contados; o por el contrario, el para-estado es la forma del régimen político, y al no ser más funcional a la acumulación capitalista es ahora subsumido, y desmontado por la forma de estado comunitario que conserva legalmente alguno de sus rasgos.

Observaciones críticas

“En Colombia existe un régimen mafioso que tiene poder político…No hubiese sido posible la reelección sin el apoyo de la bancada narcotraficante o aliada de narcotraficantes del Congreso”. Gustavo Petro en plenaria del Senado, 25 de marzo de 2008.

Los dos ensayos en comento presentan similitudes y diferencias. Ambos tienen similitudes desde la perspectiva conceptual que adoptan, aunque difieran los enfoques, puesto que uno es cultural, y el otro es económico en la explicación del orden político actual. También la metodología es diferente en su particular énfasis. Mejía y sus discípulos emplean un enfoque subjetivista que nos explica culturalmente la existencia del estado comunitario uribista, en tanto que Estrada de entrada rechaza la explicación de la para-política en términos de individuos, y el presidente Uribe es uno par excellence, y en cambio, opta por un enfoque objetivista de cuño marxiano.

Así las cosas, Estrada retoma al Marx de el Capital, como “modelo explicativo”: la existencia de determinados intereses y relaciones de clase es lo esencial de las figuras del capitalista o el terrateniente. Ello permite recordarnos la muy anterior explicación de El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, donde Marx polemizó con las interpretaciones individualistas hechas por Víctor Hugo y Pierre Proudhon de aquel acontecimiento político.

De la forma Estado

“Si fuera por esas organizaciones (Ongs), no habría TLC, porque consideran al Estado colombiano un estado ilegítimo, masacrador y terrorista”. José O. Gaviria. El Tiempo, 27 de marzo de 2008, p. 1-4.

Los dos ensayos usan la Forma Estado como referente teórico, explícito o implícito, pero su empleo no es riguroso, porque se confunde aquella con la forma de Estado, o de manera más concreta, con la forma Régimen político.

 Tal perspectiva teórica tiene su asiento en la elaboración de Nicos Poulantzas, quien distinguió las tres formas enunciadas en su libro Poder político y clases sociales en el estado capitalista.[2] Este autor introdujo en el capítulo 2, el problema de “la relación del concepto del Estado capitalista, con las formas de Estado y las formas de régimen”,[3] en el marco histórico de la periodización concreta de la formación capitalista.
 
En resumen, Poulantzas identifica la FORMA ESTADO con el tipo de estado capitalista, y postula que hay también otros tipos de estado. Él distingue la forma/tipo Estado de una parte de las formas de estado, y, de la otra, de las formas de régimen político. Para estudiosos como Bobbio, incluso Marx y Lenin, forma de gobierno y de régimen se confunden, pero Poulantzas no comparte tal identificación.

Sin embargo, el concepto de forma Estado Capitalista lo elaboró la escuela derivacionista de la lógica del Capital, y en Colombia ésta se expresa en los trabajos de Fernando Rojas y Víctor Manuel Moncayo. Ahora recordemos dos trabajos, primero, el trabajo Forma Estado y Regímenes Políticos de Fernando Rojas, publicado hace más de un cuarto de siglo.[4] Él afirma, que “El estado como el sujeto…son formas históricamente determinadas, congénitas al capital”; el estado capitalista es “una forma o relación social indisolublemente adherido a la extorsión propia de este modo de producción, y no puede existir independientemente ni puede ser indiferente a ella”.[5]

En el mismo ensayo se distingue entre la forma Estado Capitalista (FEC) y los regímenes políticos, en tanto éstos son las formas concretas del Estado capitalista.[6] La FORMA ESTADO es una relación invariable de clase y diferente de las formas concretas de los regímenes políticos; no se puede confundir ésta con la modalidad del Estado, con la forma del aparato estatal (la Forma de Estado), que es expresión corpórea de la autonomía relativa del estado frente a las clases y las fracciones de clase individualmente consideradas.

En relación con la forma del régimen político, ésta ocuparía el tercer lugar en la jerarquía analítica del estudio del estado como objeto de conocimiento de la política, y se acercaría más al objeto estatal en su complejo existir concreto, como síntesis de múltiples determinaciones. Ejemplifiquemos con la formación social capitalista. En ella tenemos la Forma Estado Capitalista, a la vez tenemos la Forma de Estado, que podría ser, p.e, Liberal, Intervencionista o de Excepción; y también están las Formas de Régimen político: Republicano Parlamentario, Monárquico Constitucional, entre varias posibles.

Resumiendo el estudio de Fernando Rojas nos plantea, que la Forma Estado Capitalista (FEC) es una relación social total en sí misma considerada y con respecto a la formación social capitalista, mientras que la especificación concreta de sus contenidos, sus funciones e instituciones políticas da lugar a la distinción analítica: de una parte, de  la forma de Estado desde el punto de vista de los aparatos de estado; y, desde el punto de vista del bloque en el poder, las clases y fracciones de clase, da lugar a la forma de Régimen político, de otra.

Estado de excepción y excepcionalidad en Colombia

 “Estoy en contra del statu quo mafioso de este país…Esa cultura mafiosa que se entrona, se ve en la falta de garantías”. Piedad Córdoba. Plenaria del Senado, 25 de marzo de 2008.

Avancemos en el análisis concreto de la problemática de lo político en Colombia, en específico, lo que tiene que ver con la caracterización estatal actual. Una forma de Estado específica es la que resulta de la articulación de los aparatos de estado represivos e ideológicos[7] conforme la determina, en últimas, la lucha de las clases en una fase y estadio determinados del proceso histórico en estudio.

Éste es el caso del Estado de excepción, una forma de Estado que es distinto de la Forma Estado Capitalista. Aquel fue estudiado, primero por Marx, en El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, por Antonio Gramsci en sus ensayos sobre el Cesarismo contenidos en la recopilación de los escritos de la cárcel, Maquiavelo, la política y el estado moderno, y durante la segunda mitad del siglo pasado, actualizados y sistematizados por el marxista Nicos Poulantzas, discípulo de la escuela Althusseriana. Con tal filiación y precisión   conceptual, recordemos que son formas posibles y pasibles de estado de excepción el bonapartismo, el fascismo, o la dictadura militar.

 Víctor Manuel Moncayo, con Poulantzas como antecedente, caracterizó el régimen colombiano como “autoritario sirviente de la nueva fase del capital”.[8] Apoyado en la relectura de Poder político y clases sociales en el estado capitalista (1968) y Fascismo y dictadura (1970), tomó en consideración las contribuciones hechas por Antonio Negri en Dominio y Sabotaje, la Forma Estado e Imperio.[9]

Pero Moncayo no habla de la forma actual del Estado colombiano, sino de la forma del régimen político como una forma de Estado de excepción. Esta difiere de las funciones constitucionales de la excepcionalidad que aquí, según la Constitución de 1991, son el estado de guerra exterior (art. 212), el estado de conmoción interior (art. 213), y estado de emergencia (art. 251).

Este Estado de excepción lo condiciona el estadio histórico del capitalismo nacional. De modo general, Poulantzas refirió tres estadios que correspondían al estado liberal clásico, al estado intervencionista o de bienestar, y estado del capitalismo monopolista. Éste último, retomando a Moncayo, correspondería a “la fase actual neoliberal que apenas empezaba a vislumbrarse en los años setenta”.[10]

Ahora bien, En la perspectiva conceptual, el Estado de excepción se refiere “… a las relaciones del conjunto de las instancias”[11] de un modo de producción, mientras que “los regímenes políticos se presentan aquí como variables en el interior de los límites marcados por…las relaciones y el funcionamiento concreto de los partidos en relación con un régimen, como variables en el interior de los límites marcados por el bloque en el poder”.[12]

Pese a lo dicho, Moncayo reitera que “todo Estado capitalista, cualquiera que sea la forma que asuma (autoritaria o democrática), según la fase histórica por la cual atraviese, se presenta siempre como un régimen político … puede darse la modalidad de estados de excepción”.[13] Él, al contrario de su maestro Poulantzas, concluye que el Estado de excepción es una forma concreta de régimen político, sin tomar en consideración la forma de Estado.

Al mismo tiempo, pero a propósito de la forma estado, Moncayo se vale de Negri, para decirnos que el estado no ha sido definitivamente vencido y liquidado, porque “frente a nosotros está el Estado; entre nosotros, tal vez dentro de nosotros, está la forma del dominio.[14]En Colombia también es válido que “sin el estado el capital social no tiene medios para proyectar y realizar sus intereses colectivos”.[15]

Al insistir que el capitalismo no prescindió de la forma política estatal, sin embargo, con el aserto de Negri, la multitud de la sociedad posmoderna “quita al poder toda transparencia posible, y sólo puede ser dominada de forma parasitaria y por tanto feroz”. Y esto viene ocurriendo en Colombia con anterioridad a la Constitución de 1991. Así dicho, sin embargo, para Mocayo el nuevo Leviatán colombiano “ya no es soberano, no controla su pueblo nacional…está subordinado a las determinaciones del imperio”.[16] Y la multitud colombiana tampoco se “ha deshecho de la categorización como pueblo, que es el sustrato social del Estado contemporáneo”.[17]

En suma, la soberanía nacional perdió efectividad y puso fin a la “esfera independiente de determinación del consenso y de mediación entre las fuerzas sociales en conflicto”.[18] Moncayo suscribe también lo planteado por Negri y Hardt,[19] en términos de acción política concreta, que la política dejó de ser ese “espacio independiente en donde pueda emerger la revolución en el régimen político nacional, o donde el espacio social pueda ser transformado utilizando los instrumentos del Estado”.[20]

Conclusiones

El estudio cumplido por los dos ensayistas, Oscar Mejía y Jairo Estrada requiere una revisión del concepto Forma Estado, que exige una utilización rigurosa para no confundirlo ni con la forma de Estado ni con la forma del Régimen político colombiano. Estas son distinciones analíticas que tienen implicaciones prácticas que no son inocuas.

Al respecto hay antecedentes teóricos de valía en los maestros Fernando Rojas y Víctor Manuel Moncayo, para realizar un mejor análisis político del orden político del presente. Pero, como queda aquí dicho, a ellos también les cabe, unas precisiones sobre el manejo de las categorías cuando postulan el para-estado, o el régimen autoritario sirviente de la nueva fase del capital.

Teniendo como contexto la importante indagación que acerca de la cultura política y la realidad económico política de Colombia nos presentan los dos colegas, metemos basa para explicitar nuestra posición teórica respecto al análisis del complejo estatal actual colombiano.

De una parte, no compartimos la caracterización que se hace de la Forma Estado colombiana definida como un estado mafioso, narco-estado o estado paria. Si para-estado se refiere a la forma de estado previamente existente al orden reformado de 1991, tampoco la compartimos. Mucho menos, si ella se extiende a la actualidad, y se exacerba bajo la fórmula del Estado comunitario uribista. Tampoco resulta analíticamente útil, prescindir, como lo hace Moncayo, de la forma de Estado para hablar directamente de la Forma de régimen como lo plasmó en su más reciente libro dedicado a la Teoría del Estado y el caso colombiano.

De otra parte, es conveniente insistir, con Poulantzas, que a propósito del estado moderno existen tres planos analíticos distintos, la FORMA ESTADO, LA FORMA DE ESTADO, Y LA FORMA DE REGIMEN POLITICO. Ahora bien, si asumimos la pesquisa y postura de Negri y Hardt, quienes en la posmodernidad descubren la alternativa democrática de la modernidad, es necesario recuperar sin timideces para el análisis actual de Colombia la presencia de la multitud como autónoma, y liberarla en lo teórico con el auxilio de Spinoza, Maquiavelo y Marx del mundo pre-social hobbesiano que la vuelve plebe o pueblo dominado por el Estado.

La multitud como sujeto político es el fruto prohibido cosechado contra las formas estado y mercancía en la revolución del trabajo cuando éste se autovalorizó, se autonomizó del dominio disciplinario y el control del capital, en el decenio que se extiende entre los acontecimientos de 1967 y 1977. Está la cadena plural de eventos que simbolizan la resistencia a la guerra en Vietnam, el mayo francés , el otoño caldo italiano, la rebelión de la juventud del SPD alemán contra el monopolio de los media, la masacre de la plaza de las Tres Culturas, y la ruptura de la autonomía universitaria en Colombia.[21]

Y están también las reflexiones de los Autonomistas, Negri y Marx, más allá de Marx, Spinoza, la Anomalía Salvaje,y Multitud ; Paolo Virno, La Gramática de la Multitud, Multitud y principio de individuación, y valiosísimas contribuciones como las de Jacques Ranciére y Slavoj Zizek, a propósito de la multitud y el estado de excepción.

Para el grupo Presidencialismo y Participación, la forma estado capitalista está afectada por el descentramiento global de la soberanía que en lugar de nacional es ahora imperial en mayor grado, y hace posible un gobierno mixto imperial, que no imperialista, aunque éste sufra y pueda sufrir, “golpes de estado” imperialista como los protagonizados por Estados Unidos, en forma abierta como en Iraq o Afganistán, o encubierta, por interpuesto gobierno, Colombia, en el reciente caso de la frontera de Ecuador, donde la víctima fue el orden internacional, y en particular la OEA.

 La forma de estado es por consiguiente una variante del Estado de excepción, que mutó la utopía del estado social de derecho prometido por la Constitución de 1991 en el frankstein del Estado comunitario. La forma de régimen político actual no es el estado mafioso, ni el paraestado sino el régimen parapresidencial, que gobierna sobre una comunidad política pararepublicana.

Todo lo dicho conduce a reemplazar el paradigma de análisis estatal de lo político y la política por el paradigma sistémico abierto, para dar cuenta en su antagonismo de la dinámica de la participación que conlleva la autovalorización del trabajo, de la presencia de la multitud, que irrumpe por la primera vez en la historia contemporánea de modo caótico en Colombia, en los acontecimientos de 1948.

El cambio de eje conceptual, el descentramiento sistémico de la reflexión política para nada implica el desconocimiento de la existencia de la forma estado y la de régimen, y tampoco la de los micropoderes que anima el antes espacio relativamente autónomo de la así llamada sociedad civil, sino su redefinición su descentramiento en el marco del sistema de la dominación imperial global que articula los nuevos sistemas de la dominación local y regional del capitalismo global, y del cual Colombia representa hoy, uno de sus nudos gordianos, en lo que tiene que ver con el subcontinente latinoamericano.

Miguel Ángel Herrera Zgaib

Profesor Asociado y director Grupo Presidencialismo y Participación, UNAL

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas

Corporación Viva la Ciudadanía.
 
 


[1] Consultar CASTELLS, Manuel. La sociedad de la información, quien habló hace años incluyó la globalización de la criminalidad en su monumental estudio comparado de la posmodernidad capitalista.

[2] POULANTZAS, Nicos. Poder políticos y clases sociales. Siglo XXI. México, 1970
[3] Op. cit., Capítulo 2, p. 196.

[4] ROJAS, Fernando. Forma Estado y regímenes políticos. Controversia Nos.82-83. Cinep. Bogotá, 1980.

[5] HOLLOWAY, John, PICCIOTTO, Sol. State and Capital. Edward Arnold Press. Lndres, 1978.

[6] SALAMA, Pierre.  Etat et capital. L´Etat capitaliste comme abstraction réelle, en Critiques de l´économie politique. Nouvelle série, Nos. 7-8, Paris, abril-septiembre de 1978, pp. 224-261. Ver también de Rojas y Mocayo, Crisis permanente del Estado capitalista. Ediciones internacionales. Bogotá, 1980.

[7] Ver ALTHUSSER, Louis. Ideología y aparatos ideológicos del estado. Cuadernos de Oveja Negra. 3ª edición. Medellín, mayo de 1976

[8] MONCAYO, Víctor Manuel, El Leviatán derrotado, 2a. Parte, Capítulo V. Editorial Norma, Bogotá, 2004, p. 331.

[9] Ver al respecto tanto la Presentacióncomo un texto anterior de Negrique a manera de prólogo Moncayo incluyó para su libro El Leviatán derrotado.

[10] MONCAYO, Víctor Manuel, El leviatán derrotado, p. 334

[11] POULANTZAS, Op. cit., III. Formas de régimen y periodización de lo político, p. 192.

[12] Op. cit., p. 193
[13] Op. cit., p. 336.
[14] NEGRI, Antonio, Dominio y sabotaje. El Viejo Topo. Barcelona, 1979, p. 43.
[15] NEGRI, Antonio, HARDT, Michael, Imperio. Desde abajo. Bogotá, 2001, p. 121.
[16] MONCAYO, Op. cit., p. 16.
[17] Op. cit., Ibíd.
[18] Idem., p. 17.

[19] En Imperio, éstos afirman, que “El gobierno y la política tienden a integrarse dentro del sistema de comando transnacional. Los controles son articulados por intermedio de una serie de campos y funciones internacionales. Y esto es también cierto para los mecanismos de mediación política, que realmente funcionan a través de categorías de mediación burocrática y sociología administrativa que por las categorías tradicionales de la mediación de conflictos y la reconciliación de los conflictos de clase”.

[20] Ídem.

[21] Ver BADIOU, Alain. La política a distancia del estado, Revista Acontecimiento. UBA. Buenos Aires, 2003, pp: 9-27.

https://www.alainet.org/es/active/23807
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